Paredes que hablan

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135-Graffiti-1La Plata se impone como capital nacional del graffiti con unas diez mil pintadas y dos estilos que se contraponen: los que persiguen saturar las paredes con una firma, como los Mecs, y los que quieren construir una cultura popular comprometida con su tiempo, como Luxor.

Federico Ferraresi y Máximo Randrup (*)

En La Plata convergen una cantidad significativa de factores sociales, políticos, deportivos, culturales y artísticos que la destacan por sobre el resto de las ciudades argentinas y permiten postularla como la capital nacional del graffiti. Cuenta con una variada oferta de carreras universitarias (Bellas Artes incluida), tiene dos equipos de fútbol en primera división, crecen en sus escenarios y garajes bandas que dejan huella en el rock nacional y es sede de la gobernación provincial. Son factores que la colocan en constante ebullición sobre la estructura planificada por Dardo Rocha y Pedro Benoit. En sus calles se desarrollan fervorosos debates, se proyectan grandes hazañas y hay ideas en espectro policromático. Los resultados de cada una de esas explosiones con frecuencia se plasman sobre las paredes que la contornean. Como una marca. Una huella. Como la borra sobre la taza de café que dice, sin decir, que dos pasaron por ahí.

El fenómeno creció tanto a lo largo de las últimas tres décadas que hoy los platenses caminan entre más de 10 mil pintadas. No se trata de una cifra antojadiza porque hay un relevamiento –realizado en el marco de la investigación “El graffiti tiene la palabra”– que da cuenta de ello. Allí se reporta una cifra que ronda los ocho mil casos sólo para el casco urbano. Y entre los vecinos están los que ven al graffiti con simpatía, porque piensan que las paredes blancas no transmiten nada. Pero también los detractores acérrimos, que sueñan con muros pulcros.

El arte callejero de La Plata, tan variado como cambiante, en la actualidad exhibe dos firmas que se multiplican por decenas y que se han transformado –por contraposición– en sellos distintivo: Mec y Luxor. Son diferentes pero ambas expresiones modificaron el aspecto de la ciudad. Y cada una con su particularidad emerge como arquetipo de una forma y de un contenido característico que puede rastrearse en otros artistas.

Cantidad o calidad

135-MECSMec es un grupo de graffiteros (los Mecs) que desde hace dos años y medio comenzó a empecinarse en replicar su huella por todo el territorio. A veces lo hacen con tags (firmas simples), otras con letras dobles y más elaboradas. Les importa la calidad, pero se desviven por la cantidad. Y ese esquema de prioridades se refleja en la saturación en las calles. Actualmente cuentan con una producción de más de mil graffitis.

A pesar de que sus integrantes no se sientan identificados musicalmente con el hip hop, incluso algunos escuchan cumbia, lo que hacen es similar a lo que producía el famoso Taki 183 en Manhattan, hace ya más de 40 años: replicar una firma por todo el espacio urbano.

“Consideramos al graffiti como un juego que se practica en todo el mundo y nosotros disfrutamos de jugarlo. Nuestra intención es que nuestro nombre sea cada vez más conocido y por eso aparece tantas veces”, cuenta a La Pulseada uno de los Mecs. Los integrantes del grupo prefieren no dar a conocer su identidad ni aparecer en fotos. Se trata –tal vez– de una prevención, pues saben que su modo de expresión no siempre es bien recibido por los vecinos.

Luxor, en cambio, es un artista individual. Si bien ostenta una cantidad considerable de obras en La Plata (alrededor de 80), su foco está puesto en el detalle. Es minucioso y sus producciones (más cercanas al muralismo) pueden demandarle días (ver La Pulseada 108).

Sus dibujos, que empezaron a aparecer hace unos cinco años, siempre tienen un componente social como disparador, un compromiso con el mundo que lo rodea. Y su mayor deseo es que el arte no sea propiedad exclusiva de las clases hegemónicas.

“Mi objetivo es construir una pintura popular y para eso debo tener presencia en los hospitales, en las escuelas, los barrios y las casas”, explica Luxor a La Pulseada. Asegura que cada una de sus obras “es única e irrepetible” y sin querer marca una de las grandes diferencias de forma con los Mecs. Es cierto. Sin embargo sus piezas callejeras cuentan con características distintivas que las hacen identificables. Símbolos que lo diferencian del resto. ¿Un ejemplo? Las pequeñas casitas que contienen muchas de sus producciones.

Asaltar la pared

Vale la pena volver a Mec, una crew (grupo de graffiteros) que en el último tiempo creció de manera exponencial. Algunas de sus pintadas se encuentran en lugares insólitos, casi inaccesibles. Cuanto más alto y más difícil sea llegar, mejor. Como si se tratara de un desafío. El riesgo no los frena, los motiva.

“Buscamos lugares complicados. Es una competencia sana y nos gusta generar sorpresa en la gente. Creemos que eso le da un plus a la intervención, hace más vistoso el resultado”, relata uno de ellos, quien confiesa que el principal objetivo es “poner el nombre del grupo la mayor cantidad de veces posible”.

La altura no es algo que le quite el sueño a Luxor y hay en ese punto otra diferencia. Su mayor preocupación pasa por los pormenores. Es un soñador que persigue la excelencia, un perfeccionista empedernido.

Y es –también– un idealista. “Disfruto de alegrarle el día a la gente, eso es lo mejor que me puede pasar. Es un placer acompañar a los vecinos: en la escuela que es una etapa fundamental, cuando van al hospital en un momento difícil y a la hora de volver a su barrio, a su casa. Eso es lo que me da alegría y lo que se necesita para construir una cultura popular”, afirma convencido.

Ellos, los Mecs y Luxor, no son los únicos que alimentan las paredes que conforman el escenario del arte callejero platense. El grupo Lumpenbola, que retrata ídolos nacionales e internacionales (en especial músicos), el colectivo Surcos (que nos enseña a no olvidar), los hinchas de Estudiantes y Gimnasia (que desde hace unos años incorporaron dibujos a sus graffitis) como tantos otros, también aportan color.

La historia y el contexto

La capital de la provincia de Buenos Aires es el sexto conglomerado urbano más importante del país. Pero más allá de la cantidad de habitantes, es (por sus características) un lugar de tránsito e intercambio en donde vale la pena dejar algún registro que sueñe con la inmortalidad.

La Plata tiene –se dijo en las primeras líneas de esta nota– muchos condimentos que otras ciudades carecen. Sus paredes dan cuenta de ello. Porque pinchas y triperos se disputan el poder de los barrios entre graffitis y murales. Los militantes políticos lanzan sus proclamas y los músicos buscan conseguir adeptos multiplicando el nombre de sus bandas de rock.

Pero hay otro argumento de peso que por sí mismo pueden posicionarla como la capital nacional del graffiti. En la principal recopilación de arte callejero a nivel mundial (un libro magnífico titulado “Arte urbano de los cinco continentes”) el alemán Nicholas Ganz incluyó dos obras de Argentina, y ambas fueron producidas en territorio platense por Caru. (ver aparte).

¿La gran cantidad de graffitis convierten a La Plata en pionera? No, en absoluto. La práctica de pintar en los espacios públicos es casi tan antigua como el ser humano. “El graffiti -término que proviene del italiano sgraffio, ‘arañazo’- ha existido desde el principio de la historia del hombre”, explica el propio Ganz.

Egipto, Grecia, Roma, La Cueva de Lascaux en Francia y La Cueva de las Manos en la Patagonia argentina son lugares que fueron nombrados por diferentes autores como primeros antecedentes. “El caso de Pompeya suele ser el más citado, básicamente porque la erupción del Vesubio, el 24 de agosto del año 79 después de Cristo, permitió conservar variados testimonios de su civilización”, explica Claudia Kozak en su libro “Contra la pared. Sobre graffitis, pintadas y otras intervenciones urbanas”.

Más allá de que resulte imposible conocer la fecha precisa de cuándo comenzó este fenómeno, hay que tener en claro que es una práctica que cuenta con antecedentes milenarios. Sin embargo, el graffiti moderno –tal como lo conocemos hoy– es bastante reciente y nace a fines de los ’60, con el Mayo Francés y el movimiento hip hop que aparece en Nueva York.

Con el correr de los años comenzó a expandirse. En los ’80 se consolidó en Sudamérica y en los ’90 se instaló con fuerza en La Plata. Si se la puede pensar como una urbe graffitera por excelencia es porque en ella también hay antecedentes. Los representantes actuales sostienen lo que hace algunos años hicieron otros, como el grupo Escombros (¿cómo olvidar sus murales e intervenciones?), Táctica Plop (un conjunto de artistas que le ponía sombra a sus obras utilizando las veredas), Kase y Mariani (dos artistas urbanos que no son platenses pero dejaron su huella), y Caru (el que traspasó las fronteras y metió dos obras en la recopilación más importante de arte urbano a nivel mundial).

Hoy aparecerá una nueva pintada y otra se despedirá para siempre. Son las reglas del juego. Algunas duran días, otras décadas. Y cada una de ellas convierte a La Plata en una ciudad multicolor, en la capital del graffiti.

(*) Máximo Randrup y Federico Ferraresi son autores del libro “El graffiti tiene la palabra”

 

Dibujos, frases, hip hop y mixtos

Hay tantos tipos de graffitis como artistas existan. Cada uno tiene su estilo y encasillarlos resulta una misión por demás complicada. “Clasificar los graffitis no es en absoluto tarea sencilla”, asevera la escritora Lelia Gándara, especialista en la materia.

Una posibilidad, que incluye a la mayoría, es la siguiente: dibujos, frases, hip hop y mixtos (aquellos que son combinados).

¿Cuáles son las pintadas hip hop? Esas letras extravagantes, de trazo doble y en algunos casos indescifrables. El término no indica que sus graffiteros pertenezcan a ese movimiento musical. El nombre tiene que ver con el origen de este estilo, surgido en Estados Unidos. Y dentro de este tipo, no hay que olvidarse de los tags (las firmas de los “escritores”, como a ellos les gusta denominarse).

 

Aerosoles y stencils

Si bien los graffitis pueden realizarse con distintos elementos, el aerosol (a mano alzada) es la técnica más utilizada en la actualidad. La comodidad para transportar las latas, la velocidad con la que permite pintar y la precisión que se puede lograr son algunas de las causas que convierten al aerosol en el instrumento por excelencia del arte callejero.

En La Plata más del 80% de las pintadas están hechas con aerosol. ¿Qué técnica le sigue en cantidad? El stencil, que consiste en pasar pintura sobre una plantilla recortada (por lo general radiografías), dando al graffiti la forma deseada.

En porcentajes menores también aparecen: la utilización de pinceles y fibrones, el antiguo pero vigente esgrafiado y los figurones (una técnica relativamente nueva que consiste en pintar sobre un papel, con alguna forma particular, el cual luego es pegado en el espacio urbano).

 

Caru, un ícono platense al mundo

Caru, que se inició como artista callejero a principios de los noventa, tiene una vasta trayectoria y cuenta con un respeto internacional adquirido por la complejidad de sus obras. La calidad de sus producciones realizadas en la capital de la provincia de Buenos Aires lo llevó a ser el único representante argentino en aparecer en el libro Arte urbano de los cinco continentes, del alemán Nicholas Ganz (una extensa recopilación, que incluye imágenes de una gran cantidad de países).

Comenzó pintando en La Plata, con un grupo que se hacía llamar “Los 4 fantásticos” (lo completaban Sufre, Teko y Maze) y su jerarquía lo llevó a Europa, donde continuó su carrera como artista urbano.

“Es nuestro Maradona”, dicen a menudo los graffiteros de la ciudad, cuando se los consulta por Caru. Es, sin dudas, el icono del graffiti platense. Y por qué no de toda la República Argentina.

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