Resistencia de papel

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Con el gas cortado por Camuzzi por una deuda millonaria, la emblemática Papelera Unión Platense no pudo producir durante un mes y 300 familias que de modo directo o indirecto dependen de ella corren el riesgo de quedar en la calle. Un plan de pago les permitiría volver a encender las calderas

Por Abril Lugo
Fotos: Gabriela Hernández

El piquete del 17 de julio, en el Camino Centenario, cerca del distribuidor donde está la Papelera

El humo inunda el Camino Centenario a la altura de 515. La mano hacia Gonnet está obstruida por tres pilas de cubiertas que arden por el fuego; detrás, hay unos cuarenta hombres viendo crecer las llamas, con las manos en los bolsillos por el frío de la mañana. Son las nueve y media y los autos que circulan hacia La Plata aminoran la velocidad frente a los carteles de arpillera pintados con aerosol negro, fijos en la rambla: “No al cierre de la papelera” y “fábrica recuperada en 2001”. 

Los trabajadores de la Cooperativa Papelera Unión Platense hicieron el piquete el miércoles 17 de julio, tras agotar las instancias de reuniones con Camuzzi Gas Pampeana, la empresa que les cortó el suministro desde fines de junio, por una deuda de más de 8 millones de pesos que exige se pague en el lapso de una semana. Ubicada en Ringuelet, la cooperativa emplea a 60 trabajadores que no han podido producir durante el último mes y se quedan sin recursos para sostener a sus familias.

José Mansilla, presidente de la Cooperativa, cuenta a La Pulseada que el reclamo empezó cuando se frenó la producción porque la empresa decidió cortar el gas. “Tenemos una deuda que queremos pagar pero necesitamos que nos la refinancien. El pago exigido asciende a más de 8 millones de pesos. Es imposible pagarla de un día para el otro”.

Al cierre de esta nota una luz de esperanza se encendió a partir de la firma de un convenio de pago que por un lado les otorgará facilidades y por el otro les restituirá el servicio para volver a encender las calderas. Tenían previsto retomar la producción en los primeros días de agosto a cambio de empezar a abonar el consumo de todos los meses más una porción de la deuda hasta concluirla, en 24 meses.

Antes, los trabajadores, en asamblea permanente, apelaron a todos los recursos para visualizar la situación. El nuevo acuerdo no soluciona los problemas de subsistencia que padecen todas las pequeñas empresas por la combinación de suba de tarifas y caída del consumo. Es desesperante, por eso salimos a protestar, porque ya no aguantamos más, hace más de dos meses que no cobramos nada para poder pagar los servicios y fueron tantos los aumentos que no se pudo llegar a cumplir. Nos estamos quedando en la calle y no tenemos un plato de comida para acercarle a las familias”, advierte Mansilla en el piquete.

19 años de producción

La fábrica de papel de Camino Centenario es administrada por la Cooperativa Papelera Unión Platense desde la crisis de 2001. En una visita de La Pulseada a las instalaciones de la fábrica una semana antes del primer corte de los trabajadores, Roberto Caballero, integrante de la cooperativa cuenta que “un día los dueños cerraron la fábrica y nos quedamos afuera”. Tenía 29 años y, como muchos, la convicción de que se la podía sacar adelante. Ahora, las rejas de la fábrica están cerradas, con un cartel impreso en hojas de oficina en el que se lee “Hoy no se compra recorte”. Los trabajadores están en el patio, al sol de la mañana.

Roberto Caballero analiza la situación: “La única diferencia que veo entre el 2001 y el 2019 es que antes arrancábamos, no teníamos trabajo, no teníamos deudas, no teníamos nada, entonces dijimos: No tenemos nada para perder tampoco. Y empezamos la cooperativa. Hoy en día todo está al revés de como arrancamos, llenos de deudas, con el 60 o 70 por ciento de la producción, ahora tenemos todo pero a la vez no tenemos nada, estamos ahí, viendo cómo podemos pagar las deudas”.

La cooperativa plantea que en apenas un par de años las tarifas mensuales de gas aumentaron de 250 mil pesos a 1,2 millones: casi cinco veces más

Roberto sabe que el pago debe hacerse. Pero antes del convenio firmado en los últimos días de julio cuestionaba el modo en que la empresa de gas exigía el dinero: “Siempre decimos que nos vamos a hacer cargo, nos hemos reunido 20 veces con la gente de Camuzzi, con Cammesa (compañía administradora del mercado mayorista eléctrico), y les decimos que queremos trabajar, que nos den un plan de pago porque queremos pagarla, si nosotros no trabajamos no pagamos. Siempre se los digo cuando los vemos: Si tuvieramos la plata lo pagaríamos, pero somos trabajadores, no empresarios, y creo que no hicimos las cosas mal, hace 19 años que estamos con la cooperativa, y eso quiere decir que muy mal no hicimos las cosas, pero hay distintos tiempos y nos presentan diversas complicaciones”.

El golpe del tarifazo

La cooperativa plantea que en apenas un par de años las tarifas mensuales de gas aumentaron de 250 mil pesos a 1,2 millones: casi cinco veces más. En cambio, la producción se vio atada a una demanda que no se sostenía regular. Caballero lo explica: “Tuvimos la mala suerte de que empezaron a aumentar las tarifas y se nos fue de las manos cuando nuestra producción estaba alrededor del 70 por ciento”. Los 60 trabajadores de la cooperativa se repartían en turnos de 8 horas, de lunes a lunes, para producir hasta 35 toneladas diarias en bobinas de papel higiénico y para cajas, según la demanda, que disminuyó en los últimos meses.

Después de cuatro semanas sin producir, los trabajadores de la cooperativa empezaron a juntar el cobre de máquinas viejas para alimentar a sus familias: “Hubo muchos años un motor de máquina que ya no se usaba, incluso cuando todavía funcionaba la papelera San Jorge, que por suerte tiene mucho cobre, y lo vamos a vender para repartir entre los compañeros”, relata Caballero en la entrada de la fábrica. Sus compañeros, mientras tanto, acomodan cables y fierros en bolsas de arpillera, sobre una camioneta, en el patio.

Roberto recorre con La Pulseada las instalaciones de la fábrica. Dentro del enorme galpón yacen las máquinas con las que fabrican papel higiénico y bobinas de papel marrón apiladas contra una pared. Hay olor a papel, humedad y polvo. “No queremos llegar a esto, pero venimos por lo menos a ver qué podemos hacer, a mantener esto abierto”. Para la fabricación del papel para cajas y papel higiénico usan unas máquinas enormes, con rodillos pesados, de unos dos metros de largo, con los que se prensa, seca y enrolla el papel: “El gas y la luz son esenciales, porque nosotros arrancamos la caldera, que genera vapor, que va a los rodillos secadores de la máquina, les da temperatura y por ahí es que pasa el papel pegado al rodillo y se va secando. Por eso es importante, porque si no tenemos gas no podemos secar. Nosotros somos grandes consumidores de gas justamente por la producción”, explica Caballero junto a dos enormes cisternas de más de 30 mil litros donde se calienta el agua para generar el vapor. 

Roberto Caballero, fue empleado de la empresa San Jorge y es uno de los fundadores de la cooperativa que recuperó la fábrica hace 19 años.

Las instalaciones administrativas, que están en la entrada principal del predio, no tienen calefacción: ni una cocina a gas, ni estufas, nada. “Acá no hay instalación de gas porque tendría que ser aparte. Tendría que tener un medidor de gas de una casa. La única entrada de gas que tenemos está sobre calle 12 y no es un caño de entrada de gas de una casa, sino que tiene el grosor de un termo, que es de uso industrial. Por eso el gran consumo que tenemos es de la utilización de la caldera, porque no hay otra forma de secar el papel, si hubiese otra manera, ya la hubiésemos empleado”, asegura Caballero.  

Además del galpón, la fábrica tiene un patio donde dejan la materia prima: hay cartón, hojas de oficina, papel de diario en pilas y en paquetes de 100 kilos que compran a 10 pesos por kilo a una distribuidora. El resto del cartón apilado lo llevan los carreros. “Hay un 60 o 70% de carreros o cartoneros de La Plata que juntan y nos venden a nosotros. También a ellos les cortamos, porque al no producir no podemos amontonar, porque no tenemos lugar. En esto también afecta que estén las máquinas paradas. Desde que esto está parado los chicos van y vienen, preguntan, mandan mensajes. Por eso afecta directa e indirectamente”, cuenta. A los cartoneros, la cooperativa les paga 6 pesos por kilo de cartón, mientras que en otras lugares sólo perciben entre 2 y 3 pesos.

La suspensión de la fabricación afecta a unas 300 familias, contando proveedores y clientes, la mayoría de productoras de cajas de cartón. “Casi no tenemos clientes en La Plata, y se trata de gente que viene a comprar el papel higiénico fraccionado que nosotros hacemos. Pero después todas esas bobinas industriales que nosotros hacemos se venden en provincia, porque no hay acá quien compre bobinas industriales para fabricar micro corrugado y papel higiénico”.

Para Caballero, el riesgo a perder clientes aumenta a diario, porque los encargos que tenían están frenados. Hablamos con los clientes y ellos están al tanto de la situación en que estamos. Todos los días llaman para ver si arrancamos. Porque ellos, obviamente, tienen que encontrar alternativas. No porque nosotros paramos ellos van a dejar de trabajar. Pero también se les complica, porque tenemos clientes que trabajan con nosotros solos. Y hoy en día, salir a buscar otra empresa no es fácil, por la calidad o el precio, o porque entrar al mercado de otra empresa no es sencillo. Ellos llaman siempre para ver qué pensamos hacer. Los pedidos están ahí, todos parados, pero están”. Sumado a la posibilidad de perder clientes propios, el corte de gas redunda en el incumplimiento del pago de la deuda con el servicio eléctrico. Con esa deuda ya pudieron llegar a un acuerdo de pago, pero necesitan que se mantenga la producción. 

Identidad papelera

Durante catorce años trabajamos 12 horas para pagar deudas, para solventar los gastos y para sacar adelante esto”, cuenta Caballero, sobre la historia de la cooperativa. La fábrica era de la Papelera San Jorge, la cual, en medio de la crisis económica de 2001, cerró sus puertas de un día a otro dejando a los trabajadores en la calle. “Estuvimos 7 meses en la toma de la planta y después trabajamos 7 meses más hasta que empezamos a cobrar. Me acuerdo que eran 20 pesos por semana, por trabajar 12 horas todos los días”, cuenta.

Con los años pudieron mejorar las condiciones: “Trabajábamos de lunes a lunes en turnos de 12 horas. Por eso, hace unos años decidimos bajar un cambio y establecimos un turno de 8 horas y ahí entraron más compañeros. Queríamos trabajar más tranquilos y descomprimir un poco, porque trabajar 14 años, 12 horas por día, de lunes a lunes, no es vida tampoco. Uno se pone a pensar ahora que es un disparate, te perdés de muchas cosas”, reflexiona. La llegada de nuevos compañeros renovó el ambiente y las discusiones: “A veces hay choques, porque los más jóvenes te dicen, ‘ya está, ya pasó’ y no es así, porque cuando ellos entraron a la cooperativa tenían un retorno, una obra social, un seguro. Tienen otra mirada porque no vivieron todo este proceso de la toma, pero por suerte la mayoría se enganchó”. 

La suspensión de la fabricación afecta a unas 300 familias, contando proveedores y clientes, la mayoría de fábricas de cajas de cartón

Casi todos los trabajadores de Papelera Unión Platense son de la zona, por lo que el posible cierre redunda en el aumento del desempleo en La Plata. Además, la mayoría de los trabajadores supera los 40 años: “Somos varios los que estamos así, alrededor del 70 u 80 por ciento somos gente grande, y el resto son chicos más jóvenes, que por ahí otra cosa no saben hacer”, detalla Caballero. “Aparte, yo digo siempre que acá entre los compañeros hay hermanos, hijos, padres, sobrinos, abuelos, hay de todo, no es que somos sólo los que iniciamos la cooperativa y nada más. Y no es que son sólo una familia, sino tres: el padre es una, el hijo es otra y el nieto es otra. O sea que ya hay tres familias que están dependiendo de esto”.

La situación de Caballero es representativa del resto de sus compañeros: “Yo tengo 49 años, entré acá a los 20, estuve 9 años con la San Jorge y 20 con la cooperativa. Sé que si mañana salgo de acá no voy a hacer otra cosa. Primero porque lo único que puedo hacer es conseguir una changa de albañil, de lo que hace todo el mundo, y después, porque hace 29 años que estoy haciendo papel, otra cosa no sé hacer”.

Lo más delgado

Ellos quieren cobrar su deuda, junta. Lo que ellos aducen es que si no inyectan esa cantidad de gas que nosotros les debemos, el Estado los multa”, reproduce Caballero la respuesta de la empresa tras varias reuniones antes de la firma del convenio, incluyendo un encuentro con el Subsecretario de Emprendedores y Cooperativas de la Provincia, Nicolás Zaballa, el jueves 11 de julio. “Quiero que compres gas a otra distribuidora y que esa distribuidora me inyecte gas a mí y yo brindar el servicio a la gente, a los barrios”, continúa Caballero replicando la postura de la empresa. “Obviamente es plata, estamos hablando de gas, pero es plata. Por eso nosotros hemos ido a Derecho del Consumidor y a Energas a charlar para que de alguna manera la deuda nuestra no influya en la multa contra la empresa, así ellos nos dan una facilidad de pago para que nosotros podamos pagar”.

Mientras tanto, los trabajadores de la cooperativa agotaron los últimos recursos: “La mediatización funcionó porque se dio a conocer mucho nuestra situación y a la vez porque logramos una reunión con el funcionario de la Provincia”, analiza Caballero. “Hace más de tres meses que intentamos llegar al intendente Julio Garro pero no podemos. Tenemos contactos que llegan a él directo, que nos dicen que hablaron con él y que les cuentan que nosotros nos queremos sentar a charlar con él, pero no hubo una respuesta. Seguimos buscando el diálogo, porque creemos que charlando se puede llegar a buen puerto. La propuesta nuestra es seguir trabajando y que nos den un plan de pago, en cuotas, de 12, de 24, en lo que se pueda”. 

Al cierre de esta nota los trabajadores llevaban dos cortes en el camino: “Hace semanas que no tenemos respuestas y por medio de una asamblea decidimos esta medida de fuerza. Ojalá que no dure mucho”, dice Mansilla, con rostro preocupado en medio del humo de las gomas quemándose durante la primera jornada de piquete en las puertas de la papelera. Las señales que aparecieron algunos días después empezaron a despejar el panorama, al menos en parte. Lo que ocurra en los próximos meses demostrará si hay o no un futuro para la papelera.


Sin alternativa

La alternativa al gas natural no parece la respuesta a la crisis en la cooperativa: “Nosotros podemos hacer caminar la caldera con gasoil, fueloil o petróleo, pero nos ponemos a hacer números y nos sale lo mismo, sumado a que hay que invertir mucho para cambiar la caldera”, dice Caballero. “Si sacamos las cuentas, de gasoil deberíamos estar gastando 200 litros por hora, a 24 horas, a 30 días del mes, y es un montón de plata, a veces un poco más que el gas”. 


«Economía y libertad”

En mayo de 2006, La Pulseada (Nº 39) se sumergía en un profundo análisis de la situación de las empresas recuperadas por sus trabajadores cuatro o cinco años antes. Allí se mencionaba a la Unión Papelera Platense como la “más sobresaliente” experiencia en la ciudad. Era en ese entonces la tercera cooperativa bonaerense que obtuvo una ley que declaraba a la planta “de utilidad pública, sujeta a expropiación”, el cual fue el mecanismo jurídico utilizado para salir del paso en el conflicto inicial.

Formada en agosto de 2001 por obreros de la ex San Jorge –que quebró, paradójicamente, el Día del Papelero–, es una de las más exitosas en términos económicos: ha podido pagar la planta con su trabajo, incorporó 25 personas y no da abasto para responder a la demanda”, reportaba el informe de Daniel Badenes. Aquella situación se reflejaba también a nivel social por su inserción en el barrio: la cooperativa construyó un Centro de Educación y Capacitación y colaboraba con instituciones del barrio.

Ahora tenemos el gusto de ir de vacaciones. Son pavadas que no habría que decirlas pero… aumentó el parque automotor y hay quienes terminaron su casa”, se enorgullecía Antonio Palatinus.Crecimos en lo económico y también en la libertad”.

Las dificultades existían y también eran reportadas. Pero era un valor agregado que las empresas en manos de sus obreros acrecentaran un compromiso con la comunidad. Abrían centros culturales y colaboraban con comedores. Y más en el caso de la papelera. “La empresa anterior, tiraba todo al Arroyo del Gato”, recordaba Palatinus: “Nosotros hemos cerrado el circuito. O sea: no va a ese agua. Hay un compromiso de mantener la limpieza en todos los alrededores de la fábrica”.

Todas las fábricas recuperadas estuvieron marcadas por historias de cambios y aprendizajes. No son empresas recuperadas. Son cooperativas que recuperan empresas”, se decía en aquel informe. Y se describía a esa discusión sobre la forma de nombrarlas como un componente ideológico. Pero se remarcaba que aunque todos los trabajadores desconocían la doctrina y la historia previa del cooperativismo, finalmente adoptaron su forma jurídica y se organizaron democráticamente para sacar adelante la producción.


Historias de recuperadas

El fenómeno de las empresas recuperadas tuvo una fuerte exposición mediática en 2001 y 2002, pero para entonces ya existían alrededor de cincuenta. Desde mediados de los ´90, cooperativas de trabajadores levantaron fábricas que habían quebrado por la devastación neoliberal. Y hay antecedentes que vienen de mucho antes.

Hay otras históricas ocupaciones, como la del Frigorífico Lisandro de la Torre de Mataderos en 1959, la textil Piccaluga de Avellaneda en 1963 o la Ford de General Pacheco en 1985. Pero si bien los obreros llegaron a controlar la producción durante la etapa de conflicto, ninguno de estos casos devino en un funcionamiento definitivo con una administración participativa.

Pero hay experiencias pioneras aún más antiguas como la primera cooperativa de trabajo de La Plata, formada en 1954, que tiene un origen vinculado a la crisis de una empresa capitalista: ante la quiebra de la textil SAISA, sus obreros formaron la Cooperativa Industrial Textil Argentina (CITA). Su historia volvió a las páginas de Pulseada (Nº 143) en septiembre de 2016, cuando los primeros meses de gobierno macrista, marcados por los tarifazos, la apertura de las importaciones y la caída de la demanda interna la colocaban en una profunda crisis que se prolonga hasta estos días en los que los trabajadores sobrevivientes encabezaron un abrazo para volver a visibilizar la situación y reclamar ayuda para que no cierre definitivamente. 

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