Dos establecimientos educativos organizaron una votación popular para ponerse nombre, y “Padre Carlos Cajade” resultó ganador. Visitamos el Jardín de Infantes 912 de Ensenada y la Escuela de Educación Especial 502 de Berisso. Conocimos la diaria pelea de los docentes por nivelar las desigualdades, vimos la placa en la puerta con el nombre del cura y lo sentimos más presente que nunca.
Por Mercedes Benialgo
Ninguna institución sabía de la existencia de la otra. Una es un jardín de infantes nuevo; la otra, una escuela que ya cumplió sus bodas de plata. Están muy lejos entre sí y, básicamente, no había nada que las uniera. Hasta que decidieron dejar de ser “sólo un número” y, entonces sí, quedaron hermanadas de una forma muy especial. Hoy, ambos establecimientos educativos se llaman “Padre Carlos Cajade”, en homenaje a Carlitos, pero con una particularidad que no comparten todas las escuelas: la decisión se tomó mediante el voto popular, que involucró a la comunidad educativa y barrial, y a instituciones cercanas.
El empujoncito inicial para dar el gran paso fue la Resolución 4726/08 de Imposición de Nombre, promulgada por la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, por la cual todos los establecimientos que quisieran ponerse un nombre o modificar el que tuvieran, podían hacerlo antes de que se cumpliera el Bicentenario de la República, el 25 de mayo de este año.
Así que ambas pusieron manos a la obra con el objetivo de “autobautizarse”: estudiaron los pasos que establecía la resolución y siguieron las instrucciones al pie de la letra.
Uno de los trámites que demoró un poco las cosas fue pedir autorización para que el Padre Cajade pudiera ser un candidato, aún sin llevar los diez años de fallecido que se pedían como requisito.
Con historias muy distintas entre sí, la comunidad del Jardín N° 912 de Punta Lara, Ensenada, y la de la Escuela Especial N° 502 del barrio El Carmen de Berisso, terminaron eligiendo exactamente el mismo nombre, que hoy muestran con orgullo.
Sueño y realidad
Es el viernes previo al Día del Niño, pero los nenes del Jardín N° 912 “Padre Carlos Cajade” ya están celebrando la fecha, según anuncia un cartel en la entrada. El grupo es grande, y los gritos y risas del festejo en el patio invaden todo el predio.
Tan reducido como acogedor, el interior del jardín puede contemplarse casi por completo desde la puerta: un hall de entrada con percheros a menos de un metro de altura, donde los 118 alumnos que asisten a diario cuelgan sus abrigos y bolsitas; dos aulas; una cocina; baño; y la Dirección, donde el día del festejo las carpetas y papeles se mezclan con las golosinas que harán de souvenir para cuando termine la fiesta.
En el lugar se puede estar calentito y cómodo, condiciones que no todos los nenes encuentran en sus casas de esa parte de barrio El Molino, junto a las vías del abandonado ferrocarril, en 16 entre 3 y 5. Además de las necesidades de los habitantes, la zona es de por sí complicada: cuando hay sudestada, nadie sale de su casa, y se suspenden las clases.
La gente del barrio no conocía a Carlitos personalmente, y sólo algunos tenían ciertas referencias de su obra. Sin embargo, aprendieron todo sobre él durante el período de “campaña” y les gustó que ese hombre haya dedicado su vida a ayudar a personas que, al igual que ellos, tampoco tenían la balanza de las oportunidades de su lado.
Para recibir a La Pulseada, la directora Fabiana Procopovich abandona por un rato los juegos del patio y rememora, cronológicamente, los pasos que el Jardín tuvo que seguir para organizar la votación.
Durante la charla, más de una vez citará una frase que Carlitos repetía, y que el Jardín adoptó como lema: “El que sueña solo se queda en sus sueños, pero el que sueña con otros, comienza a hacerlo realidad”. Esas palabras se perpetuaron en un póster grande de lona, junto con una foto de Carlitos, que quedó como fondo de escenario durante el acto en el que el Jardín dejó de llamarse sólo con un número.
El evento fue el 12 de mayo pasado, varios meses después de la votación, que había tenido lugar el 4 de septiembre de 2009. Es que, después del recuento, todos los datos fueron enviados a las autoridades educativas que les dieron el ok recién en noviembre. Y “ya era tarde la altura del año para organizar el acto, así que lo dejamos para éste”, explica Fabiana.
Ese miércoles de mayo, se colocó el nombre en el frente y una placa al lado de la puerta, que luego fue bendecida. Durante el acto, en el que estuvieron los chicos y sus padres, vecinos, instituciones de la zona, el jefe comunal, autoridades municipales y representantes de la cartera educativa provincial, los familiares de Carlitos agradecieron personalmente el homenaje. Mario Secco recordó que hace muchos años, cuando Carlitos todavía no había creado el Hogar de la Madre Tres Veces Admirable, le pidió apoyo para hacer una de las primeras marchas por los pibes. El día acordado, Secco, que todavía no era intendente de Ensenada, vio venir por la calle a Carlitos con dos nenes, uno de cada mano, y nadie que lo siguiera. “Pero, ¿no me dijiste que ibas a hacer una marcha por los chicos? ¿Dónde están?”, le preguntó sorprendido, a lo que el cura le respondió, alzando ambos brazos: “Y bueno, empezamos por los que tenemos”.
La elección del nombre surgió de una votación que, como tal, tuvo más de un candidato. “Padre Carlos Cajade” compitió en las urnas contra dos personajes de la historia de nuestro país, también propuestos por maestras y auxiliares del Jardín: el político, abogado y periodista Mariano Moreno (1778-1811); y la educadora y pedagoga Rosario Vera Peñaloza (1873-1950). Así como los vecinos conocieron la vida y obra de Carlitos, también supieron más sobre Moreno, un patriota y luchador en los años previos a la Revolución de Mayo, y Vera Peñalosa, una persistente impulsora de la educación popular. Las charlas informativas y los folletos hablaban de los tres postulantes por igual, pero el Cura caló más hondo en el corazón de esta comunidad y no hizo falta ir a segunda vuelta: de 88 votantes, 62 eligieron a Carli.
Todos los frentes cubiertos
En el barrio El Molino abundan los desocupados devenidos en changarines o trabajadores temporarios en distintas cooperativas. Otros tantos son beneficiarios de algún plan social y/o la asignación universal por hijo. El Jardín, que se levanta austero, bonito y prolijo sobre una esquina, existe desde hace cinco años y cuanta con nueve docentes, entre maestras, preceptoras y directora. Tiene servicio de comedor para los nenes, y una gran voluntad de ayudarlos con todo lo que se puede, como por ejemplo, donándoles ropa de abrigo. Las principales “dadoras” son las propias docentes, que reciclan todo lo que sus hijos dejan de usar para dárselo a los chiquitos del Jardín.
En general, se busca facilitarles el acceso a todo, y en ese sentido, por ejemplo, se procura que los nenes no tengan que comprar ningún material para trabajar en clase. “Lo único que aportan de sus casas es un peso por mes para pagar la cooperadora, y que nos sirve para comprar pequeñas cositas extra”, cuenta Fabiana.
La Municipalidad de Ensenada, por su parte, se hace cargo de los traslados a la hora de hacer algún paseo especial, la única forma que tienen muchos de los nenes de conocer lugares alejados. La última excursión, en noviembre del año pasado, tuvo directa relación con la nueva etapa que el Jardín y su flamante nombre acababan de empezar.
“Conocer el Hogar del Padre Cajade nos produjo una doble sensación”, dice Fabiana, y se emociona. Dos veces en la misma jornada –una en el turno mañana y otra en el de tarde- recorrieron el corazón de la Obra. “Nos recibieron de la mejor manera -comenta la directora-; nos mostraron el lugar, la granja, nos convidaron facturas caseras recién hechas. En el Hogar no esconden su tristeza de que el Padre ya no esté; lo extrañan mucho, y nos dijeron que por momentos les cuesta tener pilas para seguir sin él. A los nenes les explicamos quiénes vivían ahí y les hablaron los educadores, para que sepan cómo era y cómo pensaba Carlitos”, agrega Fabiana.
Gladys es la portera del Jardín. Sus hijos ya están en la Primaria, pero de chiquitos fueron al 912. Sólo conocía a Carlitos de nombre, y fue su cuñada quien le habló de él: “Pero, ¿vos sabés lo que hizo ese hombre?”. Ahora lo sabe y piensa que “hoy en día es difícil que alguien se moleste tanto por sacar chicos de la calle, y que encima se preocupe porque en el futuro tengan un trabajo”.
Un sufragio democrático y participativo
La directora y vicedirectora de la Escuela N° 502 de Berisso son madre e hija, y ambas tienen una energía muy particular. Más amigas que parientes, reciben a La Pulseada en el desorden típico que la Dirección de una escuela tiene al final del día.
La comunidad de este colegio, ubicado en las calles 127 entre 37 y 38 (ex 98 y 99) del barrio El Carmen, pasó por un proceso similar al del Jardín de Punta Lara para elegir nombre, sólo que más masivo. El resultado, no obstante, fue el mismo, y hoy la Escuela “Padre Carlos Cajade” luce su nueva denominación con orgullo y alegría.
“Nosotras queríamos que se llamara así, pero no podíamos imponerlo; teníamos que hacerlo democráticamente”, confiesan, entre risas, Matilde Lavalle y Julieta Gogliormella, directora y vice.
Fundada hace 25 años, la escuela fue siempre “la 502” y punto. Aunque todas las autoridades tuvieron la intención de ponerle un nombre, el tiempo pasaba y nadie lo hacía. La resolución de la Dirección General de Cultura y Educación les cayó como anillo al dedo: el mismo año en que el colegio cumplía sus bodas de plata, tenían la posibilidad de festejarlo bautizándolo, y eso hicieron, en un gran acto e1 11 de diciembre pasado.
Para darle la noticia a la comunidad, convocaron a padres, vecinos, comerciantes, docentes, auxiliares, egresados… Después de contarles de qué se trataba la iniciativa, los invitaron a todos, de manera grupal o individual, a proponer los candidatos que quisieran. Finalmente, los postulantes fueron: Juan Berisso, fundador de la ciudad; Liliana Goñi, primera directora que tuvo la escuela y actual inspectora; el escritor Jorge Luis Borges; Mario Vitalone, impulsor de la educación especial; y Carlos Cajade, claro está.
Los comicios se extendieron por tres días: 9, 10 y 11 de junio del año pasado. En total, los votantes fueron 253, entre ellos muchos alumnos de la escuela y de otras de la zona.
Además de la importancia del paso que estaban dando, la experiencia fue muy rica para los chicos: estaban ejerciendo activamente el derecho ciudadano al voto, a la vez que participaban en todo el proceso. De hecho, el escrutinio se hizo con la ayuda de los alumnos, que llevaron la cuenta de los resultados tomando nota cuidadosamente en un pizarrón.
Los números no dejaron lugar a dudas: con 98 votos, Carlitos arrasó, y su nombre fue enviado sin escalas hacia la Dirección de Escuelas, que notificó su respuesta favorable en octubre.
Al momento de hablar, no ya del nombre ganador, sino de la persona que hubo detrás, tanto Matilde como Julieta sonríen, entre alegres y conmovidas. Miran hacia una de las paredes donde una foto lo muestra a Carlitos en la calle, rodeado de chicos. “Eso fue un 9 de julio, que vino a participar del acto al aire libre que hicimos”, recuerdan. ¿Lo conocían al Padre? “Sí, mucho, y a toda su Obra. Los alumnos también, de hecho hay unos diez chicos que viven en su Hogar, o que pasaron por él”. Según cuenta Julieta, en el colegio todos los días se escucha: “Se van los chicos de la casita del Padre Cajade…”, o “Ahí viene la camioneta de Cajade…”.
Al igual que en el Jardín de Punta Lara, las docentes invitaron a los padres a participar e informaron sobre la vida y la obra de cada uno de los candidatos y por qué habían sido propuestos.
“Hay un núcleo de padres que es muy participativo de todo lo que se hace en la escuela, y que estuvo muy involucrado en la votación”, explica Julieta. Como ejemplo de esos papás, está Audén Soto, padre de los alumnos Daniel y María Alejandra, de 23 y 24 años. Gracias a la ayuda que Carlitos le había prestado a su hermano cada vez que necesitaba materiales para trabajar, Audén lo conoció y estuvo con él en varias oportunidades. “Nos hacía muchas gauchadas a todos”, recuerda y enseguida cambia el tono de voz: “Fui al velorio, y todo el barrio lloraba. No lo podíamos creer, era muy querido”. Audén es peluquero a domicilio y por eso sabe del arraigo que el Cura tiene en la zona: “Todos lo conocieron de la misma manera: recibiendo alguna ayuda, ya sea leche para los chicos, o ropa. Siempre, siempre daba algo”.
Para Matilde y Julieta hay un aspecto que pesó más que ninguno en la elección del nombre Cajade: que los chicos criados en el Hogar puedan tener un oficio, una ocupación. “La parte de la inserción laboral es la que más nos cuesta- dice Matilde-: ¿quién le da trabajo a una persona sin recursos y con algún tipo de problema mental? Eso es lo que más cautivó a quienes lo eligieron”.
Carlitos, entre risas y tizas
Ubicados en barrios pobres, el Jardín 912 y la Escuela 502, honran esa máxima de preservar la infancia, lo más valioso.
Los 262 alumnos que van a la escuela 502 reciben ayuda del colegio, incluso desde antes de nacer. A dos cuadras del colegio, sobre 122 y 98, funciona el servicio de Atención Temprana del Desarrollo Infantil, que depende del colegio, y en donde trabajan dos maestras estimuladoras, una fonoaudióloga, una maestra integradora, una asistente educacional y una asistente social. Este centro tiene una función vital: atender a las mujeres embarazadas del barrio, y controlar, en principio, que se hagan los estudios correspondientes. Una vez nacido el bebé, las profesionales les enseñan cómo estimularlo y tratarlo en casa.
“Son nenes que, desde la concepción, corren ciertos riesgos, ya sea de nacer prematuros, o con alguna malformación o enfermedad. Muchas veces sus papás no saben cómo enseñarles a caminar, o a pedir ir al baño, por ejemplo”, explica Matilde, y detrás suyo, la puerta entreabierta de la Dirección deja entrar los gritos y ecos de los alumnos que, en pleno horario de salida, cruzan corriendo el comedor para irse.
La casita donde se asiste a los bebés contiene a todo el grupo familiar, lo que forma parte de la atención integral que brinda la 502. Las profesionales que trabajan en el centro de Atención Temprana también están a disposición de los chicos de la escuela desde sus distintas especialidades. Y, por si fuera poco, las once maestras integradoras que forman parte del equipo docente, atienden a unos 80 alumnos más de otros establecimientos de Berisso y La Plata. Estas maestras acompañan a alumnos que precisan un apoyo más personalizado.
Con horario de entrada a las 8.30 y de salida a las 16.30, la doble escolaridad de la 502 les brinda una mañana de contenidos pedagógicos, y una tarde de talleres muy variados: agrícola–ganadero, costura, alimentación, construcciones civiles, tejido, y artesanías.
Como en cualquier otra escuela, también hay clases de música y educación física,“con un profesor que los lleva a los torneos en todos lados”, cuenta Matilde.
Además, en el marco de un proyecto que planea que las dos escuelas especiales de Berisso abarquen todas las discapacidades, este año arrancó una experiencia piloto por la cual a la 502 se sumaron dos maestras más: una para chicos sordos e hipoacúsicos, y otra para trastornos de la personalidad. Por su parte, la escuela 501 “Combatientes de Malvinas” recibió una especialista en no videntes y otra en discapacitados motores.
“Tenemos que ir preparándonos para todo tipo de alumnado, ya no sólo para los que tienen algún tipo de deficiencia intelectual”, reflexiona Matilde.
La situación económica condiciona muchas de las decisiones que se toman. La cooperadora cobra una cuota de 5 pesos por mes, pero las carencias de los alumnos y sus familias hace que prácticamente ninguno la pague. Las docentes, tienen la esperanza de salir sorteadas para recibir un subsidio que ayudaría mucho, pero hasta entonces aportan de sus bolsillos para mantener la escuela como está: así, linda. “Siempre se rompe algo: los baños, los picaportes, algún vidrio, una lamparita. Nunca se termina de arreglar cosas”, enumera Matilde.
Otro dinero que entra es el que los chicos obtienen por las artesanías y trabajos que hacen en los talleres, y que venden para poder seguir comprando elementos de trabajo.
Los docentes también ayudan con los trámites que tienen que hacer los alumnos: certificado de discapacidad, tarjeta para viajar en colectivo, asignación universal por hijo, etc. “Les faltan recursos para defenderse o pelear por sí solos cuando no les quieren dar lo que les corresponde: si les dicen que no, dan media vuelta y se van”.
Quizás por todo ese esfuerzo, haya elegido Carlitos Cajade vestir con su nombre y apellido esas aulas llenas de gritos, pizarrones y tizas… Para seguir luchando por un país con infancia.