Cuaderno de campo
Carlos Ríos
Editorial Bajo la luna
Cuando llueve, el hornero grita vigoroso y aumenta su producción. Un ejemplo que el escritor Carlos Ríos llevó a la perfección durante 2014, cuando editó siete libros. Tres de ellos salieron en diciembre y uno de ellos, el opaco, fue su Cuaderno de campo. Se trata de una nouvelle de lirismo cansino, rural y excitante. En su desarrollo habrá mitología, lenguaje originario, espiritualidad y muertes (reales y ficticias). Es un diario con información, que seguramente pasó por la experiencia propia y la capacitación urgente del oficio de la carne para después realizar sus anotaciones y convertirlas en la breve historia protagonizada por Zamorano, un obrero que comienza a trabajar en el frigorífico “La suerte” con fines que se irán descuartizando a medida que el lector avance recorriendo las páginas.
En ese clima se aprovecha la exageración en la narrativa breve: “Cuando los líderes hayan mostrado su inoperancia para resolver las cuestiones más banales de la sociedad, los mataderos saldrán de su universo clandestino para hacer la revolución”. El impacto de la descripción de un frigorífico se torna leal y directo: sufrimiento animal, máquinas del horror y sangre a borbotones.
¿Habrá algunas coincidencias con el clásico El matadero de Esteban Echeverría? ¿Ríos se hermana con las historias de Chivilcoy del joven novelista Hernán Ronsino? (La Pulseada 97). El barro mojado seca rápido y antes debe haber un acto de orfebrería, o de escritura para Ríos. Quizás por eso las preguntas queden de lado y el escritor siga ocupado en su plan productivo y edificante, algo impensado para esta época de divagues vacíos.
Facundo Arroyo