“Una manipulación con efectos devastadores”

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Por C. G. 

Nota central > Ultraje a la inocencia

La psicóloga Liliana Rodríguez (foto) brinda asesoramiento psicológico a los integrantes de la Red Argentina de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico y por ser integrante de organizaciones feministas y defensoras de los derechos humanos establece paralelos entre la pelea de las víctimas del terrorismo de Estado de los ’70 y la de los abusados por miembros de la Iglesia. Se enfoca en los victimarios que “llevaron y llevan adelante estos delitos aberrantes en el marco de un plan sistemático que tiene como elementos comunes la cadena de encubrimiento jerárquico, la elección de sus víctimas, la vulneración de todos sus derechos, el arrasamiento emocional, la cosificación, la violencia en sus distintas formas, el absoluto abuso de poder, el pacto de silencio entre ejecutores y encubridores, el traslado que permite la perpetración del delito y que sus huellas permanezcan por varias generaciones y todo aquello que les asegure la impunidad”.

También se detiene en las víctimas. “Hay que otorgarle la condición de sobrevivientes, sea de genocidio o de abuso sexual eclesiástico, a todos aquellos que pudieron poner palabras al horror vivido, romper el silencio, vencer la culpa, la vergüenza, el terror, proceso que los convirtió en sujetos activos en la reparación y búsqueda colectiva de memoria, verdad y justicia, para que estos delitos no sucedan nunca más”.

Hay que otorgarle la condición de sobrevivientes a las víctimas de abuso sexual eclesiástico

Asimismo enfoca la instancia de juicios, sean de lesa humanidad o penales contra los abusadores. “Es fundamental acompañar psicológicamente a los que brindan testimonio, ya que en ese momento, que los retrotrae a lo traumático, se reactualiza lo vivido. Frente a la posibilidad de volver a ver a aquel que ha ejercido sobre ellos un poder absoluto se reactivan los miedos, la ansiedad, las pesadillas”.

Y una cuarta coincidencia “es que a ningún cura condenado por participación en el genocidio, como (Christian) Von Wernich, ni por pedofilia, como (Julio) Grassi, (Juan Diego) Escobar Gaviria o (Justo) Ilarraz, la Iglesia les ha prohibido brindar los sacramentos”.

Rodríguez traza, a partir de su experiencia, el perfil psicológico –o psicopático– de un sacerdote abusador: “Se trata de personas carismáticas, de personajes socialmente importantes, sobre todo en localidades pequeñas, que generan mucha confianza, que refuerzan su investidura de representantes de Dios en la tierra. La manipulación psicológica y social hace que logren un espacio importante en las familias a las que luego estafarán de la peor manera. Esos padres generalmente llevan a sus hijos e hijas a las instituciones religiosas para asegurarles una buena educación y depositan lo que comúnmente se llama una confianza ciega. En eso se apoyan estos depredadores para destrozar infancias, cometiendo los aberrantes delitos de abuso sexual”.

“No son enfermos: saben lo que hacen, lo planifican, eligen a sus víctimas y piensan también cómo resguardarse. Quien abusa no lo hace sólo una vez. Sí dimensionan el daño, pero cosifican a las personas y naturalizan la impunidad”, avanza sobre ese perfil. Agrega que “no reconocen sus actos y se muestran impasibles incluso durante sus propios juicios. La manipulación psicológica que han ejercido es tal que las personas llegan a dudar de lo que han vivido, se autoculpan, tienen miedo de no ser creídos, temen destruir una familia o provocarle sufrimientos”.

La psicóloga apunta la gran complejidad que tienen los casos de quienes han sido abusados siendo integrantes de congregaciones como novicias, monaguillos, curas o monjas. Aparece la reducción a la servidumbre, la esclavitud, el aliento a infligirse autocastigos, el aislamiento. “En estas situaciones es todavía más grande el temor a no ser creídos, el grado de manipulación es extremo y sus efectos son devastadores”, dice.

Liliana reivindica sin dudarlo que las víctimas hagan público lo que sufrieron aunque el camino en la justicia ordinaria es largo. “Pero también existe otra vía que es la de la sanción social. Hay muchos ejemplos en los últimos tiempos de curas abusadores trasladados que son esperados por una comunidad que ya conoce sus antecedentes y los deplora”, dice.

El alivio que produce unirse en la lucha con otros que pasaron por algo semejante es esencial. “Nunca más solos” es la frase que más se repite e implica encontrar un espacio de escucha, de contención de afecto, de asesoramiento. Liliana cierra con otro común denominador, que es “la pelea para que nunca más un niño o una niña tenga que pasar por esa situación. Los sobrevivientes no buscan fama ni dinero: persiguen justicia”.

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