La presentación de “Padre Cajade. El Santo de los pibes de la calle”, en la sede de Estudiantes, desbordó a los organizadores y se convirtió en un homenaje al fundador de esta revista. La biografía del Cura.
Por Francisco Martínez
Fotos Gabriela Hernández
Las sillas se acabaron pronto. Habían pasado pocos minutos de las 18 de un martes y los casi 100 asientos que se colocaron en la sede de Estudiantes -club del que Carlitos Cajade era fanático- estaban todos ocupados. La gente seguía entrando de a grupos, en pareja, sola, y finalmente fueron más los que se quedaron de pie que los que consiguieron un lugar.
El encuentro pasó más como un homenaje al cura que la presentación del libro “Padre Cajade, El Santo de los pibes de la Calle”, de editorial Marea. Estuvieron su autor, Pablo Morosi, los periodistas Lalo Panceira y Ana Cacopardo, el hermano del cura, Mario Cajade, el actual presidente de Estudiantes, Juan Sebastián Verón y el ex titular de la entidad, Eduardo Abadie.
Lalo pidió permiso para leer, porque la emoción podía hacerle perder el hilo del discurso. Su voz calmada, con la carraspera y la tos de este invierno interminable, dejaba largos espacios de reflexión, lo que generó un silencio más respetuoso que el de una misa, y que cada tanto se interrumpía con los reclamos de “no se escucha”, cuando se cortaba el audio.
Uno de los que acompañó al cura en la fundación de esta revista, recordó su regreso a La Plata en 1984, después del insilio de la dictadura, y el momento en que desde el diario El Día lo enviaron a hacer “una nota en una parroquia de Berisso, San Francisco de Asís, porque había había allí un curita que había empezado a proteger a los niños silvestres, al decir de Serrat”.
“Allí fui y conocí a ese curita joven que había recibido el don de la esperanza, y sobretodo de transformar ese don en acción. Cálido, con un amor enorme hacia esos pibes que cobijaba a esos pibes que contenía en la parroquia, y de hondo contenido social y solidario”, agregó.
Diplomático, el periodista le discutió un concepto al autor del libro sobre ese encuentro. “Morosi habla en el libro de que hubo evidente empatía entre nosotros. No fue así. Simplemente nos reconocimos como compañeros, y hasta nos unían los colores albirrojos en el entonces tablón de 57 y 1”.
“Empecé a sentir admiración por aquel curita que en silencio y con toda humildad estaba resucitando y haciendo vida principios evangélicos básicos como los que están en el Sermon de la Montaña”, recordó.
Lalo se preguntó de dónde sacaba fuerzas el cura. Del movimiento de Shoenstatt y también de su militancia, se respondió. “Carlitos dejó en libertad su amor desbocado hacia los sectores más postergados, hacia los excluidos de estos modelos económicos injustos que hablan de números y no de seres humanos. Porque a la mayoría la excluyen en beneficio de unos pocos”, completó.
La cornisa
Ana Cacopardo ocupó su rol de periodista y buscó el lado más analítico de lo que estaba pasando. “Nos emocionamos porque los extrañamos pero también nos encontramos en su nombre con alegría. Quizás es la mejor forma de evocarlo”, dijo.
La periodista agregó que “el libro es una excusa para reconocer a Carlos pero también para verlo desde la encrucijada de este presente. Además de ser formidable, es un libro oportuno”.
«Él tenía una definición. La idea de caminar en las cornisas. «Si algo tengo que agradecerle a Dios es que siguiendo la vocación que tengo me hizo caminar por la cornisa siempre». Y pensar esto es pensar en las rebeldías de Cajade y es pensar en su legado. Creo que Carlitos Cajade comprendió que había que ser un rebelde y caminar por esas cornisas para dar una lucha de fondo contra la exclusión y la pobreza», expresó.
“Esto suponía -añadió- dar batalla en dos frentes: el político-social y el de la Iglesia. Porque hay que decir que Carlitos no tuvo mucha suerte cuando pensamos en dónde le tocó desplegar su sacerdocio. Pensemos que la Iglesia de Plaza y Quarracino, dos propagandistas de la dictadura, y más recientemente la del ultraconservador Monseñor Aguer. No tuvo la suerte de ver este momento quizás más esperanzador que viene con el Papa Francisco”.
Respecto del libro, dijo que “Pablo logra un formidable relato porque en el libro está Carlitos Cajade. Está su subjetividad, su ternura, pero también están sus dilemas y sus contradicciones. Es un retrato de época: es el Carlitos Cajade inscripto en el clima de época que le permitió en los agitados ’60, ’70, ’80, ’90, ir moldeando un pensamiento que implicó una forma de acción. Creo que solamente cuando uno pone en diálogo esas dos dimensiones logramos entender cómo se configura la personalidad de Carlitos. Desde esa matriz obrera, cuando fue operario del Swift, él siempre decía lo que significó conocer a los referentes de la resistencia peronista. Los años del Seminario, un espacio de formación muy conservador, pero igual entraban las lecturas prohibidas, las del Concilio Vaticano II. Ahí están los Mario Ramírez, el padre Sidotti, Capitanio, De Nevares”.
“Pablo recuerda datos significativos. Fue un 24 de marzo cuando el Hogar, tal como hoy lo conocemos, comenzó a ser habitado. Porque el cura tenía rumores de que iba a haber una razzia importante y se hizo acompañar por los pibes que ya lo acompañaban. El diría luego que el día de la Memoria del Terror había nacido la Esperanza”, evocó.
Sobre su experiencia con el cura, Cacopardo recordó que “nos conocimos en los años de la primavera democrática, decisivos en la conformación de un sentido de vida y de una misión pastoral. Carlos fue comprendiendo la magnitud que tuvo el exterminio y la persecución en los años de la dictadura militar. Le tocó ser vicario en la Catedral de Monseñor Montes, denunciado luego por Chicha Mariani”.
“Pero además los ’80 son también el momento en el que Carlitos se encuentra con Alberto Morlachetti, el fundador de Pelota de Trapo, y la verdad que no sólo fue un modelo a seguir, sino también fue un hermano, un referente. Fundaron juntos el Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo”, dijo la periodista.
Y explicó: “A Carlitos lo caracterizó poder medir el pulso de su tiempo. Por eso la revista La Pulseada que habla mucho más de una relación de fuerzas que en general era desventajosa. Sino el pulso del tiempo, para medir dónde había que pararse, en las luchas, en las alianzas. Cuándo era el tiempo del silencio, cuándo era tiempo de provocaciones”.
El turno del autor
Morosi agradeció a los presentes y hasta se permitió una broma: “Nunca pensé que en este lugar iba a ser tan feliz, lo digo por mi condición de hincha de Gimnasia”.
Describió a Panceira como “el descubridor de Cajade para la ventana pública” y a la revista La Pulseada, cuya colección leyó “por completo” para escribir el libro, como “un lugar en el que está Cajade todo el tiempo”.
También se refirió a cómo se enfrentó para contar que el cura había sido papá, aspecto no tan conocido: “Fue un verdadero dilema encontrar un punto de qué era lo que tenía sentido contar. Cómo hacer para no transformar esta historia en un folletín. Cómo respetar los silencios y entenderlos”.
“Pasó algo increíble. Antes de que se publicara el libro, entre los actores de esta historia empezaron a pasar cosas. Ellos se habían distanciado, malinterpretado entre sí. Cajade era de salir en los medios y tenía la idea de que eso ayudaba a hacer crecer al Hogar. Eso generaba una sensación de agobio y de carga de responsabilidad entre la gente. Creo que ambos se malinterpretaron”, consideró.
Añadió que en el libro “me interesó mucho hurgar en los años de formación y el tipo de Iglesia por la que Cajade peleaba y soñaba. Se formó al calor de la discusiones del Concilio Vaticano II y la Teología de la liberación. Esos eran faros pero él andaba por la cornisa. Frente a su convicción de seguir siendo orgánico a la Iglesia a la que amaba tenía enfrente a gente que no le iba a perdonar lo que a él le pasaba por la sangre. Y esto hace sumamente complejo al personaje y difícil de contar”. /// LP
Ropa con olor a pobreza
“Como bien definió Alberto Meroni, Carlitos era un cura que no olía a incienso sino a barrio. Y yo agrego que tampoco a perfumes ni a palacios. Su ropa estaba impregnada del olor de la pobreza, de barro, de aguas servidas, del brasero que utilizan en las casillas de chapa para tener ese pellizco de tibieza que rescate a las familias del frío», dijo Lalo Panceira.
«Yo pude acompañarlo en algunas de sus recorridas por los márgenes de la ciudad, esas tierras vacías, sin nada, que son ocupadas por los sin techo. Estuve con él cuando daba consuelo a una madre cuya beba había muerto de desnutrición. Es en esas visitas en donde afloraba su enorme ternura, su calidez, la misma que volcaba a sus pibes. Pero a su vez, su sencillez y simpleza, cobijaba su enorme determinación y su resistencia, su lucha, su combate contra la pobreza».
«Esa era su sencillez, la de los santos que no lucen en los altares de las grandes catedrales, sino la de esos santos que aman, que son alegres en sus carencias, y es esa simpleza que vuelve tan complejo retratarlo y entenderlo, con esa gigantesca esperanza que tenía y que tuvo hasta último momento, cuando fuimos en manifestación hasta 4 y 59, a IPENSA, para corear su nombre, sus cánticos, sus canciones».
La pelota del partido
Eduardo Abadie, ex presidente de Estudiantes en la época en que el cura murió, también participó de la presentación, junto al actual titular pincharrata, Juan Sebastián “Brujita” Verón, quien difundió su imagen para presentar el libro.
Abadie recordó que cuando Cajade estaba internado, le pidió permiso al árbitro del partido que ese día había jugado el pincha para llevarle al sacerdote la pelota del encuentro.
Mario Cajade, relató una anécdota en la que los hermanos Cajade fueron a pescar a Goya, en la provincia de Corrientes, pero no llegaron porque la camioneta se quedó en el camino. Carlitos lo mandó a hacer dedo y se puso a rezar un rosario y, repentinamente, apareció en la ruta otro sacerdote que les brindó ayuda. “Vos si que tenés línea directa con el de arriba, le decíamos siempre”, dijo.
En la presentación estuvieron también la madre de Miguel Bru, Rosa Bru, integrantes de la Obra de Cajade y el ex campeón mundial de Estudiantes, Oscar “Cacho” Malbernat, quien dedicó unas palabras al sacerdote.