CINE
La apariencia de las cosas
(Estados Unidos, 2021)
Dirección: Shari Springer Berman y Robert Pulcini
122 minutos
Disponible en Netflix
Basado en el libro homónimo de Elizabeth Brundage
Catherine Claire (Amanda Seyfried) tiene problemas para salirse de su matrimonio. Pero todavía no lo sabe, así que deja su trabajo en New York como curadora de un museo para seguir a su esposo, George (James Norton), junto a su hija, Frannie, hacia un poblado de las afueras, pequeño, rural. “Se lo debo”, plantea Catherine al inicio del film, aunque reconoce que algo no funciona en ese matrimonio que ahora dependerá de la vida de George como profesor universitario. La mudanza y la reclusión a un nuevo hogar, sola, aislada de todos sus conocidos, parece ser el puntapié para el clásico “te volviste loca”, cuando Catherine advierte que hay alguien más en la casa que ellos tres, y que precisamente no es de carne y hueso. En este thriller que usa fantasmas para repensar dramas maritales, los directores dan una vuelta de tuerca al sentido común donde siempre es esperable que la esposa y madre pierda la cabeza.
El sufrimiento de Catherine se siente desde el primer momento, cuando se la ve enfrentando sus problemas de anorexia. A su vez, la trama, desde el minuto uno, deja pistas sobre el desenlace. La protagonista tiene amigos, clave para safarse de una especie de acuerdo matrimonial que le resta más de lo que parece. Justin Sokolov (Rhea Seehorn) se alza como la amiga y compañera de una joven curadora de arte que de golpe se ve entre las redes de un esposo que empieza a mostrar su verdadero rostro. A la par, el pueblo en general, y hasta el jefe de George, el simpático Floyd Debeers (F. Murray Abraham), empatiza más con Cat, que le proponen una versión para entender la realidad: el espiritismo y la relación con los muertos. Hay un punto central, cuando el matrimonio parece ser uno más del montón, en medio de dudas, infidelidades y falta de comunicación, pero que se marca con un sencillo hecho, ajeno a ellos: en la casa en la que viven hubo un femicidio. Tal vez hasta dos.
Así, el hogar se transforma en un significante poderoso a favor del proyecto de vida de George y en contra de Catherine, que advierte que lleva las de perder, porque no tiene dinero, los pocos que intentan ayudarla son ahuyentados por su esposo, y porque aunque da la pelea, una vez más, las señales se notaron tarde. La película convierte una casa embrujada en una propuesta para pensar las relaciones violentas, las de ayer y las de hoy, preguntarnos qué se puede hacer cuando esos vínculos están a la vista de todos y reflexionar cuántas veces más tendrá que pasar lo mismo antes de romper la maldición que llena la casa de fantasmas.