El historiador, periodista y escritor Osvaldo Bayer, que acaba de cumplir nueve décadas de vida, lanza su mirada sobre la situación del país en los últimos 15 años. El rol de las asambleas barriales, América Latina, el Papa Francisco y el cura Cajade.
Entrevista de Leo Coda
Fotos de archivo: Gabriela Hernández
Edición Pablo Spinelli
En El Tegurio, esa especie de cueva abarrotada de libros y de recuerdos en un rincón del barrio de Belgrano, Osvaldo Bayer mantiene a rajatabla varios ritos. Uno de ellos es leer todos los días Clarín y Página 12. Su pluma pasó por ambos. Del primero lo echaron por ser un periodista díscolo. En el segundo cada tanto publica sus reflexiones. “He trabajado toda mi vida –dice–. Estoy descansando un poco”. Otra costumbre que se resiste a abandonar es la de abrir la puerta a quien quiera sentarse a charlar con él. “Me gusta, es la profesión de toda mi vida”, lo justifica. Con La Pulseada lo hizo en los primeros días de marzo. Respondió a la propuesta de hablar de los últimos 15 años, de los cuales rescata la consolidación de la democracia aunque considere que todavía es limitada, el rol que tuvieron y debieran tener las asambleas barriales y de un futuro ideal en el que el hombre consiga la igualdad de los pueblos y en el que América Latina borre sus fronteras internas para constituirse en un solo Estado.
El 18 de febrero cumplió 90 años y en una plaza del barrio hubo festejo popular con torta y velitas. Amigos de la vida acudieron a la cita. También muchos de los que siguieron su obra y su militancia y quisieron saludarlo. Al final se juntaron cientos. Fue como una asamblea. Como las que sucedían en tiempos de la crisis de 2001 y la reunión de los vecinos en los espacios públicos era una herramienta de supervivencia de los lazos sociales. Osvaldo tiene una obsesión con aquella experiencia a la cual también le puso el cuerpo. Y por eso la pone primero en la lista de momentos a rescatar, como un elemento clave en el sostenimiento de la democracia. Pero lamenta que no se sostuvieron.
“Yo intervine en la asamblea de Belgrano, se hacía en un baldío. Fue muy positivo. La gente hablaba de forma muy sabia. Pero se disolvieron todas porque no se les dio importancia. Tendrían que haber sido parlamentos barriales y los gobernantes haber respondido a lo que de ellas surgía, pero ningún gobierno lo hizo”. Y esa falencia es para él consecuencia de una democracia que ha avanzado pero todavía tiene problemas.
Hoy dice que para ahondar esa democracia no hay que conformarse con votar. “Hay que darle importancia a las asambleas barriales. Hay que pasear por ellas y los dirigentes tienen que hablar en esos espacios. Que la gente se acostumbre a hablar en las asambleas. Que todos hablen. Y anotar lo que quiere el barrio para trasladarlo a las autoridades. Lo habíamos logrado”.
-¿Y qué pasó?
-Se fueron olvidando porque los gobiernos no le dieron importancia. Seguimos en el autoritarismo. El único derecho que tenemos es votar cada dos años. No es poco pero falta más. Por eso hay que darle de importancia a las asambleas barriales. Las asambleas son hermosas.
***
Aquellos años de crisis son el punto de partida de los 15 años en los que Osvaldo se planta junto a La Pulseada para analizar el país. Son años que “se van a recordar como un período intenso. Salimos de la crisis mental que sufrimos los políticos y los ciudadanos. Mantener la democracia ha sido importante porque hemos corrido peligros y ya no tiene que ocurrir más. Pero tiene que ser verdadera, porque no hay democracia mientras haya barrios cerrados por un lado y villas miserias por otro. En la democracia tienen que tener todos empleos, y no haber grandes diferencias de fortuna”.
Aparece en su discurso “la igualdad” como un estado de cosas utópico. Reconoce que no ha visto en su vida una comunidad que lo haya logrado. “Hay barrios obreros donde se practica la igualdad. Siempre ha habido intentos, pero falta mucho para tener una verdadera democracia social”. Pero aunque nunca se llegue, transitar el camino permite vivir. “La Revolución Cubana es un ejemplo de tratar de llegar a la igualdad en libertad. Todavía no se vive en libertad pero se trata de llegar. Y a Cuba hay que ayudarla y apoyarla”.
En el otro extremo de sus experiencias de vida está Alemania. Una sociedad y un sistema económico y político cimentado en el capitalismo. “Ahí vive gente muy rica y gente pobre. No es una pobreza muy grande. No hay barrios pobres, pero sí hay desocupados. Cobran un seguro de desocupado pero apenas les alcanza para vivir. Es un país rico pero con una gran desigualdad social”.
***
El repaso de nombres que fueron gobernantes lo atrapa a medias. Bayer se caracterizó siempre por si filosa mirada, al punto que concedió elogios a la política del kirchnerismo después de años de críticas furibundas por el rol de la familia del ex presidente Néstor Kirchner en la historia patagónica. Tal vez por eso, a la hora del balance, en primer término no pone ninguna cuestión puntual, sino el sostenimiento de la democracia. “Una democracia que todavía no es una democracia completa. No podemos tener villas miserias y barrios ricos. No hay democracia, hay una búsqueda. Hay libertad para votar, para protestar. Es muy poco, pero es algo. Hay que ahondar esa democracia. Hemos sido capaces de evitar una dictadura y eso es muy valioso”.
Y de nuevo el concepto de igualdad como valor. “Falta mucho para cumplir con el himno. ‘Ved en trono a la noble igualdad…’ dónde está la noble igualdad que pensaron los hombres de Mayo”. Con un tono al decir que es una marca registrada cuando quiere subrayar algo, Osvaldo repite y acompaña el acento con su mano: “’Ved en trono a la noble igualdad’. Qué hermosa frase, pero dónde quedó. Hay que visitar las villas miserias…”.
***
Quince años después muchos de los fantasmas que aquel en entonces se corporizaron vuelven a sobrevolar y no escapan a la mirada cansada de Bayer. Piensa en el cierre de fábricas, la desocupación y la pobreza crecientes desde diciembre de 2015. “Es el capitalismo. Todos los países sufren lo mismo con el capitalismo. Todos los países tienen progresos y períodos de crisis. Siempre”. Y no esquiva la opinión sobre el presidente Mauricio Macri y sobre los sectores que hoy gobiernan la Argentina. “Son mandamases. Son caudillos que están acostumbrados a la Argentina de la década del 30 cuando los presidentes eran de los caudillos”.
Y en esa situación encajona el crecimiento de la pobreza y la relaciona –de nuevo– con la democracia deficitaria. “En una democracia hay igualdad y en libertad. Tenemos libertad, pero para ser pobres y muy desgraciados”.
***
El devenir de América Latina lo desvela. Y se enoja cuando piensa en cómo sus pueblos pasaron del “No al ALCA” al impulso de una alianza de libre comercio con la Unión Europea. “Seguimos igual. Con nuestras luchas internas, con la pobreza en gran parte de la población. No hemos llegado a la igualdad con que soñaron nuestros héroes”.
Elogia a Hugo Chávez, a Evo Morales, a Rafael Correa, pero los coloca en el lugar de “intentos, porque se quedaron allí”. Cree que la meta que debieron perseguir es la de constituir los Estados Unidos de Latinoamerica. “No tiene que haber estas fronteras que no tienen sentido. Somos todos iguales. Tenemos la misma historia y los mismos héroes. Hay que luchar para eliminar a los gobiernos neoliberales y construir gobiernos que peleen por la libertad y la fraternidad”.
***
Su espíritu anarquista, libertario y ateo lo han mantenido siempre alejado de las figuras de la Iglesia. De todos modos en algunos aspectos Bayer tiene una mirada elogiosa del Papa Francisco, aunque con reparos a flor de piel. “Ha actuado bastante bien pero le falta presencia. Tiene que luchar diariamente, salir a la calle, acompañar a los movimientos de protesta. Tiene que ser el primer protestón de la historia papal, como hizo Jesucristo. De todos modos, hay que apoyarlo en todas las decisiones porque son positivas, por supuesto”.
Piensa entonces en La Pulseada y en su fundador. “Ojalá todos actúen con el corazón y con el pueblo (dice en referencia a Carlos Cajade). Ojalá todos marchen adelante de las procesiones en las villas miserias. Los curas tienen que sacar la gente a la calle y enseñarle lo que es la igualdad y la fraternidad”.