El periodista platense Miguel Graziano acaba de publicar En el cielo nos vemos. La historia de Jorge Julio López. Cuenta la vida del testigo y militante desaparecido -en dictadura y en democracia- y también la historia del caso -incluido su maltrato judicial y político-. El libro ya se consigue en librerías y será presentado el próximo miércoles por la tarde en la Facultad de Periodismo.
Por Daniel Badenes
A López lo desaparecieron muchas veces. La primera fue en octubre del 76. El Estado terrorista lo secuestró junto a muchos militantes de la Unidad Básica de su barrio, Los Hornos, vinculada a Montoneros. La segunda fue casi 30 años más tarde, cuando estaba por escuchar los alegatos contra el represor Miguel Osvaldo Echecolatz, condenado a prisión perpetua en una causa que lo tuvo como querellante y testigo.
La tercera desaparición fue en los medios. Pasaron unos meses de su secuestro y dejó de ser tema relevante en la agenda; pasaron años y directamente dejó de ser tema, salvo honradísimas excepciones que se cuentan con los dedos de una mano.
La última desaparición fue la menos notoria y la más grave: López no está entre las preocupaciones de los investigadores del Poder Judicial, donde la causa duerme impune y se pasea en carretilla entre oficinas que esquivan el bulto. Fue la menos notoria, porque prácticamente nunca fue tratada con interés y compromiso. Es la más grave, porque López sigue desaparecido y su ausencia es una incógnita y un símbolo de impunidad.
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Entre las honradas excepciones del periodismo siempre estuvo Miguel Graziano. Y ahora está su libro, En el cielo nos vemos, editado por Peña Lillo y Ediciones Continente.
Uno de los méritos del trabajo es contar la historia de este hombre de apellido López, “Tito” para su familia, “Partido Socialista” para sus antiguos compañeros, “el viejo” para los militantes de derechos humanos. Poco se sabe y se dijo de él, más que su condición de “testigo clave”, “desaparecido en democracia”, o los mil y un rumores de la causa.
Pocos conocen de su infancia en Villegas, su paso por San Martín de los Andes para hacer el servicio militar o su relación con el trabajo en la construcción y en las quintas, de cómo y por qué militó en Montoneros, de cómo (sobre)vivió el terror de los centros clandestinos, o de por qué hizo memoria, silenciosamente, escribiendo en los reversos de almanaques, boletas y bolsas de cal. De sus dibujos y su letra temblorosa en esos apuntes que hacía con el objetivo de buscar justicia por sus compañeros, donde repetía que “los argentinos tienen que saber».
Esta revista contó una vez, hace cinco años, parte de esa historia (La Pulseada 47). Graziano la completa, la hace más profunda, la narra casi día a día y con todas las fuentes al alcance: desde los familiares más cercanos hasta un exhaustivo trabajo documental.
El otro gran mérito de En el cielo nos vemos es su calidad de documento. Aun arriesgando la fluidez narrativa, Graziano apuesta a eso. Registra todo. Hay transcripciones completas de declaraciones; entrevistas y discursos de sus compañeros que buscan justicia. Entre tanto silencio, parece necesario recordar absolutamente todo lo que pasó. Especialmente porque el libro no es sólo “la historia de Jorge Julio López”, el desaparecido, sino también la historia del caso, del trato que recibió políticamente, de cómo fue -poco y mal- investigado. Al contar esta etapa, casi en tiempo real, el autor repone cada momento del caso: el largo período en que estuvo a cargo de la Policía Bonaerense (“como poner un zorro a cuidar un gallinero”, decía la incansable Adriana Calvo), las trabas puestas por funcionarios como Eduardo Luis Duhalde o Esteban Righi para que la investigación no pasara al fuero federal (recién en abril de 2008, tras un año y medio de la desaparición, la Cámara de Federal de Apelaciones resolvió que la carátula de la causa fuera “Presunta desaparición forzada”, y ordenó apartar a la Bonaerense), las equívocas intervenciones de Hebe de Bonafini o Alejandro Incháurregui poniendo en duda la desaparición, como así también sensaciones, opiniones y diálogos de la familia y los compañeros de López, las intervenciones urbanas pidiendo justicia, los datos reales o falsos arrojados a la escena pública ante cada aniversario. Vale recordar, en ese sentido, que este caso que revive lo peor de los años del terror no sólo incluye un desaparecido sino también un NN: el hombre calcinado que apareció en el Camino Negro a poco del secuestro de López, pero que no es López: “uno de los cadáveres que más tiempo lleva en la morgue judicial de la provincia de Buenos Aires y ha resistido varios intentos de traslado a un osario”.
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En el cielo nos vemos es un libro sencillo y a la vez contundente sobre un hecho que define como “un manual de la perfecta impunidad”.
Graziano cuenta a López más allá del testigo desaparecido: “tranquilo, callado, un poco cerrado, introspectivo. Le gustaba cuidar de su jardín y tenía una pequeña huerta. Mezclaba rosas y malvones con tomates, orégano, lechuga y acelga. Construía sus propias macetas cuadradas con pedazos de tejas. También le gustaban los frutales. Tenía un limonero, ciruelos, higos y una parra. En el fondo de la casa mantenía, además, un gallinero. A los 43 años empezó a ir a la Unidad Básica, pero a su familia no le contaba de las discusiones de las que participaba. Mucho menos de las tareas de investigación que le mandaban hacer, aprovechando sus habilidades como albañil…”
Cuenta al López obstinado por recordar y resguardar la verdad de lo sucedido, pese a la promesa de olvidar que había hecho a su esposa Irene: “Cada vez que se encontraba un adulto fuera del ámbito de la familia, López sacaba el tema. Habló con los quinteros de Los Hornos y los tamberos de Poblet. Y con el sepulturero del Cementerio de La Plata. Eso le permitió sacar conclusiones, elaborar hipótesis, teorías. Encontrar una explicación a lo que había pasado”.
Y cuenta al López comprometido con la búsqueda de justicia: “Un día se presentó ante Nilda y Rufino con una carpeta en donde tenía escrito todo lo que le había pasado. Les mostró sus dibujos y los sorprendió con una historia contada de manera un tanto anárquica en el reverso de las bolsas de cemento. Pronto estaban manos a la obra en la reconstrucción de su historia”.
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La historia no tiene final y es lógico, porque el caso López aún espera verdad y justicia. El autor cierra con un epílogo contundente: “La desaparición forzada de Jorge Julio López podría haberse evitado. El Estado no pensó en la protección de los testigos a la hora de armar los juicios, ni investigó si el aparato represivo estaba desactivado, ni armó una red de prevención con vigilancia sobre los represores. Faltaron fondos y voluntad política”.
López desapareció una vez, otra vez y otra vez. Graziano dice que escribió el libro para evitar una desaparición más: para hacerlo presente entre nosotros.
Ilustrado con dos fotos paradigmáticas de Helen Zout en tapa y contratapa, En el cielo nos vemos ya se presentó en la Feria del Libro y llegó a las librerías de La Plata. En la próxima semana tendrá una bienvenida local con una conversación a la que están invitados varios periodistas platenses. La cita es en la Facultad de Periodismo, el miércoles 15 a las 15.30 horas. La otra invitación es sumergirse en el libro, compartirlo y comentarlo. Porque, como decía el viejo, los argentinos tienen que saber.
2 commentsOn “Los argentinos tienen que saber”
EXCELENTE EDITORIAL.