Jorgelina Bernardello, conocida por todos como Nacha, pasó buena parte de su infancia y adolescencia en el Hogar de Carlitos Cajade. Hoy constituye un verdadero ejemplo porque fue la primera que, viviendo allí, logró recibirse de maestra. Y además porque actualmente se desempeña como docente en ese mismo ámbito en el que se crió. En un momento de crisis pensó que en su vida no había hecho más que sufrir lo que le iba tocando en suerte. Pero después concluyó que había recibido muchos dones y que ahora tenía por delante un gran compromiso que quería asumir con alegría. Vale la pena que nuestros lectores conozcan también las reflexiones que Nacha decidió hace muy poco compartir con los demás miembros del Hogar: “Desde que nacemos buscamos el por qué de nuestra existencia. Y es en la relación con los otros que lo vamos encontrando. Esos otros son primero nuestros padres y hermanos, después los compañeros de escuela y luego los grandes amigos que vamos hallando. Todos ellos nos ofrecen momentos cargados de amor, alegría y aprendizaje. Y seguimos buscando, aunque no sepamos muy bien qué. Hasta que por fin lo encontramos y comprobamos qué era verdaderamente lo que estábamos buscando: era ese otro ser capaz de complementarnos y de darnos una sensación de totalidad. Y es entonces cuando, quizás, nos sentimos plenos. Pero pronto percibimos que nos sigue faltando algo e iniciamos nuevamente la búsqueda. Y son los hijos los que llegan para llenar los espacios vacíos y para darle significado a todo nuestra existencia. Yo no tengo hijos, pero sí a todos los otros anteriores. Vivencié mis primeros momentos en mi casa, mi Hogar, donde cada uno aportó y apostó a mi vida, dándome afecto, risas, juegos y todo lo que se necesita para ser feliz. Recuerdo a mi madre, Pato, preparando mil cosas ricas para todos. A mi padre, el Gordo, riéndose junto con nosotros. A esa persona inolvidable, Cajade, que fue el primer servidor de mi vida. A mis hermanos del alma y del corazón, jugando y haciendo macanas junto a mí. A mis amigos, riéndose y llorando conmigo. Todos han sido servidores de mi vida. Y cuando digo ‘servicio’ digo entrega absoluta de amor hacia mí, hacia mi persona, hacia mi existencia. Respetándome, queriéndome, protegiéndome, haciendo todo lo que tenían a su alcance para que yo, Nacha, encuentre su camino. Llegué a pensar que ese camino, aquel que caminé, se había equivocado conmigo y me había elegido mal. Pero hoy me doy cuenta de que no fue así: que él no se equivocó ni yo tampoco. No comprendía este camino y creía que no era más que el que me había tocado. No me sentía bien, a gusto. Me estaba equivocando. El camino que hoy me toca es el mismo que les tocó a todos aquellos que estuvieron y siguen estando junto a mí: el servir al otro por amor. Por eso hoy te digo a Vos que sí, que así como estuviste a mi lado, yo siempre voy a estar también. Respetándote y protegiéndote. Pero por sobre todo, amándote. Gracias… Nacha”.