Irán – 2011
112 minutos
Con “El sabor de la cereza” (1997), del gran director iraní Abbas Kiarostami, los festivales internacionales de cine se maravillaron. Creyeron “descubrir” un cine que tiene más de 100 años de existencia. Después del impacto de Kiarostami y con joyas como “La manzana”, de Samira Makhmalbaf, directores como Mohsen Makhmalbaf y Jafar Panahi ganaron reconocimiento mundial. Ahora es el turno de Asghar Farhadi, con la estupenda “Nader y Simin, una separación”. Farhadi, con cuatro films previos, hace una apuesta tan audaz como sutil. La película empieza por aquello que en apariencia es su nudo dramático: Nader y Simin están frente a un juez dirimiendo, discusión mediante, su separación. Uno se prepara para seguir la historia de la disgregación familiar, pero he aquí el excelente engaño. Lo que sigue es una densa trama, como si se sacaran las capas de una cebolla, que se dispara cuando una empleada doméstica comete un accidente cuidando al padre del marido, enfermo de Alzheimer. Con un ritmo vibrante, lo interesante es cómo de un pequeño drama (una separación matrimonial) la película es capaz de complejizar problemas de clase, de género, de roles familiares, de religión, de cómo mira la justicia y, sobre todo, algo magistral: nadie puede hacer un juicio parcial ni total sobre los personajes, siempre hay cosas que molestan pero también que comprendemos. Como espectadores, es un desafío que nos interpela desde la escala humana, y más profundamente desde el pensamiento cultural y los juicios morales.
Juan Manuel Mannarino