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136-PabloDacalPablo Dacal habla sobre “Baila sobre fuego”, su nuevo disco. Excusa también para desarrollar géneros populares donde se enaltece la palabra oral y reflexionar sobre las barreras culturales que hay cuando estás lejos de casa.

Por Facundo Arroyo

“El rock ya no nos representa sino en parte, como el tango o la música romántica. Algo de nosotros puede ser dicho en sus términos, pero son géneros que representaron la experiencia de generaciones pasadas, no la nuestra (…) El rock al integrarse en todas las escalas del sistema de vida imperante, muere como canal de ideas nuevas y ocupa el lugar de la crítica dentro de la estructura del poder. Es otra oferta del discurso oficial, y atacarlo desde el estado es parte del juego dialéctico. Creer que aún guarda algún poder de transformación es ingenuo y conservador”. Estas fueron las primeras líneas que Pablo Dacal (nacido en Buenos Aires en 1976) escribió desde Rosario en 2006 en su manifiesto “Asesinato del rock”.

A partir de ahí, un compositor de canciones que venía, sobretodo, del rock plantó posición y dio luz verde a una panorámica de músicos de su generación que eran otra cosa. El manifiesto disparó varias interpretaciones. La crítica de rock, como era de esperarse, lo malinterpretó y le bajó algunas persianas. Pero algunos referentes de la contracultura argentina, como Miguel Grinberg, oyeron un nuevo despertar de una música libre y popular. Tal fue así el impactó que en la cuarta edición (2008) del histórico libro “Cómo vino la mano”, Grinberg agregó este texto en la parte de testimoniales. “Me haría una remera con la insignia Dacal conducción”, advierte Grinberg, en tono cómico, a La Pulseada.

Antes de ese suceso, Pablo Dacal ya tenía una carrera discográfica frondosa. Su debut había sido con “Absolutamente moderno” (1998). Y antes de escribir el manifiesto había editado los “13 grandes éxitos” junto a la Orquesta de salón. Un ensamble que buscaba una salida y una reconversión al sonido de Buenos Aires y también a sus capacidades limitadas. En ese tiempo, la música ya estaba bajo el contexto asfixiante de la tragedia de República Cromañón. A partir de ahí, entonces, el músico comenzó a perfilarse como un trovador en el siglo XXI.

La última etapa musical de Dacal está compuesta en los últimos meses. A principio de año editó “Los caminos”, un trabajo a dúo con Fer Isella y producido por Ulises Conti y durante agosto presentó “Baila sobre fuego”, un nuevo disco solista que construyó a partir de una gira por Europa. La Pulseada se quedó en este último disco para desarrollar algunas ideas actuales del músico, sobre todo porque le sucedieron acontecimientos culturales y sociales (traumáticos algunos, inspiradores otros) que sirven, también, para reflexionar desde la canción y desde el cantor.

Algunas líneas introductorias del arte del disco quedaron a cargo del periodista Martín Graziano. “De regreso en Berlín, reagrupó sus fuerzas con Juan Jacinto. En un sótano del barrio de Wedding grabó las bases y se permitió sorprenderse a sí mismo: … anti-folk, canción criolla, rhythm & blues, post punk, clics modernos, hip hop pampeano, vértigo ciudadano -enumera en su diario-. La tinta del trovador está candente, las fronteras del mundo moderno han dejado sus huellas”, va describiendo.

Y Graziano dice “de regreso a Berlín” porque cuando Pablo Dacal llegó a Londres se cruzó con la dureza y la estricta política de migraciones. El 10 de septiembre de 2014, en Heathrow, fue sometido a un interrogatorio ridículo en el cual decidieron que las canciones y la guitarra del músico eran peligrosas para su país. Entonces, por eso, lo expulsaron de Inglaterra.

Esta mala experiencia quedó registrada en un diario que Dacal iba subiendo a sus redes sociales y también en “Britain blues”, una canción incluida en “Baila sobre fuego”. Y como si la decisión hubiera ido acompañada por la tradición de la palabra, Pablo la metió en el contexto de un hip hop. Género musical que se expande cada vez más en Argentina y tiene impacto, también, en los barrios periféricos de la Provincia de Buenos Aires. “Es una mezcla de cosas. Tenía una larga historia que podía contarla de esa manera. El género me interesa hace mucho, lo vengo bordeando. El hip hop es una estética, tiene el rapeo, una forma de comunicación poética y musical de verbalización que recorre toda la historia de la música. Sino de la humanidad, te diría”, explica Dacal.

“Me parece que excede la música, justamente”, asegura y desarrolla: “Está en el borde entre el diálogo abierto, la declamación, el recitado, la poesía dicha y el canto. Que se inicia en los payadores. Cada pueblo tiene su forma de payar. Algunas las conocemos más y otras menos, pero su posibilidad de canto improvisado, esa que está ahí comunicando, también es la música del África, los trovadores franceses del 1600, de la Edad Media y el Renacimiento y de esos cantos surgen los géneros musicales. Al menos los que tienen que ver con la canción moderna de los últimos ciento y pico de años que conocemos. Antes, al no poder ser grabada no trascendía. Pero evidentemente no deriva mucho de la canción, no pudo haber sido tan diferente. Las posibilidades de combinación son limitadas”.

-En tus últimos discos, sobre todo, siempre apuntás a géneros donde la palabra impacta profundamente…

-Me interesa investigar esa capacidad y lo estoy haciendo. Estoy payando, y rapeando, y escribiendo así como estoy haciendo canciones y grabando discos hace mucho. Creo que a partir de vivir esa experiencia determinada, en este caso la historia de “Britain blues”, fue lo que me permitió contar una historia concreta y que tenga muchas posibilidades de lectura. Es una queja, un retrato, es una narración, una relación con otra cultura. Cuando ocurrió la modesta y romántica tragedia del disco en realidad surgió de la experiencia de eso que iba a contar. Una parte de la letra, dice: “Allí me fotografiaron/ de los pies a la cabeza/ me filmaron y grabaron, scannearon cada huella/ Estudiaron mi correo mientras incomunicado/ pasaba la noche en Heathrow/ me dormía de sentado/ Ya tras una larga espera/ me informaron que la entrada a este Reino de lo Unido/ me sería denegada/ Ni lo intentes por 10 años nos asusta tu guitarra/ pasarás aquí la noche volarás por la mañana/ En la cárcel de frontera no es de noche ni es de día/ nadie duerme y en la tele se ríen de tu familia”.

-¿Por qué le pusiste al disco “Baila sobre fuego”?

-Es como moverse sobre lo inestable. Lo que quema, lo que podés pensar a partir de ahí. La canción parte más bien de La Telesita, de la imagen de una mujer ardiendo, pero me pareció que era un buen retrato de moverme sobre lo desconocido y peligroso, pero a la vez el fuego no deja de ser la casa y cuando estás de Peregrino no hay casa. La casa la llevás vos. Era como un elemento que significaba bastante para este disco. Siempre pienso en los elementos. Como una especie de sinestesia de los discos y me pareció que el fuego, lo fundido, devenía bien como imagen.

 -En este trabajo hay una presencia fuerte de Eva (tu hija). ¿Qué pensás de la energía -de los niños en la música?

-Es la energía de un niño y es la energía de los padres. Soy padre joven porque hace poco soy padre y eso nos lleva a muchos a intentar descubrir cómo es ser eso hoy. Nosotros que somos hijos de gente que, en general, todavía se crió en un mundo muy distinto. Somos hijos del rock pero muchos encontramos otra comunicación por todos los cambios en el medio. La energía de los niños es muy poderosa.

Calle con asfalto

Lejos de la propuesta acústica de aquellos años en la Orquesta de Salón, Pablo Dacal llega durante este 2015 con un disco eléctrico. En vivo lo tocan fuerte. No todos los lugares, los que acostumbraba a visitar, están preparados para recibir esta nueva propuesta. Otra vez, la reformulación. O tal vez, el resultado del camino recorrido. En este punto, el cantor se piensa desde Buenos Aires. Una ciudad, una metrópoli, una urbe.

“Hay polos musicales potentes y hermosos. Pero hay algo que tiene que ver con las ciudades que es un poco más carroñero, y si lo pensamos, no es sólo argentino. En los países vecinos, como Brasil, pasan cosas y tienen más impacto en el mundo. Incluso eso quizás esté generando que los músicos empiecen a enchufar nuevamente los instrumentos. Ser un poco más corrosivos, en algunos casos. Porque el crisol musical es muy poderoso pero creo que ahí nos damos cuenta de que es lo que tiene que ver con un sonido nuestro. Que es un sonido más de trenes, aviones, colectivos. Mucho más urbano. Finalmente eso es el rock y eso es el tango”, explica Dacal y arriesga: “Y pienso en el aire, pero quizás estemos encontrando una especie de exacta combinación de los aires urbanos con la instrumentación contemporánea que encuentre algo del tango, algo del rock y algo del hip hop si querés como tres lugares gigantes y sonoros”.

-¿Ahí encontramos a “Baila sobre fuego”?

-Sí, totalmente. Creo que ahí está el disco, en un lugar urbano. Si bien no está grabado acá, es profundamente porteño. Fue mi posibilidad de estar lejos, fue una posibilidad de conectar con la ciudad desde un lugar íntimo. También tiene que ver con las comunicaciones modernas y todo esto que estamos hablando. La posibilidad de entender Latinoamérica, pensarlo en relación a Europa. Pensar lo que tenemos, la forma en que leímos, en la que escuchamos las diferentes ideas que circulan por el mundo. Hay algo medio trasnacional que se empieza a armar en lo cual creo que termina siendo algo mucho más importante en las regiones, o en las ciudades.

-¿Te sentís cómodo con esta década musical?

-Qué difícil que es pensar las décadas. Justo ahora estoy leyendo la biografía de Gardel (1915). Yo creo que no puede ser sino interesante. ¿Qué nos queda, no? Siento que con la música que hice en estos años añoré el sonido de otras épocas. Ahora ya no siento eso. Creo que hay elementos contemporáneos que están buenísimos y que son importantes y hay que estar atentos para poder agarrarlos. Están en la música y en otro montón de cosas. Una pulsión. Y con eso es muy difícil encontrar el eje, a todo nivel. Para todo el mundo. Y es cada vez más fuerte, sin compresiones. Pero supongo que está bien.

-¿Y a vos qué te genera?

-Me incomoda. Pero me gusta cierta incomodidad. No soy muy de la idea del confort. Me gusta que pasen cosas y cuando no pasan… generarlas, en muchos sentidos.

En 2011, Pablo Dacal editó “El progreso”. Posiblemente el mejor disco de la canción porteña de ese año, aunque los críticos no lo hayan escuchado atentamente. O peor: lo hayan escuchado descontextualizados. Participan artistas como Fito Paéz, Palo Pandolfo, Fernando Samalea, Xoel López y comparte letrística en algunas canciones con la poeta Tálata Rodríguez, Ezequiel Cutaia y Pipo Lernoud. Pasados un par de años, este trabajo será materia de revisión y de reinvindicaciones. Pero el artista respira canción y al poco tiempo editó “El corazón es el lugar”. Un trabajo con aroma a milonga, tango y trova que decía entre sus líneas: “Anduve por los siete mares y hasta la luna llegué / montado en un dragón vi luz” y que, por supuesto, el corazón es el lugar. Antes de despedirnos de su casa en Parque Chacabuco a Dacal se le escapa una frase. Sincera y profunda: “Me siento por fuera del camino, más que al lado”. Y después cierra una enorme puerta de madera, hecha, seguramente, a principios del siglo XX.

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