Blue Jasmine
Guión y dirección: Woody Allen
Estados Unidos, 2013
98 minutos
Ahora que, por motivos desgraciadamente extra-artísticos (la denuncia por supuesto abuso sexual de su hija adoptiva), todo el mundo habla de Woody Allen, vale la pena volver sobre su último opus. La crítica ha manifestado casi unánimemente que Blue Jasmine es su mejor filme en mucho tiempo, sobre todo después de esa serie de películas indignas de su talento dedicadas a exhibir clichés turísticos sobre París, Roma o Barcelona. También ha coincidido en resaltar que lo que ofrece ahora es su relectura de Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams (¡con la Blanchet como nueva Blanche DuBois!). Parece que los cineastas norteamericanos, después de affaires tan sonados como el de Bernard Madoff, han decidido ocuparse del papel de los estafadores financieros a gran escala, como lo prueba El lobo de Wall Street de Scorsese. Quizás cabría en ese sentido recordarles que, como decía Bertolt Brecht, el robo a un banco no es nada comparado con la fundación de un nuevo banco. Pero más allá de eso, no cabe duda de que el último largometraje del director de Manhattan es un gran trabajo. Que cuenta con un guión muy aceitado, donde hay muy poco de cómico –y mucho de patético- en el contraste entre los mundos opuestos de la glamorosa Jasmine y su vulgar hermanastra Ginger, encarnada por la estupenda Sally Hawkins. Pero que se sostiene, sobre todo, en la extraordinaria interpretación protagónica de Cate Blanchett, con una actuación pletórica de matices, que lleva tanto a compadecerla como a odiarla. El Oscar para ella no fue más que un acto de estricta justicia.
Carlos Gassmann