En La Pulseada Radio, una de las coordinadoras de la Obra de Cajade advirtió que los chicos llegan al comedor con más hambre. “Están comiendo una sola vez al día”, dice. El ahorro de gas evitando el baño diario y el silencio de los pibes que marca la vergüenza de ya no tener. “Esto ya lo viví”, dice Claudia Auge.
Claudia Auge es coordinadora de Chispita, centro de día de la Obra de Cajade en Los Hornos, lugar en el que trabaja desde hace 18 años. En diálogo con La Pulseada Radio, junto a Sebastián García Mardones, Carlos Gassman y Marcelo Santillán analiza los indicadores de la crisis social que se está desatando en Argentina. Ella tiene una posición privilegiada para decir que “cada vez vienen más chicos». Junto a otras coordinadoras de la Obra, advierte que “las pibas y las pibes no se bañan porque no pueden comprar la garrafa” o que hay días en que a los pibes se los ve con mucha hambre. “Hoy un chico se comió cinco platos de comida”, comenta una de las coordinadoras.
En nuestro programa de radio, Auge explica que “al centro de día van chicos de entre 5 y 12 años. En Chispita trabajamos a contraturno. Viene un grupo a la mañana, desayunan, hay alguna actividad o hacen la tarea escolar. Llega el otro turno, almuerza, jugamos, hacemos taller de prevención, toman la merienda y se van para la casa”.
Auge recuerda que “Chispita funciona hace 18 años, sé por lo que he transitado. Son muchos años de experiencia, he vivido épocas más difíciles, épocas que te gratifican, y últimamente fue muy duro. Para mí lo más claro es ver los ejemplos de la realidad de lo que está pasando, en muy pocos meses. Me parece que estoy mirando una película que ya la ví. Ya la conozco: tengo 53 años y me preocupa mucho lo que estamos viendo. Las coordinadoras de la Obra vimos que en diferentes barrios nos está pasando lo mismo”.
LPR: –Advierten que hay más pedidos de comida.
Claudia Augé: -Aumenta el número de chicos que va a comer, por familia numerosa. A mí me está pasando que a la mañana viene una cuestión de higiene y de aseo que yo no la veía hace muchísimos años: el nene viene desabrigado, con las zapatillas rotas, esto hace dos meses lo empiezo a observar. En diciembre terminaron bien, las familias estaban tranquilas, todas con trabajo. En marzo, bien; abril, bien. Y en mayo yo notaba que algo estaba pasando. Me dí cuenta que el nene venía a la mañana con ganas de repetir el desayuno, hay facturas por las donaciones. Se tomaban dos tazones de leche chocolatada y algunos se descomponían. Eso es una señal muy clara de no haber comido nada a la noche y tener hambre a la mañana, y que se te da vuelta el estómago. Y vemos que vienen muy desabrigados y tiritando, se levantaban de la cama calentitos y, para cumplir el horario y poder desayunar, venían con mucho frío. Sin medias, y antes tenían; y vienen en ojotas. Esto me impactó porque esto yo lo viví. De pronto, a las dos horas de haber desayunado bien, ya sentían el olorcito a guiso y ya estaban todas las caritas pegadas a la cocina preguntando qué íbamos a comer. Yo les digo “vayan a jugar”, y se ve la desesperación de no querer jugar y quedarse sentado en la mesa esperando el almuerzo, cuando aún falta una hora. Eso me pareció peligrosamente conocido. Después almorzaban sin hablar, cuando ellos son de charlar mucho. En el primer plato muy absortos al plato; el segundo plato lo disfrutaban más; y el tercer plato, que nunca se dio tres platos, encontrar la satisfacción completa. Después de eso van a la escuela, y al volver tiran las mochilas rápido -cosa que antes no sucedía, había que juntarlos para que vengan a la mesa- y al toque se sentaban. Yo me dije “qué raro, estos chicos comen a la 1 pero a las 12.15 ya están sentados a la mesa”. Fue de observación y comentar a las educadoras para que estén alertas. Y pasaba que el primer plato lo devoraban y les decíamos «Cálmense, vamos a comer más tranquilos y conversar». A las dos horas jugaban, y al rato ya preguntando qué vamos a comer en la merienda. Empezamos a preguntar despacito, como a entrar en tema, porque se los cuida mucho a ellos. Vamos con mucho cuidado. Empezamos a hablar del frío, de cómo habían pasado la noche, yo les conté que me había calentado y lavado los pies en una palangana del frío que hacía. Veía que se miraban entre todos y había mucho silencio. Hasta que una chiquilina, de 5 años, y dice: “Nosotros tomamos un té nada más, porque la abuela dice que cuando nos vaya mejor, vamos a poder cenar”. A mí eso me impactó, porque hacía muchísimo tiempo que no lo escuchaba. En una época yo sabía que la única comida era la de la Casita. Y me pega mal, con mucha bronca. Antes me pegaba con la lástima, cuando una era más joven. Y ahora me pega con impotencia, desde un lugar de indignación, de bronca.
CG: –No hace demasiado hablamos con vos en este mismo programa, algunos meses atrás, y vos me contaste cómo había cambiado todo, y cómo se habían podido dedicar a otros objetivos de estimulación de los chicos, de seguimiento en la escuela, porque esos problemas básicos que habían explotado a fines de los años ’90, en 2001, habían quedado atrás. Y qué increíble resulta que a sólo cinco meses del cambio de gobierno estemos hablando de que se ha dado semejante retroceso.
CA: -Te lo estoy contando y me parece mentira, que de una forma tan tajante, en dos meses a mí me se me dé vuelta todo, del blanco al negro. Sin un gris, de todo un año, que vos veas un proceso lento. Eso, en mis años que tengo, me cuesta mucho asimilarlo y ahí me da la bronca, me cuesta asimilar que en tres meses yo tenga que ver esto.
SGM: -Este panorama desolador de bronca e impotencia se daba cuando los gobiernos estaban en la decadencia o cuando ya faltaba poco para terminar el mandato y todo se iba pudriendo, pero acá la cosa ya arrancó así.
CA: -¿Sabés qué es lo que más duele a mí?. Que vos les preguntás a los nenes cómo se calientan y te dicen que se abrigan. Y eso no pasaba en el invierno pasado, no pasaba. Porque cada uno tenía su estufita, a cuarzo, o lo que sea. O se pegaban un baño calentito y se acostaban. Pero el nene no se está bañando ahora, y a mí esto me está poniendo muy mal. ¡Porque hace frío!. Y vos te das que cuando el nene viene sin bañarse está molesto. Y cuándo le preguntás por la garrafa, se miran entre todos y ellos saben el precio de la garrafa. Y la garrafa está re cara. Ahí salta el tema, y jugando ellos dicen: “La conseguimos a $120 y a $170 el fin de semana”. Y yo me pregunto, ¿quién está especulando con esto?. De $90, $120 a $170 porque es domingo. Por ahí, un brasero, les digo yo, siempre les enseño que hay que encenderlo afuera. El chico tiene un punto de silencio que antes no lo tenía. Ese punto de silencio es la vergüenza, y ahí viene mi indignación. No hay cosa más triste que un niño con vergüenza por no poder hablar de lo que ya no tiene. El silencio de un chico te denota miles de palabras.
CG: -Además de robarle cosas materiales le están robando la dignidad.
CA: -Tal cual. Y a mí me tocás los derechos del pibe y yo ahí detono. Porque te estoy hablando que dicen “no vamos más a pasear los domingos porque mamá dice que se gasta mucho en la SUBE”. No tiene derecho a la recreación, no tiene derecho a la educación porque no tiene zapatillas para ir a la escuela, porque le quedaron chicas o porque se las puso el hermano. A la salud, porque no se pudieron bañar porque no tenían agua. Están comiendo una sola vez al día. Quedan solitos, y tuve que bajar la edad para que pudieran venir porque sus padres tienen que trabajar.
CG: -Estamos hablando de chicos cuyos padres trabajan en negro, las madres en el servicio doméstico, eso es lo más habitual.
CA: -Lo más habitual son las cooperativas de Los Hornos donde han quedado todos sin laburo. Les han mentido, les deben tres meses atrasados, nunca se los van a pagar. Los readmitieron y les dijeron, claramente, y me hago cargo de lo que digo: “Si ustedes hablan, se quedan sin esto”. Nada que ver las cooperativas de la nueva gestión. Las anteriores quedaron todas con 3.000 pesos de sueldo por mes y quedaron hace un año. Cinco meses que les adeudan y los nuevos no se hacen cargo. Pusieron abogados y se tienen que atener a las consecuencias porque ya fueron amenazados. En la construcción bajó horrores la actividad. Porque antes por las casitas de Procrear, se estaba construyendo. Se frenó. Los albañiles, sin laburo. En el barrio se han manejado mucho, lamentablemente, con prestamistas. Para comprar una estufa, un juego de sábanas, una camita, un colchón. Y pasan todos los días a cobrar. La gente se metió con todo y no puede salir.
CG: -Es la usura informal del usurero de barrio y la usura legalizada.
CA: -Tal cual, es que la madre no puede comprar tres pares juntos de zapatillas. Entonces las compra y paga todos los días 50 pesos. Si vos ganás 3000 pesos y te metiste en dos de estas “empresas” date cuenta que es imposible. Nosotras habíamos empezado a trabajar tres veces por semana, ya que el Estado no nos reconoce como trabajadores. Es una vergüenza que venimos peléandola. Nos encontramos que tres veces por semana no se puede trabajar bien con el chico. Pero tampoco la educadora podía ganar 2000 pesos. Porque viven de esto, tienen muchos hijos y comen acá. Los martes y jueves salían a trabajar en el empleo doméstico, pero hoy eso se cortó también. Porque la persona que te llamaba para limpiar hoy no lo está haciendo, lo está ahorrando.