Nota principal > Las enseñanzas del barrio José Luis Cabezas
Un censo interno realizado recientemente en el Barrio José Luis Cabezas indica que allí viven unas 900 personas distribuidas en 180 viviendas. Pero son distintas la realidades que conviven en ese espacio ubicado en una zona donde el límite entre Berisso y Ensenada es difuso.
Los primeros habitantes llegaron a mediados de los años 90 para instalarse en tierras no utilizadas que eran propiedad del Puerto y estaban sobre la avenida 122 entre 51 y 53, linderas con el ex BIM 3, actual predio de varias facultades de la UNLP. La mayoría eran inmigrantes peruanos que a lo largo de los años lograron consolidar una urbanización con sus casas de material y los servicios básicos.
En 2003, cuando Mario Secco asumió la intendencia de Ensenada, se firmó un acuerdo con los vecinos para bautizar a ese sector con el nombre del fotógrafo asesinado en 1997.
El barrio empezó a crecer de manera más irregular hacia la zona de la destilería de YPF. En los sectores nuevos las condiciones son más precarias, asoman las casillas de madera y chapa, ya no hay servicios básicos de agua y cloacas y las calles se convierten en pasillos de tierra. Es ese sector el que fue cerrado por ser el que tuvo el brote de COVID-19. Una ramificación de barrio se extiende en paralelo a la calles 122 y llega casi hasta la avenida 60, ya en pleno Berisso.
Las autoridades de ambos municipios indicaron, cuando explotó el brote, que un tercio de la población son trabajadores que durante el aislamiento pudieron salir por ser esenciales, muchos de ellos trabajadores de salud.
Muchos trabajan en la destilería de YPF, otros son carpinteros u obreros de la construcción y hay muchos cuidadores domiciliarios. También indicaron que la mayor parte de ellos trabaja en La Plata y que los niveles de desocupación son semejantes a cualquier barrio. Y lo que nació como un barrio de la colectividad peruana actualmente es habitado en su mayoría por nativos argentinos, segundas generaciones de los primeros habitantes.