La Coordinadora de Niñez, Juventud y Territorio nace para unir a las diferentes organizaciones que trabajan por y con los pibes. Sus voces sonaron en el micrófono: “Hablamos de los miedos y la vergüenza que te imponen desde que nacés, el miedo a ser”, dice un adolescente rapero.
Por Mariana Sidoti
En círculo: así comienza la Asamblea de la Coordinadora de Niñez, Juventud y Territorio, conformada por organizaciones abocadas al trabajo con los pibes y pibas en sus barrios de La Plata. La iniciativa surgió por la necesidad de tener “una herramienta política para visibilizar colectivamente lo que pasó y lo que pasa con nuestros pibes en la Región”, según explica Juan Bruno, integrante del Club Villa Argüello. De la Coordinadora también participan el Centro Vecinal El Triunfo, el Taller de Cine Diego Rodríguez, Patria Grande, El Hormiguero Cultural y los colectivos La Casa y Piedra, Papel y Tijera, entre otras.
Comenzaron juntándose para viajar a Chapadmalal, el año pasado, al encuentro de Jóvenes y Memoria. “La necesidad de organizarnos surgió en el contexto político anterior, pero justo nos encontró en uno distinto”, explica Juan. Poder salir a la calle a plantarse frente a casos de derechos vulnerados, agresiones o represión por parte del Estado era el primer objetivo. Después, poder contar: experiencias, realidades, demandas y urgencias de otras organizaciones en la región y la Provincia. Hacer de la Coordinadora un espacio de formación fue otro de los objetivos primarios. Así se gestó, durante más de tres meses, el Encuentro de Niñez Juventud y organizaciones sociales que se festejó durante toda la jornada del 25 de mayo.
El Centro Cultural Olga Vázquez los cobijó a todos —pibes y militantes— y cocinó un guiso patrio. Referentes como Carola Bianco, Julián Axat, Omar Giuliani y el Colectivo Miguelito Pepe abrieron el plenario —en círculo— para dar paso a la discusión. “A partir de ahí los pibes tomaron el micrófono y empezaron a hablar, a dar sus puntos de vista sobre lo que les está pasando. Fue un momento alucinante”, dice Juan. Los chicos recorrieron el Olga, debatieron en comisiones y expusieron sus conclusiones de nuevo en plenario: “Fue muy potenciador que pibes de los diferentes barrios se encuentren, cada uno con sus realidades. Después del panel todos pidieron la voz; siento que nos fuimos del encuentro compartiendo y entendiendo los lugares del otro”, dice Agustina, de Villa Argüello. Para despedirse tocaron juntas todas las murgas, bailaron y jugaron al carnaval.
El Encuentro fue el primero de muchos. En junio, volvieron a reunirse en la sede de ATE, en calle 8. Otras experiencias del pasado habían surgido a partir de problemas puntuales, aunque sin sostenerse en el tiempo. “Existía la necesidad de unirse, pero las urgencias internas no nos permitían confluir”, resume Lisandro, de la Olla Popular de Plaza San Martín.
En algunos barrios, los chicos ya están participando de asambleas para luchar contra la desidia: calles rotas que no dejan pasar las ambulancias, placitas abandonadas a su suerte. En el Encuentro, el relato de estas experiencias se mezcló con zapeadas y raps, juegos de preguntas, debates más abstractos. Matías, del Centro Vecinal El Triunfo, recuerda las palabras de Valentín, del Colectivo La Casa.
—La clave es destapar nuestras capacidades, destaparlas de quienes, desde arriba, las están tapando —había dicho.
“Me quedó muy marcada esa frase. Los pibes están gritando en todo momento qué es lo que quieren, sólo hay que prestar atención: estar atentos y saber escuchar”, dice Matías. En el Encuentro se sorprendió de haber visto a tantos chicos entusiasmados —y hasta agradecidos— por el hecho de que un montón de adultos estuvieran poniendo el oído, en lugar de señalar con el dedo y marcar los pasos a seguir. “Los vi sentirse cómodos, se dieron cuenta de que no estaban tan solos como creían. Aunque sólo fueron algunos jóvenes, algunos niños: después volvés al barrio y ves cientos de casos más, pibes que el Estado está dejando tirados hace ya mucho tiempo. La indignación que nos produce esta situación hay que convertirla en fuerza para pelear junto a ellos. Sus capacidades no pueden quedar tapadas. En los pibes hay mucho futuro pero también mucho presente”, asegura.
En cuanto a las respuestas por parte del Estado, la Coordinadora supo desde un principio a qué se enfrentaba. “La situación es clara, no viene solamente del macrismo sino también de un kirchnerismo que duplicó las fuerzas represivas y ha tenido bajas intencionalidades de desarmar ese aparato. Hoy lo tenemos todavía más plantado, porque este gobierno viene a reforzar todo lo que se hizo: hay un Estado presente desde lo punitivo y en desmedro de la calidad de vida de nuestros pibes”, asegura Evelin.
“Los redondos no existen”
Cuando Valentina —14 años, ojos grises y un vistoso piercing en la nariz— volvió a su casa el 25 de mayo, le brillaban los ojos. Participa en el Centro Vecinal El Triunfo hace ya seis años, reniega de todo lo estructurado y opina que “en la escuela tenés que ser cuadrado porque los redondos no existen”. Se siente cómoda con los demás pibes de La Casa, que están de festejo por sus 7 años de vida.
“En el Encuentro eran un montón de personas grandes que, teniendo sus ideales y pensamientos, estuvieron abiertos a escuchar lo que les decía un chico. A veces los adultos no se dan la oportunidad de escuchar y decir ‘mirá este pibe, cuánto sabe y cuánto puedo aprender de él’. En el Olga todos aprendieron de nosotros y nosotros de ellos. Estuvo buenísimo”, dice Valentina, antes de meterse en un debate encarnizado sobre varones, mujeres y violencia de género.
Valentín es rapero, participa del Colectivo La Casa, y preside su Centro de Estudiantes. “La secuencia fue re destapadora. Hablamos de los miedos y la vergüenza que te imponen desde que nacés, el miedo a ser. Hablamos de cómo el sistema está hecho para que no seas, sino para que tomes el producto que te venden”, describe.
Los pibes discuten acerca de la violencia: interbarrial, de género, institucional. “Yo creo que con el hecho de no escucharnos en el colegio ya se está ejerciendo violencia”, dice Ludmila, después de reconocer que todavía le da vergüenza contar que participa en talleres de La Casa porque cierta vez se lo dijo a una profesora y ella se rió enfrente de todos.
La estigmatización de la juventud termina siendo uno de los pilares en la charla. Lucio, que en 2014 viajó a Chapadmalal y por primera vez se encontró con otros como él, habla del prejuicio de que “la corbata es mejor que la visera”, del discurso que marca a los demás por el barrio donde nacieron o la ropa que decidieron usar.
“Los ‘jóvenes de hoy en día’ también son eso por una razón. No creo que uno pueda decidir ser chorro, quizá no te dan la opción de hacer otra cosa, te marginan, te cierran las puertas por cómo te vestís”, añade Valentina.
Todos coinciden en que, alguna vez, llegaron a pensar a los demás a través del prejuicio. Lucila, de 18 años, participa del taller de jóvenes de La Casa desde hace tres años y es tallerista del de niños, donde leen cuentos, tocan instrumentos y aprovechan para trabajar con los Derechos del Niño. “A mí me gusta venir acá porque salgo de mis problemas, me gustan los talleres y debatir”, dice, y cuenta que sus compañeros del colegio se burlaron cuando dijo que iba a la marcha #NiUnaMenos: “Decían que nada iba a cambiar”.
Entre un disparo y otro de su cámara, Marina opina que hay que ir con el ejemplo. “No vamos a imponer nuestras ideas en la cabeza de nadie, simplemente queremos transmitirlas y si la gente lo entiende, buenísimo. Quizá siga todo igual, pero yo me planto y digo que no voy a ser parte de esto. Cuando otras personas pueden escucharte y analizar lo que tenés para decir, puede que algo les pique. Y con eso, algo ya está cambiando”, dice, dejando en claro que cuando los pibes se organizan, todo a su alrededor empieza a transformarse. Momentos después cita la frase de Galeano que pintaron, con sus compañeros de La Casa, en un mural: “Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”.
Chau al adultocentrismo
Una vez constituida, la Coordinadora apuesta a revisar en conjunto algunas prácticas que se dan hacia el interior de las organizaciones sociales. Particularmente una: el adultocentrismo.
“La característica del Encuentro —que haya sido junto a niños y adolescentes— hizo que no seamos nosotros los adultos quienes marcamos agenda, sino que la fuimos construyendo y repensando. Fue un paso bastante interesante que dimos, con el objetivo de pensar a los pibes como sujetos políticos, como compañeros; no que los adultos sigamos ‘pensando y trabajando por’ ellos, reproduciendo prácticas de opresión”, explica Evelin, del Colectivo Piedra, Papel y Tijera.