No me quites Cuba

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138-CubaEn tiempos de avances conservadores y retrocesos de izquierdas y progresismos, ¿qué dicen las calles cubanas, faro histórico del socialismo regional? Tras la visita de Obama y el descongelamiento de las relaciones con Estados Unidos, una crónica y una mirada crítica de un comunicador platense viviendo con acento caribeño la transformación política del continente.

Por Fernando Rodríguez

“El amor madre a la patria, no es el amor ridículo a la tierra
ni a la hierba que pisan nuestras plantas.
Es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca.”
(José Martí)

“Para saber de verdad lo que es sentirse cubano
tienes que haber nacido en Cuba,
tienes que haber vivido en Cuba.
Sobreviviendo a la crisis, sobreviviendo al golpe.”
(Alexander Abreu, músico del grupo Habana de Primera)

“Y aunque en mi casa me siento contento, hay cambios que mi casa necesita.”
(Tony Ávila, trovador cubano)

 

Frente al Malecón, bajo la armadura de hierro de la Tribuna Antiimperialista de La Habana donde una estatua de José Martí acusa a la embajada norteamericana con un niño en brazos, Yerandi dice que se va a vivir a los Estados Unidos.

  • ¿Y acá en la Tribuna me lo decís? ¿Y el viaje a la Argentina?
  • En cualquier momento sale en el periódico que se cayó la Ley de Ajuste. Tengo que salir ahora.
  • ¿Y qué vas a hacer con el teatro? Acá podés dedicarte a eso, vivir de eso.
  • Cuando uno quiere hacer teatro lo hace hasta en un baño. Yo me dedico enteramente al teatro, pero no vivo, sobrevivo.

El padre de Yerandí se llama Fidel y su madre Haydée, en honor a Haydée Santamaría, la guerrillera que asaltó junto a Fidel Castro el Cuartel Moncada, en las acciones previas a la Revolución de 1959. Mientras Haydée estaba presa por ese acto, le llevaron una caja con los ojos que le arrancaron a su hermano, luego de torturarlo. La dictadura de Batista la quería obligar a hablar. Pero Haydee no habló.

Patria y economía

“Cuba es un mito. De Cuba siempre se habla. Y cuando uno viaja tiene que llevar una mochila de respuestas porque te preguntan si Cuba es una dictadura, si en Cuba hay censura, si en Cuba…. pero el que vive en Cuba soy yo, y yo puedo hablar de Cuba.”

En el apretado comedor de su casa, Pedro Franco cuenta la cantidad de islas que existen dentro de la isla. Pedro es director del proyecto teatral El Portazo y en el último Festival Internacional de Teatro de La Habana fue premiado como el mejor director joven de Cuba. Recién llegado de un viaje por España, dice “no hay pincha en España muchachos…no hay trabajo.”

Una de las críticas más fuertes contra Cuba son los límites que tienen sus ciudadanos para salir del país, pero las restricciones para salir de la isla se deben entender en el contexto de la Ley de Ajuste, dictada por el gobierno norteamericano con el objetivo de fomentar las salidas ilegales. Esa ley otorga a los cubanos la ciudadanía estadounidense a quien entre por tierra a través de la frontera con México o Canadá (“ley de pies secos”), o por mar (“ley de pies mojados”).

Comprender a los que se van en busca del “sueño americano” es comprender también a los que vuelven. El dicho “Cuba es Cuba”, es un secreto encerrado en la “cubanía”, ese amor a la patria no verbalizado. Porque en Cuba convive un proyecto social que le permitió este año, por ejemplo, desarrollar la vacuna contra el cáncer de pulmón, junto a un proyecto económico oxidado y anacrónico. Un buen proyecto social, y un mal proyecto económico. Los salarios están congelados desde la Guerra Fría. “Yo te lo puedo contar, pero tú no lo vives”, se suele escuchar en las calles de La Habana.

Economía, ideología y modelo social son una tríada interdependiente, y si el modelo económico no cambia en Cuba, el modelo social se rasgará porque no tendrá ideas que lo sostengan. La realidad económica es hija del bloqueo norteamericano y de una planificación nacional que todavía intenta salir de la crisis generada por la caída de la Unión Soviética. Sin embargo, UNICEF considera a la isla como El paraíso de los niños. “En México conocí la pobreza de verdad y lo adelantados que estamos los cubanos culturalmente en relación con el mundo”- cuenta Yerandi Basart. “Mijo, en El Salvador no hay nada, tienen sólo un ballet y es un desastre. Y en la calle hay policía que está encapuchada para que los delincuentes no los reconozcan y maten a su familia”, narra Lisbé Arrastía, instructora de arte del Teatro Infantil La Colmenita.

¿Pero cuáles son los costos de haber sostenido más de medio siglo el socialismo siendo apenas una isla, con gastos en salud y educación que casi duplican a países como España o Estados Unidos, en el más absoluto aislamiento financiero y en medio de un mundo económicamente interconectado?

Batallas de Ideas

Así como el objetivo del bloqueo norteamericano de la década del ‘60 fue el ataque al cuerpo mismo de los cubanos, el reciente restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos se centra en el ataque a la mente y el espíritu. Cuando el gobierno cubano informó hace algunos años que una de las estrategias culturales de EEUU era insertar el reggaetón, la afirmación parecía exagerada. Pero hoy el reggaetón es un problema. En 2009 se descubrió que la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), intentó infiltrar al hip-hop cubano, financiando músicos. Pero de acuerdo con la investigación de la agencia informativa The Associated Press, aunque “los músicos estaban abiertos a recibir ayuda del extranjero, se mostraban recelosos de Estados Unidos”.

Son datos que no todos conocen y que hacen complejo el análisis. No puede haber conclusiones lineales en relación a Cuba. Es un error, por ejemplo, creer que la queja es un sentimiento antipatria. “Muchos creen que cuando los cubanos nos quejamos de la realidad cubana queremos que vengan los yanquis”, reflexiona el trovador Alimey Rojas.

“Oye, tú estás equivocado. Que los trovadores cantemos contra el Gobierno no significa lo que tú piensas – agrega Alimey-. Que si los yanquis vienen a quedarse con ésto yo soy el primero en salir contra ellos”.

Se trata de historia y se trata de ideas. Que se heredan y se transforman. Ideas que se pierden como los perdigones de un escopetazo. Porque solo en Cuba se explican contradicciones encerradas en frases como “yo no soy Revolucionario, pero soy Fidelista”.

 

Hay más elementos para entender esas contradicciones. El proyecto cultural del Estado cubano tiene que luchar contra muchos enemigos: los cinco millones de dólares aprobados en el Presupuesto 2016 por el congreso norteamericano para financiar las transmisiones de radio y televisión desde Miami y La Florida; las 90 millas que separa la isla de los Estados Unidos; la imagen de quienes regresan a visitar a sus familiares y a mostrarles lo último y lo bien que se vive allá afuera; la perfecta imagen del exterior que inspiran los turistas; el turismo sexual y la militancia política con sus clichés acerca de la revolución; los nostálgicos de la década del ‘60; la derechización de la Iglesia; la burocratización y la corrupción; entre otros problemas y demandas que hacen que Cuba, además de luchar, tenga que satisfacer.

Pero la batalla más grande que el gobierno debe resolver sin romanticismo ni poesía es el proyecto económico, que es un experimento y es atípico. Los billetes con la cara de José Martí, Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos con que se compra comida en el mercado, no tienen respaldo en ningún lugar del mundo.

“La batalla es por las ideas”, expresó Fidel Castro en 2001. Su visionaria cabeza diseñaría junto a Hugo Chávez la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). Ya veía como vital una salida para lo que existe de izquierda en Latinoamérica y el Caribe antes que otra realidad más ajena se filtre por las grietas. El pueblo de Cuba soporta desde hace 58 años lo que en pocos años determinó el resultado de las elecciones parlamentarias en Venezuela. A ese dolor la historia lo llama “resistencia”, pero el griterío de las mujeres y los hombres por las calles y mercados en medio de la alegre bulla infantil antes de la cena se llama “resolver”.

 

– Asere, qué volá, ¿cómo tú estás?

– Aquí, ya tú sabes. En la lucha, resolviendo.

 

Malditos bastardos

La Revolución puede compararse a lo que en literatura se conoce como “el dato escondido”, una estrategia del autor que el lector no percibe. Desde que el año pasado se bajaron las tarjetas de internet de 4.50 a 2 dólares la hora y se habilitaron zonas de wi-fi, las calles y los parques se inundan de personas con sus tablets enviadas desde el extranjero. Y hay que acercarse a la pantalla para ver al padre, la madre o el hermano al otro lado del mar.

No existe prácticamente en Cuba una familia sin alguien en el exterior y desde 1959 se quebraron millones de vínculos. Sin embargo, los cubanos bailan y aprenden a reírse de sus propias penas y problemas, abundan espectáculos de humor centrados en los esfuerzos para conseguir un rollo de papel higiénico y explotan risas en el cine frente a escenas que son para llorar.

La Revolución logró que la dignidad triunfe sobre la marginalidad. El salario básico de un trabajador cubano no llega a 20 dólares. 20 dólares también cuesta una ducha eléctrica. Por eso todo se recicla, se usa y se vuelve a usar. «La necesidad agudiza el ingenio”, lanza un hombre que rellena encendedores en un mercado del barrio de Alamar. Un dólar son 25 pesos cubanos y una garrafa de gas cuesta 7. Un kilo de bananas 5 y uno de guayabas 6. Medio kilo de pan, 5. El colectivo 0,40 centavos y a quien no los tiene, el chofer lo deja viajar gratis. Una entrada al cine 3, y también 2, por eso la gente entra, conversa, se levanta, se va y vuelve a entrar. “Mira, que yo viví cuatro años en Argentina y nunca pude ir con toda mi familia al cine”, dice sonriendo Raidel Alpízar, trabajador del teatro infantil La Colmenita.

Millones de personas en barrios y provincias no tienen contacto con el turismo. “Vienen a Varadero, se compran una remera del Che, se llevan una botella de ron y un par de habanos, y creen que conocieron todo”, agrega Yerandi.

 

Educación para no volver atrás

El turismo no tiene permitido entrar a las escuelas para oír a las niñas y niños gritar adoctrinados “¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!”, con el apodo del guerrillero cosido al bolsillo izquierdo de la camisa. Y cualquier enamorado de la Rusia soviética sentiría que la causa no está perdida al oírlos en coro “¡Viva la Revolución!”, con la fotografía de Fidel sobre el pizarrón levantando un fusil Kaláshnicov.

En Cuba, el capitalismo y el socialismo se aplastan mutuamente, y allí donde el turismo entra, entra el capitalismo. Ernesto Guevara es un héroe nacional y está en las aulas, bodegas, panaderías y farmacias, en las paredes de los barrios e incluso en carteles que en otros países funcionan como espacios publicitarios. Forma parte de una dirección intelectual que no se detuvo siquiera con el Big-Bang de la URSS y el salto de Rusia al capitalismo. Un país sin historia es un país que no se reconoce a sí mismo, y de acuerdo con la revolución o en desacuerdo con ella, cualquier cubano conoce su historia y afirma que el amor a la patria les ha permitido mantenerse unidos.

La revolución se nombra camino a la casa en un taxi década del ‘60 escuchando bachata, «coño compadre estos comunistas se ponen de pinga, un domingo y yo trabajando mira, hazme el favor y cógeme ahí el pomo de ron, anda». Frases callejeras como “lo que más daño le ha hecho a la revolución es creer que la revolución está hecha”, o “las cosas están en Cuba como para volver a subir a La Sierra”, habla de una dimensión y conciencia histórica imborrable. “Cabaiero, dónde yo voy a ir, si aunque Fidel esté to’ desbaratao, estoy como la estatua del Alma Mather de la universidad, con las dos manos al cielo recibiendo de aquí y recibiendo de allá”, se ríe la gastronómica Pilar Sarría, de la Sociedad José Martí.

El fenómeno del asedio al turista en lugares como La Habana Vieja, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad y considerada entre las siete ciudades más lindas del mundo, es un boomerang. Es el resultado de cómo la mayoría del turismo visita Cuba. “Mira niño, voy a decirte algo, no te cojas pa’ eso que los cubanos son la candela”. Es el resultado de la soberbia del mostrar sin registrar al otro. “Compadre se vive sabroso aquí del extranjero, mansiticos mansiticos como caballitos entran por la puerta”, «dispara con una carcajada el trovador Alimey.

Un rasgo típico de la identidad cubana es su capacidad para la transformación, la capacidad histórica para digerir lo que viene de afuera y cubanizarlo. Y es esta misma capacidad lo que hoy más que nunca se pone a prueba. En comparación con el resto del mundo Cuba está muy virgen y tiene que conocer de verdad qué es el capitalismo. El problema es que cuando el capitalismo que muchos desean entre, entrará entero. Y no habrá vuelta atrás.

 

Teatro al fin

El 16 de diciembre los médicos cubanos dieron la noticia al mundo de que habían logrado aislar la transmisión del virus del HIV de madre a hijo, y el 17 el gobierno anunció el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Fue tras la liberación de “Los Cinco Héroes”, presos en Norteamérica por infiltrarse en operaciones de la CIA contra la isla. Ocurrió el día de San Lázaro, santo de la salud. Fue como si la sanación trajera la libertad.

El restablecimiento de las relaciones diplomáticas puede leerse como un triunfo porque Barack Obama reconoció ese día que la política de Estados Unidos hacia Cuba había fracasado. Pero hoy es la estrategia del más fuerte. “La visita de Obama es necesaria pero nos traerá problemas, fuimos educados cincuenta años en que el Imperio era malo. También traerá problemas con otros países que siempre vieron en Cuba la resistencia”, dice Frank Casón, entrenador de boxeo chino del municipio de Regla.

Por el denominado Divisionismo Ideológico, hasta entrados los ‘80 estaba prohibida la música en inglés, y a quien llevase puesta una remera con la bandera de Estados Unidos la policía lo detenía. Pero el mundo caminó en dirección contraria. Hoy la invasión cultural está en curso, y la despolitización juvenil, normal en el resto del mundo, preocupa en Cuba porque implica una ruptura con su tradición y con su historia.

Se trata de jóvenes sin identidad política que fueron excluidos de los canales de participación, y la Unión de Jóvenes Comunistas con medio millón de miembros, la Asamblea Nacional del Poder Popular o la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba tiene pendiente brindarles un espacio en la ideología, ese sentimiento expresado en un fragmento de la obra de teatro de El Portazo: “¿Tú sabes lo que es Cuba? No es sólo las palmas ni Fidel, ni el calor ni el Malecón ni la bandera. Es poder qué se yo, ver a mi madre cuando me dé la gana, aparecerme en su cumpleaños y decirle vieja no te traje nada pero estoy aquí. Reírme aunque no tenga un peso en el bolsillo. Eso es Cuba, es hablar con cualquiera a cualquier hora y no sentirse solo. No me quites eso. Si me quitas eso, ¿qué me queda?”

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2 commentsOn No me quites Cuba

  • Me gustó mucho el artículo, tal vez un poco de cliché en la forma del habla pero creo q retrata bien el futuro inmediato de los cubanos

  • Muy buen articulo, toma como fuente las bases eso nos da un buen panorama de la situación actual dela isla.

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