Milena Salamanca, la Karallanta

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Desde que nació estuvo en un contexto musical lleno de duendes salamanqueros. Estudia música desde el nivel inicial: toca piano, cello, siku e instrumentos de percusión. La artista de 18 años bailó profesionalmente durante un tiempo, pero lo que nunca se imaginó era que iba a terminar cantando en Cosquín y siendo la revelación del festival.

Por Facundo Arroyo

 

Milena es una niña luminosa y una mujer decidida a comunicar un mensaje. Rescata a Suma Paz y Chabuca Granda en sus canciones; rememora la lucha de Violeta Parra; sufre recordando la historia de Frida Kahlo; admira y sueña con tomar la posta de Mercedes Sosa. “Para las mujeres siempre es y fue más difícil, en el país y en toda Latinoamérica”, dice y advierte: “Valoro la carrera que ha sabido construir Soledad (Pastorutti) pero lo mío va por otro lado”.

Con apenas 18 años, ya tiene en sus espaldas nueve de estudios de piano y una formación académica en Bellas Artes -este es su último año de secundaria- que incluye la práctica de siku y cello con extensiones en el Conservatorio Gilardo Gilardi. Además, hace tres años que toma clases de canto con Emilse Vassaro. “Siempre me gustó bailar y tocar, pero nunca me imaginé que iba a terminar cantando”, aclara.

Desde su casa, que también es la “Casa de Cultura y Peña La Salamanca”, baja de su habitación para hablar con La Pulseada. Sus rasgos andinos se hacen inseparables a la música que decide entonar. Milena tiene los ojos achinados, la nariz en punta y una sonrisa enorme. Su pelo es oscuro y acaba de ponerse un pin en el cartílago más próximo al orificio de la oreja derecha. Sobre el borde del escenario está su padre, Luis Salamanca, especializado en instrumentos de viento y dueño del local; a su alrededor hay una banda -o un grupo de alumnos- que escuchan los consejos que les da un sábado a la mañana. Luis seguramente se haya acostado tarde anoche, pero no pierde su frescura a la hora de hablar de música. Los alumnos, atentos. Las sillas están apiladas al igual que las mesas. Sólo hay una mesa con mantel cerca de la barra y es donde se sienta Milena para empezar a contar su primera experiencia en Cosquín y para hablar de lo que piensa sobre la música folklórica. Su madre limpiando el lugar y su padre dando clases permanecen atentos a los movimientos de su nena, no dejan de mirar de reojo y hasta pareciera que con una oreja escuchan a su hija.

La noticia de este verano fue que Milena participó de la competencia que se arma para llegar a Cosquín, el festival más importante de folklore que se realiza en el país. Anoten: ganó el pre-Cosquín en la categoría solista vocal femenina y fue revelación del festival mayor siendo ovacionada por más de 14 mil personas. Un reconocimiento que anhela cualquier artista.

 -¿Cómo fue cantar en la plaza mayor y en el escenario Atahualpa Yupanqui?

-Cuando canté en la plaza mayor estaba re tranquila, porque detrás de escena es todo más rápido, hay gente corriendo para todos lados. Los sonidistas tienen una actividad increíble. A veces del lado del público se vuelve un poco insoportable la espera, pero detrás de escena pasa todo rapidísimo. Lo terrible es que son dos temas… Es un instante muy corto: te concentrás, los cantás y ya está, se terminó. Y ahora lo único que podés hacer es recordarlo. Después cuando gira el plato y ya estás en el escenario es re flashero. Estás a oscuras, ves un montón de lucecitas ajustando los detalles y de repente te encontrás con una plaza gigante y un montón de gente. Encima, el escenario está diseñado direccional y tiene un techo enorme, entonces es como que sos una boca gigante que está a punto de comerse a toda esa gente; no sé, flashé ésa. Igual lo pude disfrutar, sabía que lo peor ya había pasado, la competencia previa. La concentración es vital. No hay que hacerse tanto la cabeza; si no morís ahí -aconseja, y se ríe cuando lo vuelve a pensar.

-¿Cómo se vive el clima siendo una artista que llega por ganar la competencia?

-Fue medio tedioso. Hay muchas presiones, todo se va arreglando y toda esa tensión se hace sentir, uno lo siento en el aire. Es obvio que cuando uno escucha la calidad que hay en el festival, y no es buena, es porque están por guita, o por acomodo, entonces es difícil a veces llegar porque no hay acceso sólo por la calidad; hay mucha gente talentosa y ni a gancho tiene lugar en Cosquín. Por eso también participé de la competencia: quería llegar por mi propia cuenta, sin que nadie me dé un impulso extra-artístico. Jamás lo hubiera hecho. Es tratar de llegar a un lugar que realmente te merecés. Todos sabemos que Cosquín es importante en el mundo, y artísticamente es un sueño anhelado para cualquier músico que se dedica al folklore. Yo había estado en el cincuentenario bailando dos veces, pero esto fue distinto.

-Volviste a hacer “El surco” de la peruana Chabuca Granda, el tema que te hizo ganar la competencia. ¿Pensás tu repertorio en relación a las reivindicaciones y a la poesía de cada canción?

-La historia de Chabuca es muy fuerte. “El surco” pienso que habla un poco de lo que es ella, porque viste que dice -(lo canta, tiembla su garganta)-: “En una hora triste cantar / y laralala quise gritar / y dentro de mi grito quise llorar”, es como todo muy trágico. Y lo que me encanta de ella es la composición, tiene muchas obras bellísimas que reivindican situaciones de la vida y situaciones de ella más que nada. Con poesía mayor, y más siendo mujer. Porque digamos que el machismo es general en Latinoamérica: para las mujeres siempre es más duro, siempre. A Violeta Parra en la época de la dictadura la echaban y la ignoraban y, mientras tanto, ella se expresaba dentro de sus canciones. Admiro mucho a ella y a muchas otras pero no es que es mi preferida; trato de no tener favoritismos porque sino las terminás imitando, las terminás queriendo copiar. No es la idea. Admiro cómo proponen su arte muchos artistas. Gracias a mi contexto me he cruzado a grandes músicos (Suma Paz, Illapu, Melania Pérez) que me han enseñado mucho.

Milena dice que a su repertorio lo va eligiendo con su padre, de acuerdo al contexto y a las condiciones de su registro vocal. Explica: “Priorizo también que el tema tenga un contenido, un mensaje, que sea reivindicativo de alguna forma”. Dentro de ese repertorio gana lugar la música andina. “Mi papá es de Jujuy y mis abuelos de Bolivia; tengo un fuerte vínculo con lo que es la cultura del norte. Lo siento mejor, es más relajado, más simple. Si vos vas a Jujuy la gente es simple, la música es simple, todo es simple. Hasta el paisaje lo es, entonces es como más sensible. Si uno no siente esos matices la canción no va a salir… Entonces termino eligiendo esas canciones porque yo de alguna forma soy bastante sensible. Hago huaynos, carnavalitos, sambas, cuecas, bailecitos”.

-¿Tenés composiciones propias?

-Compongo pero no muestro nada, no es el momento. Tengo canciones más importantes que cantar ahora. Yo compongo y comparo y bueno… ni da. No tengo mucha experiencia de vida, entonces mis temáticas no vuelan mucho para la composición. A veces por mi cabeza lo único que pasa es todo lo amoroso. A la hora de hacerlo, por ahora, me gusta más la cuestión musical que la poesía; la poesía es más difícil.

-¿Y cuáles son tus planes para este año luego del reconocimiento?

-Ahora el compromiso más grande es sostener ese premio, muchos que lo ganan después desaparecen, dejan de tocar porque sienten que llegan a una cima. Pero si yo este año sigo tocando y me va bien, existe la posibilidad de que vuelva a Cosquín pero contratada. Ellos tienen que ver que el artista que pusieron como revelación se está manejando y se está moviendo.

Y Milena Salamanca justifica esta opinión en la gira por el sur que ya ha realizado, las actuaciones en La Salamanca (planearon una a su regreso de Córdoba y terminaron siendo cuatro noches con entradas agotadas), los planes para grabar su primer disco (un proyecto que seguramente se extienda para el año que viene) y el reconocimiento de la ciudad el pasado 4 de abril en el Coliseo Podestá con participaciones de Procanto Popular y Diego Picabea y su actuación en vivo con su banda fija, integrada por: Javier Caminos (guitarra), Manuel Caminos (charango), Jorge Bolañez (percusión), Hernán Díaz (guitarra) y Luis Salamanca (vientos). Las entradas gratuitas de este espectáculo, que se destacó de “interés cultural”, se agotaron varios días antes. Allí su padre explicó la historia dela Karallanta, una flor de las montañas que resiste a los cambios del clima, concluyendo con la siguiente frase: “Milena es una Karallanta”.

Cuando se escucha a Milena en vivo, se la ve por algún video o simplemente se observa la presencia que lleva consigo, se puede establecer que hay algo especial en la música andina que ella tiene la necesidad de reivindicar. No sólo canta: interpreta, baila la canción y respeta a la música que en ese momento la rodea. No sólo ha vivido un proceso de mezcla cultural y social sino también ha construido la entrada de su propio camino, de tierra y asfalto. En la tierra está el primer brote que ha dejado Mercedes Sosa, sin dudas. En el asfalto se encuentra la peña urbana que ella experimentó desde sus primeras siestas entre los cajones de la bebida del carnaval.

Milena Salamanca es una de las consecuencias más importantes de la canción popular de los últimos años. Por rara histeria y gestión cultural ella no estuvo en el Festival Internacional de Buenos Aires (FIFBA) que se realizó en el bosque de nuestra ciudad. El festival propone la fusión, usa las instalaciones de la ciudad, pero lugar para los artistas platenses, ni hablar.

Y mientras se pierde por entre las mesas que hace apenas un año atendía como moza, se va tarareando una canción que suena a samba. Vibra su garganta y respira correctamente para poder seguir con cada estrofa minimalista. Va de entrecasa Milena, que acaricia a su enorme perro y cuando está por subir a su pieza lo mira a Luis, como si fuera su duende preferido de La Salamanca.

 

El camino

Milena Salamanca tuvo que presentarse José C. Paz, ya que en La Plata la competencia se suspendió hace unos años por malversación de fondos. Recién este año la ciudad volvería a tener la sede. En esa primera instancia, Milena perdió con una artista local y decidió volver a probar en una sede que se abría ese mismo año (2011), la de Alejandro Korn. Allí ganó y fue directamente a competir al pre-Cosquín con delegaciones de todo el país. Eligió un repertorio de seis canciones que no se pueden cambiar durante la competencia y una banda que incorporó a un solo integrante (Hernán Ruiz Díaz) en la etapa final. La eligieron como finalista y luego, con la canción de Chabuca Granda, ganó la instancia final y el reconocimiento para tocar en el festival. Fue una puesta del grupo ya que generalmente el jurado opta por darle mayor valor a la ejecución de música argentina. Tanto allí como posteriormente en Cosquín, optaron por la canción de la trovadora peruana. En Córdoba también interpretaron “Esperando a mi madre”, de Jorge Viñas y Suma Paz.

 

El Surco

“Para Javier Heraud, joven poeta muerto absurdamente en el río de la selva de Perú. Ciertamente, Javier es la inmolada paloma solitaria de nuestros días”, llegó a declarar la intérprete Chabuca Granda sobre esta canción.

Interpretada por León Gieco en “15 años de mí” y Jorge Drexler en sus presentaciones en vivo, el tema se volvió parte del legado de la música latinoamericana.

Chabuca declaró: “Esta canción, con la que cambió radicalmente mi forma y pensamiento, me tomó hacerla desde enero de 1965 hasta el 4 de enero de 1969. No hice absolutamente nada mientras tanto… Ciertamente la inmolada paloma solitaria de nuestros días. Joven ausente, firmemente creo que te matamos todos. ¿Con qué más, puede un poeta hacer la guerra y ganarla, que con sus misteriosas palabras hilvanadas…? El día de tu muerte era domingo; el pueblo estaba borracho; la Guardia Civil cumplía una irreparable orden; quedó un guerrillero muerto y su remero; fue una cacería desalmada…”, y nunca se supo realmente a qué canción hacía referencia ya que hay poco material de archivo en referencia a la artista peruana. Pero las canciones siguieron sonando y en la voz de Milena se escucha la última estrofa gritar: “¡Ah, malhaya la hora en que fui a cantar! / No me llegó la hora de clarinar, / de clarinar, / de clarinar”.

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