Las publicaciones gráficas autogestivas coparon el Congreso para impulsar la iniciativa que las declara “patrimonio cultural” y prevé condiciones para ayudarlas a combatir la lógica de los grandes medios. Para seguir democratizando y haciendo periodismo de calidad desde abajo.
Por Matías Ortega
“Los miedos son los mismos, el monopolio es el mismo, la historia es la misma, el gobierno es el mismo, la comunicación es la misma, los sueños son los mismos, la necesidad es la misma: ¿cuál será la razón para discriminar a la gráfica de la nueva ley que rige en radio y televisión?”.
Esa es la pregunta que se hacen representantes de más de 300 publicaciones reunidas en la Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina (AReCIA), como La Pulseada, que fueron al Congreso con una propuesta bajo el brazo: que se declare Patrimonio Cultural la producción autogestiva por medios gráficos y de internet. La colorida diversidad de publicaciones y la militancia, a pulmón, que se plasma en cada una de sus páginas, se desplegó en la atmósfera solemne de la Cámara de Diputados el 14 de mayo, cuando se presentó ese proyecto de ley, fruto de años de esfuerzo colectivo.
La iniciativa, avalada por la firma de una docena de legisladores y presentada por el diputado socialista Jorge Rivas, contempla principalmente facilidades económicas para solventar a este tipo de medios. ¿Qué implica? Beneficios impositivos y en derechos de importación y exportación; creación de un fondo de fomento para proyectos de edición cultural; acceso créditos; adquisición de parte de las tiradas por el Estado; y difusión en medios públicos.
A la hora de resumir el proyecto, Rivas dijo que el objetivo “es la protección del Estado a medios independientes: no sólo del poder político sino también de los intereses concentrados del poder económico”. Y consideró que la existencia de revistas como las de este sector supone “un notable aporte a la riqueza cultural de nuestro pueblo”, razón por la cual se impulsa “la adopción de políticas públicas que favorezcan su crecimiento”.
Desde el panel de presentación, Claudia Acuña, presidenta de AReCIA y editora de la revista MÚ, resumió al texto como la “pata que le faltaba al proceso irreversible para democratizar los medios”. “La ley ilumina como el sol, no deja oscuridad para que entren las mafias”, sintetizó Acuña.
Tantas revistas como luchas
No hay una receta para hacer una revista autogestiva: cada publicación tiene una identidad y una búsqueda que la hace única. Para Marlene Wayar, hacer el periódico El Teje es un ejercicio de memoria. “Es empezar a reconocer nuestra producción cultural; mirarnos y sacarnos la mentira que nos han impuesto de que somos feas, sucias, malas, demoníacas y criminales”, explica la activista trans.
Los textos de esa publicación son pensados y escritos por travestis, para “empezar a construir otras lógicas, a mirar el afuera y reconocernos con nuestros pares, nuestros barrios”, resume Wayar. Es un trabajo “descomunal pero placentero”. Hoy está “protegido” dentro del Centro Cultural Ricardo Rojas de la UBA pero —y aquí entra en juego la importancia de la ley— “es un laboratorio, porque cuando salgamos a los kioscos con un precio de tapa no queremos lidiar con estas mafias monopólicas”.
“No soy Paparazzi, no soy Caras, ni Viva; soy la voz de mi barrio, libre y autogestiva”, cantan pibes y pibas de La Garganta Poderosa para dejar en claro de dónde vienen y a dónde van. Desde las villas, luchan contra la demonización impuesta por los grandes medios. Y ya han logrado varios frutos. “Antes uno tenía que ver por la tele todo lo malo que decían de nuestro barrio y hoy por hoy es el medio tradicional el que llama a La Garganta para preguntar qué es lo que está pasando en el barrio. En eso cambió un montón”, cuenta Paola Vallejos, periodista vecina de la villa 21.
Consultada sobre cómo es trabajar en La Garganta, su primera respuesta es una sonrisa. Luego dirá: “Es buenísimo, no contás con patrones, trabajás con tus tiempos, podés seguir educando a tu hijo sin que te modifique en nada y si lo podés llevar al trabajo lo llevás; eso no sucede en las empresas”. Sobre el proyecto presentado, dice: “Esta ley nos solventaría montones de cosas que por ahí tenés que sacar de un lado o de otro para poder tener un sueldo o una redacción”.
En AReCIA también hay publicaciones de cultura musical. Es el caso de la revista Dale, cuyo último número pone en crisis la premisa de si son necesarios los periodistas. “Durante muchos años nos estuvimos peleando con las revistas de cultura rock que salen en papel, porque creíamos que ninguna terminaba de explicar el fenómeno, regidas en general por la lógica del mercado y no por una lógica de la realidad”, explica Diego Gassi, que se refiere a la necesidad de pasar de la mera crítica a la acción. Un trabajo arduo: “Desde el punto de vista periodístico, implica que la persona que piensa la nota es la misma que la produce, la hace, desgraba, edita, manda a imprenta y sale corriendo al anunciante si vendió una publicidad. Y después distribuye los ejemplares”, resume.
Luego de la presentación del proyecto, el editor de Dale pone reparos a la ilusión. “Nada nos va a resolver los baches, la ley es un elemento para facilitar las cosas pero de ninguna manera confíamos en que pueda venir a solucionarnos los problemas. Puede ser una solución transitoria”, analiza junto a La Pulseada.
Otra experiencia en periodismo cultural viene de la mano de la NAN. Nahuel Lag, uno de sus mentores, la define simplemente como “una locura”. “Fueron las ganas de un grupo de estudiantes de periodismo de contar lo que estaba pasando en la cultura y en el arte, y esa idea que surgió en un Fotolog es ahora una revista”, resume.
En ese camino, los que hacen NAN —como todos los protagonistas de esta iniciativa parlamentaria— se fueron dando cuenta de que se podía hacer periodismo de otra manera, que “la única salida no era ir a laburar a los grandes medios sino que desde abajo se podía hacer periodismo autogestivo con mucha calidad. Y con mucho amor”.
Se podría nombrar una infinidad de casos: THC, Mú, Mascaró, Crisis, Velociraptors, Clítoris, La Urdimbre, Contrapunto, Anden, La Imberbe, Blues en su tinta y Marcha también entran en este universo. Son tantas historias como convicciones; tantos protagonistas como lugares. Y todas buscan ser reconocidas mediante un soporte legal para seguir haciendo posible la consigna que las une: comunicar para transformar.