Kristel Best Urday llegó a La Plata hace siete años y fue compañera de muchos. Publicó algunas colaboraciones en La Pulseada, donde trabajó organizando la distribución durante 2011. Fue partícipe de muchos proyectos junto al grupo La Grieta y organizó el grupo «No a Keiko» en La Plata. En diciembre pasado decidió volver. En la despedida, nuestro amigo Gonzalo Chaves leyó este texto, un abrazo que representó a todos.
Por su nombre cualquiera diría que había embarcado en el puerto de Dublín con un libro de Joyce bajo el brazo. Pero no, llegó de aquí nomás, desde el Perú, esa tierra tan cercana y tan lejana para nosotros por lo desconocida. Fue y vino de Lima a La Plata cuantas veces fue necesario. Contrabandista de frontera, trasladó sueños y culturas sin hacer aduana. En ese tráfico filtró la magia de la selva Madre de Dios, la mirada alta de los Andes, el silencio de los salitrales, el murmullo del río Marañón bajando sobre el Amazonas y la rebeldía premonitora de Tinta, ese pueblo donde nació José Gabriel, al que los argentinos conocimos como Tupac Amaru. Adosada en la mochila acopló el sabor de los platos cebicheros, la Papa a la huancaína, el Arroz chaufa y la receta para preparar el mejor Pisco sour del Pacifico. No lo puede negar, es harto limeña, habla un español vecino, maneja otros tiempos y en algunos pocos momentos, abandona su imagen de madre teresa y deja traslucir la lisura limeña, mezcla de frescura, sinceridad y desparpajo. Ella nos contó que la ciudad capital fue fundada en un paramo cerca del mar y ahí está, con su “timo de arcadia colonial” y sus cielos nublados. Los que formamos parte de una horda de sedientos lectores conocimos la obra literaria de Ciro Alegría, de Manuel Scorza, de José María Arguedas, la poesía de César Vallejo y más acá, al controvertido Mario Vargas Llosa. Kristel nos acercó a Sebastián Salazar Bondy, quien con el mayor amor a su país, escribió sobre la ciudad capital: “A Lima le ha sido prodigada toda clase de elogios. Insoportables adjetivos de encomio han autorizado aun sus defectos, inventándosele así un reverberante abolengo que obceca la indiferencia con que tantas veces rehuyó a la cita con el dramático país que fue incapaz de presidir con justicia”. De sus manos llegó Silvio en El Rosedal un relato de Julio Ramón Ribeyro. uno de sus autores preferidos. Como si todo esto fuera fuéra poco, cargo sobre sus espaldas la iniciativa para decirle No a la presidencia de Keiko. Cuando Kristel concluyo su misión de estudio decidió partir, dejó su bicicleta a resguardo, traspasó la distribución de La Pulseada para otras manos y enfiló con sus maletas a la terminal de ómnibus de La Plata. A la hora de partir, que difícil se nos hace decir adiós a quien se queda.
Gonzalo Leonidas Chaves