Mientras que por la segunda ola de la pandemia las aulas de La Plata permanecen cerradas desde mediados de abril, dos docentes hacen un repaso para La Pulseada sobre la experiencia de educar en este contexto. La tensión entre lo virtual y lo presencial y cómo saldarla.
Por Abril Lugo
Fotos: Gabriela Hernández / Archivo La Pulseada
El ánimo pandémico tiñe la discusión sobre qué futuro tienen las infancias cuando la educación presencial no se puede garantizar por el aumento de contagios de coronavirus. Las clases en las aulas de La Plata y la región volvieron muy brevemente y se suspendieron a poco más de un mes y medio de iniciado el ciclo lectivo 2021.
Las propuestas para pensar la educación en pandemia parecen ser solamente dos: mandar a las infancias a las escuelas a pesar de la suba de casos de COVID o suspender la actividad educativa presencial, tentativamente, ante peligrosos incrementos en la incidencia de contagios.
En el medio, la mayoría de los docentes de la región hacen un esfuerzo descomunal para mantener a los chicos “conectados” a las clases y el contenido del currículum, sostener protocolos de prevención con estudiantes, diseñar estrategias para que la virtualidad no desintegre el lazo social con las y los alumnos mientras lidian con la angustia e incertidumbre.
Paula Bermeo, que enseña a personas adultas en la primera aula trans de educación primaria platense, y Candela Luquet, profesora del primer año de la Escuela Secundaria Nº1 de Ensenada, dialogaron con La Pulseada sobre las herramientas que la experiencia de un año de clases en pandemia pudo dejar a la educación pública y los desafíos que todavía quedan por asumir.
Posta Pedagógica
Durante el calor de febrero, Paula Bermeo y sus colegas de la Escuela Primaria para Adultos Nº 713 de La Plata, de la que depende el aula trans, aprovecharon para reunirse y poner en común sus experiencias luego de un año de pandemia. “Este ciclo la decisión fue que para adultos mayores y jóvenes adultos mantuviéramos la actividad virtual. Como la mayoría de las aulas son satelitales, los maestros vamos a los barrios y damos clases en función de lo que necesita el barrio, por lo tanto, enseñamos muchas veces en lugares que no cumplen ni el más mínimo protocolo”, destaca Paula.
“A la mayoría de les estudiantes adultes no les tocó la computadora del Gobierno ni los bolsones de comida, no sé por qué coyuntura en que estamos de tanta necesidad” (Paula Bermeo, docente de la Primaria 713 para adultos)
De todas formas, los docentes de la 713 inventaron un concepto que la docente a cargo del aula trans describe como “posta pedagógica”. “Una vez por semana, si bien era todo virtual, nos íbamos un ratito al aula, no más de una hora, entregábamos material impreso, corregíamos un poco y seguíamos con las actividades virtuales”. El saldo fue positivo. Bermeo recuerda que “tener un encuentro visual con las estudiantes funcionó muy bien”. De hecho regresaba a su casa después de encontrarse con sus estudiantes con ideas para “facilitarles el aprendizaje”, pero las nuevas restricciones que suspendieron cualquier tipo de presencialidad educativa desde el último 16 de abril frenaron en seco la experiencia.
La tarea que los docentes de la Primaria de adultos iniciaron en febrero tuvo otro recurso vital para este ciclo lectivo: “Presentamos un cuadernillo que armamos nosotros, el trabajo de la escuela 713, fue muy armónico y las primeras reuniones muy productivas”, explica Paula. Así, el tiempo que dure la virtualidad y el regreso a videollamadas por Whatsapp para dar los contenidos, la docente y sus alumnas y alumnos -once en total- tienen “un montón de actividades del material que se resuelven de acuerdo a su tiempo y sus posibilidades”.
Paula reconoce que dar clases para adultos es muy complejo con el distanciamiento social. Por ejemplo, la docente relata que “la mayoría de les estudiantes alumnes no tienen computadora, entonces el papá o la mamá queda en el último de los confines de los horarios para hacer las tareas, y a la vez, la modalidad de adultos es más complicada hoy porque cuando entregaron las computadoras del Gobierno (Plan Conectar Igualdad), a ellos no les tocó, y ni siquiera le tocan los bolsones de comida hoy en día, desconozco el por qué, en la coyuntura en que estamos de tanta necesidad”.
Por su parte, Candela Luquet, desde Ensenada, aprovechó la reapertura de las aulas bajo la modalidad de “burbujas” de principio de este año para conocer a los chicos. “Tuve un par de clases presenciales e indagué cómo la pasaron el año pasado, qué vínculo tuvieron con sus docentes. Algunos me contaban que a fin de año les mandaron un montón de tarea para que resuelvan, otros que tuvieron clases todo el año y otros que directamente nada, es decir, hubo una experiencia muy diversa”, remarca la docente de secundaria.
Para ella, las clases este año fueron con 5 alumnos por vez cada semana, con tres grupos. “Ya al conocerlos, al conversar, al explicarles algunas cosas, me parece que se pueden encarar las cosas de otra manera y además la dinámica es más organizada, ya hay un saber común”, agrega sobre el nuevo ciclo, pero sostiene que “fue raro volver, porque al ser pocos estudiantes todo el movimiento que genera la escuela, desde los ruidos, la gente entrando y saliendo, todo eso, ya no estaba”.
“De todos modos para mí estuvo bueno trabajar con grupos reducidos y que sean 5 estudiantes por burbuja en vez de 20 chicos en las aulas”, rescata la profesora de Prácticas del Lenguaje sobre la escasa presencialidad de este año y añade que “obviamente que las situaciones en relación a la conectividad y el acceso a dispositivos móviles son cuestiones que no se resuelven de un año a otro”.
“Justo en mi curso, los pibes y las pibas tienen teléfonos o los tienen sus padres, así que ya hay un contacto con todes por esta semana. Pero hay un montón de chicos que van a seguir quedando por fuera” ,reflexiona la profesora de Prácticas de Lenguaje, que remarca que en su escuela “este año se implementó un espacio de fortalecimiento donde se trabaja con los estudiantes que quedaron por fuera del sistema en 2020, para recuperar contenidos, al menos lo que duró la presencialidad”.
Aunque no hay cifras oficiales respecto a la cantidad de chicos desconectados, las cifras de pobreza permiten inferir un impacto preocupante de esa situación. En la región del Gran La Plata, según el Observatorio Socioeconómico de la Universidad Católica de La Plata (UCALP) publicado recientemente, hay cerca de 50 mil familias en situación de vulnerabilidad y hábitat precario.
Un nuevo cierre de aulas
Por ahora no hay un rumbo fijo sobre qué modelo, si el virtual o la presencialidad, primará en las escuelas públicas de La Plata y la región, especialmente por la evolución de la pandemia de coronavirus. Desde la Dirección General de Cultura y Educación (DGCyE) bonaerense, a cargo de Agustina Vila, se indicó a La Pulseada que “desde el inicio de la pandemia y la suspensión de las actividades presenciales se desarrollaron líneas de trabajo, complementariamente a las acciones de continuidad pedagógica, enfocadas en el sostenimiento de los vínculos entre las y los estudiantes y sus escuelas” aunque no precisaron el tipo de proyectos que se llevan adelante.
A la par, la psicóloga y asesora de la DGCyE, Sofía Decandia, sostiene que “todavía no sabemos cuál es el precio que vamos a pagar por la pandemia, porque la estamos atravesando. Por eso es importante crear vínculos, escucharnos, trabajar sobre la importancia del tejido social en los territorios, porque eso es lo que mantuvo, primero que nada, a la gente comiendo durante toda la pandemia, con la escuela abierta dando bolsones de comida”.
Bermeo y Luquet, desde las aulas y el contacto con estudiantes, se animan a dejar algunas precisiones. Luquet describe que “en la escuela, a medida que se sumaron otros cursos, si bien no había relajamiento en los protocolos para entrar, afuera se ve a los chicos charlando uno al lado del otro, y entonces no es solo la burbuja del docente con estudiantes”.
“En un contexto donde está todo colapsado, la burbuja es súper ficticia, salvo que convivas con ese grupo exclusivamente”, analiza Candela Luquet.
“Todas esas cosas pasan y es cierto que las burbujas se rompen y yo puedo estar vacunada, pero un estudiante puede pasarla mal si no está inmunizado. Entiendo que se quiere garantizar la educación, pero en un contexto donde está todo colapsado, la burbuja es súper ficticia, salvo que convivas con ese grupo exclusivamente”, afirma Luquet sobre el regreso de la presencialidad en medio de la segunda ola.
A su vez, la docente del secundario manifiesta que no quiere decir que “la virtualidad es mejor porque no”. “Pero sé que también es en pos de preservar la vida, y ya tuve un par clases con mis estudiantes así que me adelanté y conversé con ellos, reforzamos la comunicación por Whatsapp”, puntualiza en relación al mes y medio de clase presenciales que pudo tener en marzo.
Bermeo, desde el aula trans de educación primaria, aventura: “La virtualidad la tenemos que pelear, aunque a favor, lo virtual permitió respetar mucho más los tiempos de aprendizaje”. La docente especializada en educación para adultos remarca que lo que “sirvió mucho fue esta posta pedagógica, que ahora la tenemos bloqueada”.
“Personalmente aprendí a sobreponerme a determinadas situaciones límites, como que alguien te pida por favor necesito algo para comer, y no saber qué hacer con eso, hacer un trabajo en red para contener la urgencia”, cuenta Bermeo sobre una de sus alumnas, que llegó incluso a no tener nada para alimentarse. Al respecto, la docente destaca que “no hay que olvidarse que esta aula trans es de una escuela pública, que a pesar del aislamiento pudo trabajar para responderle a esta alumna”.
Finalmente, Bermeo reflexiona: “Solas, soles y solos no hacemos nada, ni la pandemia vamos a poder arreglar si no nos organizamos. La escuela tuvo la capacidad y la voluntad de sostener pero a la virtualidad la tenemos que pelear, porque en el caso puntual de mis alumnas de este año, ninguna tiene computadora y zafamos con el uso de teléfonos que no resisten una aplicación de Zoom o un mínimo gráfico”
“Aprendí a sobreponerme a situaciones límites, como que alguien te pida por favor necesito algo para comer, y no saber qué hacer con eso”, cuenta Paula Berneo.