La primera banda de rock uruguaya postdictadura cumplió 30 años. Su líder Tabaré Rivero, un ex actor que ahora también es instructor de yoga, charló con La Pulseada en un bar de Montevideo. De títulos confrontativos en sus canciones, la historia de un grupo que se animó a hacer rock después que todos se fueran al exilio y que agotó las entradas en su primer concierto.
Por Fredy González
Los Shakers internacionalizaban el incipiente rock uruguayo de los ’60 cantando en inglés y a lo beatle. Poco después, El Kinto le aportaba el color uruguayo del idioma, fusionándolo con la negritud y pariendo el candombe beat. La juventud uruguaya se enmelenaba y enfrentaba con “paz y amor” la pacatería de un sistema cada vez más violento. Totem respondía tímidamente a la agresión con Mi pueblo y Psiglo era mucho más contundente con Piensa y lucha. El nivel de politización de aquella primera movida rockera oriental era muy débil, pero una vez asentada la dictadura -y quizás por eso mismo- fueron los primeros en emigrar en masa. No existió el rock durante el régimen militar (1973-85) y sus tímidos recomienzos en los ’80 fueron torpes pero porfiados como los primeros pasos de un bebé. En ese aire renacentista, hace treinta años, nacía La Tabaré, declarando al mundo que “si el rock no fuese un negocio tan sucio esto podría ser rock”.
La Pulseada fijó la cita a las tres de la tarde en el bar San Rafael del centro de Montevideo. Pedí un cortado y me dispuse a esperarlo sin demasiadas expectativas de que llegara en hora. A los diez minutos, Tabaré descendió de su desvencijada moto que lo traía desde el Cerro. No hablamos de sus 14 discos editados y mejor dispusimos que el encuentro escribiera el guión de la conversa, cortado mediante, que es lo único que Tabaré Rivero puede tomar porque es proclive a que cualquier gota o gramo de otra sustancia lo vuelva adicto, casi tanto como a su rocanrol del arrabal.
-¿Cuál es tu memoria emotiva musical?
-Según cuenta mi madre yo empecé a escuchar música desde bebé en unos discos de plástico para niños, de colores. Me gustaba más eso que jugar a los pistoleros. Lo que estaba bueno era escuchar música. A los seis o siete años tomé conciencia del amor a la música con Los Beatles y a los trece o catorce con el Festival de Woodstock. También recuerdo haber visto ensayos de mi padre, que hacía comedias musicales, y me ponía a llorar porque me emocionaba la música.
-Sin embargo en tu último disco proclamás Que revienten los artistas.
-Supongo que eso es un poco por un personaje teatral que dice que un artista para ser honesto tiene que hacer implosión. Y a la par hay otros que dicen que en este mundo los artistas no sirven para nada, son la cosa más inservible que hay, que revienten. Pero sin embargo a mí los artistas me salvaron la vida, porque en cualquiera de sus facetas cada día me dan fuerzas para volver a levantarme.
-Tenés muchos títulos confrontativos: Que revienten los artistas, Que te recontra… ¿Con qué estás peleado?
-Con la burocracia estoy peleado. Vivimos en un mundo donde todo en la burocracia importa mucho más que la sensibilidad. Y estoy peleado con la gente que es consciente de eso pero hace la vista gorda. Con la poca amabilidad, con la mala educación de la gente que pudo educarse y son unos guarangos, con los acomodados políticos, que está lleno; con muchas cosas estoy enojado.
-¿Cómo naciste a la música después de esos discos de colores?
-Yo les venía insistiendo a mis padres que quería aprender a tocar el bandoneón y un día mi viejo me trajo de Buenos Aires una verdulera, un acordeón de doble hilera, pero acá en Montevideo no había quién me enseñara a tocar eso. Entonces recién a los trece años una tía me empezó a pagar las clases de guitarra y dos años después pasé a integrar una banda de rock progresivo. Ya estaba la dictadura y comenzaba a florecer el movimiento de canto popular, que me encantaba, pero no sentía que era lo que yo quería hacer. Y en el año ’84, que yo ya había hecho teatro y esa era mi profesión, unos músicos del Cuarteto de Nos y de Los Tontos me decían “dale, loco, armá tu banda”, y yo decía “no, ¡qué voy a armar una banda!”. Todavía no pasaba nada con el rock, no había vuelto a existir en Uruguay más allá de hacer algunos covers en los bailes y nada más.
-El rock no existió durante toda la dictadura.
-Claro, los que integraban los grupos de rock se fueron todos, entre la cantidad de miles y miles de personas que se fueron del país. Pero, bueno, se había acabado la dictadura, yo estaba con estos músicos en una obra de teatro, y me dijeron “dale, pedí la sala del teatro Circular, ¿qué te puede pasar?, que no vaya nadie, si igual no está yendo nadie”. Porque el Circular había tenido un éxito impresionante en la dictadura como teatro, pero en democracia no iba nadie. Yo era actor del Circular, pedí la sala, me la dieron, grabamos un demo en un casete, lo llevamos a las radios y lo empezaron a pasar. Se agotaron las entradas del primer toque que hicimos antes de haber tocado. Pedí licencia en el Circular por un año y después por otro más, pensando que La Tabaré iba a durar un par de años nomás. Nunca más volví al teatro desde hace treinta años.
-¿Empezaste a componer recién con La Tabaré?
-Ya componía algo en mi casa pero para mí nomás. Tocaba la guitarra en los cumpleaños de mis amigos, sobre todo para ver si mis amigas me daban bola, pero se aburrían, se ponían a charlar al segundo tema, y yo estaba convencido de que era un pésimo intérprete, pero igual seguía componiendo en mi casa porque era mi pasión.
-¿Qué les cantabas para que te dieran bola?
-Todo aquello que me podía dar algún resultado, “Rasguña las piedras”…, pero Sui Generis cantaba muy agudo y yo sonaba a Zitarrosa. No era lo ideal para un cumpleaños liceal de quince o diecisiete años. No ganaba una puta mina.
-Ya pasaron treinta años de La Tabaré y muchas formaciones de la banda, te peleaste y reconciliaste con cuanto músico anduvo cerca, ¿quién no aguanta a quién en La Tabaré?
-Yo reconozco que tuve un carácter jodido, un carácter fuerte, que lo he podido trabajar conmigo, y sé que molesté mucho a mucha gente. Pero no necesariamente todos se pelearon conmigo, todos nos peleamos entre todos. Yo soy un tipo muy sensible para ver las peleas de los demás. Si veo que en la banda dos tipos se llevan muy mal, yo ensayo y toco herido arriba del escenario, no sé por qué. Recién ahora estoy con un grupo de gente que de verdad se quiere.
-¿Cuándo el rock fue adquiriendo características de fusión en La Tabaré?
-El primer disco es más tirando a rock pop, pero también es el primero que tiene temas acústicos, en una época en que en Uruguay las bandas eran punk. Y también fusionábamos el teatro con la música. En el segundo disco ya mezclamos bandoneones, malambo, murga, tocó con nosotros la Antimurga BCG, y siempre estuvo la idea de la fusión, pero con base de rock. Creo que es la única novedad que puede tener el rock hoy en día, porque yo escucho bandas nuevas y me suenan a bandas que ya escuché.
-¿Coincidís en que la mayoría de lo que hoy dice ser rock en Uruguay no lo es?
-Sí, coincido con vos en referencia a muchas bandas uruguayas. Pero mi gran enojo es con el rock, porque desde el inicio creí que era una música que podía llegar a volarle la cabeza a la gente y a distorsionar un sistema -que en alguna época lo hizo- tan establecido, tan cuadrado, pero hoy todo es tan la biblia junto al calefón, al igual que el fútbol, que es un gran negocio, y ahora vamos a actuar y de pronto hay un grupo que tiene un estilo musical absolutamente fascistoide a pesar de que la van vestidos de rockeros.
-¿Con qué cosas no transarías jamás? ¿Qué pasaría si mañana aparece una trasnacional que te plantea bancarte la banda y te ofrece un montón de guita porque te pongas su camiseta?
-Si pasa eso me corto las pelotas. Pero no me gusta guapear demasiado con cosas que nunca me pasaron y probablemente nunca me van a pasar. Creo que no lo haría. Creo.
-En todas las canciones de La Tabaré se respira un aire políticamente incorrecto.
-Sí.
-Pero sin embargo el año pasado iban a tocar en un acto del Partido Comunista.
-Es verdad, pero al final no tocamos porque coincidía con otras fechas que ya teníamos comprometidas. Yo me considero muy cercano a la ideología anarquista, pero ser anarquista no es decir yo lo soy. Ahora, bien, si bien soy anarco también voto, en las elecciones pasadas voté porque tenía mucho miedo de que perdiera la izquierda, y yo considero que la izquierda obviamente me permite ser anarquista. Prefería un gobierno socialista medio antes que estos fascistas totales, entonces voté. No siempre he votado. Pero en definitiva yo pienso que hay gente, como en el Partido Comunista, con la que por lo menos en esta historia política actual tengo mucha más cercanía que con otra gente que se caga en los obreros, en los pobres, y entonces me tengo que permitir colaborar de la manera que yo pueda.
-¿O sea que sos anarco comunista crítico?
-Digamos que intento ser anarco, nada más.
-¿Por qué no se logra la sindicalización de los músicos?, ¿hay muchos egos en juego?
-No sé si son egos, yo creo que hay boludez. Los músicos no tenemos ganas de ir a las asambleas, cuando terminó la dictadura a mí me saturaron, nos aburrimos de las exposiciones largas, yo creo que es eso.
-¿Cómo se lleva el funcionario burócrata municipal con el acaso anarco y el rockero rebelde?
-A mí me ha servido mucho ser empleado municipal porque he aprendido la técnica del escape. Soy un escapista. Por eso puedo estar acá ahora charlando con vos en horario municipal.
-¿Cuál es tu público?
-El público de rock ha descendido en edad. Al Cuarteto de Nos lo van a ver niños de siete u ocho años, al igual que a Trotsky Vengarán. A Buitres lo van a ver las niñas. A nosotros nos va a ver gente por lo general mayor de dieciocho, algunos van con sus padres, y hasta gente de sesenta y setenta años. Es que ha pasado la vida y la gente que nos escuchaba en los ’80 ha envejecido y sigue prendida a lo que hacemos, por suerte.
-Otra característica de La Tabaré es la bella anatomía de sus vocalistas. ¿Las elegís por la voz o por las piernas?
-(risas) Yo necesito la voz de la mujer, pero no está descartado de vez en cuando mirarlas con mala intención.
-¿Las obligás a usar minifalda?
-No, no, eso no. ¡Perdón!, en los ’80 sí, eh. En los ’80 era: “Loca, ponete minifalda”, porque estábamos todos muy confundidos. Yo venía de una movida muy hippie, pero lo que veía en televisión era que todas las vocalistas de rock usaban minifaldas y esa era la onda. Por suerte eso cambió y hoy cada uno se viste como quiere.
-¿Tu actividad como actor de teatro y como instructor de yoga también inciden en la creación?
-Todo incide. Yo practiqué yoga por el Woodstock y toda la movida hippie. Siempre estuve muy vinculado porque soy un tipo depresivo y tengo que estar cuidándome de no caer en depresiones y de no caer en vicios. Pero no tengo la disciplina que el yoga requiere, soy el tipo más indisciplinado del mundo. Entonces cuando estoy que no puedo más recurro al yoga, yo sé que el yoga me salva, pero no siempre tengo voluntad para hacerlo. Y en cuanto a la experiencia teatral, empecé desde niño con mi padre que era actor. Ahora estoy trabajando en una obra que se llama Odio oírlos comer, y son obras que no tienen el acartonamiento que tenía antes el teatro. Pero ese es mi segundo amor. Mi hembra de todos los días es la música.
-Nombraste muchas veces la dictadura pero no te detuviste en ella. ¿Cómo la pasaste?
-Yo venía de una familia muy poco politizada, o muy mal politizada. Mi padre era el único politizado bien pero no estaba en Uruguay en esa época. Usaba pelo largo y barba y me pedían documentos todos los días. O sea que si bien yo fui educado casi a favor de la dictadura no tuve más remedio que darme cuenta enseguida de la falta de respeto y la burrez de los milicos de tratar mal a todo el mundo. Después leí Las venas abiertas de América Latina, me fui informando de cosas, y ya a los 17 o 18 años era un tipo que tenía muy claras las ideas, pero nunca me tocaron, lo que no significó que no haya hecho mucho efecto negativo en mí la dictadura porque nos cagaron la juventud, sobre todo para un tipo que tenía inquietudes un poquito distintas al resto de la gente. Todavía tengo pesadillas con la dictadura.
Hoy La Tabaré es:
Voz: Tabaré Rivero.
Voz: Lucía Ferreira.
Guitarra: Leo Lacava.
Bajo: Martín García.
Teclados: Sebastián Gagliardi.
Trombón: Enzo Spadoni.
Batería: Marcelo Lacava.