Las orquestas y coros infanto juveniles del Bicentenario están desapareciendo a causa por el corrimiento del Estado. A una realidad de sueldos atrasados y promesas que nunca llegan se les suma la descentralización federal: el gobierno nacional dispuso que sean las provincias y municipios los que se hagan cargo. En el medio, los chicos.
Por Jacqueline Fernández
“Nos están echando”, dijo Rocío. Todos se dieron cuenta que el nudo en la garganta apenas la dejaba hablar. Estaba sentada en el borde del escenario de la Escuela Primaria Básica 42 de Don Bosco, en Quilmes, establecimiento donde ensayaba el grupo formado hace ya ocho años bajo el programa Orquestas y Coros del Bicentenario perteneciente al Ministerio de Educación de la Nación.
La directora de la escuela había llegado para decir que no podía abrir las puertas porque no había ningún convenio vigente que los vinculara con el programa. Agregó que es una responsabilidad para todos los docentes -como si no lo supieran- estar con chicos sin ningún tipo de seguro médico. “¿Cómo es la actividad que ustedes realizan acá? ¿Los chicos se llevan los instrumentos a sus casas? Es peligroso que estén acá parados, hay muchas motitos dando vueltas y robando”, dijo la funcionaria, que parecía desconocer absolutamente a su comunidad educativa. Quizá tenía buenas intenciones, de respetar un contrato, de hacer las cosas como corresponde, pero su análisis del barrio no fue oportuno sobre todo cuando los chicos también están atentos a sus palabras. Patricia Florenyin, maestra integradora, retrucó: “Nosotros nos sentimos seguros. Acá nunca nos pasó nada”.
A Rocío le impiden seguir tocando el oboe. En la orquesta de Villa Itatí, de Don Bosco, han llegado a ser 60 chicos. Hoy son apenas 20, debido a la inestabilidad de la situación. La parte más difícil la tienen los profesores de instrumentos y la maestra integradora. Ellos, que recién a mediados de mayo cobraron los sueldos de enero y febrero, que están trabajando sin ningún contrato, que facturan con boletas en blanco al Estado Nacional y que se pagan los viáticos para venir a dar clases, son los que tienen que poner la cara y prometer que en cuanto tengan novedades van a escribirles por Whatsapp o por Facebook y así la orquesta volverá a funcionar.
Milagros y Melanie son violinistas. Tienen 11 y 8 años y hace un año que aprendían a tocar el instrumento. La profe de ellas es Belén Echeveste, una chica que los sábados a la mañana se pasea por el tren Roca y varios colectivos cargando con un chelo. A la mañana enseña en Solano y a la tarde en Don Bosco, y como sólo en esta última cuentan con el chelo, se encarga de llevarlo y traerlo para compartirlo con los chicos de Solano. Pero eso al Estado no le importa.
El Programa Nacional de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles para el Bicentenario se implementó en 2008 y depende de la Dirección de Políticas Socioeducativas del Ministerio de Educación de la Nación. Durante estos años, más de 20.000 niños, niñas y adolescentes se acercaron a la música gracias a 2.000 docentes para formar 140 orquestas y 161 coros a lo largo del país.
La gestión del ministro Esteban Bullrich tiene intenciones de “federalizar” el programa y desarticularlo a nivel nacional. La decisión es enviar una partida presupuestaria a cada provincia y municipio y que cada uno lo administre según entienda. La docente de Lenguaje Musical de la orquesta Don Bosco, Valeria Rozengardt, advirtió a La Pulseada que “el ministro llama a esto federalización pero esconde un corrimiento del estado nacional de las políticas de inclusión. La Nación no decidirá cuántas orquestas y cuántos docentes habrá, sino que se deja a la voluntad de las provincias la determinación de cuántas orquestas cree necesarias en su territorio”.
La estrategia planteada desde el Ministerio de Educación le da autonomía a las provincias para decidir qué políticas socioeducativas necesita su comunidad. Esto no garantiza la continuidad de las orquestas, ni que funcionen donde estaban funcionando. Es decir, les da la autoridad de cambiar la localización si es que prefieren un municipio y no otro. “Pueden quitarle una orquesta a una población. No sabemos qué pasará con los docentes, ni con los alumnos. Pueden priorizar otras cosas y que no se mantenga el trabajo que se viene haciendo hace muchos años”, agrega Rozengardt.
Hasta el momento todas las comunicaciones respecto de este cambio se realizaron de manera informal. La supuesta resolución para la provincia de Buenos Aires –“supuesta”, porque a los integrantes del Colectivo de Trabajadores les han dado esta información no institucional–, planea un presupuesto anual que no presenta ningún tipo de aumento respecto al del año pasado. Por lo tanto, en caso de que se garantice la continuidad del programa bajo supervisión provincial, los docentes no tendrán paritarias.
“Parte de un todo”
Los pocos alumnos que ese sábado 30 de abril fueron al ensayo en la orquesta Don Bosco – Itatí se repartieron los oboes, las violas y los atriles. Algunos ayudaron a cargar una caja con violines en el auto de los papás de una chelista. Los profesores les piden que sigan practicando, que limpien los instrumentos y que los cuiden. Todos tendrán que esperar las novedades que hace meses no llegan.
“Este es un programa que hacía mucho por nosotros. Yo tuve problemas en mi casa, una vez me escapé y volví porque acá estaba bien. Esto ayuda a muchos chicos, no sólo acá sino en todo el país”, dijo Rocío que con 14 años entiende todo lo que pasa a su alrededor. Un rato después estaba sentada en la vereda de enfrente de la calle Los Andes, con Jacqueline, su compañera de orquesta que tiene 17. Ambas tienen encima sus instrumentos. Cerca de ellas tres nenes tiraban unos pases con una pelota vieja. “Esto es lo que pasa cuando les sacan las posibilidades a los pibes, vuelven a la calle”, dice una mamá mientras se despide de los docentes.
Juan Luis Canosa es profesor de trompeta y trombón de la Orquesta Ameghino de Luján desde hace cinco años. En diálogo con La Pulseada planteó que “los chicos desarrollan su concentración y su trabajo en equipo. Son partes de un todo (orquesta) y es fundamental cumplir con un rol individual para que ese todo se desarrolle. Aprenden que el esfuerzo de practicar vale la pena y también a plantear objetivos a corto y largo plazo”.
La formación de orquestas no se da en ciertos barrios porque sí. “El programa llega a lugares vulnerables donde por lo general esta es la única chance de estudiar música. Da la posibilidad a miles de niños de integrarse y aprender a trabajar en equipo, respetarse y cumplir roles definidos, desarrollando su poder de concentración, lectura, conducta, respeto por los turnos y el silencio. A muchos también los incentiva a estudiar luego carreras musicales y a insertarse en el mundo laboral”, agregó Ariel Ezequiel Vázquez, director de la Orquesta de El Pato.
Juan Carlos Gómez, profesor de trompeta y trombón de la Orquesta Don Bosco, también aportó su visión sobre el conflicto: “No sabemos si estos chicos van a ser músicos el día de mañana, pero acercarles esta alternativa es fundamental. Cuando yo aprendí a tocar lo hice con latas comparado con los instrumentos que ellos ya dominan. Esto no se tiene que acabar”.
“El programa se trata de un derecho adquirido, el derecho a la educación para todos ya que se corre del rol elitista y meritocrático de la educación artística. Cumple un rol social de integración e inclusión y acerca el arte a los barrios”, agrega Lucía Díaz, docente integradora del coro «Claves del Sol» del barrio Santa Rosa de Florencio Varela. Su colega Mauricio Beltrán, profesor de contrabajo en El Pato y La Carolina, manifestó que “poder estudiar un instrumento sinfónico y pertenecer a una orquesta son experiencias enriquecedoras que se llevan toda la vida».
Acompañamiento familiar
Las decisiones políticas las están pagando los chicos. Mientras la administración de Esteban Bullrich delibera sobre los programas y organiza su caja, las orquestas y coros se desgranan.
“La incertidumbre tiene impacto en la concurrencia de los alumnos”, afirmó Valeria Rozengardt. Son muchos los chicos de 6 a 20 años que caminan solos a las escuelas cargando sus instrumentos. Hay padres comprometidos y hay padres que desconocen el funcionamiento. Los chicos suelen perder interés rápido cuando falta la contención cotidiana, se dispersan, pierden responsabilidad y consecuentemente, baja su conducta y rendimiento educativo.
La mamá de Benjamín sabía que su hijo de 9 años siempre quiso tocar la batería, pero era imposible costear el instrumento y sobretodo, las clases particulares. A través de una amiga se enteró del programa y lo anotó. Lo llevaba a todas las clases. Vio a su hijo familiarizarse con los tambores y platillos. Por eso le preguntó a Leandro Yabkowski, profesor de percusión, cuánto cobraba para enseñarle en su casa, pero él respondió que no se trataba de eso; si fuera por él, daba clases en la plaza.
Lucía Taccarelo Lucía Taccarelo es docente en la orquesta de El Pato. Allí, a diferencia de lo que pasa en otras orquestas, la matrícula no se vio afectada aunque sí la cantidad de clases. El funcionamiento normal del programa consta de tres encuentros semanales donde se aprenden lenguaje musical e instrumento y los sábados son de ensayo general. Dada la falta de pago los docentes se vieron obligados a suspender las clases pero quisieron conservar los ensayos. En la comunidad de Lucía hay un fuerte acompañamiento familiar, porque son muchos los padres que buscan que no se altere esa cotidiana relación con la música.
La situación varía en todo el territorio nacional. Hay orquestas que consiguieron que el estado provincial se hiciera cargo administrativa y económicamente, otras ya se desintegraron. En el medio, siempre están los chicos. Ellos no saben por qué se les quitan las posibilidades, deben aceptarlas a la fuerza.
El colectivo de trabajadores
“Creemos que estos programas y políticas públicas deben afianzarse y profundizarse. Que cada vez debe haber más espacios que fortalezcan y promuevan la inclusión social y la igualdad de derechos. Pero no a costa de sus trabajadores”, plantearon desde el Colectivo de Trabajadores de las Orquestas y Coros del Bicentenario.
Cuando el Estado Nacional es el que precariza a sus trabajadores la lucha se hace más difícil. Los docentes ingresan a través de concursos con distintas etapas: entrega de currículum, clases observadas por jurados, ejecución de piezas musicales y entrevistas con la coordinación del programa. Una serie de requisitos que para las autoridades no vale nada cuando hay que pagarles. Las promesas de renovación de contratos anuales, los “en 48 horas, depositamos” nunca se concretan y para peor ellos tienen que mirar a la cara a los chicos y decirles que no, que no pueden seguir viniendo.
El colectivo se hizo fuerte en estos meses. No pretenden bajar los brazos. No sólo por sus puestos de trabajo, sino porque creen en esta política socioeducativa. Son los que vieron las mejoras, los que los vieron crecer, los que los vieron familiarizarse con cada instrumento. No aflojan por ellos.
Adiós al coordinador
El reconocido director de orquesta Claudio Espector fue separado de su cargo el pasado 20 de abril. Los rumores sobre su desvinculación circulaban por los pasillos del Palacio Pizurno. Días antes del despido, La Pulseada se contactó con él, pero no quiso dar su versión de las cosas. Espector había sido el creador y coordinador del programa de orquestas infantiles y juveniles de la ciudad de Buenos Aires. Desde el Colectivo de trabajadores sostienen que es fundamental que recupere su puesto.
Que el reclamo sea con música
El programa no era sólo la posibilidad de conocer un instrumento y formar parte de un grupo sinfónico. Como parte de esta política se realizaban viajes para que los pequeños músicos se conocieran entre ellos. Algunos de Chubut pudieron conocer a los de Salta, otros vieron el mar por primera vez. Los integrantes de la orquesta de Itatí-Don Bosco conocieron el Teatro Colón por haberse reunido el 14 de abril para que se les garantice la continuidad de esta política. Fueron con sus instrumentos y tocaron con miembros de otras orquestas y coros del país el Himno Nacional, la Quinta Sinfonía de Beethoven y “Rezo por vos” de Luis Alberto Spinetta, pero desde el Palacio Pizzurno nadie abrió las cortinas de los ventanales para poder ver cómo cientos de chicos pedían que no se les arrancara este derecho adquirido.