Dicen que siempre es bueno parar la pelota y pensar. Reflexionar sobre la práctica, tomar carrera y salir con más fuerza. Eso también creemos en la Obra. Hace poquito lo hicimos rodeados de caballos que se escapaban del corral, debajo de la sombra de unos árboles, cerquita de una parrilla con chorizos y sentados sobre troncos. En la Granja de la Obra, justo enfrente del Hogar, nos reunimos representantes de todos los emprendimientos a pensar. No es fácil llevar adelante un Hogar para chicos sin hogar, centros de día como la Casa de los Bebés, de los Niños, Chispita y los diferentes proyectos productivos: la Granja, la Panadería, la Imprenta, el buffet de Gobernación, la revista. De esa mañana de mates, que enseguida se transformó en mediodía de choripanes, elegimos compartir con ustedes las palabras de Tony Fenoy, un viejo compañero de caminos de Carlitos Cajade.
El condimento esencial
¿Cómo recordamos a Carlitos? Me parece que lo fundamental es llevando a la práctica los ideales que él vivió. Son la motivación y el espejo para mirarnos en nuestra tarea con los pibes. Son cinco caminos que debemos transitar si queremos seguir construyendo esa sociedad más justa donde “cada ser humano, desde el momento de nacer, pueda vivir con dignidad”, como decía siempre el cura. Esos cinco mojones son: los pibes, el trabajo, la comunidad, los ideales de justicia y la fe.
Tenemos que repensarlos y resignificarlos continuamente para que no se vuelvan viejos ni rutinarios. Para esto, no puede faltar un condimento esencial que todo educador/a tiene que hacer crecer cada día: LA TERNURA. Carlitos repetía constantemente: “el insumo básico de la niñez es la ternura”, pero no esa ternura que a veces queda en el cariño o en algo cercano a la lástima, sino aquella que nos iguala con el otro, nos interpela frente a su sufrimiento y nos compromete en la transformación de la realidad. Es esa virtud, que como decía el Che, hace que sintamos como propia cualquier injusticia contra cualquier ser humano en cualquier lugar del mundo.
Por eso, lo primero que tenemos que hacer como educadores/as es preguntarnos: ¿Por qué y para qué estoy en la obra de Cajade? De esa respuesta nace el compromiso para profundizar nuestra tarea y no quedarnos conformes con lo que hacemos. Tenemos que ir creciendo, junto con los pibes y seguir dando la pulseada contra este sistema injusto. Carlitos soñaba con que de los educadores y de los pibes surgieran los futuros dirigentes que llevaran adelante una nueva manera de pensar al hombre y a la sociedad. Tenemos que generar espacios en donde se vayan construyendo personalidades autónomas, libres, críticas y protagonistas de su propia historia. Para esto debemos ser “compañeros de camino” de los chicos, con mucha capacidad de escucha y comprensión. Dejar que se vayan “apropiando” de su historia y que puedan llevar adelante propuestas e inquietudes para su vida y la de los demás. No podemos generar pibes dependientes de la obra, sino acompañarlos para que encuentren, como decía Cajade, su propia estrella.
Carlitos tenía la capacidad de hacernos creer y soñar que era posible construir un país distinto. Eso era fruto de su profunda e inquebrantable fe en la Mater y en cada uno de nosotros. Hoy es tiempo de soñar juntos, de darnos fuerzas, organizarnos cada vez mejor y encara pequeños objetivos que nos conduzcan a esa utopía. Trabajar con la infancia más pobre de nuestro pueblo a veces duele, pero también nos genera mucha esperanza y alegría.
Carlitos está vivo y nos acompaña en esta tarea. Está en la sonrisa y en el dolor de los pibes, pero también se hace presente en nuestra lucha cotidiana por un país más feliz y por una vida más digna.
Tony Fenoy