Vanesa y Bartolina

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Nota principal: Bachilleratos Populares

“¡Pero mirá qué atrevido, eh!”. Esa fue la primera respuesta en la charla que tuvo con La Pulseada. La pregunta había sido “¿Qué edad tenés?” Acababa de terminar la asamblea semanal entre alumnos y profes, un lunes a eso de las 8 de la noche. Sentados en un pupitre doble, a unos 4 ó 5 metros de dónde funcionará la futura radio del Olga Vázquez, acordamos que Vanesa Cuello es una mujer de “unos 50”. Llegó al bachillerato popular de calle 60 después de ver un afiche pegado en la Secretaría de Derechos Humanos. Eso fue hace 3 años, cuando todavía no habían empezado las clases. Hoy dice que siente “una gran emoción” por haber podido cursar primero, segundo y tercero y formar parte de la primera promoción que terminará un bachillerato popular en La Plata.

Se crió en el Barrio Circunvalación, en la zona de 7 y 75. Dice que nunca le faltó “lo básico”, pero a los 12 años tuvo que salir a trabajar. Ya en ese tiempo, cuando terminaba la Primaria en la Escuela Nº 84 que queda a pocos metros de su casa, se autobautizó “Vanesa.”

Abrigada con una bufanda de lana, estrenando los primeros fríos, cuenta que su adolescencia la pasó en dictadura y que intentó terminar la secundaria, pero que en “esa época nefasta se hacía complejo, más si tenés una identidad diferente. En la Escuela de Comercio salía a las 11 de la noche y ya te esperaba el camión de la racia.” Algunas de “las chicas”, sus “compañeras” fueron llevadas por la Policía y era ella quien les tramitaba los habeas corpus.

Después…“las cosas de la vida”. Adoptó un bebé y se volcó de lleno a criar a Johny que ya tiene 18 y cuya adopción definitiva logró hace pocos años después de mucho tiempo de “agotamiento jurídico”.

Llegó al Bachi sin conocer a nadie del Frente Popular Darío Santillán ni del Olga. Ahora está orgullosa de “haber apostado a este modelo educativo, la forma de dar clases, esa cuestión de las asambleas, poder expresarte”. Melisa, una compañera de clases de 18 años, se sienta a escucharla. No lo dice, pero sus ojos piden consejos. Abandonó el Polimodal, se aburría, lo único que le gustaba era el comedor. Melisa abre unos bizcochos Don Satur y convida. El crujido del paquete queda registrado en el grabador de La Pulseada, junto a la voz suave y el ritmo sereno de Vanesa: “Nos tendríamos que plantear, todos como sociedad, qué pasa que la escuela no atrapa y ver qué es lo que hace la educación para que esa persona se aburra”. Las dos coinciden que no podrían volver a una institución donde dominen “las jerarquías” y te hagan parar para recibir a la Directora.

“Hay que apuntar a la educación –explica Vanesa-. El ser humano cuando está educado genera verdades de su boca, piensa, razona y exige. Si no exige, es un sujeto sumiso y obediente al modelo”.

A Vanesa le gusta la historia porque “conocer la verdad ayuda a entender la realidad que vivimos”. Tanto le gusta que se quedó debatiendo en el aula una hora después de terminada la clase. Sin embargo, quiere el título secundario para empezar la carrera de Derecho. Quiere ser abogada y está convencida que le será fácil por su experiencia de reiterados trámites judiciales por la adopción de su hijo.

El 2011 será especial para ella. Desde hace pocos meses tiene DNI con el nombre que eligió cuando tenía 12. Tuvo que poner Elizabet, como primer nombre porque cuando tenía 14, su mamá quedó embarazada de una nena a la que llamó “Vanesa” y la ley no permite que dos hermanas tengan el mismo nombre. “La había jodido tanto a mi mamá con ese nombre que le puso así”, cuenta con una sonrisa Elizabet Vanesa Cuello.

Parece contenta con su vida. Atrás quedó el autobautismo de los 12, la adolescencia en dictadura, la lucha por la adopción y un reciente caso de abuso policial que sufrió y que la gente del Bachi ayudó a denunciar. Hoy tiene un salón de peinados que le da sustento económico, el sueño de una carrera universitaria, un hijo que vive con ella. “Mi personalidad cambió con el bachillerato. Yo era una persona muy tradicionalista, había cedido al modelo en algunas cuestiones… Como para pasarla un poco mejor, vamos a decirlo así”. Después de la asamblea, enciende un último cigarrillo, empuja un extremo de la bufanda para su espalda y baja las escaleras del Olga. En un rato estará en su casa con Johny y sus dos “pichichos”: Delfina y… Bartolina. “Yo me había enamorado tanto del proyecto que dije ‘ahí está’. Aparte, yo quería que la gente sepa quién era Bartolina porque muchos desconocen quién fue Tupac Amaru, por ejemplo. Idolatran a Roca y a Sarmiento y desconocen a los verdaderos próceres.”

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