Libros de la talita dorada
109 páginas
Así como en el documental “M”, ópera prima de este joven director, Nicolás Prividera -en esta nueva entrega de la colección “Los detectives salvajes”- reconstruye los pasos de su madre que fue víctima del terrorismo de Estado y que aún hoy sigue desaparecida. Es ahí, en su historia, en sus recuerdos, en sus anotaciones donde encuentra la verdad y la memoria; bajo un complejo diario desordenado está el equilibrio. Ya desde las primeras páginas (“El amor vence”, cita en uno de sus prólogos y “No alcanzo a ver más allá de la foto” en “Fotos”) se mostrará una prosa dura, directa y con varias discusiones asumidas y problematizadas. Por eso, quizás, se critique duro a algunos escritores noventosos (“Vi a jóvenes decadentes intoxicados con pasado salmón de Boedo”), donde sobra el papel picado, y se construya su mensaje con otros poetas cantores (Miguel Abuelo o Jim Morrison encubiertos) para salir del cine o del cementerio y escuchar a Joaquín Gianuzzi antes de meterse en “Pelos y señales”.
El libro está dedicado a “Mis hermanos de sangre y fuego” y a “Julián Axat, rescatador de restos”, poeta que dirige la colección y que según afirma Nicolás Prividera fue quien incentivó a que la publicación sea un hecho.
De la marea del río podrido llegan las voces del silencio, cargadas de palabras. Un restante que anda por tierra de los padres parece haber clavado bandera y decir su mensaje nunca antes escuchado, guardado en un baúl; y llega, él, un autor momentáneo, “… como un pequeño dios herido”.
Facundo Arroyo