Represiones

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A Bernardo Teruggi la dictadura lo rodeó de muertes y ausencias. Le quitó una amiga en La Noche de los Lápices, le mató una hermana, le oculta desde hace 30 años a su sobrina Clara Anahí. Es director de orquesta e hijo de un matrimonio de científicos platenses: Mario y Kiwpi. Puso bajo llave su grito durante mucho tiempo. Esta es una historia distinta en la que pocos reparan… Una historia repleta de amor y de vida, de partidas y de dolor…. Las represiones externas e internas… la de las armas y las del alma.

Por Carlos Sahade

… la memoria es frágil y el transcurso de una vida es muy breve y sucede todo tan de prisa,

que no alcanzamos a ver la relación entre los acontecimientos,

no podemos medir la consecuencia de los actos,

creemos en la ficción del tiempo, en el presente, el pasado y el futuro,

pero puede ser también que todo ocurra simultáneamente, como decían las tres hermanas Mora,

que eran capaces de ver en el espacio los espíritus de todas las épocas. Por eso mi abuela Clara

escribía en sus cuadernos, para ver las cosas en su dimensión real y para burlar a la mala memoria”.

Isabel Allende, La Casa de los Espíritus

¿Cómo contar una historia cuando se está tan cerca de muchos de sus protagonistas? ¿Cómo tomar distancia para ver las cosas en perspectiva? ¿Se puede tomar distancia? ¿Es conveniente hacerlo?

¿Cómo contar una historia cuando las piezas del rompecabezas que uno pretende armar no encajan como uno querría? En todo caso, ¿por qué nos incomodan las cosas que no se ajustan a nuestros preconceptos? ¿Por qué nos asustamos de las contradicciones si transitamos por un mundo donde las certezas parecen pocas y, sobre todo, efímeras? ¿Cómo contar una historia? ¿O son muchas las historias? Tal vez es sólo una vista desde distintos lugares. Ha pasado tanto tiempo y nuestro cuaderno ha sido sólo la memoria… Ni más ni menos que nuestra memoria, aquella que guarda lo que quiere o que guarda todo y muestra sólo lo que le conviene, lo que puede, lo que quiere o lo que nos animamos a recordar.

Mi amiga Claudia

El 16 de septiembre de 1976, exactamente un mes después de haber cumplido 16 años, Claudia Falcone era secuestrada por los grupos de tareas de la dictadura en un operativo que el propio coronel Camps denominó “La Noche de los Lápices”. Bernardo Teruggi tenía 15 y faltaban 12 días para su cumpleaños; cursaba el 3º año del Bachillerato de Bellas Artes de La Plata.

Era amigo y compañero de Claudia Falcone… Iba todos los días a lo de Claudia… Estudiábamos de 2 a 5 de la tarde… Todos los días… Era muy amigo de Claudia… Su mamá fue maestra mía de tercer grado y teníamos muy buena onda”, dice pensativo después de una larga pausa. “En 1976, la directora y vicedirectora de Bellas Artes, Elena Makaruk y la de Gallo (Susana Fittipaldi de Gallo), nos mezclaron e hicieron tres divisiones: A, B y C. La idea era separar, desvincularse, mezclar, cambiar, evitar la unión, impedir que se formen corporaciones. En el A estaban los ‘mejorcitos’, no como personas o como alumnos, sino los que ellas consideraban que no estaban en política; en el B pusieron a los más vagos, muy buena gente a la que todavía veo, y en el C pusieron a un grupejo que aparentemente estaba ligado. Las dos personas que estaban ligadas con el momento de la represión éramos Claudia, activa de la UES, y yo que, calculo que por analogía y con toda la cuestión de las investigaciones, estaba tildado como subversivo o algo así, porque yo no militaba… Quiero poner bien claro (lo dice más pausado y vocalizando mejor como para que quede “bien claro”) que nunca milité”.

Un día –prosigue- le pregunto a Claudia si ella estaba activa. ‘Mirá –me contesta-, yo ya me cansé de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) porque es complicado… Estoy agotada y es muy peligroso. Yo voy a renunciar; voy a dejar esto porque me parece muy peligroso. Es más, te pido un favor…’. Me da un paquete de obleas adhesivas, panfletos políticos, y me dice: ‘Si vos podés, llevate esto y tiralo porque me puede llegar a comprometer’. Recuerdo haber salido de su casa y en un terreno baldío revolear las obleas… Habrán pasado 15, 20 días, un mes… Claudia había faltado al Colegio… Voy a casa, termino de almorzar y, como siempre, voy para su casa: toco el timbre y sale Nelva Falcone llorando. Se la habían llevado a Claudia. Era La Noche de los Lápices. Te imaginás… Yo tenía 15 años… Volví a mi casa y no sé siquiera si se lo conté a mis viejos. Me quedé en el molde. Al otro día fui a la escuela; todo el mundo cuchicheando, nadie sabía lo que pasaba…”.

Bernardo retoma el hablar pausado y abre más la boca para mencionar a las personas que en el Bachillerato de Bellas Artes “hacían un trabajo conjunto para marcar de cerca la gente que ellos pensaban que eran peligrosos”: “Elena Makaruk, la de Gallo, el Jefe de Disciplina, el polaco José Ainaris… Antes que él estaba un tal Capalbo”.

-¿Vos creés que ellos fueron los que marcaron a Claudia?

-Estoy absolutamente seguro…. (pausa, piensa y reafirma) Yo estoy absolutamente seguro.

-¿Qué recordás de Makaruk y de la señora de Gallo?

-En el 75 armamos un cuarteto o quinteto vocal con Daniel Belinche, el flaco Torras, el flaco Sánchez… Cantábamos canciones como si fuera Opus Cuatro, con arreglos de Daniel Beliche… Nos divertíamos muchísimo. Hacíamos música. Alguno de nosotros consiguió una actuación para el Bachillerato. Elena Makaruk me agarró un día en el pasillo para decirme que no correspondía que yo cantara en vaquero. Me molestó muchísimo, porque lo que me decía estaba más allá de la vestimenta. Parece una estupidez pero yo soy un tipo muy sensible y cosas como esas me jodían… Y me daba cuenta de que había algo más… Después de la muerte de Claudia me ponen un preceptor que sería de la CNU (Concentración Nacionalista Universitaria) y cuyo apellido desgraciadamente no recuerdo, a que me siga permanentemente en el recreo, en el patio, a mi casa o donde sea tratando de adoctrinarme, con pelotudeces, para el lado de la derecha… Me seguía para ver si estaba metido en algo… Me seguía mucha gente. Yo no me daba cuenta pero después empecé a ver que había caras que me seguían. Tenía un seguimiento personal. Creo que eso fue una de las cosas que me salvaron de que me llevaran.

Mi hermana Diana

El 24 de noviembre de 1976, tres meses después de La Noche de los Lápices, fuerzas represivas atacaron con todo el arsenal del que disponían la casa del matrimonio Teruggi-Mariani, ubicada en 30 entre 55 y 56. Ahí funcionaba una imprenta de Montoneros de donde salía una publicación clandestina que denunciaba torturas, asesinatos, vuelos de la muerte, el infierno de la ESMA… Mataron a cuatro personas: Diana Teruggi, Daniel “Gulliver” Mendiburu Eliçabe, Roberto Porfidio y Juan Carlos Peiris. Clara Anahí Mariani fue llevada como “botín de guerra”. Su padre, Daniel Mariani, era asesinado al año siguiente. Bernardo Teruggi es el hermano menor de Diana, el tío de Clara Anahí.

-¿Te llevabas bien con tu hermana?

-Sí, muy bien… Y, yo estoy en la música clásica por ella: fue la primera que me hizo escuchar a Los Solistas de Zagreb… No te olvides que Pepe Mariani (el marido de Chicha) era músico. Recuerdo haberle dicho un día: “Diana, por qué no le pedís a Pepe que me regale una batuta”. Pasaron tres o cuatro meses y un día llegó con una batuta. Era vieja, pero para mí era como si fuera el espíritu de Toscanini… Así que la primera batuta que tuve fue en el año 75 o un poquito antes.

-¿Cómo era Diana?

-Alguien muy vivaz, miope… No veía bien y entonces (cierra los ojos y pone cara de chicato) apretaba los ojos… Siempre estaba con ese gesto, con ese tic que tenía al no ver… Apretaba los ojos así (imita el gesto) para poder enfocar. Muy luchadora… Hasta maternal conmigo en el sentido estricto de la palabra. Discutía con mi viejo porque yo era un vago atorrante y ella me decía: “pero no te preocupes; ellos no se dan cuenta que la cultura no es saber si La Piedad es La Piedad o si ese cuadro es de Picasso… No pasa por ahí… Pasa por otro lado…”. Creo que tenía más de oriental que de occidental en algunas cosas… Diana fue la que más me abrió la cabeza… Creo que ella tenía muy buena onda con Pepe Mariani; se llevaban muy bien y a ella le gustaba mucho el Cuarteto de Cuerdas, seguirlo, las anécdotas porque contaba anécdotas increíbles de las grabaciones de Pepe… Pepe tenía un carácter de mierda, entonces él iba dirigiendo, se equivocaba y decía “la puta que lo parió” y tenía el micrófono de Radio Nacional arriba. Estas historias me parecían muy simpática, simplemente eso. Hace una pausa; sigue pensando y recordando a su hermana: “se casó en el 73; estuve en el casamiento y todo… Tengo ese recuerdo hasta que se fue, hasta que no estuvo más…”.

Las dos mechas

“Un día, curiosamente, Diana me dice: ‘Bernardo, me enteré que la secuestraron a Claudia Falcone. Si vos querés, nosotros tenemos los medios para que vos le escribas una carta y le llegue’. Me sorprendió muchísimo que mi hermana tuviese el medio de inteligencia o de contrainteligencia para penetrar en el otro sistema. Esa fue una de las primeras cosas que me empezaron a hacer pensar a los 16 años, “¡qué es esto!”.

-¿Nunca se lo preguntaste a tu hermana?

-No, era muy chiquito y soy bastante respetuoso en esas cosas. Al mismo tiempo, desde el 73 iba a las distintas casas en donde vivió mi hermana con su marido; iba a comer y me quedaba a dormir, es decir que compartía con ellos un día a la semana… Como esta casa (la de 30) era clandestina para ellos, y nosotros no debíamos saber, un día me parece haberle preguntado si podía ir. ‘Te tendría que llevar vendado y tabicado porque no debés saber dónde vivo’, me contestó.

-Cuando te dijo eso, ¿qué pensaste?

-Me asusté. A los 16 años, me asusté… Sobre llovido, mojado. Me dice que puede llegar a la otra fila… No entiendo nada.

-¿Qué le contestaste?

-“Bueno, dejámelo pensar y vemos”. Y ahí quedó. Después de eso la habré visto un domingo más y después desapareció (sic). Es decir que quedaron como dos mechas sin atarse jamás.

-¿Diana conocía a Claudia Falcone?

-No sé. Nunca lo supe.

Desaparecidos por motu propio

“En el año 76, después de noviembre, viene de la Universidad corriendo a la casa de mis viejos, que ya habían recibido tres o cuatro visitas policiales, un tipo de la Universidad que se llama Ves Losada (Eduardo Alfredo Ves Losada, decano interino de la Facultad de Derecho de la UNLP), que tenía mucho feeling con mi viejo y le dice lisa y llanamente: ‘Mirá Mario, tus otros tres hijos corren peligro. Vas a tener que hacer algo, esconderlos, sacarlos del país’. Mi papá le preguntó por qué y le dice que “en el caso de Bernardo, tiene una denuncia de la señora de Gallo porque dice que tu hijo rompió un piano y Lili y Dany, por las dudas…”. La cuestión es que los tres nos fuimos 15 días a un campo del interior… Estuvimos desaparecidos por motu propio hasta que mi viejo pudo sondear que no era peligroso volver”.

-¿Qué pasó con la denuncia de la señora de Gallo?

-No pasó nada… Era un bolazo atómico… Pero sí noté que el celador, el preceptor cuyo nombre no recuerdo, me empezó a seguir, me hacía demasiadas preguntas, me seguía mucho, me acompañaba hasta la puerta de la casa de mis viejos, a veces entraba… Yo era muy inocente…

Mis estudios

-Cuando la mataron a Diana, ¿qué recordás de Bellas Artes?

-Ese año me llevé diez materias. Entre diciembre y marzo las rendí casi todas bien… Tonto no era y si no estudiaba durante el año era porque tenía un dolor interno que no me dejaba. Era muy simple: me abandoné. Ya con lo de Claudia dije: se va todo a la mierda, y con lo de mi hermana: se va todo a la re mierda y no a la mierda… Me importa un bledo… ¡Qué mi importa si mi viejo quiere que sea Bachiller!… ¡Me importa un carajo! La mitad del 77 la hice en Bellas Artes y ahí fue cuando sentí realmente una presión constante de algunos profesores y llegó un momento en que decidí decirle a mi viejo que me quería ir de Bellas Artes, que no me gustaba más la música, que me sentía muy controlado porque cualquier cosa que hacía me cagaban a pedos… Yo creo que era el ambiente de la persecución… Desaparece una compañera, nadie dice nada, nadie hablaba… Por favor, sacame. Me pasé al Colegio Nacional, pero es difícil caer en una escuela nueva en 4º año y engancharte con el alumnado que ya estaba, así que terminé como pude el Nacional y al año siguiente, con dos previas, terminé en el Estrada. Ahí no me jorobaron… Estaba muy tranquilo… Crearon una división especial … Todos mis compañeros del último año eran del Nacional y de otras escuelas que no podían seguir porque la Universidad no les permitía tener más de una previa.

-¿Tus viejos te bancaban bien tus decisiones?

-No, mis viejos me puteaban porque no estudiaba… Dentro de todo ese quilombo, se ponían violentos porque yo no estudiaba. Había cortocircuitos… (después de una pausa retoma el tema)

Mis viejos me bancaron la decisión porque se dieron cuenta de que había mucha presión por portación de apellido. Eso estaba claro. Lo que pasa es que yo no estudiaba. No le daba bola al secundario; no quería saber más nada, así que terminé a los ponchazos. Le di el papel a mi viejo y le dije no sabía qué iba a hacer. Tenía la idea de hacer dirección orquestal pero finalmente me tocó la colimba y ahí perdí un año y pico o dos, porque los que estaban antes que yo arrastraban lo de Chile y por eso estuvieron en la colimba mucho más tiempo y yo enganché el previo a Malvinas. Me acuerdo haber ido, de soldado, a rendir una materia libre del ingreso a Bellas Artes. Después empecé la carrera y me casé muy joven, en el 82, por lo cual es como que hice un borrón, formé una familia nueva que llevo hace 24 años y me olvidé de todo… Dejé todo en el pasado. El proceso del olvido me costó mucho tiempo, mucho llanto, exprimir el alma hasta sacarle todo ahogo… En el 85/86 mi cabeza cambió y empecé a rendir materias… tum, tum, tum. Cuando me quise acordar había terminado todo; hice la tesis con un concierto y empecé a trabajar: daba clases en la Escuela Italiana y dirigía coros. Con eso, y con algo de ayuda de mis viejos… Mis suegros me ayudaron muchísimo…

-¿Usaste la batuta de Pepe?

-No, me parece que estaba rota, partida y después no sé…

-¿Tus hermanos cuándo se fueron al exterior?

-Mi hermano se fue en el 77 y mi hermana en el 89. Mi hermano se fue porque lo que él hacía, música electro acústica, acá no existía. Mi hermana se fue vaya a saber por qué.

Chicha y Clara Anahí

Bernardo recuerda que Chicha Mariani solía ir a la casa de Diana y de Posky a cuidar a Clara Anahí, pero no sabe por qué no ocurría lo mismo con su familia: “Calculo que Diana tendría algún rollo con mi padre y no quería que supiera…. En el 76 ella le dice a mis padres que por cuestiones de seguridad no iba a estar disponible en un lugar que nosotros supéramos, pero Chicha Mariani sí iba a cuidar a Clara Anahí… La nena nació en agosto… Yo creo que la tuve en brazos una vez sola cuando estábamos en el hospital”.

-Después del 24 de noviembre del 76, ¿cómo siguió la historia entre Chicha Mariani y tus viejos?

-Chicha Mariani, con toda razón, pensaba que la vigilaban. Entonces, un día llevó a mi papá y a mi mamá a la plaza, porque ahí no había micrófonos, y les dice que iba a empezar a buscarla (no dice a quién; lo da por sobreentendido) y mi papá le dice que para él estaban todos muertos, que él no iba a hacer eso, que iba a proteger a los que le quedaban… Mi papá no quería perder lo que le quedaba: Dany, Lili y yo, la familia. Mi papá tiene charlas con Chicha, tiene desencuentros, ideas distintas… Chicha sigue su camino y mis padres se dedican a protegernos a nosotros. Así de simple como te lo cuento. Yo era muy chico, 16 años, y de alguna manera absorbí lo que la familia hizo: mi hermano tampoco salió a la búsqueda; Lili estaba asustada… La vida continuó como se podía. Mi papá hizo esa opción. Le costó, le costó mucho… desprendimiento de retina, amargura… Se refugió en la escritura, en los libros, en el estudio… Sufrió mucho porque lo amenazaron con jubilarlo de prepo cuando todavía era joven. Después hubo una movida en el Museo (de Ciencias Naturales) y no lo jubilaron.

-¿Tus viejos creían que Clara Anahí había muerto?

-Sí.

-¿Hasta el último momento?

-No lo sé… (larga pausa, larga una bocanada de humo) Siempre fue un gran misterio para ellos. Yo creo que su imagen de la muerte… -busca la palabra justa- total, de la muerte total, era más segura que la idea de que la nena estuviera viva. Yo tuve una etapa de búsqueda que fue en el 95/96, pero en ese momento estaba con muy poco trabajo, tenía una familia atrás y no podía seguir adelante… No podía hacer dos cosas a la vez y además, me sobrepasaba emocionalmente…

-¿Qué camino habías empezado?

Un amigo de Chicha le comentó que una vidente había visto que Diana (se rectifica inmediatamente)… que la nena existía. Yo me contacté en La Plata con una vidente que también decía que la nena estaba viva… Hubo como una especie de conexión espiritual en dos o tres puntos en los cuales a mí me coincidían un montón de cosas. O sea que empecé, intenté algún tipo de búsqueda pero no llegó muy lejos porque me empecé a obsesionar por el tema… Fueron unos meses y después es como que me abandoné y lo dejé en el camino.

-¿Creés que Clara Anahí está viva?

-No lo sé. Si evalúo lo que veo, me parece que es muy difícil que alguien haya sobrevivido a un tiroteo dentro de esa casa, pero si tomo las investigaciones de Chicha, que es la única que ha hecho un relevamiento serio, te diría que hay una gran posibilidad de que exista.

-¿Tu mamá qué dice ahora?

-Es difícil hablar del tema con ella… Al igual que mi papá… Los dos creyeron que la nena estaba muerta. Siempre. Y yo viví con mis padres hasta el 82 mamando esa idea, por respeto y porque no se hablaba demasiado… Se hablaba poco y mi papá, como era científico, quería llevar todo al plano racional, siempre racionalizaba por qué mi hermana esto, por qué aquello, porque Posky… Y mi hermana luchó por algo que todo el mundo pensaba que iba a funcionar. Después yo hice mi propia catarsis, mi propia terapia psicológica como para poder entender el concepto de “desaparición física” de mi hermana…

-La protección de tus viejos hacia ustedes, ¿implicaba no hablar de Diana ni del pasado?

-No, no… Trataba de acomodar la historia a una realidad literaria, diría yo, por no haber hecho la búsqueda… A mi papá le costó mucho tiempo poder hablar del tema porque tuvo que hacer su duelo interno… Mi papá y mi mamá se dedicaron a protegernos a nosotros en el sentido físico… físico y presencial… “cuidate”…

-¿Cómo valorás la actitud de la señora de Mariani?

-Apostó a lo que todavía apuesta y me parece muy loable. Todo lo que hizo le dio a la historia argentina datos muy importantes que sino se hubieran perdido. Creo que familiarmente, si bien había ciertos roces, mi mamá está de acuerdo con ella. Mi papá creo que no. Mi papá creo que sufrió mucho este choque, este distanciamiento y eso lo hirió durante muchos años hasta que se murió. Nunca lo había visto tan mal a mi papá como 15 días antes de morir cuando a viva voz nos dijo: “¡Ustedes creen que a mí nunca me interesó la muerte de Diana!”. Estaba mal, herido por algo. Esa sensación es la que se llevó consigo…

Mis hijos

-En el 95 ó 96, cuando mi hijo Santiago tenía 11 o 12 años, me preguntó qué había pasado con mi hermana. Lo llevé a la casa de la calle 30 y le expliqué. A partir de ahí Santiago cambió muchísimo. Él sentía un gran temor, tal vez transmitido por mí… Y cuando le cuento toda la historia y cómo la había vivido yo, es como si se hubiera caído un miedo muy grande que tenía, de preguntar y de saber. Después de dos horas de charla, me dijo: “ahora me siento más aliviado, porque hasta habían dicho que Diana había muerto de cáncer”. Alguien le había metido un bolazo así. Para él fue fundamental que yo le contara la historia. A su vez él se la transmitió a Eugenia… Yo no hago de esto un estandarte… No digo “sí, porque tuvimos una hermana así…”. Si ellos preguntan, yo respondo… A veces les cuento anécdotas. Es mi manera de ser… No estoy con el tema todo el día.

-¿Por qué creés que vos le transmitiste temor a tu hijo?

-Es que había mucho miedo… Cuando estaba Alfonsín, veía un patrullero y todavía tenía miedo… Y cuando vino “la casa está en orden” y toda esa época, yo todos los días le pedía a Dios que no volviera el golpe porque el aparato represor todavía estaba funcionando… Tenía la inercia de toda la época anterior. Yo hice lo que intentaron hacer mis padres que fue tratar de proteger a mi hijo chiquito… Me ocupé de Santiago hasta que, por suerte, Menem sacó el Servicio Militar… Creo que ese día me mamé. Era una fiesta.

-¿Tus viejos fueron a la casa de la calle 30?

– Mi mamá sí porque fuimos a plantar un árbol y hemos ido a un par de actos… Mi mamá iba y mi papá no. Así que ahí tenés la respuesta a algunas preguntas que se te pueden ocurrir: mi papá no quería participar y mi mamá sentía la obligación de estar ahí. Le parecía importante estar. Creo que es un poco confraternización con Chicha.

Se le entreveran las penas

-¿Conocías a los demás chicos de La Noche de los Lápices?

-Sí, conocía a Francisco Montaner, Pancho. Era un tipo espectacular. Era compañero de año, no de división, pero siempre salía a charlar al pasillo con él… Un tipo con muy buena onda, un tipo humilde… Un tipo fantástico.

-Y a la gente que murió con Diana, ¿la conocías?

-Yo conocía a uno que se llamaba… Porfidio… Si me decís el nombre me voy a acordar. Tocábamos la guitarra juntos. Alguna vez vino a la casa de mi mamá, a la casa de los espíritus y tocamos Eulogia tapia en la poma, me pasó un par de tonos… Lindo. Me acuerdo porque me enseñó una subida armónica que yo no sabía ni cómo era (toma la guitarra, toca y canta: Eulogia tapia en la poma/ al aire da su ternura/ si pasa sobre la arena/ y va pisando la luna…). Los tonos… Para mí esos tonos eran fascinantes para esa época y el tipo manejaba la viola y me enseñó… (retoma el canto)

-Roberto César Porfidio.

-Ese.

(prende un cigarrillo y larga una profunda bocanada de humo)

 

La casa de los espíritus

No hay otra igual. Es única. La casa de la calle 59 de los ¨Teruggi-Dawson supo construir su identidad platense tomando las historias y las cosas de sus orígenes familiares: italianos y estadounidenses. Todo y todos aún viven de alguna forma en esa casa. Se perciben sus presencias, las imágenes y ruidos de sala, patio y comedor, reuniones, gente… Siempre gente. En esa casa confluían los amigos y conocidos de todos sus habitantes permanentes. Hogar acogedor, cálido, puerta abierta, postres y dulces en la mesa… Olorcito a pastel de manzana o limón. Es grande, llena de puertas que comunican anchos y altos ambientes. Uno puede llegar a la cocina pasando por el baño y recorriendo todo… O cruzando el patio con jazmín, parra y el laboratorio fotográfico de Mario. La cocina… Siempre lista como invitando a cocinar o a comer… Todo a mano y a la vista.

Sala y comedor, espejos, sillón de estilo, bibliotecas, vitrinas, vitroux, cortinados, cuadros, un piano de cola… Nada de exhibición ni museo. Todo vivo para sentarse, curiosear, mirar y mirarse, tocar, probar, preguntar.

Algunas veces la sala estaba ocupada por una enorme construcción: “la vuelta al mundo” que giraba con un motor. Era el mecano de Mario, que armaba en los ratos libres que le dejaba la geología, la filatelia, la fotografía…

Uno podía caer en medio de una reunión y sentarse a comer tallarines con manteca –mucha manteca- revueltos por Mario, o inigualables porciones de lemon pie o de tarta de manzana hechas por Kiwpi, aprendidas de doña Silvia y seguramente transmitidas a Diana y lili… O volver un día y recibir una foto increíble que Mario había tomado como al pasar sin que uno se diera cuenta…

-Sarita, la novia de un sobrino italiano que vino el año pasado y se quedó un mes, me mira y me dice, con el afecto de su corazón: “Esta casa me hace acordar a la película La Casa de los Espíritus”. Es tal cual: mi abuelo, mi abuela, mis viejos, la historia, mi hermana… Sigue siendo igual en ese aspecto… Muchos recuerdos, muchas cosas.

-Muy viva.

-Sí, tiene la historia hasta del Coro Universitario que una vez ensayó ahí hace muchos años, cuando recién se fundó… Cantidad de gente que desfiló, de todos los planetas, desde tus viejos hasta japoneses del Rotary… Cualquier cosa. Era una casa totalmente amplia en ese aspecto: no discriminaba nada; cualquiera podía estar sentado a la mesa al lado tuyo.

-Cuando la mataron a Diana, ¿dejó de serlo por un tiempo?

-No, no…

La túnica caída

A partir del juicio a Etchecolatz estoy perdiendo un poco el miedo. He empezado a rehilar algunas cosas de cuando hice el servicio militar; estoy empezando a atar cabos y estoy empezando a hacer una búsqueda yo también. Fui al juicio porque sentí que se estaba por dar la definición de algo importante, porque quería estar con mis hijos y mi sobrino. Estuvimos todos juntos ahí y fue algo realmente muy sentido… Sentí que, como escribió mi papá en “La túnica caída”, una túnica se caía y se desprendía desde el cuello y me quedaba como limpio de sentimientos. Después de todos esos años de temor, es como que ahora me encontré conmigo y estoy bien a pesar de que tengo un dolor interno muy fuerte. Después del homenaje a Diana (la presentación del libro de Lalo Painceira) y del juicio, me siento hasta más tranquilo porque empiezo a descargar cosas que durante 30 años tenía reprimidas adentro, a lo cual me acostumbré por una cuestión formal, por una cuestión familiar, por disciplinaria, por una cuestión de la época y por haber querido proteger a mi familia durante 30 años y, sobre todo, a mi familia matrimonial que lleva casi 25 años”.

Clara

En el final de la entrevista, cuando se refiere a la casa de sus padres, a la casa de su infancia, a la casa de la calle 59, directamente dice “en la casa de los espíritus”. ¿Será sólo porque hizo propia la observación de la novia de su sobrino italiano? ¿Habrá algo más que una esta historia con la que cuenta Isabel Allende? El personaje principal del libro se llama Clara, como la sobrina desaparecida a quien Bernardo buscó a través de una clarividente, como lo es Clara en La Casa de los Espíritus, una mujer misteriosa con inexplicables poderes mágicos. En la familia de Bernardo, e dolor se convirtió en silencio, como la Clara de Isabel Allende que enmudeció… ¿Dónde estará Clara Anahí? Tal vez nos convenga recurrir a la propia Clara de La Casa de los Espíritus, cuando le explica a su hija Blanca dónde está Pedro, su amor: “debe esconderse hasta que el mundo cambie”.

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