Pocas fichas para las juegotecas platenses

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En 2011, el Municipio creó un programa para sostener y multiplicar estos espacios donde los más chicos pueden encontrarse, aprender divirtiéndose, recibir contención y tomar la merienda. Nunca se ejecutó la partida presupuestaria prevista y funcionan sólo dos, gracias a un equipo de docentes que se toma el juego muy en serio. 

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Fotos. Noelia Francioni

Por Damián Le Moal

Mateo y Cristian, que no pasan los ocho años, encastran ladrillos de plástico que son más grandes que sus manos. “Es un camión. El camión más grande de todos. Es un camión de frutas porque es multicolor”, se entusiasma Cristian, mientras Mateo cuenta que “sólo lo conocía a él, después al resto no los conozco”, y el camión ya lleva como tres acoplados apilados uno sobre otro. Terminarán la tarde jugando con otros cuatro chicos que no conocían, abrazándose, festejando goles en el metegol.

Están en la juegoteca de Altos de San Lorenzo, un espacio comunitario de recreación para niños y niñas que funciona desde 2010 —antes de convertirse en un programa municipal— en el Centro de Integración Barrial de esa localidad del sur platense, sostenido por un equipo de profesores de educación física y de teatro.

Como un mar de fueguitos, pibes y pibas agitan sonrisas y abrazos, truequean crayones por paletas, crean selvas imaginarias en medio del cemento y gritan goles de gambetas mesiánicas en el metegol de hierro. Un mar de fueguitos que crean durante dos horas un espacio de juego en el barrio y un puente con otros niños, con otras formas de habitar el espacio, con otros modos de crear vínculos y de motorizar el aprendizaje.

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Fotos. Noelia Francioni

“El juego no deja de ser una forma de relación con el otro y lo rico es que este tipo de relación te permite pactar, acordar, ponerte en el lugar del otro. Si uno ve a los chicos jugar es un estado eterno de asamblea, están continuamente debatiendo”, reflexiona para La Pulseada Jorge Nella, uno de los cinco profes que les dieron vida a las juegotecas de la ciudad.

La semilla del proyecto la sembró en la Estación Provincial de 17 y 71 este mismo grupo de profes, que empezaron a juntarse con la idea de abrir un centro cultural para los más chicos y notaron que del otro lado de la avenida Circunvalación, donde empieza Altos de San Lorenzo, no había una propuesta de recreación para niños. Entonces pensaron en un espacio de intervención en el que el juego fuera la forma y el contenido del encuentro. “Nosotros entendemos este espacio como una política pública, considerando el derecho a jugar de todo niño”, remarca Enrique Nella, profe de educación física y miembro del equipo.

Los docentes se mimetizan en la energía de los más chicos: se sientan a jugar al ludo o a las cartas, se pintan la cara, dibujan y se manchan, coordinan un fútbol-tenis con globos o sólo ponen la oreja y escuchan historias fantásticas. Hay algo de horizontalidad en el vínculo que enriquece todo el ambiente. Adultos y niños, todos, motor y parte del universo del jugar. Mercedes Aladro, profesora de teatro y de recreación, subraya en diálogo con La Pulseada que el vínculo se apoya en el diálogo: “Cuando uno le da un lugar y revaloriza la importancia de la palabra, eso genera que la palabra empiece a usarse de otra manera. Cuando uno llega lo registran, les da un beso, hay contacto y eso empieza a tener consecuencias”.

 

Puentes en Altos

Después de la frontera de la circunvalación La Plata se transforma. Delimitada por las calles 13, 137, 72 y 640, Altos de San Lorenzo se parece a muchas otras localidades de la periferia platense: a medida que se avanza en el corazón de la barriada, las casas de material y el asfalto mutan en zanjas y casillas bajas que se acumulan entre desarmaderos de chatarra y los brazos del arroyo Maldonado. Cuanto más adentro del barrio, más lejos de las políticas y obras públicas: en Altos hay 13 barrios informales (villas y asentamientos), con 2.744 viviendas precarias (La Pulseada 130). La juegoteca funciona en el Centro de Integración ubicado en 81 entre 20 y 21.

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Fotos. Noelia Francioni

En agosto de 2011, sus impulsores lograron que el Municipio institucionalizara este proyecto, que funcionaba desde 2010, como Programa Juegotecas Barriales. La ordenanza Nº 10.830 las define como lugares destinados a la recreación y el juego que deben potenciar el rol de los chicos en la comunidad y ayudar a la integración barrial y familiar. La norma habla de una partida presupuestaria propia, de personal especializado y remunerado, y de la multiplicación de estos espacios.

Sin embargo, sólo el primer año, cuando dependía del área de Cultura de la gestión de Pablo Bruera, la juegoteca de Altos contó con caja chica. Si bien la ordenanza establece que las juegotecas deben depender de la Secretaría de Desarrollo Social y la Dirección de Educación, el programa va boyando por el organigrama. De Cultura pasó a estar bajo la órbita de la Dirección Plan Más Vida —un programa social que entrega leche y una tarjeta para comprar alimentos— y en 2014 ancló en la Dirección de Niñez y Adolescencia. Tampoco allí se consolidó la propuesta y el director, Carlos Dabalioni, no renovó el vínculo. Este año fue la Dirección de Deportes, que conduce Cristian Jorgensen, la que se interesó en incorporar el programa bajo su dependencia.

En este derrotero, no se ejecutó ningún año la partida presupuestaria prevista para las juegotecas. Jorge remarca: “Una caja propia nos permitiría extender la propuesta; los barrios nos piden juegotecas y no hay recursos. Más profesores que puedan cubrir esa demanda. Nuestro deseo es que este proyecto se efectivice como programa y podamos replicar la juegoteca, capacitar a más docentes y llegar a más chicos”.

Mucho más que jugar

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Fotos. Noelia Francioni

A pesar de los obstáculos, el equipo fundador se propuso duplicar las metas y logró abrir una segunda sede de las juegotecas. Funciona en el Polideportivo de Los Hornos —ubicado en la calle 66 entre 152 y 153— y acaba de cumplir un año. “La juegoteca siempre es bienvenida, esperada, convocante; hemos tenido experiencia en vacaciones de invierno con más de 100 chicos”, remarca Enrique. En las localidades que rodean al casco urbano platense, iniciativas colectivas de aprendizaje y contención como ésta suelen prender rápidamente en clubes y espacios populares, llenando los huecos que dejan las instituciones tradicionales.

Fabián Bullacio, otro docente que completa el equipo junto a Ramiro Uriazabal, cuenta: “Hace dos años, la directora de una escuela nos vino a ver porque un chico había dejado de ir, y vimos que la juegoteca se volvía un referente de los chicos en el barrio: eso es importante y gratificante para nosotros”.

Además de planificar actividades, la juegoteca articula con otros espacios barriales que trabajan con problemáticas de niñez y adolescencia. “Tratamos de armar una red con todas las organizaciones que trabajan acá en el barrio. Entonces el trabajo se vuelve más amplio. Cuando hablamos de un chico no es ese chico que viene juega y se va, sino que es un chico que viene de una familia, que tiene una historia. Cuando uno puede reconocer acciones de ese chico es porque esta contextualizándolo. Entonces también tratamos de trabajar con la familia, invitándolos, acercándolos”, destaca Mercedes.

El vínculo que otorga el juego cuando valoriza el diálogo, permite escuchar a los chicos y conocer sus historias personales pone a quienes sostienen las juegotecas como referentes barriales importantes. Jorge plantea: “Uno no se puede hacer el desentendido porque no es el padre o porque no es el maestro si uno sabe que el pibe está en riesgo por tal situación. Muchas veces hemos puesto el cuerpo y vamos a la casa, porque a veces la situación hay que solucionarla en el momento. Luego se deriva a los espacios específicos que existen en el barrio… a veces hay que estar ahí. Si el pibe te habla y te dice a vos qué problemas tiene es porque está confiando en vos”.

Ayelén y Viviana, de 7 y 8 años, recortan figuras y preparan cola para armar un collage. “Hoy es mi primer día, vine porque me invitó Viviana”, dice Ayelén, que a pesar de ser del barrio nunca había ido. Viviana cuenta que va todas las semanas, que la pasa bien en la juegoteca y que además de recortar le gusta jugar con la pelota paleta y los juegos de mesa. Pero “ahora hay que ordenar porque se viene la ronda”, señala.

Al final de cada encuentro, que dura dos horas, hay un ritual: los profes dibujan con tiza un círculo gigante en el playón para que todos se sienten dentro de él. La Ronda “es el momento donde todos nos encontramos. Ahí los nuevos pueden presentarse, decimos lo que vamos a trabajar, si se da una situación especial, si alguien tuvo una buena noticia, todo se charla ahí, a veces cuentan cosas que no están tan buenas, pero es un espacio para hablar muy necesario”, cuenta Mercedes, y otra vez aparece el diálogo como puente, ahora colectivo. Expresarse y escuchar al otro.

Todos quieren hablar. Contar lo hecho, decir lo que quiere hacer en el encuentro siguiente, mostrar el dibujo, describir los goles. Hay muchas sonrisas y muchos fueguitos en esa ronda. Un bebote de tres años reparte globos a los que no tienen, una madre ceba mate a los adultos que andan por ahí y un abuelo ofrece contar cuentos el sábado siguiente.

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Juegoteca de Altos de San Lorenzo

Funciona los martes y jueves de 17.30 a 19.30 en el Centro de Integración Barrial ( 81 entre 20 y 21).

Juegoteca de Los Hornos

Funciona los sábados de 11 a 13 en el Polideportivo (66 entre 152 y 153).

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Un programa olvidado

La ordenanza Nº 10.830 enumera que las juegotecas deben potenciar el lugar de los chicos en cada barrio, contribuir a la integración barrial y familiar, a abordar problemas de la vida cotidiana y a fortalecer vínculos —“especialmente con las áreas de salud, educación, las instituciones barriales y los vecinos”—. También plantea que desde allí se debe “promocionar el conocimiento en el barrio de la Declaración Internacional por los Derechos del Niño asumiendo la defensa y difusión”.
Estaba previsto, según la norma, que se afectaran “inmuebles de la Municipalidad para facilitar la creación de juegotecas en cada barrio”, y que se ejecutara una partida presupuestaria para permitir que abrieran los días hábiles un mínimo de cuatro horas diarias, con personal especializado, capacitado permanentemente y rentado, y con espacios y materiales mínimos: un salón grande con buena luz natural, juegos didácticos, mesas y sillas, colchonetas, disfraces, títeres, libros, una computadora, un equipo de música y elementos para preparar la merienda.

Fuera de La Plata

La Ciudad de Buenos Aires fue pionera en la experiencia de las juegotecas y hoy existen allí 21 centros recreativos. En la Provincia, la diputada Alicia Sánchez (Frente Para la Victoria) presentó en 2012 un proyecto —que no avanzó— para promover juegotecas en todo el territorio.

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