Puertas hinchadas, rotas o trabadas; llaves arrastradas por el agua y perdidas; cerraduras de altura llenas de barro. Desde la inundación, todo eso ayudaron a resolver Charly y Julián, sin cobrar nada. Pericia, solidaridad e historias que nunca olvidarán, en uno de los barrios de clase media más castigados por el temporal, desde otro de los oficios muy requeridos en esos días.
Por Josefina López Mac Kenzie y Sofía Breccia
Todavía hay una puerta de madera henchida de agua, apoyada contra un árbol, para captar el sol del otoño, en diagonal 73 y 29, en la puerta de la cerrajería Mayo. En la vidriera, un cartel manuscrito dice: “Fuerza, queridos vecinos”. Y adentro, Charly recibe a La Pulseada con mate, para contarle lo que todo el barrio sabe y valora: cómo desde su oficio se brindó, junto a su amigo Julián Tartaglia, a todo el barrio.
—Vimos cosas terribles, historias increíbles, en las casas donde estuvimos —anticipa Charly. Y se muestra impactado por cómo “la gente necesitaba hablar, contar… parecía alegre de haberse salvado y necesitaba contar”. Recuerda una casa en la que el agua había subido tanto que “hicieron un boquete y se ocultaron en el cielorraso”. O los que “se salvaron trepando por la enredadera”.
Parece realismo mágico. Pero se acaba al refrescar que ahí nomás, en apenas una manzana murieron ocho personas .
El 2 de abril cerraron temprano porque caía demasiada agua. Charly se fue a su casa, por Romero, donde vive desde los ’80 y donde los vecinos, algunos muy pero muy pobres, se vienen inundando desde siempre. Por eso al día siguiente vecinos de la zona de La Granja hicieron un piquete muy tenso donde hubo hasta tiros.
En los barrios más postergados de La Plata, el fuego de gomas y los “peajes” pedidos por los pobladores más postergados de una ciudad agigantada en la desigualdad delataban los días siguientes al temporal las zonas donde no había llegado ayuda. Ni cámaras.
La cerrajería afortunadamente no se inundó. Como en muchas zonas de La Plata, en esa zona se dio esa arbitrariedad: una cuadra a salvo, la siguiente en el peor escenario. “Estuvimos como en una isla”, compara Charly. Por eso el 3 de abril, cuando con Julián volvieron, pudieron brindarse al barrio desde lo que saben hacer. Y el oficio de las llaves, ése que saca de apuros que complican la vida ya en situaciones normales, se reveló como una llave más, en la emergencia, para muchos vecinos.
Como en varios otros rubros, los trabajos de cerrajería estuvieron a la orden del día por el efecto del agua. Los problemas más comunes fueron puertas hinchadas o trabadas por la impresionante fuerza del volumen de agua que inundó La Pata; llaves arrastradas por el agua y perdidas; cerraduras de altura llenas de barro. Todo eso ayudaron a resolver Charly y Julián, sin cobrarles a los vecinos. “No podía creer tener que arreglar una cerradura que estaba más alta que mi cabeza y había sido arruinada por el agua”, se sigue asombrando Charly.
“Un sistema enfermo”
En una tarde muy fría de mayo, Charly distribuye el mate con las manos sucias y lastimadas, DNI de cerrajero. Lo que pasó es para él resultado de “un sistema enfermo”. “Mirá cómo vivimos —describe, y señala la sobredosis de cemento afuera del negocio—. Hicieron la ciudad mal. Sale caro vivir acá en La Plata, alquilar, y no les creo nada a estos tipos. Son un chiste —continúa Charly, que se leyó todo por internet sobre esto—. Hacen un estadio, hacen una autopista, y está bien los necesitamos, pero no puede haber dos metros de agua en la calle. Esto es un delta de lluvias”, se enoja.
La calle donde él vive, lejos del casco céntrico de La Plata, viene acumulando tantos parches de asfalto que ya está más alta que la entrada a su casa. Una locura. Y en campos de esa zona, donde viven familias, pasan arroyos por el medio. No por debajo: por el medio. Allí, la tierra todavía sigue mojada, cuenta Charly. En la cerrajería Mayo siguen el cartel que da aliento al barrio y la puerta que intenta secarse. “¡Es impresionante el agua que pueden absorber las puertas!”, subraya, y cuenta que les siguen llegando trabajos vinculados a secuelas de la inundación.
En una ciudad donde murió gente por una lluvia, “la lluvia perdió su romanticismo”, siente Charly.
Y sí.