La inauguración de la muestra fue, justamente, un 24 de marzo en el mismo galpón de La Grieta hace 8 años. En esa ocasión, se presentó una docena de ejemplares y hoy la muestra reúne casi 400 que incluyen manuales de texto, libros de cuentos, enciclopedias, colecciones completas. Según explica Gabriela, “es un repertorio de libros y hay una historia particular para cada libro contando no solamente el derrotero del libro –como se censuró- sino también el contenido, cómo está hecho, el criterio que se tenía para realizar los libros para chicos en el ’60 y ’70”.
“La historia de la censura es la historia de la cultura. Este análisis nos lleva a pensar que los textos tienen un valor rupturista, no subestiman a los chicos, permiten pensar con osadía nuevos temas y nuevas posiblidades de escribir. Entonces, nos interesa la reflexión de por qué los militares se ensañaron tanto con las infancias, con la literatura pensada para chicos y qué hay en eso de haber sistematizado las prácticas censoras, haberlas puesto en una máquina del terror donde la censura suponía tener intelectuales al servicios a cercenar textos», cuenta Gabriela.
Las marcas de la censura
Durante la dictadura, las prohibiciones se instalaron en todo el ámbito educativo y cultural. Por radio, televisión, diarios, librerías e institutos educativos circulaban “listas negras” con los nombres de escritores, compositores y artistas prohibidos por el gobierno de facto, muchas bajo el formato de decretos o circulares. La mayoría de estos documentos fueron firmados por el ministro del Interior de la dictadura, Albano Harguindeguy y su director general de Publicaciones, Jorge Méndez; el subsecretario de Seguridad del Interior, coronel José Ruiz Palacios y el presidente de facto, Jorge Rafael Videla. También se ejerció una censura “por tijeretazos”, es decir, no sobre obras completas sino sobre fragmentos determinados que los militares consideraban peligrosos o subversivos y se instaba a su modificación o supresión. Además, en el camino de recopilar material, desde Libros que muerden dieron cuenta de que muchos libros que no figuraban en estos listados salían de circulación por rumores, por incertidumbre o porque algún título del mismo autor o de la misma colección había aparecido en un decreto.
Esta tarea de censura no se llevó a cabo de manera espontánea o aislada, sino que estuvo a cargo de dependencias especializadas donde trabajaron escritores, intelectuales, científicos y docentes para analizar los materiales y elaborar fichas específicas donde se indicaban observaciones acerca del contenido de los libros y se disponían si podían o no circular.
Los libros pueden consultarse en la biblioteca La Chicharra, que funciona en el espacio de La Grieta, y también recorren distintos lugares del país a través de exposiciones y talleres en escuelas, universidades, centros culturales y otras instituciones. En este recorrido, las historias personales de los visitantes se mezclan con los relatos de los libros y cada uno de los viajes que realiza la muestra es un espacio de diálogo, un despertar de vivencias e inquietudes. ¿Cuáles fueron los alcances de la dictadura para la cultura del país? ¿Cómo se conformaron los mecanismos de censura? ¿Existe una literatura peligrosa? ¿Cómo es un libro que muerde?