Integró los más famosos conjuntos folclóricos, como el Grupo Vocal Argentino, Buenos Aires 8, Gente de canto, Sin límites y Los andariegos, y grabó la Misa para el Tercer Mundo, escrita por el padre Mugica. Hoy se presenta como solista o en dúo junto a su hija Florencia o con Pehuén Naranjo, y está a punto de sacar un nuevo disco con la formación original del memorable Quinto de Cantares.
Por Carlos Sahade
Arranca con una guitarra que atrapa y desemboca en un tarareo inconfundible. Luego la letra: “Andaré, andaré, pero allá volveré…”. Galo García canta “Según me brotan las coplas” en su disco solista “Parte del aire”, tal como lo hacía en 1966 con el Grupo Vocal Argentino (GVA). Hasta provoca pausas y deja palabras en suspenso como para que se sumen sus compañeros de aquel conjunto folclórico. Galo, el único sobreviviente del grupo original, sigue vigente con las mismas virtudes que hicieron que Chabuca Granda dijera de él: “Qué voz tan bella, qué bien dice y además, sonríe cuando canta”.
En la contratapa del primer LP del GVA, grabado en 1966, con arreglos y dirección del Chango Farías Gómez, puede leerse: “Galo Hugo García nació el 31 de diciembre de 1941 en Lincoln, provincia de Buenos Aires y pasó su infancia y juventud en Tandil, donde manifestó sus primeras inquietudes musicales a los trece años, integrando el conjunto Los cuatro hermanos. A los quince años formó parte de Tres voces y una guitarra, conjunto que actuó en los medios tandilenses y de la zona. A los dieciocho años ingresó a la Facultad de Química y Farmacia de La Plata y a mediados de 1960 integró el cuarteto vocal Los Bachilleres, que tuvo sobresaliente actuación en los medios televisivos y radiales de la Argentina y de otros países del continente. Durante el año 1964 actuó como solista en un ciclo por Canal 13. Haciendo un paréntesis en sus actividades musicales, se dedicó a estudiar hasta mediados de 1966, en que recibió la proposición de integrar el Grupo Vocal Argentino”.
Hoy, con 73 años, Galo recuerda a La Plata como una ciudad “maravillosa” y lo primero que menciona es el comedor universitario, aquél que funcionaba en el edificio de la actual Facultad de Odontología. Lamenta haber hecho la carrera en forma tan irregular: “Lo que se hace en cinco me llevó diez años porque cursaba algo y de golpe me salía una gira y chau”. Como sus ingresos dependieron siempre de la música, dejó y retomó la facultad varias veces. “Cuando estaba promediando la carrera dije: basta, me dedico sólo a estudiar hasta que me reciba. Hay una sola cosa que me puede hacer cambiar de opinión: que el Chango (Farías Gómez) me llame para armar un grupo… Si me llama el Chango no puedo asegurar nada. Y me llamó el Chango. Chau. Se me entraron a vencer las materias… Todo mal. Tuve que recursar otra vez hasta que me recibí. Evidentemente la música me apasionaba y la farmacia también”.
—¿Cómo conociste al Chango?
—Tenía veintipico de años, estaba en La Plata e integraba el Cuarteto Vocal Bachilleres con Oscar Cardozo Ocampo. Oscar vivía en Buenos Aires, era hijo de Mauricio Cardozo Ocampo (músico paraguayo autor de “Galopera”). Una vez, después de actuar con Los Bachilleres, me invitó a ir a “la tribu de los Farías Gómez”, que estaba en la calle Paraguay y Uruguay. Ese día cantaron los Huanca Hua y a mí se me voló la cabeza. Una maravilla. Empecé a ir todas las noches. Los escuché con la formación original: Hernán Figueroa Reyes, Carlos “Coco” del Franco Terrero, Guillermo Urien, Pedro Farías Gómez y Chango Farías Gómez. Además, en el boliche había un piano y estaba el Tata Farías Gómez, el papá del Chango, que tocaba el piano divino, en la misma onda que tocaba Adolfo Abalos. De esa forma de tocar salió, por ejemplo, el arreglo de “El Pintao” (tararea el comienzo y hace el movimiento con las mano como si fuera el pianista). Eso era fascinante. En ese lugar escuché a Atahualpa Yupanqui, a Eduardo Falú, a todos los grandes. Ahí lo conocí al Changuito, ahí me escuchó cantar y me dijo: “Algún día te voy a llamar para algún proyecto”.
—Y te llamó aunque no era época de celulares…
—No tenía teléfono ni nada… Yo andaba por la facultad, entusiasmadísimo, cuando me mandó a llamar para contarme de su proyecto. El Chango había dejado los Huanca Hua porque quería un grupo armado con cinco voces que fueran como los cinco instrumentos que buscan los arregladores porque ellos no ponen cinco violines juntos; ponen contrabajo, cello, viola y dos violines. Y los Huanca se había armado entre amigos con las voces que había, que es la historia de casi todos los conjuntos de esa época. Ahora es otro mundo, pero en aquellos años nos juntábamos y todos cantábamos de oreja. El Chango eligió entonces las cinco voces para el GVA; de graves a agudos: Jorge Raúl Batallé, Luis María Batallé, Galo García, Chango Farías Gómez y Daniel “Poppy” Scalisi.
El GVA solía ensayar en Radio Splendid, en donde Jorge Raúl Batalle era “locutor estable, así que pasaba las tandas y después tenía un rato para ensayar en un estudio que nos prestaba la emisora”. Galo seguía viviendo en La Plata pero en nuestra ciudad no llegó a cantar demasiado. Con el GVA estuvo dos veces y ambas en el Cine 8, que para ese entonces abría sus puertas para espectáculos musicales, como también ocurría con el Cine Rocha. Recuerda que en una de esas presentaciones cantaron gratis para juntar fondos para un viaje que iban a hacer “mis compañeros de la facultad”. Es que “el Chango tenía esas cosas. Un día recibe una carta de Horacio Ferro, un muchacho de Mar del Plata: ‘Los admiro, tengo el disco, soy hincha de ustedes, me voy a casar y es mi ilusión que vengan a cantar la misa a mi casamiento’. El Chango le dijo: ‘Bueno, vamos’. Y fuimos gratis. Cantamos en una iglesia de Mar del Plata, estuvimos en el casamiento y nos volvimos”.
Con menos de un año de formación, el GVA se presentó en Cosquín habiendo grabado un disco simple con “El Pintao” de un lado y “Papá Baltasar” del otro. A los pocos meses ya estaba listo el primer Long Play con temas como “Zamba de los yuyos”, “Ya me voy yendo”, “Milonga del peón de campo”, “El Pintao”, “El humahuaqueño”, “Según me brotan las coplas”, “Salavina” y “La vieja”. El segundo disco fue la “Misa criolla”, de Ariel Ramírez y Félix Luna.
“El Chango —cuenta Galo— nos dio una lección con esa misa. La primera versión tiene a Los Fronterizos, el Coro de la Basílica del Socorro, Jaime Torres, Domingo Cura… El Chango nos enseñó un recurso para trabajar con menos gente: la hizo para cinco integrantes, un bombo y una guitarra. La misa salía en vivo y en el disco somos los cinco sin nadie más. Se la presentamos a Ariel Ramírez que en aquel momento era director del sello Philips y le dijo al Chango: ‘¡Qué bien que la hiciste! ¡Esto es lo que yo quería!’. Porque presentar la Misa era toda una producción importante, un movimiento tremendo y los que estamos en el mundo de la música sabemos que hacer un espectáculo con cinco personas es distinto que hacerlo con veinte: otro mercado, otra posibilidad, otros lugares, otra movilidad. Nosotros lo presentamos en todos los recitales. En una primera parte, de sport o de traje, música folclórica, y en la segunda, en smoking, los cinco temas de la Misa. ¡¡¡Un golazo!!!”.
El Chango y Cardozo Ocampo
Galo García aprendió de muchos pero reconoce fundamentalmente la influencia de dos maestros: Oscar Cardozo Ocampo y el Chango. “El Chango sigue siendo un maestro hoy porque escuchando sus discos se aprende. Oscar era mi hermano. Participé en todas las cosas que hizo, como Sin límites, un grupo bastante histórico que básicamente era instrumental con alguna voz, que era la mía. Era un arreglador muy buscado por los cantantes y por las grabadoras porque en ese momento se registraban muchos discos con orquesta y era un músico muy trascendente. Fue muy reconocido en toda América Latina. Grabó desde México para acá con muchísimos artistas y en Argentina lo hizo con Mercedes Sosa, Sandro, el Chango Nieto, Teresa Parodi… Habría que buscar con quién no grabó en realidad. Oscar tenía una cosa muy mágica: lograba el equilibrio entre los instrumentos y la voz, algo que siempre ha sido muy complicado y lo sigue siendo porque no es fácil acomodar los planos para que se entienda la letra y no desaparezca el instrumento. He grabado unos cuantos discos y me encuentro con que los directores de mezclas no terminan de hacer un equilibrio para que los dos planos estén compensados. Con Oscar eso no pasaba. Además, era capaz de acompañarte en cualquier tema sin ensayo y no dejarte en el aire como cantante. Te toca entrar y te hace una introducción muy desarrollada pero en algún punto del último acorde está tu entrada. Solo tenía que estar atento y entrar. Es muy difícil de explicar pero el que cantó con Oscar no lo olvida porque es cantar en bandeja. No te podés equivocar. En su momento Oscar hizo un disco que se llamó “Piano paraguayo”, muy valioso. Cuando grabé mi disco solista (“Parte del aire”), Oscar ya había partido por un accidente. Pero gracias a la tecnología ‘saqué’ ‘Kaati’ de ese disco y canté arriba en guaraní, lo que es completamente inusual porque en general el instrumento se acomoda al cantante. Esta vez el cantante se acomodó al instrumento y parece que lo hubiéramos hecho juntos”.
El boticario de Villa Adelina
Cuando en 1973 el músico Roberto Lar convocó al Grupo Vocal Argentino para grabar la Misa para el Tercer Mundo escrita por el padre Carlos Mugica (La Pulseada 121), Galo García estaba trabajando en temas vinculados al mal de Chagas en el piso 13 de la Facultad de Medicina de la UBA. Después del asesinato de Mugica, de la destrucción de los discos de la Misa y de las amenazas, “desapareció una amiga muy querida que estaba embarazada. Entonces escondí todo, dejé de cantar, me fui rajando y me recluí en Mar del Plata donde puse una farmacia en el medio del campo”. Allí se hizo amigo de María Wernicke y compuso la música de varios de sus poemas, entre ellos “Salga al aire”, de abril de 1982, cuando se inicia Malvinas. Como antes y como ahora, Galo abraza sus dos pasiones.
—¿Hoy tu profesión de farmacéutico te ocupa más tiempo que la música?
—Sí, porque he desarrollado un costado bastante espiritual y me ocupo de brindar una guía cotidiana y personal a cada consultante que llega a la farmacia. Así trato de resolver sus problemas del modo más sencillo y más natural, con hierbas y cremas que preparamos nosotros. No me enfrento con la industria farmacéutica en la que estuve trabajando casi 25 años porque ahí se hacen cosas que son muy valiosas, pero en el día a día a veces se puede ayudar desde un buen consejo y desde un lugar más sano. No me limito a que la farmacia sea solamente un servicio de venta de medicamentos sino una escucha y una guía. Les sugiero que vayan a caminar, que respiren hondo, que suelten el conflicto que tienen adentro porque la madre de las enfermedades son los conflictos. A lo que popularmente se llaman “los nervios” yo le digo “las emociones”. Las emociones que están atrancadas…
—Encontraste entonces la forma de disfrutar de tus dos actividades.
—Sí. La farmacia no me pesa para nada. La hago desde el amor, con entrega. Trabajo mucho… Es una farmacia bien atípica. No tiene la conducta más conocida de farmacia shopping, para nada. Se llama Farmacia García, como legalmente debe ser, y yo me puse un subtítulo: “El boticario de Villa Adelina”.
Vuelve Quinto de Cantares
“Del Quinto están todos vivos y bien”, sonríe María, la esposa de Galo García. Se refería a Quinto de Cantares, quinteto formado a fines de 1969. Sus integrantes son Oscar Escalada (director), Fernando “Penano” Collados, Eduardo Rozas, Rodolfo Julio “Rolo” Amy y Galo, que nos anticipa el regreso de esta formación: “Estamos ensayando los cinco integrantes originales, que tenemos un promedio de 70 años, pero sigue sonando y ya grabamos ocho temas. Estamos planeando salir con un disco con ‘las canciones que no pudimos cantar’, que son las que fueron ‘observadas’ en su momento”.
En la línea de los Swingle Singers
En 1962 se formó en Francia un grupo vocal que haría historia: los Swingle Singers. A capella, con voces excelentes y sólo con el acompañamiento de un contrabajo y una batería, se dieron el lujo de recorrer el mundo interpretando música clásica. A fines de la década del ‘60 se presentaron en La Plata en un Cine Gran Rocha repleto. Desde que nacieron fueron una referencia ineludible a la hora de hablar de grupos vocales de la época.
—Galo, ¿sólo te faltó cantar en los Swingle Singers?
—Cuando vinieron en el ‘68 o ‘69 se hizo una gran fiesta para homenajearlos en la casa de Chany Inchausti, de Los arroyeños. Estaban Astor Piazzolla, Mercedes Sosa, el Grupo Vocal Argentino… Ahí nosotros cantamos sin equipo ni nada y ellos, que eran muy cuidadosos de su imagen, mandaron a buscar sus equipos al hotel y tuvieron que cantar sin amplificación, cosa que nunca hacían. Divino. Una hermosa experiencia. Querían cantar “El Pintao”… Me hice bastante amigo de Christiane Legrand (la soprano principal).
Al poco tiempo el director del grupo francés, Ward Swingle, diría: “Los Swingle Singers y el Grupo Vocal Argentino están en una misma línea, con la diferencia de que nosotros interpretamos música de distintos países y ellos tienen la suerte de hacer su propia música, que es muy rica y a la que han elevado a un plano de jerarquía internacional, conservando —y esto es realmente lo importante— su pureza”.
3 commentsOn Galo García: más que puro grupo
Mi entrañable recuerdo a HUGO «GALO» GARCÍA… Lo escuché por primera vez a comienzos de la década del sesenta, como primera voz de un cuarteto de estudiantes llamado «Los Bachilleres»… Fue en un programa televisivo musical. Y no bien, presté atención, me impactó su color y timbre de voz… No mucho después -y ya integrando el «Grupo Vocal Argentino»- lo seguí frecuentemente en los recitales que daba dicho conjunto. (Yo había establecido una relación -basada en una incipiente amistad y una recurrente admiración- con el gran «CHANGO FARÍAS GÓMEZ». Y desde ese entonces lo escuché siempre en recitales y grabaciones del Grupo Vocal… Incluso después -aunque no tan constantemente- cuando, disuelto el Grupo, ingresó en el «Quinto de Cantares», de Oscar Escalada.(Un quinteto que me cautivaba con su sonido y con sus acordes -al igual que el Grupo Vocal- pero cuyo estilo y repertorio lo sentía menos afín que estos. Es que yo sentía al género folclórico en especial… (Atahualpa, Mercedes, «Los Chalcha»,). Y a la música del «Chango» en particular… Luego comencé a interesarme (previo «descubrimiento» del Grupo Vocal) por «Los Huanca»,Miguel Saravia y Amelita Baltar. (La llamada «proyección folclórica»). Y hoy me identifico con «La Juntada («Peteco» Carabajal, «Raly» Barrionuevo y el «Dúo Coplanacu»), con Suna Rocha y Teresa Parodi… Con Jairo y Pedro Aznar… Con Ángela Irene y Laura Albarracín… Con «Peteco» Carabajal» y Abel Pintos… Y -en otros géneros- con Adriana Varela y Julia Zenko… Y con Guillermo Fernández y Víctor Heredia… En fin, todo esto para decir y ejemplificar que me emocionan -más allá de los géneros- los muy buenos cantantes… Y HUGO «GALO» GARCÍA FUE – a no dudarlo- una de las mejores primeras voces de conjunto que he escuchado en mi vida…
Con mucha emoción y cariño leí todo y volví a encontrar y recordar a Hugo, el fué el compañero de facultad y amigo de mi marido Dino, farmacéutico como él, Dino falleció hace 3 años. Al comenzar en la facultad Hugo tomaba su guitarra y le pedía «Dino acompañame» y salían los dos a buscar algún lugar donde Hugo podía cantar y ganarse algunos pesos para «ir tirando». Cuando leí la forma que Hugo ejerció su profesión encontré el mismo perfil con el que mi marido ejerció la suya, con actitud de servicio, comprensión para el paciente, afecto y calidad humana. Gracias.
Gran, gran cantor, siempre me emociona escucharlo cantar. Me debilidad su interpretación de «Milonga del peón de campo». Alguna vez me dijo (soy su primo hermano) yo no soy conocido, más sí reconocido.