Nota principal: ¡Hasta la victoria de la ternura, Alejo!
Escribe Tony Fenoy, coordinador del Colectivo de Teología de la Liberación Pichi Meisegeier, amigo y compañero de Alejo.
Hablar de él no implica para mí solamente hablar de un amigo o un compañero (palabra que él definía como la más profunda para expresar un sentimiento), sino también referirme a un militante con mayúsculas, esos que hacen de la coherencia entre el decir y el hacer una manera de vivir.
Los sentimientos impiden la fluidez de las palabras. Lo extraño muchísimo y todavía me cuesta no verlo en las juntadas del colectivo o recibir sus mensajes llenos de sabiduría política o de ternura cuando hablaba de los pibes y las pibas, o se alegraba con alguna medida que beneficiaba a los sectores más postergados.
Por eso voy a hablar del inmenso militante que fue, con el que aprendí a mirar la vida siempre con esperanza, a no quedarme en la pequeñez de lo que faltaba o en la crítica oscura, sino a disfrutar de lo que se había logrado, a no quedarme en las miradas teóricas, sino a pensar la realidad como un “pensar situado”, idea de Kusch que Alejo hizo suya y refería constantemente.
Fue un militante de la ternura, virtud revolucionaria y transformadora que nacía de su fe profunda en los pibes más pobres del Conurbano bonaerense. Veía en ellos/as sus posibilidades y capacidad creativa, sus esperanzas y alegrías, sus sueños y sus ganas. Por eso su militancia en el centro de día La Paloma (La Matanza), en Cine en Movimiento, sin dejar que otros hablaran por los pibes y las pibas, y en el espacio de jóvenes del MEDH. Por eso su militancia en el Colectivo, buscando que la academia dejara de transitar “caminos sin corazón” y llenando las universidades de compromiso, testimonio y de pibes postergados que daban “cátedra” de vida y de lucha a los estudiantes. Alejo fue un teólogo de la liberación de aquéllos, que hizo suya la fe de los más pobres (su devoción por el Gauchito Gil era expresión de esto) y reflexionaba a partir de una praxis que transparentaba al “dios-en-el-pueblo”, ése que no está en las instituciones religiosas ni en los templos, sino que vive cada vez que una piba o un pibe sonríe porque recupera su palabra, porque recupera jirones de dignidad.
Por eso fue un militante de la esperanza y se sentía parte de este proyecto nacional y popular, porque, sin ahorrar críticas, entendía el momento que viven nuestro país y América Latina. Como dice Graciela Daleo: “Cuando dudaba cómo ubicarme políticamente, miraba qué hacía Alejo. Y no me equivocaba”.
Compañero querido, te extraño mucho. Y aunque tu partida me sigue generando bronca y dolor, sé que tu militancia nos guía e ilumina, que estás en medio nuestro y que tu ternura nos compromete a seguir caminando y construyendo con los/as más pobres de nuestro pueblo. No podemos bajar los brazos: hay mucho por hacer. Con tu alegría, colectivamente, con tu ternura y esperanza. Acompañando a Juli y a los chicos, a tus viejos y hermanos, construyendo vida y dignidad junto a pibes y pibas de nuestro pueblo. ¡¡¡Hasta la victoria de la vida siempre!!!