La Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales lleva adelante un proyecto de extensión que recupera semillas de hortalizas locales producidas por la agricultura familiar y las distribuye para su conservación. La punta del iceberg de un entramado que disputa a baja escala el acceso a los alimentos y representa un sistema productivo más justo y soberano.
Por Mariana Arocena
Todo empezó cuando a finales de los ‘90 el ingeniero agrónomo Juan José “Lolo” Garat recorrió las quintas del cordón frutihortícola de La Plata en busca de especies de hortalizas locales. En un cinturón verde de más de cinco mil horticultores se encontró con varias familias que llevaban años cultivando sus propias poblaciones de verduras a partir de cruces entre semillas de los mejores frutos de su cosecha; algunas de ellas ya inexistentes por ese entonces en el mercado regional, como el tomate platense. Como se trataba mayormente de personas grandes estaba en riesgo su conservación. Entonces comenzó el proceso de recuperar estas semillas y multiplicarlas.
Ese fue el germen del Grupo de Semillas Locales de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la UNLP, cuyo eje de trabajo es promover la diversidad cultivada en las quintas y huertas de La Plata. “Nos propusimos multiplicar y repartir semillas de distintas variedades con tradición en la zona y desde hace algunos años también recibimos intercambios con gente de otras partes del país, ampliando un poco la diversidad de variedades y especies”, cuenta Jeremías Otero, miembro de este equipo, a La Pulseada.
Ofrecer un tomate bien parejito, rojo por fuera pero verde por dentro, que no se machuca al tocarlo y dura mucho en la heladera, fue moldeando el gusto de los consumidores
Jeremías recuerda que inicialmente en una parcela de la facultad cultivaban las distintas variedades tradicionales. “Para poder producir más frutos, con más diversidad y llegar a más gente, en 2019 comenzamos a armar un kit de semillas para entregar a las huertas escolares y comunitarias gratuitamente”, agrega. Además, trabajan en conjunto con organizaciones como el MTE Rural y la feria Manos de la Tierra en la multiplicación de esas especies, a partir de la entrega de plantines de cada variedad que estos grupos de productores transplantan en sus campos y cultivan de modo agroecológico. Luego le compran parte de la producción, extraen la semilla y la reparten, comenzando nuevamente el ciclo. “Lo que hacemos es complementar la acción del programa PRO HUERTA de INTA que ya entrega el kit de semillas, pero lo que buscamos nosotros es incorporar otras variedades en función de los intereses de los huerteros y huerteras y de lo que había tradicionalmente acá en la zona, incrementando la diversidad”, añade el horticultor.
La llegada del híbrido
Isabel Palomo es integrante del grupo de tomate platense, una organización de productores y productoras que desde 2006 cultivan año a año esta variedad para mantenerla viva. “Antes el tomate platense era el único que había en la región, todos los productores cultivaban eso. Después empezó a aparecer el híbrido ‘larga vida’ que es un tomate más duro y resistente al traslado y no se echa a perder tan rápido. Fue entrando el agronegocio que se va imponiendo a las cosas nativas, pero nosotros no podíamos engancharnos mucho en eso porque es carísimo: la semilla te pide echarle mucho fertilizante y mucho agrotóxico porque viene ese paquete armado para que necesite algo. Esa semilla si la tirás sola en la tierra no va a agarrar”, cuenta a La Pulseada.
Ofrecer un tomate bien parejito, rojo por fuera (aunque verde por dentro), que no se machuca al tocarlo y dura mucho en la heladera, fue moldeando el gusto de los consumidores. “Es un mercado que tiene intereses comerciales, desde los que generan la semilla hasta el supermercadismo e influyen para ir generando una idea de la calidad del fruto particular. Por más que la gente quiera tomate platense, si te dura un día o dos en la góndola no les va a servir y entonces no lo van a ofrecer”, dice Jeremías. Lolo Garat acota: “El mercado por un lado ofrece lo que la gente demanda y a su vez también trata de ir formateando un gusto. La iniciativa de la Fiesta del Tomate Platense y del rescate de esta variedad también tuvo mucho que ver con la gente porque decía que comía tomate sin gusto a tomate. Estábamos habituándonos a eso”.
El proceso de innovación tecnológica comenzó en la década del ´50 con la mecanización paulatina de los sistemas de producción y el uso de agrotóxicos. En los ´80 llegaron las semillas híbridas y en los ´90 el invernáculo como tecnología terminó de transformar toda la producción, asentando el reemplazo genético. El híbrido se genera a partir de la selección de dos líneas puras de una especie que se eligen por las características que representan (duración, color, rendimiento, equilibrio hojas-fruto, ciclo de producción, etc.). Al juntarlos, todos esos atributos positivos de ambas plantas se expresan en mayor medida, es el llamado “vigor híbrido”. Sin embargo, esas características con el correr de las generaciones de la planta se pierden y además, por ley, sus semillas no se pueden volver a plantar con fines comerciales. La semilla del híbrido está patentada con propiedad intelectual, entonces, cada año hay que volver a comprarlas.
El tomate platense es una variedad que no se adapta a un mercado grande concentrador, pero articula bien con los bolsones y ferias como otra forma de comercialización
Este proceso se articula con una cuestión clave para garantizar el funcionamiento del sistema: los costos de producción, acentuados por no contar con la propiedad de la tierra, obligan a elegir una semilla que rinda. Eso fomenta una dependencia de los insumos, que además están dolarizados. La mayor parte de los productores del cordón son arrendatarios, con lo cual necesitan que sus cosechas tengan buenos resultados y puedan colocarse en el mercado para cubrir los costos de alquiler de la tierra. Además, la gran masa de producción de alimentos se hace con semillas importadas. A nivel país depender de una empresa multinacional para la producción de alimentos atenta contra la soberanía alimentaria.
A raíz de este escenario, muchos productores, sobre todo los que son arrendatarios, empiezan a construir otra forma de producción que reemplaza algunos productos importados como las semillas o fertilizantes. Un ejemplo de ello es el modelo de producción de la Unión de Trabajadores de la Tierra que no usa agrotóxicos sino corredores biológicos, en los que se intercala cultivos estratégicamente para desviar la atención de las plagas. O elabora sus propios fertilizantes como el bocashi, una mezcla de miel, levadura, tierra, bosta y otras cosas, que nutre a la tierra.
La agroecología entra ahí como una forma de dar respuesta a la cuestión económica pero también a un problema de salud no sólo de los consumidores sino, sobre todo, de quienes producen, por la manipulación de químicos nocivos. En ese marco se inserta el trabajo del Grupo de Semillas Locales que colabora con un modelo de producción sustentable, entregando semillas y fomentando su conservación y distribución.
Redes de comercialización
El 23 de noviembre pasado la Unión de Trabajadores de la Tierra inauguró en La Plata el primer almacén de ramos generales de productos agroecológicos de la ciudad. “La premisa que trabajamos en el almacén es la de brindarle al pueblo alcance a todo lo que producimos en las 19 provincias donde está presente la UTT. Se busca saltear la cadena de comercialización que manipula de manera injusta los precios, tanto para el consumidor como para el productor”, cuenta Jeremías, biólogo y cajero del local que la organización abrió en La Plata, en 1 entre 44 y 45.
“Todas estas iniciativas no le hacen ni cosquillas al modelo pero buscan sostener algunas alternativas de producción distintas”, dice “Lolo” Garat
La comercialización directa es una manera de hacer sustentable el modelo desde el lugar del consumidor. Guillermina Ferraris es Secretaria de Extensión de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales y forma parte de la organización de la Fiesta del Tomate Platense. Habla con La Pulseada sobre la otra pata necesaria de este proceso de recuperar la producción agrícola familiar: la comercialización. “Este tomate se tiene que vender directamente, si va al mercado concentrador y a los dos o tres días está en la verdulería no va, porque es muy difícil, se estropea mucho en el cajón. No se adapta a un mercado grande concentrador, se articula bien con los bolsones y ferias como otra forma de comercialización”, explica.
“Todas estas iniciativas no le hacen ni cosquillas al modelo pero buscan sostener algunas alternativas de producción distintas”, dice Garat. El desafío es enorme y requiere del esfuerzo de políticas públicas, instituciones, productores y consumidores para seguir contando con alimentos agroecológicos hoy sólo sostenidos por la agricultura familiar. // LP
Puntos de venta directa
Feria Manos de la Tierra: viernes de 8 a 14 en 1 y 47
Feria Pueblo a Pueblo: Se puede completar un formulario online (disponible en su Facebook) para recibir el bolsón de verdura agroecológica o asistir a la feria los jueves a 54 e/ 4 y 5 N° 470 (de 9:30 a 12:30 o de 17.00 a 19.00)
Almacén de la UTT: 1 entre 44 y 45 (foto)