La decana de Trabajo Social explica a La Pulseada porqué se prohibió el ingreso de menores de 18 años sin acompañamiento de adultos. Cómo funcionó el Espacio de Niñez y el tira y afloje con los trabajadores de la facultad.
Por Mariana Sidoti
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La decana de la facultad de Trabajo Social, María Alejandra Wagner, habló con La Pulseada sobre la resolución Nº 129, que restringe el ingreso de niños y adolescentes menores de 18 años sin el acompañamiento de un adulto. Los resultados de un proceso de concentración de los pibes en el espacio, internas políticas acerca de cómo actuar y la diferenciación con otras unidades académicas, que a través de directivas internas, vedaron el ingreso de los pibes tiempo atrás.
–¿Qué función cumplió el Espacio de Niñez en la facultad?
–Fue un trabajo en relación a los estudiantes, porque el patio es el lugar en el que con mayor frecuencia los chicos transitan. Había que generar algún tipo de vínculo lo más criterioso posible y transmitir algunos “tips” sobre cómo trabajar. Eso ha sido lo más complejo de lograr. Había contradicciones de discurso y procedimiento, que era lo que más nos preocupaba. Comenzaron a haber episodios de robos de celular, de piedrazos; llegamos a tener muchos robos de bicicletas, situaciones de enfrentamiento en términos de que rompieran una botella, que amenazaran a uno de los compañeros promotores, que cuando trató de intervenir algunos estudiantes lo cuestionaron. Esas situaciones, que expusieron a riesgo a los trabajadores, hicieron que rápidamente los no docentes pidieran vehementemente ponerle coto a esa situación. Ocurrían desencuentros en la propia facultad: estábamos generando discursos contradictorios que lejos estaban de lo que se plantea como promoción y protección de derechos. También existieron situaciones que cuestionamos mucho, como colocar los pibes en situaciones de la vida adulta: estar tomando una cerveza o fomentar situaciones de consumo.
–¿Cómo enfrentó la facultad este tipo de situaciones?
–Tuve la presentación de notas, el aviso respecto de dar intervención a fiscalía o generar algún tipo de denuncia por agresiones o amenazas. Ese jueves, nosotros estábamos trabajando en una resolución que tuvimos que cambiar por lo que pasó. Iba en la línea de establecer una franja horaria corta en la que pudiésemos garantizar por lo menos una cierta estructura, pensando en la tarde o media tarde. Tuvimos que cambiar todo: ese día esta facultad pasó a ser un lugar de batalla liberada. Quedamos próximos a un paro del personal no docente, que planteó que de esa manera no sostenía sus condiciones de trabajo. También docentes que decían “no puede ser que no se pueda dictar clases cuando estamos en un momento de pelea en la Universidad pública”. Desde la gestión dijimos «hacemos un parate acá y fijamos esta restricción», entendiendo que si no podía mediar algún adulto, no estábamos en condiciones de poder exponerlos a todas estas situaciones. Luego hicimos una carta pública de pronunciamiento.
–Trabajo Social fue muy señalada por esta decisión, pero ninguna facultad deja entrar a los pibes. ¿Por qué?
–Tengo claro, más allá de que no he visto la situación en otras facultades, que existen memos o comunicaciones internas para el personal de la guardia. Era lo que los trabajadores de acá me planteaban con razón. Pero tiene que quedar claro para todos que esta decisión se tomó desde la autoridad. La resolución da cuenta de un conjunto de cosas, de los por qué, y de lo que supone como compromiso para adelante. Fue una decisión política en un marco de conflictividad creciente y de insuficiente e inadecuada respuesta de los organismos. Por otra parte nos exponía a no desentendernos del problema, porque tomábamos una serie de compromisos.
–¿Qué responsabilidades le caben al Estado?
–La ley (13.298) ha sido muy rica en cuanto a aportes, pero ha quedado débil el proceso de implementación. Lo discutimos mucho en la primer Jornada Institucional de Niñez (realizada el 27 de junio, después de la publicación de la resolución). Es importante todo lo que haga a una intervención integral de las políticas e instituciones. En la medida que la institucionalidad pública se va debilitando, más cosas quedan derivadas al servicio local, y en realidad el servicio local requiere de todo ese andamiaje como para poder generar una estrategia. Además se torna imposible si los pibes están viviendo en situaciones de hacinamiento, en viviendas que tienen restricciones de todo tipo, si sus viejos no tienen laburo, si hay situaciones de violencia o de consumo.
–La facultad continúa sosteniendo reuniones con el Organismo de Niñez provincial, ¿a qué apunta eso?
–Apunta a entendernos y reconocernos como interlocutores. Por parte de ellos, hacer una reorientación en términos de, por ejemplo, vuelta de los operadores a poder asistir a situaciones de calle. Aun así, el operador interviene en una situación puntual de conflicto pero tiene que haber algo después, ¿cómo sigue el circuito? No somos ingenuos y entendemos que tiene que haber decisiones políticas: están en la legislación, fueron parte de las luchas y las conquistas que se lograron. Los casos de pibes circulando en las facultades no son mucho más que veinte. No son problemas simples ni de rápida solución, pero el Estado tiene que poder asumir una mayor eficacia y capacidad de intervenciones. De todo lo que es promoción y anticipación, estamos lejos. Estamos de nuevo llegando tarde, reactivamente, en situaciones críticas y urgentes. Hay muchos profesionales comprometidos pero muy aislados, despojados de un respaldo institucional.