Bienvenidos a un número más de Baruyo, en el que presentamos la entrevista que le hicimos a Claudia Saavedra. Ella es especialista en adicciones y nos visitó en Casa Joven para contarnos lo que hacen en el Centro Provincial de Atención a las Adicciones (CPA) de la Franja, que abarca El Carmen, Villa Elvira, Villa Alba y Villa Argüello. Dijo que vivimos en una sociedad de consumo y dentro de eso está la droga. Tomamos unos mates con medialunas dulces calentadas al horno. Nos interesó hablar de las adicciones porque le puede pasar a cualquiera de los pibes y las pibas de nuestra edad. Además publicamos una historieta que hizo nuestro compañero Ale y dos canciones que escuchamos y trataban esta problemática. Nos llamó la atención que, por casualidad, la historieta y las canciones hablan sobre el dolor de las madres.
Entrevista Selene, Marquitos, Azul, Agustina, Ely
Fotos Marquitos y Ely.
Texto de la introducción Ely y Agustina.
Selección de canciones Agustina y Marquitos
Historieta Ale
—¿Qué es una adicción?
—Nosotros vivimos en una sociedad de consumo. La posición que tenemos frente al consumo problemático de sustancias tiene que ver con considerar a las drogas como un objeto más de la sociedad de consumo. En ese contexto, de cómo mirar las drogas, la relación que una persona puede llegar a establecer con una droga, ya sea el alcohol, psicofármacos, marihuana o cualquier sustancia llamada droga, tiene diferentes grados de compromiso. Puede ser que alguien use una sustancia habitualmente, como cualquiera puede tomar alcohol en una fiesta; puede ser que uno abuse porque la usa demasiado seguido, y en ese caso empieza a interferir en su vida y entonces aparece lo que sería la adicción. Ese compromiso interfiere a veces en las relaciones, los lazos, los vínculos que uno tiene, que pueden ser con la familia, los amigos… Entonces la persona está aislada, está metida para adentro. Empieza a aparecer la cuestión de la salud, personas que no se alimentan bien, se debilitan, problemas con el sueño, aparecen problemas con la ley, porque hay drogas legales e ilegales. Eso es una adicción.
—¿Alguna vez probaste las drogas?
—Sí, de hecho yo tomo alcohol en las fiestas o los fines de semana. Las drogas no son todas ilegales. Para definir lo que es una droga podemos decir que es todo aquello que nosotros incorporamos al cuerpo que tiene un efecto en la conducta y en el organismo.
—¿Por qué pensás que hoy en día los pibes se drogan?
—Nosotros estamos enmarcados en un capitalismo bastante extremo, donde el objeto de consumo es algo que la persona busca insistentemente. Ustedes verán, por ejemplo, las propagandas de las cervezas, que es lo más accesible porque son drogas legales y el mensaje que se asocia con el consumo de cerveza tiene que ver con el éxito, con estar con la chica más linda. Eso incide mucho, pero aparte hay una cuestión respecto a lo que la persona busca con el consumo, como aislarse de determinadas realidades. Hay grupos sociales en que el consumo de sustancias está vinculado con el aislamiento, por padeceres que uno tiene, problemas. Eso se vincula a situaciones de pobreza, desigualdad, discriminación…
—¿Qué hacen en el CPA?
—Somos un equipo de gente que tratamos de garantizar el derecho del acceso a la salud en este tema. El consumo problemático de sustancias está enmarcado en lo que es salud mental. Y dentro de eso, lo que tratamos de trabajar es garantizar la accesibilidad, para que ese recurso esté cerca de la casa de quien lo necesite, en los barrios donde tiene que estar. Buscamos mejorar la calidad de vida a través de oferta de talleres, parecido a lo que oferta Casa Joven: talleres artísticos, deportivos, recreativos, que tienen que ver con restituir derechos. Estamos convencidos que a partir de una política que tiene que ver con devolver esos derechos que se han quitado en determinado momento por parte del Estado, uno está restituyendo salud. A partir de ese vínculo con el pibe, tratamos de habilitar que circule la palabra en relación a la problemática que atraviesa.
—¿Qué droga te destruye más?
—Si vos querés, te destruye cualquiera. Tiene que ver con el lugar que le des a esa droga, con cómo te vincules con esa droga. Si pasa a tener un lugar central en la vida a una sustancia, a ser lo más importante, cualquiera te puede destruir.
—¿La marihuana también?
—Sí, no tiene que ver con la toxicidad sino con el lugar que uno le da. Lo que sí se puede evaluar es que en grado de toxicidad hay muchos niveles. El alcohol es muchísimo más tóxico que la marihuana… Pero muchísimo más toxico. Siempre planteo esto porque es una droga con una tolerancia social tan grande, al ser aceptada y al tener todo el marketing que tiene con publicidad, pero trabajar para recuperar a un alcohólico es muy complicado. Lo último que uno le pregunta a la persona es qué está consumiendo porque primero hablás de lo que le pasa, de qué es lo que te está complicando, y después uno dice ‘¿bueno, cómo nos organizamos con esto?’.
—¿Cuál fue el caso más difícil de tu carrera?
—Uh…, todos los días. Tengo casos dificilísimos porque a veces es más difícil trabajar con prácticas institucionales viciadas que con la persona que tiene el problema. A veces nosotros trabajamos para que un pibe, por ejemplo, pueda retomar determinado circuito que tiene que ver con instituciones, retomar la escuela, lograr que se haga un control de su salud, y a veces nos da más trabajo eso que lo que la persona pone en juego. Después, difícil es cuando uno ve situaciones que vienen de generaciones, a la mamá, el abuelo, cómo que se vienen acumulando situaciones de vida difíciles. Son realidades que no pueden cambiarse rápidamente. Nosotros no apostamos a las internaciones porque son instancias de desarraigo, uno sale de su casa, sale de su barrio para estar con otra gente y después tiene que volver. Después del retorno, si uno no lo trabaja bien, puede ser peor que haberse ido y vuelve la cosa a estar peor que antes… Uno tiene que leer el contexto de una persona. Si ese pibe tiene un problema, tiene un problema porque tiene que ver con la realidad inmediata de su familia, de su barrio y se va abriendo el círculo… Uno tiene que hacer una lectura de todo eso. Si eso no se modifica, tiene que pensar una estrategia lo más creativa posible, que involucre a la comunidad, a la gente cercana, a la escuela, los amigos, los clubes… En 4 años, creo que internamos a una o dos personas.
—Y como último recurso…
—Claro, cuando no se puede… Cuando alguien está con padecimientos mentales, escucha voces, ve cosas raras: una cuestión de salud mental. Quienes lo sufren no puede con eso y uno tiene que alivianarse ese padecimiento hasta que se equilibre.
—¿Alguna vez falleció algún pibe que trataste?
—Sí… Eso es horrible. Muy doloroso. Falleció un pibe que tenía una enfermedad de base, un padecimiento mental que cuando él consumía, se compensaba. La droga no dejaba que se vea lo que había de base. Entonces, cuando dejó de consumir empezaron a aparecer voces, alucinaciones y hubo que internarlo porque estaba re mal y se había querido suicidar dos veces. Este chico creo que no tomaba la medicación o se la daban pero no la tomaba, la cuestión es que nos avisaron que se había… Se ahorcó. Un dolor… Fue un pibe que trabajamos un montón y él quería sobrellevar esa situación.
—¿Cuántos años tenía?
—18 años.
—¿Un pibe sin recursos tiene acceso a un tratamiento?
—Sí. En la provincia, la Subsecretaría (de Salud Mental y Adicciones), que es de donde dependemos, tiene unos 180 centros distribuidos en municipios. Acá tenemos en La Plata, Berisso, Ensenada, City Bell, y ahora por algunos barrios… Hay acceso. El tema es que a veces no están en los lugares más estratégicos y lo que uno trabaja, entonces, es que se piense en salir a los barrios y hacer trabajo comunitario porque si uno tiene que tomarse el micro no es acceso. Los CPA son gratuitos y están distribuidos más o menos en la Provincia.
—¿La problemática de las adicciones es más complicada ahora que antes?
—Sí, porque no es la problemática de las adicciones. El tema es que uno trabaja con la persona, no trabaja con una parte de su problema. Cuando nosotros recibimos a alguien, no trabajamos sólo la parte de adicciones. Estamos trabajado el caso de una paciente, por ejemplo, que es una chica que tiene un retraso mental, tiene 3 chicos, que empezó a consultar por el tema del consumo. El tema es que cuando vos empezás a charlar te das cuenta de que esa persona tiene una pensión para provincia que era de 300 pesos. Con 3 chicos no podés vivir con 300 pesos. Iba haciendo changas, pero… Acompañamos a la persona en los problemas reales que tiene.
—Atacan la causa de la adicción
—Sí, porque el consumo a veces es algo secundario en la vida de la gente. Está atravesada por ese problema, pero por 250 problemas más. Uno entiende a la salud integralmente. Desde ahí pensamos la cuestión del consumo problemático. Es algo más que está en la vida de la persona. Implica ser mamá, tener trabajo, darles de comer a los pibes…
—¿A los pibes que se drogan les cuesta socializarse?
—Sí. Es importante aclarar conceptos. Si fuese el concepto de “uso”, la mayoría nos drogaríamos porque uso hacemos la mayoría de las personas. Una cosa es el “uso” y otra el “uso problemático”. Los que están atravesando un consumo problemático tienen un problema de lazos sociales que se hanfracturado en algún momento. Nosotros tenemos que trabajar para reconstruirlo
—¿El porro es tan peligroso como las otras drogas?
—El porro no es peligroso en sí mismo. Hay gente que fuma, como toma alcohol. Lo que hace la diferencia es la legalidad o ilegalidad de la sustancia. Si para consumir tengo trasgredir las leyes, la sociedad le pone un peso mayor que el del alcohol, pero el daño es distinto. Tiene que ver con cómo lo uso y para qué. Si lo único con lo que me vinculo es con el porro, estoy en el horno. Si eso me impide vincularme con el club, los amigos… Si le doy el control de mi vida. Hay adicciones a elementos, también: los celulares, la computadora. Es dañino si le doy el control de mi vida.
—¿Cómo es la relación con el tranza de los barrios?
—Nosotros trabajamos con el aspecto sanitario. Nos somos ni la Policía, ni el narcotráfico. No vamos a reventar ninguna cocina, ni denunciar… Porque si no, no podrías trabajar en un barrio: es imposible. Eso se lo aclaramos a la gente también porque te dicen ‘yo sé dónde venden’. Yo no estoy para eso, eso es otra parte del Estado. No estoy persiguiendo delincuentes. Hay cosas en las que no te podés inmolar para que te peguen un tiro. Hay luchas quijotescas que no dan… Tenemos que seguir estando para los pibes que están a tiempo de salir o de no entrar. Porque el contexto que uno ve es como una película que se va repitiendo y eso te desespera. Yo no quiero que a uno le pase lo que le está pasando al hermano, al padre. Uno trata de trabajar para prevenir eso, para que pueda elegir otro camino. El taller de boxeo, por ejemplo, muestra otros proyectos. Van pibes atravesados por esto, pero llama la atención cómo los pibes se pueden poner a pensar que hay otras posibilidades, otros proyectos, enlazados con pelear, rescatarse con el tema de la salud, con lo que comen, no venir ni puestos, ni fumados, venir frescos, en condiciones, hacer esa rutina o disciplina deportiva… Son espacios que tienen potencialidades que por ahí uno no se dan cuenta y son pibes que están jugados, por ahí.
—¿La problemática de las adicciones afecta a los pibes y a las pibas por igual?
—Con las chicas se complica más que lo pibes porque se asocian otras problemáticas. Una piba, cuando se pierde, se pierde en todo sentido y entonces aparecen situaciones de salud sexual complicadas a corta edad, embarazos que no estaban en mente, pibes que empiezan a dar vuelta, bebés.
—Adicciones es un tema que estaba en el interés de Baruyo desde hace tiempo porque todos conocemos algún pibe que…
—Hay que darle una mano al que atraviesa esa situación. Uno no sabe lo que está atravesando la otra persona y a veces uno piensa con una lógica que no es la del otro. Uno puede terminar en el circuito de consumo al no poder afrontar frustraciones o problemas de la vida. Cuando uno está acompañado es más fácil. No hay especialistas, cada uno desde donde está puede dar una mano: charlarlo, consultarlo con un referente. No es una cuestión de libros. Lo importante es no juzgar, ni dejar al costado a nadie. Eso se siente, cuando uno hace las cosas con la mejor onda, sin bajar línea, sin retar… Acompañar.
Una madre llorando (de Néstor en Bloque)
Tres de la mañana en un hospital
Una madre llorando va
Por su hijo que dice encender el humo
Que le costó la vida…
No quería ser menos que los demás
Y así empezó a fumar
Esa droga que lo destruyó
También le enseño a robar…
El paco lo empezó a consumir
El creía que lo iba a ayudar
Se sentía un superhéroe
Y esta vez ganó el mal…
Enciende dice la gente
Estamos fumando vida o estamos fumando muerte
Hoy lloramos por un amigo
Tienes que tomar conciencia sino todo está perdido…
Enciende dice la gente
Estamos fumando vida o estamos fumando muerte
Escucha mi mensaje amigo
Que no todo está perdido…
Adicción (de 3p)
Naciste un dos de noviembre y ya naciste con fiebre,
la pobreza te rodeaba y el frío siempre abrazaba.
Cada noche tan oscura bajo el techo de tu casa,
Era un rancho, era humilde pero ahí vivió tu infancia.
El jardín a la distancia con un tren cada mañana,
tenías guantes y bufandas hecha por mamá en lana.
De tu padre no sabías, decían que trabajaba, que
siempre te recordaba, que de viaje siempre estaba.
A pesar de la pobreza fuiste creciendo educado,
mejor compañero en clases y a veces abanderado,
no por tener buenas notas sino por ser el ejemplo
que a pesar de las tormentas estabas en el colegio.
Faltaban los invitados en todos los cumpleaños,
por vivir en ese barrio tan oscuro y marginado.
Daba miedo a tus amigos entrar y no salir vivo
y después de cada torta llorabas el ser distinto.
Una tarde va de compras al mandado de mamá
y los pibitos del barrio le convidan de fumar.
Con solo sus 15 años reflexiona y dice NO,
pero en ese momento duda de su decisión,
es que el humo y el aroma le llamaron la atención
y antes de llegar al viernes sus ahorros arrancó.
Fue al negocio y tan ansioso dijo “¡Droga, por favor!”
y es que sin saber el precio lo pagó como por dos.
Es la vida propia que a veces nos trata mal.
El tuvo un corazón limpio y después fue criminal.
Malas juntas lo llevaron a robar y asesinar,
una madre llora en pena que su niño ya no está.
Algo que nunca lo hizo, sacar cosas de su casa,
pertenencias de la madre vendió para un par de “pases”.
A ella le pareció raro que siempre faltaba algo,
pero no quiso dudar de su hijo tan preciado.
Suena el celular, un llamado del colegio
“traiga un certificado si su hijo está enfermo”.
La duda la desbordó y al llegar le preguntó
“Decime vos dónde estabas. No me mientas por favor”.
Una lágrima patina de su hijo y su mejilla
cuando escucha la respuesta: “Me quedé en alguna esquina”,
es mentira, no me digas que el señor no te cuido,
no me digas, hijo mío, que la droga te atrapó.
Hubo discusiones ese lunes a la noche,
su hijo ya no era el mismo, su cuarto era un desorden
Tenía mal comportamiento y faltaba muy seguido.
Lo expulsaron del colegio y él estaba muy tranquilo.
Madre me voy a pasear, no te quiero preocupar
voy a estar allá en la esquina con mi dosis de droga,
pero quedate tranquila, nada a mí me va a pasar,
mi cabeza no es la misma pero aún te puedo amar
Nadie imaginaba el final en esta trama
y el final fue así de simple, una bala por su espalda
un viejo y una escopeta dieron la última palabra.
Una carta en su bolsillo «mami te llevo en el alma»
Madre solitaria va perdida entre sus lágrimas
rumbo al cementerio donde su hijo descansa
y ella sigue con la duda que fue lo que hizo mal
pero la simple verdad: la adicción volvió a ganar.