La Pulseada se adentró en Villa Elvira, una enorme y compleja localidad donde las políticas públicas no acompañan la explosión demográfica. Faltan escuelas y jardines, recursos para centros de salud y programas para familias y jóvenes en riesgo social. Hace cuatro años, instituciones y organizaciones se reúnen en la Mesa Barrial para encontrar una salida a este laberinto, potenciar los recursos existentes y poder “ir a golpear puertas”.
Producción María Laura D’ Amico, Josefina López Mac Kenzie, Javier Sahade, Daiana Melón
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Está embarazada y es de madera. La hizo uno de esos geniales artistas que decoran la ciudad con troncos tallados. La estatua parece una mujer joven y está a 50 metros de un supermercado denunciado por no cumplir con el programa Precios Cuidados. A sus pies, un pibe acomoda un balde que alguna vez tuvo pintura. Ahora tiene agua con un poco de detergente y un secador para limpiar vidrios cuando el semáforo se pone rojo.
Nace Villa Elvira, un rectángulo que se dibuja de la avenida 72 hasta la calle 630 y de la avenida 13 hasta la 122, y alberga a una de las localidades más grandes y pobladas del Gran La Plata. Cruza ese territorio situado al sur del partido el arroyo Maldonado, donde Alexis y Jesús, de 9 y 10 años, pasan el rato entre pastos largos e intentan pescar alguna carpa. “Tenemos otro hermano que es discapacitado, tuvo meningitis”, le cuenta Jesús a La Pulseada mientras ensarta una lombriz en el anzuelo. Dentro del rectángulo están también el aeropuerto de La Plata, la Unidad Penal 9, la feria paraguaya, muchos clubes y parroquias, y un montón de barrios, más viejos o más nuevos, más urbanos o más rurales. Aeropuerto, Circunvalación, Monasterio, Frisón, Jardín, Palihue, 19 de Febrero, Parque Sicardi, villas Alba, Ponsati, Garibaldi, Montoro, entre otros. Además, en este territorio tan heterogéneo donde Carlitos Cajade desarrolló la mayor parte de su tarea están el monumento que lo recuerda, gran parte de la Obra que fundó y muchas personas que hoy siguen sus ideas.
El 12 de abril pasado se cumplieron 106 años de la fundación de esta localidad, a los que llegó muy distinta de aquel descampado que fue a principios del siglo XX, adonde se asentaron inmigrantes que fueron quinteros, comerciantes o empleados de astilleros, frigoríficos, ferrocarriles y oficinas. Aunque no hay datos actualizados, en la delegación comunal estiman que tiene cerca de 140.000 habitantes. Quienes la caminan, viven, padecen y quieren cuentan que tiene muchísimos problemas producto de la falta de políticas públicas. Marcelo Blanco, coordinador de las Casitas de la Obra de Cajade, licenciado en Trabajo Social y villaelvirense, presentó el año pasado un trabajo de diagnóstico social enfocado sobre todo en salud. En ese documento identifica tres sectores o anillos que permiten zambullirse en esta complejidad de superficie, población, vivienda, trabajo, educación, medio ambiente y salud que “en los últimos años sufrió un crecimiento en su población pero no hay una evolución respecto a la organización urbanística para cobijar dicho crecimiento” (ver aparte).
En 2009 integrantes de distintas instituciones se empezaron a juntar en una Mesa Barrial con la idea de crear salidas colectivas a problemáticas generales que emergen y angustian en esta gran ciudad que late en La Plata: salud, educación, transporte, adicciones, contención para chicos y adolescentes… “Buscamos incidir sobre las políticas públicas del sector”, define Ana Bader, coordinadora de la Casa Joven de la Obra de Cajade, que integra la Mesa junto con referentes de dos centros de salud, cuatro escuelas primarias, la escuela Técnica 5, el Centro de Referencia La Plata, el Equipo Distrital de Inclusión (EDI) Zona Sur y el Centro Provincial de Atención La Franja, entre otras instituciones que trabajan pensando en los derechos de niños y jóvenes. El objetivo principal del espacio es “hacer un diagnóstico para después ir a golpear puertas”, resume. Arribar a un estado de situación y construir propuestas colectivas con las herramientas que hay en el territorio, enlazando, fortaleciendo, mejorando, transformando lo que hay. En esta línea, lo primero fue mapear las instituciones existentes.
La idea de la Mesa es “salir con los pibes, hacer el trayecto que hacen en su vida cotidiana y ver qué hay ahí”. Por ejemplo, “qué instituciones usan, si la salita que queda en la loma de los kinotos, por qué no la usan, por qué no llega el transporte o por qué los tratan mal —cuenta Ana—. Hay una rigidez institucional, de tratos, de formas, que hace que la gente no vaya. Entonces hay que transformar esa salita. Podemos pensar a nivel estructural cómo llegar y el trasporte, pero al nivel de trabajo tenemos que encontrar cómo hacer que en esa salita nos traten mejor. Entonces antes de pensar una planificación hay que pensar en el circuito de las personas, ponerse en la óptica de quienes viven en el barrio. No se trata sólo de abrir cosas nuevas sino de usar estratégicamente los recursos que ya existen”.
Uno de los mejores ejemplos son los espacios de esparcimiento para jóvenes: existen clubes con predios amplios e incluso con canchas de fútbol y básquet que no están funcionando o funcionan a media máquina, con muy pocas actividades, como el Club de Fomento Floresta o el Aeropuerto. El año pasado, en el marco de un diagnóstico al que la Mesa arribó después de cuatro años de trabajo, se pidió que espacios como éstos reabran en una zona donde hay pocos lugares donde ejercer el derecho a la recreación, al uso del tiempo libre, estipulado por la ley provincial Nº 13.298 que creó el sistema de promoción y protección integral. También se pidió que se monten juegotecas en los barrios Aeropuerto, Villa Montoro, El Palihue y Villa Alba.
Además de “deportes y recreación”, ese diagnóstico tenía cinco ejes: salud, educación, transporte, juventud y niñez. La Mesa advirtió en todos escasez de recursos, falta de coordinación entre instituciones y de una buena organización de programas sociales que permitan contener a niños y adolescentes. El trabajo fue entregado en junio de 2013 a todas las dependencias del Estado de la Provincia y del Municipio. De ninguna, hasta la fecha, obtuvieron respuestas.
Infraestructura escolar en rojo
Desde 1964 no se construye en Villa Elvira una escuela primaria, y de las secundarias de la zona sólo la Técnica Nº 5 tiene edificio propio. Las demás se han ido acoplando de prestado en los edificios de escuelas de otros niveles. Según el mapeo de la Mesa Barrial las secundarias básicas que hay son la Nº 24 (7 y 601); la 28 (4 e/ 610 y 611); la 42 (122 e/ 603 y 604); la 54 (122 e/603 y 604); la 43 (7 y 643); la 61 (6 e/ 72 y 73); y la 77 (81 y 116). Las Nº 42, 24 y 28 funcionan en las Primarias Nº 59, 23 y 27, respectivamente. La oferta educativa para el ciclo medio se completa con la escuela experimental Barrio Jardín (1 bis entre bulevar 2 y 3), el Centro Educativo de nivel secundario Nº 452 (en 7 e/ 75 y 76) y los colegios privados San Jorge (8 bis e/ 81 y 82) y Santa María de los Ángeles (81 y 9).
En 2006, el Concejo Deliberante de La Plata aprobó una ordenanza que creaba “una Comisión ad hoc Pro-Construcción del edificio para Educación Secundaria Básica y Polimodal en Villa Elvira”. En principio se la iba a ubicar en 96 y 117, donde funciona la feria paraguaya, y después se consiguió un predio más grande, en 10 y 82, donde en abril pasado hubo varios espectáculos musicales como parte del festejo oficial del aniversario de la localidad. Los planos de la obra están aprobados y la Provincia llamó a licitación. Pasaron ocho años y nunca adjudicó la obra.
Otros problemas son el estado de muchos edificios escolares y la insuficiencia de cupos, dos cosas que a ojos de la Mesa Barrial complican la escolarización en la zona. En su informe plantearon una “necesidad imperiosa” de que haya más escuelas primarias, secundarias y jardines maternales. Señalaron que “las primarias están superpobladas por falta de espacio” y las secundarias “deben cerrar cursos del nivel básico para contar con espacio para el nivel superior”. La escuela Barrio Jardín, de administración municipal en lo edilicio y salarial y provincial en lo curricular, debió cerrar algunos salones el año pasado por riesgo de derrumbes. Los padres se cansaron de enviar notas al subsecretario de Educación de La Plata, Luis Mamone, a la dirección de Educación de la Provincia, al Consejo Escolar y a las defensorías Ciudadana y del Pueblo.
En el nivel inicial pasa algo similar. En junio de 2013 la Provincia inauguró el Jardín Nº 975 (en 82 bis y 116), adonde asisten 141 chicos de 3 a 5 años. Antes funcionaba en la escuela Nº125. Además hay jardines provinciales en 5 y 73; 11 bis y 607; 7 y 89; y 9 y 75. Y están los jardines del sistema municipal Nº 2 (7 y 82); 3 (121 y 604); 8 (85 y 118) y 11 (96 y 118). Pero esta oferta también resulta insuficiente para la población: según el concejal José Arteaga, cada año se anotan entre 30 y 40 chicos en forma “condicional”, y sus familias esperan milagrosamente encontrar un lugar en algún aula sin tener que irse del barrio o quedarse afuera del sistema.
Marcelo Blanco plantea que la falta de jardines es notoria sobre todo en el tercer anillo de la localidad, “teniendo en cuenta que el grupo etario de 0 a 14 años es el segundo con mayor población”, y que también faltan escuelas especiales y escuelas de oficio que permitan contener a los aspirantes que quedan fuera de las vacantes de la técnica ubicada en el casco fundacional de Villa Elvira.
Tampoco están exentos de los problemas las guarderías o jardines maternales, y muchas familias no encuentran cupo en los establecimientos adonde podrían llevar a sus hijos. Yesi tiene 19 años y dos hijos: Mía Morena, de tres años y Santino, de uno; vive en Villa Elvira y participa de Casa Joven. “Este año, en febrero, recorrí cerca de 25 jardines de infantes y maternales. Yo necesito que ella (Mía) esté en algún lugar, cuidada, porque tengo que trabajar —le dijo a La Pulseada—. Recorrí lugares por todos los barrios, porque mi pareja tiene posibilidades de llevarla a la mañana a algún otro lado si es lejos. En la mayoría de los jardines me dijeron que podían anotarla en la lista de espera y que en caso que algún nene se baje, ella entraba. No conseguí nada. Ahora hay días que no puedo ir a trabajar y pierdo dinero”.
Isabel Benítez, coordinadora de la Casa de los Bebés de la Obra de Cajade, ubicada en 4 entre 601 y 602, asegura que de los casi 60 chiquitos que reciben son muy pocos los que van al jardín. “Nosotros les decimos siempre a las mamás que este lugar no es un jardín de infantes ni un maternal, es una Casita de los Bebés”. Para ella, “el desarrollo psicomotriz del chico es fundamental y es garrafal la diferencia que vemos entre un nene que va al jardín y otro que no va”. En ese sentido, advierte que “en el barrio Aeropuerto es más notoria la falta de maternales que de jardines de infantes” y, en sintonía con Yesi, expresa: “Siempre hay problemas con los cupos”.
Otras conexiones
Por fuera de lo edilicio, Bader señala que los establecimientos tienen que actualizar sus lógicas de funcionamiento y adaptarse a las nuevas necesidades de los jóvenes. “Las escuelas se quejan de que los pibes llenan las matrículas y se quedan a mitad de año. Hay una cuestión de trabajar por un edificio propio para la escuela secundaria pero después tenemos que trabajar con la escuela para que el formato no sea expulsivo. Lo ven al pibe fumándose un cigarrillo y le gritan de acá a la otra cuadra, y vos decís ‘este pibe tiene más historias de las que vos podés tener en cinco vidas’. Se tienen que flexibilizar las lógicas institucionales porque las juventudes son otras. La niñez es otra, entonces hay que repensarla otra vez y ponerse en la cabeza del otro”, continúa.
“La escuela secundaria tiene que pensar cómo hacer para que los pibes egresen y se reciban, sin bajar la calidad educativa, porque los pibes no están diciendo que hay que bajar la calidad educativa sino que están diciendo otras cosas que la escuela tiene que escuchar. Se trata de encontrarle la vuelta para pensar con ellos su educación o el uso de su tiempo libre. Y ahí salen un montón de cosas muy interesantes. La escuela eso no lo hace: no piensa con ellos la educación de ellos mismos. Tenemos que laburar con la escuela para que tenga una lógica territorial”, remarca la coordinadora de Casa Joven.
También hay que adaptar otras cosas. La Mesa observó, por ejemplo, que los recorridos del transporte público no toman en cuenta las características del barrio —sus centros de salud, sus espacios educativos y recreativos, el ritmo de la zona—, algo que dificulta el acercamiento de la población a las instituciones, por ejemplo la escuela. Y en líneas generales, los integrantes del espacio advierten que falta coordinación entre las dependencias del Municipio y las de la Provincia para atender las necesidades de la Villa.
La conexión territorial, tanto entre la localidad y otras como entre las distintas y desparejas zonas de Villa Elvira, es también una de las preocupaciones que plantea el trabajo de Marcelo Blanco. Habla de “barreras” naturales, como el arroyo Maldonado, de los grandes vacíos urbanos que hay y de “la escasa disponibilidad de calles asfaltadas, lo cual interfiere negativamente en los días de lluvias en el desarrollo habitual de la vida cotidiana: la concurrencia de los pobladores a sus lugares de trabajo, o la asistencia de los niños a los establecimientos educativos”.
Los espacios públicos son mucho menos, en proporción, que en el casco urbano de la ciudad. Hay plazas en 90 y 6 (muy chiquita, un triángulo con un par de juegos), en 122 y 600 (El Palihue) y en 11 y 607, que nació como un proyecto del presupuesto participativo, no tiene mantenimiento hace tiempo y está muy descuidada. Los chicos como Jesús y Alexis también se suelen juntar en la rambla de la avenida 72 o en otros lugares que hacen las veces de plazas, como canchitas de fútbol o de vóley.
Mala salud
Para atender a más de 100.000 personas hay cinco salitas sanitarias distribuidas en los distintos anillos de la Villa: la Nº 6 (en 122 entre 80 y 81), la 7 (7 esq. 82); la 19 (4 y 611); la 26 (en 126 y 605) y la 35 (121 entre 99 y 600). Allí trabajan médicos, odontólogos, psicólogos y trabajadores sociales, y se distribuyen programas y planes nacionales, provinciales y municipales como el Nacer (sobre morbimortalidad materno infantil), el Remediar, el Materno Infantil, el de detección precoz de cáncer de cuello uterino, el de salud sexual y procreación responsable, el programa para la atención de la violencia intrafamiliar (fundamental porque debe articular con otras organizaciones, como los servicios locales de niñez) y el de VIH.
Ángeles Othas, una trabajadora del centro de salud 35, considera que el escollo para brindar una buena atención primaria en la zona no es tanto la cantidad de salitas sino su estado y coordinación: “Lo importante sería que estuvieran bien equipadas, con una planta de profesionales estables y completa de lunes a viernes en cada centro de salud”, resume, y describe que muchas veces por esta falta de cobertura se saltea la escala en el centro de salud y se va directamente al hospital. También, agrega, “tiene que ver con lo que está instalado en el imaginario social de la gente que piensa que por ahí la salita es para la gente extremadamente pobre, y entonces si tengo un poquito de recursos voy directamente al hospital”.
La Mesa Barrial consideró “necesaria la conformación, estabilidad y continuidad de un equipo interdisciplinario” en cada salita “que garantice un trabajo diario y sostenido en el tiempo contando con el equipamiento e insumos necesarios”, y apuntó el agravante de “condiciones edilicias” en varias, que además “a veces no cuentan con los servicios básicos, como gas, agua en los depósitos sanitario”. La situación no parece ajustarse a la descripción del intendente Pablo Bruera, que el año pasado dijo que el sistema de salud pública en La Plata es “de vanguardia”. Por el contrario, éste mostró su peor cara después de la inundación de 2013. El programa de Niñez, Derechos Humanos y Políticas Públicas de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP resumió en su informe sobre la catástrofe que la red sanitaria “tuvo una presencia deficitaria” (La Pulseada 114). En octubre de 2013, el ministerio de Salud de Daniel Scioli, a cargo de Alejandro Collia, prometió que iba a montar en la zona una Unidad de Pronta Atención (UPA) como la que se inauguró, a días de las últimas elecciones, en Los Hornos, otra localidad muy populosa de La Plata, para descomprimir la demanda en los hospitales. Por el momento sigue como promesa.
Sandra Fallasco, del centro de salud Nº19, resalta la importancia de trabajar en red desde espacios como la Mesa Barrial: “Trabajar en conjunto con otras instituciones es muy importante. Cuando el pibe está enfermo, el hecho de que uno esté en contacto con la escuela o con el club es la única forma de que una vez que tiene el remedio salga y se integre en algún otro lugar y que vaya como sanándose. Si el pibe está enfermo, le das el remedio y queda ahí, pero no puede entrar al club, porque todavía no lo aceptan, porque no puede pegarle a la pelota, no se reintegra. Lo de la mesa barrial sería así. Falta un poquito ampliarlo a los clubes”. Marcelo Blanco destaca la labor de los promotores de salud, que coordinan acciones con los equipos profesionales y la comunidad, “mucha veces ante la ausencia de recursos, poniendo el compromiso barrial”.
Otra de las problemáticas que busca abordar la Mesa son las adicciones. María Alicia Marini, la directora del hospital Noel Sbarra, contaba en La Pulseada 117 que el consumo de paco aparece en un 30% de las consultas que reciben en esa especie de gran embudo al que ingresan cada día 300 o 400 chicos de todos los barrios del Gran La Plata. Junto a la violencia, el paco sustituye hoy a variables de ingreso que marcaron otras épocas. Ese cuadro calza a medida de Villa Elvira, donde Bader cuenta que “la desnutrición o la miseria ya no son problemas” pero sí “el consumo problemático, la ausencia de trabajos estables para los pibes y la ausencia de trabajos estables para los padres… A veces los proyectos de vida que quedan truncos porque el empleo juvenil no existe, hay changas. Es una experiencia que no se puede sostener mucho en el tiempo. En definitiva lo que estamos diciendo es que hay que transformar los servicios. Las cuestiones de violencia, de armas, de consumo problemático están en lugares adonde los servicios no han llegado”.
Las marcas que profundizó la inundación
Al menos siete personas murieron por el temporal de 2013 en esta zona: Enrique Monzón, Carlos Alberto Salagre, Elsa Isabel Páez, Anastasia Ferreyra y tres integrantes de una familia paraguaya: Fernando Mendoza y Feliciana Garay, y su nieto Cristhian Mendoza, de 18 años, que había venido de Caaguazú para estudiar Administración de Empresas hasta que el agua arrasó con la pequeña casilla en la que vivían, a la vera del arroyo (La Pulseada 110). El arroyo Maldonado, que atraviesa Villa Elvira entre las calles 90 y 93, fue uno de los que rebalsaron el 2 de abril y arrastraron casillas, autos y una enorme cantidad de basura. El Ministro de Justicia Ricardo Casal admitió después de la inundación en una de las comisiones investigadoras que los desperdicios orgánicos e inorgánicos fueron un gran problema en esta zona, algo que generó “un malestar enorme y riesgo sanitario” y por lo cual trabajaron “18 camiones del Ejército” y personal durante varios días. Antes y después del temporal, el arroyo es un foco de contaminación (ver aparte “La otra inseguridad”).
Como en casi todas las zonas, la inundación también ventiló cuentas pendientes en materia de vivienda e infraestructura. La coordinadora del relevamiento que hizo el Colegio de Trabajadores Sociales, Marina Cappello, resumió así lo que vio en estas zonas donde los cartoneros marcaban la altura del agua en los árboles y contaban “perdí mi carrito, perdí mi caballo”: “Estas familias vivían en condiciones infrahumanas hace años”.
En el diagnóstico presentado en junio pasado a autoridades provinciales y municipales la Mesa planteó que lo ocurrido “visibilizó las condiciones materiales de Villa Elvira y acentuó las dificultades con las que trabajamos diariamente las instituciones y organizaciones en torno a la niñez y juventud”. Ángela Othas completa que después de la catástrofe, “lo material se rearmó con la misma precariedad en la que vivían, no sirvió para hacer una reubicación de gente asentada a la vera del arroyo Maldonado, por ejemplo. Gente que rearmó su casilla en el mismo lugar, con lo cual ahí no hubo una planificación del Gobierno de decir ‘a esta gente hay que reubicarla’, y ellos continuamente están buscando mejorar las condiciones en las que viven pero hay muchas trabas, más que nada porque hay que certificar la titularidad de las tierras y eso no existe porque son todos terrenos ocupados por asentamientos”.
El informe sobre la inundación del Programa de Niñez de la Facultad de Derecho evaluó “de manera crítica el modo en que la falta de implementación del Sistema de Promoción y Protección Integral de Derechos de la Niñez profundizó los efectos de la inundación”. Los profesionales que lo realizaron hablaron de una multiplicación de “la violación sistemática a los derechos humanos que venían sufriendo cientos de niños, niñas y adolescentes de esta jurisdicción como consecuencia directa de la omisión por parte de los organismos municipales y provinciales de implementar el sistema estatuido a partir del dictado de la ley 13.298”. Se comprobó que en verdad “nunca ha funcionado”. En Villa Elvira, Marcelo Blanco describe que el Servicio Local de Niñez y Adolescencia, dependiente del Municipio y a cargo de realizar un plan de acción integral utilizando la red local, nutrido de la labor de instituciones barriales (escuelas, unidades sanitarias, clubes, organizaciones sociales, iglesias), “cuenta con un solo equipo técnico conformado por un trabajador social, un psicólogo, un médico y un abogado”.
Está embarazada y es de madera la mujer que nace en 13 y 72. Nombre de mujer tiene la localidad que en diagonal termina en la 122, la ruta que va para Magdalena y Verónica… Mujeres. Sigue naciendo Villa Elvira. Cochecitos con niños que se bambolean en las calles de tierra. Chicos arropados en las espaldas de sus madres. Pasa un micro Este y lo cruza un 275, echando humo. Con la cabeza apoyada en la ventanilla, una chica de rasgos andinos lee una fotocopia y marca con resaltador. Nace Villa Elvira entre motos que explotan y otras que transportan a familias enteras. Quedan chicos los colegios, las escuelas, las salitas sanitarias, los clubes de barrio, los arcos de fútbol, los subibajas…
Y los informes que lo plantean, quedan sin respuestas. Los gobiernos, preocupados por descifrar policías por metro cuadrado, no atienden. Nace Villa Elvira. En su corazón geográfico, una cruz de hierro y un monumento a Carlos Cajade. Amanece Villa Elvira. El pasto mojado por el rocío. También las copas de los eucaliptos, pasando 7 y 90 hacia el barrio Aeropuerto. Un viejo camión ruidoso traslada trabajadores de las cooperativas municipales que, vestidos de verde, salen a recoger residuos, barrer, cortar el pasto. En las paredes, “Pacha” tiene equipo, “Delgado” es intendente, “la 22”, “el Pincha manda”… Un viejo pone la pava para el mate y el nieto pone “La Liga” en el celular. Nace Villa Elvira.
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