Un poco de Berisso y otro poco del Mondongo. Un poco de la Villa y otro del Lobo. Personajes de verdulería, jugadores de hoy y de ayer, goles, hinchas, sueños, milagros, almas, rezos, sanpedros y tarzanes. Gimnasia subió a Primera y San Carlos, a la B Nacional. El Colorado López, nuestro amigo berissense, cronista de potreros, habla de los ascensos de “la clase obrera” del fútbol de la región.
Por Gabriel “Colo” López
Desde que me volqué al vegetarianismo (por respeto a la vida) empecé a pasar más tiempo en lo de Abel, una verdulería del barrio Norte, un poco por encontrar allí muy buenas frutas y verduras, y otro por la cantidad de personajes que se aparecen en la fila mientras el chivilcoyano va despachando. En su local empecé a contar las últimas seis fechas que restaban al Torneo de la B Metropolitana, y fue ahí y no en la cancha donde me crucé (a tres partidos del desenlace brutal) con el padre del jugador Sommariva, el 10 de la Villa. “Las dos próximas son contra camisetas rojinegras, sangre y luto, si pasamos a ésos, chau: San Carlos campeón”.
En sólo ocho días la zona tuvo tres alaridos. La Villa fue el primero. Al tercer día resucitó Gimnasia. Y asomando junio el viejo Everton trepó al Argentino B. Los tres, de la clase obrera del fútbol, con hinchas cuyos pies bailan hasta hacerse polvo en los escalones de la tribuna. Conocí a uno, Fabián Monti, de 40 y tantos, loco del Lobo y la Villa, boina al estilo del Che, que hace poco se cayó de un andamio (ése sí que fue un golpe de descenso, hermano). Recuperado, siguió a muerte al Cele pero no tanto al Bosque, y bien justificado: todo roto apenas se podía mover para ir al baño, sin trabajo, no pudo arreglar el pago de las cuotas y el club no perdonó la deuda: ¡minga de que los clubes son de la gente!
Berisso estalló en gritos ese 25 de mayo, mismo día que cumplió 108 el club Platense, el que quedó segundo, y que por cosas del destino falleció “Cacho” Milanini, un ex Vice, velado unas horas después del 1 a 0 a Barracas Central.
Y Ricardo Rezza, que también tiene la cabeza puesta en el más allá, mientras todos saltan y suben en andas a los jugadores, el DT cruza todo el terreno abrazado a alguien, tal vez hablándole de su hermano mayor recién desencarnado. “Me debe de estar escuchando”, decía por las radios, evocando a Ruben, que veinte años antes (1993) lo acompañó en Salta en su primer hito (¡Gimnasia y Tiro a Primera A!).
Recordé que mi viejo me llevó a conocer el Monumental de River en 1988, un River 2 Gimnasia 3, con golazo de Airez, y el técnico era Rezza. Y en esos cinco minutos finales me suena el celular, mi hermano me felicita y habla también en nombre de mi viejo (los dos, triperos). “Dice papá que disfrutes”. Al lado tenía a San Esteban, el ex jugador, que la vivía como si fuera de aquellas bregas con el equipo de Timoteo: saltaba, cabeceaba el aire, se metía al vestuario, salía. Claro, también defendía a su manera, como arriba de ese vestuario lo hacían las almas sin calma, de la barra.
Ahí nomás vive Lucas Licht, del barrio Banco, igual que otro “basurero”, Jorge Merlo. Por ahí está la iglesia Santos Pedro y Pablo. Tal vez el “Bochi” habrá visto en uno de esos sueños descontrolados a San Pedro con la cara de Troglio y a San Pablo con la de Vegetti, el santafesino que comulgó 27 veces en las redes en 40 partidos (el único jugador que estuvo en todos).
No se pueden mezclar las cosas de Dios con las de la pelota, pero lo de Rezza tiene un tinte profético, como lo que logró Pedro. Me aparto y lo vivo solo, al lado de una virgencita. No puedo entender qué estamos viendo, si ayer nomás los arcos estaban en donde ahora están los bancos. El petisón inefable de Mauro Raverta encabeza la vuelta olímpica en lo que es una carrera a puro grito con los jugadores semidesnudos. En una me señaló con un dedo el capitán, como diciendo “es para vos también, Colorado”. Te conozco, mascarita, desde que tenías tus 14 hinchapelotas 14 años y jugabas para la ‘81 de Estudiantes un Mundialito de Liga Sur de Fútbol Infantil (LISFI).
Esa virgen es María Auxiliadora, que el día anterior había tenido su festividad por ser patrona berissense. Traída desde la parroquia de la calle 10 para ayudar a que en esta tierra infernal baje un trozo de paraíso. Allá estaban en los techos viendo el milagro los vecinos del barrio, y los más jóvenes agarrados como tarzanes a las ramas de algún árbol desde donde se ve el campo.
Si el arquero es la imagen de Jesús de Nazaret, ahí está el “Barba” Coloca, al que todo el país contempla con emoción mientras habla eufórico por TyC Sports. Luego, arriba del camión en el que recorre la avenida Montevideo con sus compañeros, ve las lágrimas de los abuelos, las señoras, lagrimeando en las puertas de sus casas. Aquí me vino a la memoria dos arquerazos gritones que admiré: en los ‘80 Luis Canay y en los ’90, Marcelo Ferreyra.
Al igual que La 22 en Berisso se canta ésa de “en las buenaaas y en las malaaas…”. Y ahí está un símbolo gimnasista de la ciudad de los frigoríficos, de los triperos: Edgardo Distéfano, presidente de la filial Manuel Fidel, que fue jugador de El Expreso del ’33 y varios añitos, de la Selección nacional. Le toco el hombro y le digo que yo viví en la calle 15, como él, que de pibe lo veía salir con los micros yendo a ver a “Ginasia”. Dos emociones fuertes se bancó don Edgardo a los 60 y largos: el sábado 25 en su ciudad y el martes 28, en Córdoba capital. ¿Sabrá que Ajito fue técnico (ayudante de Pedernera) en el “Arriba Gimnasia” de 1944, cuando se logró uno de sus cuatro ascensos a Primera? Más conocido es lo de 1984, cuando subió con un 5 de raigambre inmigrante: Ricardo Kuzemka.
Linda mezcla estas dos camisetas. Subo el volumen al tema de Víctor Heredia, el de “un poquitito de azul-celeste aquí en mi corazón…”. Y me caen más fichas: ¿dónde está el “Gallito” Daher, clase ’69, uno de los que más jugaron con esta gloriosa banda? ¿Dónde andará gritando Marcelo Malli?, ese “Turco” que hace cuatro años estaba en el banco al lado de Besada. Como aquel goleador celeste, Leo Trinchín, que al retirarse y con tiempo libre formó parte de la filial Guillermo y Gustavo Barros Schelotto. Como otro ex DT villero, Huguito Zuleta, que por hobby y locura llegó a hacer un programa de radio, La Hora del Lobo. “Y dale Cele, dale”, y dale que se viene otra vez un partido en el estadio de Independiente de Avellaneda, como hace veinte años, donde ganó una final ante Acassuso con un enano batallador con la “6”, Norberto Ignacio Bressa (¡además, enfermo gimnasista!).
Esto de jugar un Nacional es cosa fuerte. Dan ganas de salir corriendo como lo hace el “Ruso Nicola” Mowczan en la película de Pino Solanas, donde sale de la Nueva York con la camiseta de Gimnasia, alocado, en dirección al centro cívico, como quien encara para la cancha del Cele. Con esa guapeza que también muestra ese flaco con pinta de nada, Alejandro Colombo, que va al frente como presidente (de La Villa) y como amante (de Gimnasia).
Con jugadores de abajo, como más me gusta. Unos, con Federico Szlezack, que cuando jugaba en la 5ª ayudaba a pintar banderas (como una de Maradona con los colores de La Villa). Otros, con Franco Mussis, surgido del San Carlos de Los Hornos, que dicho sea de paso fue dirigido en la 9ª albiazul por un berissense (y del riñón Villero), como “Pelusa” Di Donato.
No pasó por los bolsillos sino por el sueño que persiguen desde chicos. Esos hambrientos Oroná, Sommariva y Avalo Piedrabuena, que si bien no nacieron con la mamadera de La Villa sino en barrios del Gran La Plata, aquí en el bajo pudieron modificar esas sentencias de ser dejados libres (de Gimnasia, los tres).
Otro que le hizo pito catalán a una vieja historia de Bosque y Bosquecito fue Emiliano Córdoba, el crío de Walter y Silvia, el mayor de tres hermanos (todos tripas). En 2001 Tocalli lo preseleccionó para aquella Sub 20 que fue campeona en Vélez, al toque otro golpe (Griguol no lo tiene en cuenta, cómo pudo escaparse esta perla, maestro cordobés). Pero en Berisso tendría un papel protagónico dentro de esta película.
¿Qué frase ponerle a esto, Diego Arias, querido amigo? Habría que hablar largo con tu tío Jorge Valdez, que desde la manga hacía señales a los hinchas, y apuntaba al cielo, donde alienta el “Chiva”. Saludos a mamá Hilda, que cuando el “Genasio Salice” todavía era baldío salía de su rancho para jugar a la pelota descalza (las zapatillas sólo para la escuela).
Ahora que pasaron un par de días, supe que esto estaba dentro de mis sueños. Cuando transmitía partidos arriba de unos fierros que hacían de cabina, cerraba la transmisión con una posdata: “Yo no duermo de noche porque tengo sueños, sueño con ver al equipo de Berisso en la B”. Dicen que lo que está en la mente suele cumplirse en el plano material… Decía en la B, pero en realidad no quería llegar tan lejos.
David Frajber, un polaco que armaba equipos para los torneos Evita (“Los Millonarios de Berisso”), tripero hasta el fin de sus días, que solía escribir papelitos con todos los players de Berisso que llegaron a ser profesionales (Don David dirigió a Rezza de chiquito), se nos fue este año. No hay mucha explicación acerca de los que se nos van, pero una facilitadora espiritual, de una casita de yoga en Villa Zula, me aseguró que “vamos tomando cuerpos, la muerte no existe, el espíritu precisa encarnar para seguir expresando y así es que funciona el ciclo de encarnaciones…”. “A los pocos segundos en que dejás de respirar y todos empiezan a llorarnos, el alma viaja a la pancita de una mamá en el cuarto mes de gestación…”.
¿Lo sabía? Sí, claro que es más importante que el fútbol, incluso no está en las universidades. “Y vamos alternando, si en esta vida fuiste hombre, en la próxima te toca ser mujer…”, me dijo, para que no deje de pensar más en esta ley espiritual.
Me quedé muy conmocionado cuando, al producirse la invasión a la cancha, hicieron una rueda entre varios hombres para proteger a alguien. Pensé que podía ser un desmayo, pero al observar bien se trataba de una mujer que en brazos tenía una criatura recién nacida… ¡sexo femenino! Por ley espiritual, pensé: “Puede tratarse de un alma que antes fue varón… Es decir, puede ser que esté llorando de felicidad uno de los tantos Villeros que hoy ya no vemos más”.
Piense lo que quiera. Incluso dígame que estoy loco. Pero más loco es haber llegado en diez años de la D hasta la B Nacional.
En la verdulería de Abel hace muchos años estuve en otro momento con el padre del 10 de la Villa, en pleno barrio Norte, el doctor Sommariva. Yo recién empezaba a ser vegetariano. El tipo está sonriente y, mientras abre la bolsa donde le cargan mandarinas, me tira un comentario, una sugerencia: “Escuche este título, señor periodista, si le gusta lo pone…”
—Muy bien, diga…
—Villa San Carlos “a-soma-rriva”.
¡Sí, señor! ¡¿Cómo no lo voy a poner?! Pero déjeme esperar el momento. Este momento es hoy, pero ya no “asoma”: “está” arriba, más arriba que nunca. Usted me lo tiró cuando recién llegaba con su hijo para aguantar las toscas en Primera C.