La concreción de un proyecto plurinacional en Bolivia se basó en las disposiciones y demandas de los movimientos sociales, los sectores históricamente excluidos de la población y sus relaciones, no siempre armónicas, con los aparatos de poder del Estado. La lucha por el reconocimiento plurinacional tiene una historicidad previa al gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS). La participación política de las mujeres bolivianas, originarias, indígenas, campesinas y negras, fue un elemento cardinal para el reconocimiento de sus demandas.
Por Diana Carolina Alfonso*
Nota central > El sur también resiste
Domitila Barrios
Potosí encierra en sus socavones la ampliada tragedia de la compulsión minera desde que los colonizadores la hicieran fuente de riqueza. Pero como no hay colonización sin resistencia, de las minas han surgido, también, las mayores rebeliones.
La madre de Domitila murió en épocas de refulgencia económica minera, justo cuando la compañía Simón Patiño construía para sus ejecutivos grandes baños turcos y campos deportivos. Como a tantas otras mineras y mineros los pulmones se le llenaron de carbón y sílice. Su localidad de origen, Cataví, cuna de la rebeldía minera organizada, sobrevivió a dos masacres consecutivas: una liderada por el general Enrique Peñaranda en 1942, y otra por el presidente René Barrientos en 1967.
Huérfana, Domitila tuvo que empezar a trabajar como palliri. Las palliris, mujeres de pollera –obligadas a no pisar los socavones porque una vieja tradición patriarcal y colonial les condena a la mala suerte– deben buscar el mineral sobrante en los peñazos de las montañas heladas del Potosí. De palliri, Domitila pasó al Comité de Amas de Casa del Distrito Minero Siglo XX y no conforme a los pocos años llegó a la Secretaría General del Movimiento. Durante la masacre del 1967 fue apresada y torturada por los militares de la dictadura. Pero fiel a su tradición rebelde, en 1978 se sumó a cuatro mujeres que encabezaron una huelga de hambre masiva contra los militares. A los pocos días 1.500 almas las acompañaban en el propósito. Las dictaduras de Barrientos y Bánzer cayeron a golpe de pico y pala, como sólo la tenacidad minera lo podía lograr. Domitila fue candidata a la presidencia en la fórmula presidencial del líder campesino Casaino Amurrio. De palliri a vicepresidenciable, todo en medio de un desfile militar de terroristas.
Cochabamba: cuna rebelde
Cochabamba tuvo por maldición el verdel de la hoja de coca. De esa maldición las familias indígenas hicieron una, dos y tres revoluciones. Famosa cuna rebelde, las campesinas saben y cuentan a sus nietas para que ellas sepan y cuenten, que en el Día de La Madre Boliviana, 27 de mayo, se conmemora el coraje de las Heroínas de la Coronilla, aquellas dignas mujeres que derribaron al realista Goyeneche bajo el mando de la inmortal Manuela Gandarillas.
La guerra contra la coca
Las economías cocaleras se diseminaron por el altiplano entre los ‘70 y los ‘80. En los ‘90 Colombia, Perú y Bolivia vivieron la guerra contra la coca, que no fue otra cosa que la guerra contra el campesinado cocalero. A diferencia de los otros dos países, Bolivia logró sedimentar un movimiento sindical para la protección de las familias quechuas y aymaras dependientes de la economía ilegal de la coca. La protección de los recursos vitales, y de la vida misma, compactó sus demandas, que al calor de la lucha se hicieron programa y hasta gobierno. Una de las movilizaciones más importantes fue la larga marcha a La Paz llevada adelante por los pies campesinos de miles de mujeres que partieron de Chapare en 1996.
La actual arremetida contra la identidad cocalera de Evo Morales se desentiende de la composición histórica y social de las clases campesinas y de sus luchas, aislando en un relato personalista y moralmente denigrante, un proceso que fue mucho más amplio, y en el cual las mujeres campesinas tuvieron un quehacer primordial. El resultado de su participación política se verá reflejado en las asambleas que esbozaron los derechos de las mujeres en la concreción del cuerpo legislativo de la Constitución Plurinacional de Bolivia.
Bolivia Plurinacional
La construcción de un Estado Plurinacional hace al ejercicio de movilizaciones, tensiones y acuerdos programáticos inagotables en el tiempo y el espacio. El ideal de la descolonización se proyectó para el empoderamiento de las bases indígenas del país, como también para la recomposición de los lugares de poder. Y es allí donde quizás más nos desentendamos entre feminismos.
La Constitución Plurinacional, promulgada el 2009 en El Alto, reconoce “los usos y costumbres de los pueblos” para la elección de diputados, diputadas, jueces y juezas. Las bancas del congreso desde entonces se han llenado de indígenas, varones y mujeres. Tanto que el Foro Económico Mundial reconoció a Bolivia como el segundo país del mundo con mayor participación política de mujeres en los puestos del Estado.
La titularidad agraria de las mujeres fue otra batalla reconocida por el Estado Plurinacional. A nivel internacional el 99% de las tierras se concentra en manos masculinas. Según Adriana Salvatierra, para el 2019 Bolivia estaba logrando una paridad sexogenerica de títulos agrarios. Además, las políticas educativas de la última década redujeron drásticamente la deserción femenina de los colegios y la ampliación de la cobertura sanitaria puso freno parcial a las muertes materno-infantiles.
El golpe de Estado en Bolivia es de carácter colonialista y patriarcal. Bien lo atestiguan hechos como la violencia contra las mujeres de pollera, el ahorcamiento de campesinas con sus propias trenzas, las vejaciones a la alcaldesa de Cochabamba, la arremetida contra los derechos de las mujeres originarias y el apoyo injerencista de la OEA. Lo que vivimos no es otra cosa que la pedagogía del terror del racismo colonialista. Puesta en marcha la revancha de las élites «blancas», las imágenes de las mujeres de pollera, la fiereza de El Alto y la viva terquedad de mujeres como Salvatierra, abrigan en lo profundo el espíritu de dignidad de eminentes figuras libertarias como Bartolina Sisa. La restitución de su memoria y la incorporación de su historia en la conciencia colectiva no sólo fue política de Estado. Como todo lo construido en estos trece años, se habla de victorias máximas de las históricas banderas populares que hacen y harán de Bolivia un ejemplo de dignidad.
*Integrante de la Cátedra de feminismo populares y latinoamericanos «Martina Chapanay»