A un edad imprecisa, entre los 80 y 90 años, el 6 de septiembre murió Siete Sacos. Alejandro Melkun recuerda el día en que pudo hacer la foto publicada por La Pulseada de uno de los protagonistas más populares y a la vez misteriosos de Berisso.
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Texto y fotos Alejandro Melkun
Esa foto es parte de un trabajo más grande llamado “Reivindicación”, que realizamos con Cristian Belluco. Nos habíamos propuesto fotografiar a personas que estaban «olvidadas» por la sociedad, que pasaban casi desapercibidas. La idea era que pudieran ser reconocidas. Que alguna vez se pudiera decir «acá están, estas son las personas que creemos que tienen que ser miradas porque son parte de nosotros”.
Y el gran desafío era Siete Sacos porque era sabido que no pasaba de la calle Génova para el lado del centro de Berisso. Y como nuestro estudio estaba en Montevideo y 9 eso era toda una dificultad. Fue clave la ayuda del Negro, el panchero de Montevideo y 8. Como todos los días íbamos a su puesto, una vez nos escuchó hablar sobre el tema y entonces intervino. «Un día de esta semana, a las cinco de la tarde, yo lo llevo al estudio así que ustedes tengan todo preparado», nos dijo. Estaba tan seguro porque Siete Sacos iba todos los días a esa hora por el pancho y la coca que le regalaba.
Esa charla fue un lunes y estuvimos toda la semana con todo armado: las luces medidas, la cámara colocada y el fondo blanco puesto, por si llegaba. No sabíamos si nos iba a dejar sacar una sola foto o si iba a estar más predispuesto. Finalmente el viernes, cuando ya habíamos perdido toda esperanza, apareció. No olvidaré nunca esa imagen de Siete Sacos entrando por el pasillo de mi casa hacia el estudio.
Quisimos hacerlo sentir cómodo y por eso primero lo hicimos sentar. Todavía tenía la gaseosa en la mano. Después, a través de señas porque no emitía palabra, nos pidió un cigarrillo y se lo dimos, pero el Negro no se lo dejó prender. «Acá no se puede fumar», le dijo él, porque nosotros no teníamos autoridad. Y le ordenó que se parara porque nosotros queríamos hacerle algunas fotos parado. Y ahí hicimos cuatro o cinco fotos más y quedó la secuencia con la más conocida, que es la que seleccionamos para la serie.
Siete Sacos se fue del estudio y con Cristian no abrazamos casi al borde de las lágrimas. Porque fue realmente una emoción. No podíamos creer que lo hubiéramos logrado.
Esa foto de alguna manera sirvió para darle a Siete Sacos una trascendencia mayor de la que ya tenía en Berisso. Hizo que fuera un poco más mirado. Cuando desapareció algunos días de la ciudad y se armó una revolución, nos pusimos muy contentos porque nuestra foto fue usada en todos los medios para ayudar en la búsqueda.
Creo que parte de la leyenda tiene que ver con que nadie conoce su verdadera historia, más allá de que andaba siempre en la calle, de los puchos y de los miles de cuentos que algún día habría que recopilar en una publicación. Yo ubicaría a Siete Sacos como un símbolo de la libertad, porque no le importaba nada. Lo mirábamos en la calle y veíamos eso. No se fijaba en nada, ni cómo estaba vestido, ni si hacía frío o calor. Esa libertad es lo que lo caracterizó y lo queríamos reflejar con nuestra foto. Por eso creo que es “EL PERSONAJE» de ese trabajo.