Hoy era la fecha de salida de «Mu», pero el periódico de lavaca no está a los kioscos de la Capital Federal. Fue afectada por el piquete organizado frente al Centro de Distribución por los canillitas porteños que reclaman por el histórico porcentaje que obtenían por su trabajo. Lo novedoso es que un grupo de publicaciones -entre ellas Mu y La Garganta Poderosa- apoyan la medida. Y lo curioso, que la tapa de Mu tenía como tema central la campaña de las revistas autogestionadas, que reclamamos una ley de fomento para democratizar la comunicación.
Por colectivo lavaca
La salida de Mu, el periódico de lavaca fue afectada por el piquete que los canillitas porteños organizaron frente al Centro de Distribución como forma de reclamar a la Asociación de Editores de Revistas que cumplan con lo prometido: otorgarles una suma que compense la pérdida del histórico porcentaje que ellos obtenían por su labor. Vender revistas se transformó hoy en un conflicto de trama compleja que intentaremos aquí explicar. Pero lo histórico de este día es que por primera vez tres publicaciones formaron parte de esa medida de fuerza: La Garganta Poderosa, Barcelona y Mu. Es decir, participamos de un piquete que afectaba a nuestra propia publicación. Lo hicimos, paradójicamente, porque Mu es una de las fuentes de ingresos más importantes de nuestra cooperativa y exactamente de eso conversamos en la vereda con los más de 200 canillitas que estaban ahí manifestándose: nuestro medio es un medio para ganarnos dignamente la vida y lo vamos defender como se defiende el sustento cotidiano. Lo hicimos, también, porque lo que está en juego en estos días es, nada menos, que el destino de todo el circuito de distribución y comercialización de publicaciones. Quién lo va a controlar, quién va a participar de él y, por supuesto, quién no. Otra paradoja: ese es el tema de la tapa de esta edición de Mu que hoy no está en los kioscos.
El por qué estuvimos ahí se sintetiza en el texto que suscribimos las tres publicaciones. Cómo llegamos hasta allí es lo que intentaremos explicar a continuación.
La carta
“En un hecho inédito tres revistas participamos de un piquete que impedía la circulación de algunas de nuestras publicaciones. No es un disparate, sino la puesta en práctica de nuestra mirada sobre la crisis del circuito de distribución y comercialización de medios gráficos.
Canillitas y Editores Independientes constituimos algunas de las partes fundamentales de la cadena que nos posibilita llegar a miles de lectores. Es esa cadena la que quieren cortar y controlar algunos sectores corporativos que intervienen en el circuito.
Canillitas y Editores Independientes tratamos de vivir dignamente de las publicaciones que vendemos y eso es lo que hoy está en peligro, amenazado por aquellos que quieren convertir cada kiosco en una góndola donde sólo se acomoden los productos de esos “grandes” que cada vez venden menos ejemplares.
Canillitas y Editores Independientes sabemos que la crisis de los medios gráficos la desató la falta de credibilidad y la baja calidad de las publicaciones que ya no viven de las noticias que publican, sino de la información que ocultan.
Nuestras publicaciones representan apenas una muestra de una nueva forma de concebir medios gráficos: el medio como medio. Cada revista no es para nosotros un negocio que se negocia, ni una inversión que se especula. Nuestras publicaciones son una herramienta de cambio.
Por eso hoy fuimos, como siempre, a estar presentes, parándonos al lado de quienes consideramos nuestros aliados, para expresar lo que aprendimos: de estas crisis se sale desde abajo y construyendo desde el presente lo que queremos para nuestro futuro. Un futuro en donde el periodismo vuelva a ser periodismo, los kioscos lugares de encuentro con diferentes miradas sobre la realidad, donde unos y otros, Editores Independientes y Canillitas, podamos vivir dignamente de nuestro trabajo”.
La Garganta Poderosa
Revista Barcelona
Mu, el periódico de lavaca
11 de septiembre de 2012
El conflicto: de Moyano a Clarín
Desde siempre y hasta hace un mes el circuito de distribución y venta de publicaciones en la Capital Federal tenía cuatro actores: el editor, el distribuidor, los recorridos y los canillitas. Nunca fue fácil la relación entre estas partes y hay en la historia infinidad de enfrentamientos que pusieron de manifiesto el poder de este sistema: quien lo controla puede determinar el destino de una publicación. “Para nosotros tiene que ser un sistema solidario, donde las publicaciones más grandes soporten los mayores costos y permitan así el desarrollo de nuevos títulos”, explicaban hoy los canillitas en el piquete.
La primera mutación del esquema tradicional se puso de manifiesto cuando el gremio que conduce Hugo Moyano obligó, con bloqueos y paros, a reconocer a los trabajadores de los recorridos como afiliados a su gremio. El resultado fue una notable mejora en sus condiciones salariales que impactó en los costos del sector. Sin embargo, lo que puso de manifiesto este nuevo encuadre es el resultado de otra mutación: la mayoría de los diarios y revistas comerciales ya no vive de las publicaciones que venden sino de negocios que van desde la pauta publicitaria (que es negra tanto en su versión oficial como privada) hasta los lobbys que disfrazan como información. Necesitan, entonces, de los kioscos para lucirlos. Así, un circuito que era usado para la distribución y venta fue usurpado para el traslado y la exhibición. Moyano captó el cambio y reclamó para su gremio la reconversión del distribuidor en fletero. Los canillitas ahora resisten a que sus kioscos se transformen en góndolas.
Jaqueados por los nuevos costos, los recorridos encargaron a una empresa auditora que hiciera un diagnóstico sobre el impacto de la crisis en el sector distribución. “¿El resultado sabés cuál fue? Que el mayor gasto lo generaba Clarín, porque usa el circuito 5 ó 6 veces por cada edición con la cantidad de suplementos y cotillones que saca y del que el canillita no ve ni una moneda. Te doy un ejemplo concreto: hace 2 sábados la edición de Clarín tenía nada más que 40 páginas editoriales y el resto era publicidad. ¿Cómo hacemos para venderle un catálogo así a la gente? Por eso nadie compra Clarín un sábado”, nos explicaba hoy un canillita.
La conclusión de la auditoría originó, sin embargo, una medida diferente. A algunos editores se le presentó una factura emitida por un nuevo e inesperado actor: Rediaf. Una empresa desconocida hasta ese momento por todos los editores, pero con la que algunos habían contraído una deuda. Sin saberlo ni siquiera tener posibilidad de buscar otra opción para su distribución, fueron notificados de una deuda contraída en diciembre de 2011, fecha en la que el Centro de Distribución gerenciado por Rediaf, decidió prorratear sus costos de estructura entre aquellos que le generaban devolución de ejemplares no vendidos en los kioscos. ¿A qué editores les facturó esa deuda a quiénes no? A los más pequeños, a los independientes.
El control del circuito
Junto con la novedad de la deuda comenzaron a circular las versiones de la compra del Grupo Clarín de varios recorridos y, por lo tanto, de haber logrado tomar así el control del Centro de Distribución. “Clarín ya ha comprado distribuidoras. Ahora es una empresa de contenido y distribución. El 30% de los puntos de venta lo controla a través de testaferros, dicho por los propios distribuidores”, afirma Omar Plaini, titular del Sindicato de Vendedores de Diarios y Revistas y diputado nacional.
Esa es la mano negra que se intuye detrás de la arbitrariedad de las deudas inventadas por Rediaf. La mayoría de los editores abonaron esa primera factura fechada en diciembre bajo la amenaza de que si no lo hacían quedaban excluidos del sistema. Pero se encontraron con la sorpresa de una nueva facturación con un aumento del 130%. Y una noticia: la siguiente sería casi 300% mayor. Ninguno las abonó por dos motivos contundentes: las cifras eran impagables y su significado era evidente. “Se trata de una maniobra de exclusión y eso no puede aceptarse”, explicaban los canillitas en la calle. “Nadie gana si se achica el mercado, y muchas de las revistas que están queriendo dejar afuera con estas medidas arbitrarias son las que nos dan de comer porque son las que viven de las ventas y no de cosas raras”. Señalan, también, el efecto de otro cambio arbitrario en las reglas de juego que cambia todo el juego: por primera vez en el circuito alguien pretende cobrar por no vender. “Argumentan que estos costos los generan las devoluciones. Pero cobrar las devoluciones desfigura todo el negocio porque los editores pueden sospechar que no se reparten todos los ejemplares que entrega. Por ejemplo: a ustedes–le pregunta Plaini a la gente de La Garganta Poderosa– ¿cuántos ejemplares te cantan como devolución? Bueno: a mi kiosco no me llegó ninguna. Y te pueden decir acá los muchachos cuántos ni la recibieron”. Eso fue lo que pasó: el canillita de la estación Lacroze fue el primero que les pidió que anotaran su dirección.
Las deudas inventadas cobraron sus primeras víctimas. Rediaf sancionó la semana pasada a una editorial: se negó a repartir sus ediciones hasta tanto no saldara la deuda inventada. En ese contexto, estalló el conflicto de los canillitas: decidieron ir a un paro para reclamar un aumento en el porcentaje de las ventas, que los diarios aceptaron. Ahora reclaman que hagan lo mismo las revistas. Proponen que se les destine un aumento de 1 peso en aquellas publicaciones cuyo precio de tapa sea menor a 10 pesos, y de 2 pesos en las que superan los 10. De ese aumento, el 75% sería para los canillitas y el 25% para los recorridos. Y ese dinero sólo lo generarían los ejemplares efectivamente vendidos.
Algunas publicaciones comerciales remarcaron sus títulos con este aumento, pero no lo destinaron a los canillitas y así provocaron el piquete con el que bloquearon la salida de las nuevas ediciones, entre ellas las de MU.
Ley de medios para todos los medios
Ya en octubre de 2011 se había conocido la noticia de que el Grupo Clarín había adquirido Cúspide, la distribuidora y cadena de librerías. Pagó por ello más de 6 millones de pesos y desde que se hizo cargo dejó en claro su política de control: muchas editoriales independientes dejaron de ser aceptadas por esa cadena. Un ejemplo que podemos aportar: los títulos editados por lavaca vendían en el circuito de Cúspide la mitad de una edición. Del último título publicado por nuestra editorial, Argentina Originaria, no aceptaron ninguno.
¿Ahora el Grupo fortalece su control sobre la prensa gráfica para desde allí librar su batalla contra las restricciones que le impone a sus negocios la Ley de Servicios Audiovisuales? Que esta crisis se destape en las previas al 7 de diciembre, fecha en la que debe adecuar sus negocios a la ley y, por lo tanto, abandonar sus inversiones en Cablevisión, abonan esta teoría. En ese caso, Clarín aprovechó la debilidad de la nueva norma: la Ley de Medios no es para todos los medios. Dejó afuera a los gráficos y de Internet.
La Asociación de Revistas Culturales Independientes (AReCIA), integrada por más de 200 publicaciones de todo el país, elaboró un proyecto de ley de promoción y fomento de las publicaciones culturales gráficas y de Internet autogestivas que, justamente, intenta saldar esta deuda. La edición de Mu que hoy no llegó a los kioscos porteños se presenta la campaña con que AReCIA busca el consenso social para lograrlo. Mu dice allí, junto a la foto de 22 revistas que posaron para esta nota:
“Hay que estar loco para hacer una revista cultural independiente nos dijeron a todas estas publicaciones alguna vez. Nos lo dijeron con palabras, con la mirada y, fundamentalmente, por ni mirarnos: no hay en ningún antro de formación académica una sola materia que enseñe o investigue cómo se gestiona una revista independiente. Sin patrón.
Nosotros sabemos que hay que estar muy cuerdo para ser una revista cultural independiente. Porque serlo durante largo tiempo, durante varias ediciones, significa que cada revista pudo construir aquello que la sostiene, financiera y socialmente. No un mercado, porque eso sí que es una locura que arrasó con miles de publicaciones, incluso con aquellas que se jactaban de contar con sólidas inversiones. Lo que encontró cada una de las más de 300 revistas que se publican hoy en forma independiente en cada rincón de Argentina son lectores dispuestos a bancarlas.
Algunas de estas publicaciones lograron, con este impulso, crecer y multiplicar sus lugares de encuentro con esos lectores. Llegamos a los kioscos, por ejemplo. En el circuito de Capital Federal y el conurbano hay 6.000 canillitas que sostienen el rito de entregar un ejemplar a cambio de dinero. Viven de eso, así como vivimos algunos de nosotros, un nosotros que alimenta de ese modo el latido de colectivos de periodistas, organizaciones sociales, proyectos y sueños.
Desde hace tiempo, entre los lectores, los canillitas y las publicaciones independientes se interpuso una corporación con modales patoteros, que ya no vive de la venta de ejemplares ni crece al ritmo de la calidad de la información que publica. Su negocio está en esa oscuridad que llaman pauta y que es negra, tanto en el territorio oficial como el privado. Son los que quieren convertir cada kiosco en una góndola en donde exhiben sus extorsivos negocios privados. Y los que imponen por la fuerza nuevas reglas a este juego, inventando costos que deben soportar lectores, kiosqueros y editores independientes. ¿Hasta cuándo?
Las revistas culturares independientes nacimos en los márgenes y estamos orgullosas de ese origen, que nos da sentido. Apostamos a la autogestión y por eso ni al Estado ni al mercado le rogamos nada. Exigimos, sí, vivir en una sociedad cuyas instituciones garanticen la democratización de la comunicación, fomenten la pluralidad de voces y les pongan freno a las mafias. Exigimos que Ley de Medios sea eso: de todos los medios”.