La estigmatización de la Tupac Amaru y los clichés de los medios masivos sobre la líder indígena se replantean en el libro “Presa. Un decálogo del caso Milagro Sala” (Malisia, 2017) que dos compiladores platenses armaron para repensar las estrategias discursivas en torno a la defensa política de la dirigente jujeña.
Por Juan Manuel Mannarino
Fotos Luis Ferraris
Las noticias llegan desde Uruguay con un aire de cierta ilusión: la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en el cierre de su 165º audiencia, volvió a ratificar su medida cautelar por la integridad de Milagro Sala y exigió al gobierno de Mauricio Macri que la líder de la organización social Tupac Amaru no continúe en el Penal de Alto Comedero. Allí volvió a mediados de octubre por decisión de la justicia jujeña, y a pedido del gobernador Gerardo Morales, luego de pasar un tiempo en prisión domiciliaria. La medida no es una recomendación, es de cumplimiento obligatorio: Argentina integra la comunidad internacional después de haber firmado pactos que son parte de su constitución nacional. “El Estado es el responsable principal de la integridad física y psíquica de Milagro Sala”, dijo el presidente de la CIDH, Francisco Eguiguren.
Agustín Arzac y Verónica Stedile Luna, autores del libro “Presa. Un decálogo del caso Milagro Sala”, viajaban a Formosa cuando escucharon las conclusiones de la CIDH. En contacto con los Comités por la Libertad de Milagro Sala provinciales, fueron a presentar el libro en aquella provincia, en Chaco y en Corrientes. “No es una experiencia sólo intelectual en el plano de generar un debate, sino que nos pone en contacto con la experiencia de la Tupac en otras provincias que no son Jujuy, como el Chaco, donde existe una cooperativa textil ligada a la siembra del algodón. La experiencia resiste el embate de la nueva economía macrista con un enfoque del trabajo colectivo y una organización colectiva”, cuenta Arzac, que además coordina la librería y distribuidora Malisia, una de las más originales de La Plata.
“La forma en que la sacaron de su prisión domiciliaria, en pijama y descalza, recuerda a los peores años oscuros de nuestro país. Fue un secuestro”, dijo Elizabeth Gómez Alcorta, una de las abogadas de Milagro Sala, apenas la obligaron a regresar a la cárcel, donde intentó herirse. Los Comités por la Libertad de la líder política, según Arzac, se encuentran en estado de alerta: creen que si Milagro llegara a volver a lastimarse sería responsabilidad absoluta del gobierno.
–Se inventaron cualquier excusa, como que no quiso hacerse estudios o que no respetó horarios de visitas, para regresarla a la cárcel. La justicia es el brazo armado del gobierno –dice Agustín, antes de tomar el avión a Formosa.
–Esperamos que la Corte Suprema se expida sobre el tema –acota Verónica Luna, junto a él–. El gobierno fue a dar un papelón a Uruguay con la presencia del ministro Claudio Avruj, que es impresentable. Macri nunca se pronunció en relación a Milagro, y cuando desde la Tupac dicen que la quieren ver muerta, no están alejados de la verdad.
Líder de la organización social Tupac Amaru originada en Jujuy, Milagro Sala fue detenida en enero de 2016, un mes después de la asunción de Mauricio Macri. El hecho no fue algo aislado: la maniobra mediática que se tejió meses antes, convirtiéndola en poco menos que una terrorista creadora de un Estado paralelo, había sido apabullante. El lenguaje de estigma y criminalización recorrió las pantallas, las redes sociales, y se potenció en la opinión pública una vez que la dirigente fue encarcelada, siendo la primera presa política del macrismo. Cualquier juicio caía sobre su figura y sus compañeros, algunos de ellos también caídos presos o procesados en causas insólitas: solían escucharse frases como “negros corruptos”, “se acabó la fiesta del Estado”, “que pague su condena por no trabajar y vivir de los planes”.
Fue entonces que los integrantes de la Editorial EME (Estructura Mental a las Estrellas) de La Plata, a kilómetros de distancia de la provincia norteña pero a centímetros de la experiencia política de una de las organizaciones más populares de los últimos tiempos, empezaron a pensar en palabras. Así surgió “Presa. Un decálogo del caso Milagro Sala”: buscando renombrar las palabras y las cosas.
Para entender el porqué de la detención de Milagro Sala, los integrantes de EME pensaron en crear un decálogo, invitar a diez escritores y construir conceptos como “democracia”, “mujer”, “justicia” y “amenaza”. El libro fue publicado en agosto y allí firmaron, entre otros, María Pía López, Elizabeth Gómez Alcorta, Ileana Arduino, Diego Tatián, Estela Díaz y Esteban Rodríguez Alzueta.
Agustín y Verónica vieron a Milagro Sala hace unos meses en Jujuy, cuando aún estaba con prisión domiciliaria. “Estaba rodeada de gendarmes, vivía en una película de ciencia ficción, extremadamente vigilada. Se puso contenta con el libro, la vimos fuerte, con ganas de volver a participar de la política, de volver a recuperar su organización aunque la estén saqueando con saña y odio”, cuenta Agustín.
Las condiciones actuales de la Tupac son tan adversas –varios de sus dirigentes han sido judicializados– como desalentadoras –sus equipos de trabajo, por ejemplo, fueron desmantelados–. “Hay una voluntad política de destruir una identidad –reflexiona Verónica–. Por ejemplo, la Tupac ponía en discusión cómo se tomaban las decisiones en las cooperativas, algo que el gobernador Morales quiso frenar desde siempre. La discusión de fondo es la disputa del poder, que es una disputa de clase que se traduce en frase del tipo ´cómo estos negros van a administrar, y encima quieren la autonomía´”.
A la par que organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Amnistía Internacional y hasta el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas consideraron que su detención había sido arbitraria, exhortando al Estado argentino a revisar el proceso judicial, los libros sobre la situación de Milagro Sala y el trabajo comunitario de la Tupac Amaru aparecieron como una herramienta para pensar los sentidos de la discusión política y dar batalla contra los postulados hegemónicos. Además de “Presa”, acaba de publicarse “La libertad no es un Milagro”, escrito por el periodista Horacio Verbitsky, que se suman al debate sobre su figura al texto de Sandra Russo, “Milagro Sala, jallalla: la Tupac Amaru, utopía en construcción”.
La Pulseada: –La puesta en práctica del libro, entonces, fue una apuesta por reinventar la palabra, por discutir el lenguaje de lo político.
Verónica: –Fue importante el enfoque multidisciplinario, elegir muchas voces de territorios diversos, porque el caso es complejo y no queríamos lecturas lineales ni reduccionistas. Queríamos sacarlo del modo que se venía discutiendo en los medios, que era desde el principio de culpabilidad, al cual se le oponía pensar a Milagro como una víctima política del gobierno. Entonces decidimos desplazar la mirada a otros focos. Para pensar qué le aportó la experiencia de la Tupac a la democracia, por ejemplo, lo convocamos a Diego Tatián. O en la figura de Milagro como mujer, la convocamos a María Pía López. La abogada Elizabeth Gómez Alcorta se concentra en el concepto de Justicia, y luego aparecen otras ideas, imaginarios sociales y sentidos políticos e ideológicos en otros autores. Salieron cosas muy buenas, como el epílogo de Melina Gaona, de ver hasta dónde la Tupac nos obliga a pensar en otra forma de entender lo político, a desnaturalizar los modos en que estamos acostumbrados a dirimir la trama social y cultural.
LP: –¿Y cómo es eso?
Verónica: –Bueno, conocer que hay otras formas de organización social que no son las que habitualmente estamos acostumbrados a vivir, otros parámetros, como por ejemplo el manejo de las decisiones, que no son comparables a las que se deciden tradicionalmente en la administración de lo público. Es imposible ver a la Tupac sin entender eso. Hay discursos hegemónicos, que construyen el sentido común, que encarrillan todo hacia lugares lineales, a no poder discutir. Como el hecho de que se piense que Milagro Sala, por haber sido diputada del Parlasur, es una política de carrera, cuando en realidad viene de una organización social, con otro tipo de construcción, con otra trayectoria. Esta clase de experiencias no se reducen a la asistencia del Estado, la Tupac interviene políticamente en la provincia de Jujuy. O fijate cómo se habla de un “Estado paralelo”, se instala mediáticamente, cuando en realidad esa manera de nombrar a la Tupac es por no poder pensarla por fuera de las lógicas dominantes de construcción política, por no conocer en profundidad esa experiencia. El libro intenta poner en discusión esas representaciones, esas maneras de abordar el problema.
Agustín Arzac aclara que “Presa” no es un libro sólo “de ideas”, sino que decidieron “llenarlo de datos” para contar con información chequeada y rigurosa ante la desinformación permanente de los medios hegemónicos. “Presa” se erige como un material de debate “tanto para adentro como para afuera de las organizaciones sociales”. La tarea, dice, se presenta como “ardua y urgente” en el mapa político de los últimos tiempos.
–¿Cómo hacer para deconstruir lo que hay instalado sobre la figura de Milagro Sala en los medios?
Agustín: –Es difícil darlo vuelta, en los ensayos se repite la preocupación de cómo se perdieron ciertas discusiones y quedaron en manos de la derecha. Por ejemplo, el tema de la corrupción, donde parece que los empresarios nunca tienen que rendir cuentas de nada, como si sólo fuera una cuestión de ganancias y pérdidas su rol en el país. El lugar ético es fundamental debatirlo. Lo que aparece como telón de fondo en el caso de Milagro es cómo debería ser la participación del Estado, el rol de los trabajadores, el tema de la vivienda y la cuestión geográfica, porque no es lo mismo Buenos Aires que Jujuy. Y cómo es el tema de la propiedad, la Tupac lo pensaba de otra manera, no era sólo la conquista de la propiedad en sí misma sino también el trabajo, la educación, la salud, el deporte. Es otra manera de organizar lo social. El desafío es pensar por fuera de los estructuras de pensamiento que ofrece el enemigo, por decirlo de forma grandilocuente. Lo que uno siente es que estamos permanentemente respondiendo a ataques, y es complicado, porque ella está presa y hay que salir a responder, a defenderla. No hay que ceder al desgaste. // LP
“¿Y si es inocente por qué no sale?” La pregunta, tantas veces oída con incredulidad y paciencia, formulada por el sentido común -que puede ser cualquier cosa menos inocente- acicateó el deseo de hacer este libro. Una y otra vez, durante más de 560 días, esa pregunta fue el escollo donde naufragaban las discusiones. No es fácil responder a la demanda ansiosa, facticista y vigilante que la promueve, porque para disponernos a hablar partiendo de ese punto es necesario hacer transitable una distancia que se presenta como un campo minado de eso que hoy llaman grieta. La idea actual de grieta es sin dudas totalizante y reaccionaria, no tanto por haber sido concebida como fogoneo electoral en los medios operadores, sino por lo que sustenta. Nominar al conflicto social como grieta es una manera de poner en el horizonte de la política el consenso tolerante; el desacuerdo se sintomatiza como un “mal” porque lo deseable sería “llevarnos bien entre los que pensamos diferente”, es decir, mantener las ideas en el plano de las ideas, y los flujos económicos controlados según las demandas de riquezas. La grieta como caracterización sociológica es, en definitiva, la confinación de la cosa pública a las construcciones de partido. Nominar el conflicto como grieta es, a su vez, capturar a los sujetos en posiciones por las que son hablados y con ellas conquistar el terreno de ciertas palabras para que así, con solo ser pronunciadas, sepamos automáticamente qué debemos pensar.
Prólogo del libro “Presa”, por Verónica Stedile Luna
“A casi dos décadas de avanzado el siglo XXI, debemos, y el caso de Milagro y su injusticia lo exige, problematizar las ideas de que la República moderna se basa principalmente en el concepto de división e independencia de los poderes del Estado, pensando los modos en que este se entrecruza con la propia noción de democracia. No sólo desde un punto de vista teórico sino desde el análisis normativo-institucional y el de las prácticas reales en nuestras democracias. Debemos preguntarnos tanto el lugar que la política, las relaciones de poder y el conflicto tienen en el campo de la administración de justicia como los modos en que los usos, actores y significaciones de ‘la justicia’ operan sobre el mundo de la política”.
Del capítulo “Justicia”, por Elizabeth Gómez Alcorta, abogada e integrante del equipo de defensa de Milagro Sala
“Milagro es amenaza en sentido múltiple. Las persecuciones institucionales se disfrazan de republicanismo pero son principalmente reacción ante las prácticas políticas que ella y sus adherentes encarnan. ‘Malos modales, ladrona, corrupta, implacable, autoritaria’ son los vectores que se usan, simultánea o alternativamente, para desplazar el foco desde las tensiones reales que han planteado al statu quo la emergencia de su liderazgo y el de su organización, hacia el de su persona, su condición, hacia el tupé de disputar poder que sin disimulo ella ha ostentado”.
Del capítulo “Amenaza”, por Ileana Arduino