Jacinto Piedra. Que lo recuerden brillando
Cecilia Rayen Guerrero Dewey
Editora Píxel / Serie Perfectos Atentados
116 páginas/ 2013
“Las gentes, como un denso e incontenible río, siguieron las carrozas por las rutas queridas. El pueblo lo lloraba, y cuando el pueblo llora, que nadie diga nada, porque está todo dicho”. El niño cantor, dijo el pueblo, y jamás lo olvidó. Este libro recupera las voces de los que vieron crecer como florcita de tusca entre la tierra árida de Santiago del Estero a Ricardo Gómez, que cantó y vivió los días con una potencia que desbordó su cuerpo y desató su alma. Anécdotas, descripciones e imágenes sobre los recuerdos de aquellas personas que supieron acompañarlo en sus berrinches y caprichos, que supieron embarcarse en los sueños rebeldes y eternos del folclore que renació y brilló en sus letras. Cuando tenía siete años, se subió por primera vez a un escenario para nunca más bajarse. De su familia aprendió el arte de sobrevivir, de tomar con humildad lo que le daba la vida para pasar el hambre y los miedos. Y saltó de Morón a Europa sin cambiar de ropaje, llevando siempre su chacarera de acento. Supo construir amistades con la fidelidad y la libertad de un perro callejero. Sin ataduras pero con el andar solitario del que decide ir por todo sin esperar nada a cambio. Caminó a la par de los más grandes y Peteco Carabajal fue su compañero desde la infancia. Con él conformó Músicos Populares de Argentina y Los Santiagueños. Se escapó en varias oportunidades a Bolivia y soñó con poder unir Latinoamérica a través de la música. Pero atrapado por el destino que persigue a las leyendas, Jacinto Piedra siempre volvió a refugiarse entre los suyos, entre su incondicional Irene. Un libro que atrapa desde principio a fin y sumerge en un relato mágico.
Agustina Sarati