A fines de enero falleció en un accidente de tránsito Yiyo Cantoni, fundador de la emisora 221, donde nació La Pulseada Radio. En esta columna Juan Manuel Mannarino, periodista de nuestra revista y uno de sus admiradores, lo despide con un gran abrazo.
Por Juan Manuel Mannarino
Yiyo Cantoni dijo que la inundación del 2 de abril de 2013 había sido un crimen social. Y nunca se frenó en decirlo. En ese gesto periodístico, en esa posición ideológica, había algo irrenunciable: no claudicar hasta el castigo de los responsables. La impunidad política lo brotaba y sus oyentes le pedíamos que no bajara los brazos, como lo hicieron tantos. Mientras la mayoría de las agendas mediáticas borraron la dimensión de la tragedia de un plumazo, Yiyo –que sufrió en carne propia los desastres del agua- seguía preguntándose qué había pasado aquella noche. “Esto no fue una lluvia. Nadie sabe qué fue, por eso nadie sabe si va a volver a pasar. Y uno se asusta. Lo que no sabemos es lo que vamos a hacer”, decía, entre irritado y triste en el desconcierto de la incertidumbre.
Cantoni era una bestia radial: conducía, comentaba, producía y planificaba. Quienes lo conocieron juran que era capaz de pensar la logística del aire con una creatividad descomunal. La primera vez que lo escuché fue en los comentarios de un clásico platense. Soy fan de los relatos deportivos. A Yiyo lo empecé a seguir por la elegancia en nombrar las cosas, por el desparpajo, por las palabras justas, por el humor mezclado de la lúcida comprensión de los momentos de un partido. Era un “tiempista” y, a la vez, un jugador de toda la cancha: una voz que irradiaba lunfardo, exquisita dicción, impronta barrial y fina sensibilidad.
A 20 meses de la inundación, fiel a un estilo tan desprolijo como espontáneo, armó una editorial. Allí conjugó a Osvaldo Pugliese y Martha Argerich con los efectos del drama en la ciudad. “Es la Maradona del piano”, dijo sobre Argerich, a quien, confesó, apenas había descubierto. “La mina no toca con las manos, toca como la puta madre que lo parió. Es un genio por todo lo que puede transmitir”, comentó.
Así era: un tipo antojadizo, que parecía estar hablando desde un café con la frescura de alguien confiable, en una íntima cercanía: “Nosotros la pasamos bastante bien en el estudio, pero hablamos boludeces en radio. No vamos a dejar ninguna huella en la historia como Martha”. Pero Cantoni estaba equivocado. Por un lado, dejó un legado inmenso en cómo hacer radio con poco y nada –y hacerlo bien, con mística-; y, por otro, una huella insondable en el afecto de los que, aún sin conocerlo físicamente, lo conocieron demasiado por escucharlo.
El 19 de noviembre del año pasado, Yiyo suspendió su notable programa “La Maldita Costumbre de Cambiarle el Nombre al Programa”. Según él, no había nada que festejar. “Si alguien hubiera ido en cana, o hubiera pagado por lo que no hizo, pero La Plata no está bien un carajo”, sentenció. El Yiyo post-inundación no perdió la picardía –y la dupla con Daniel Dalto, la mejor de las previas futboleras, lo demostraba- ni la sabiduría del aire, pero se convirtió en un alma herida e indignada. Estaba tan dañado como La Plata y lo hacía saber: “No voy a la fiesta de la cerveza ni a los actos de los que nos presionan permanentemente para que creamos que todo está bárbaro. Esta ciudad está hecha mierda. Mientras toca ´No me va a gustar hay gente que sigue sacando los colchones a secar o intenta arreglar una heladera que se le quemó”.
Forjado en FM Futura con el inolvidable Gordo Candreva, supo trabajar después en los proyectos más innovadores del poderoso multimedio de La Plata. Sin embargo, nunca escupió bronca ni rencor contra los que lo desplazaron. Todo lo contrario: inventó una nueva radio, con un concepto original, y con la que acababa de estrenar un moderno estudio. “Uno está acá para pasarla más o menos bien”, decía de sí mismo: más que periodista –a los que admiraba en su labor- se definía como un hombre apasionado por hacer radio. Defendió, siempre, la ética del entusiasta antes que “la rapacidad del consumo y los billetes”. Alguna vez le ofrecí una columna musical y me contestó: “Muchas gracias por tu propuesta. Vos sabés que en este tren fantasma hay vagones disponibles”.
A Cantoni no le gustaban las palabras grandilocuentes aunque se percibía que era de izquierda. Así, como al pasar, decía que “somos unos como cualquiera, pero si nos juntamos podemos hacer otra cosa”. Tomado con ligereza, su programa político parecía absurdo: pensaba en acciones como sacar la mesa familiar a la calle y brindar con los vecinos en fin de año. Cuando lo argumentaba, entonces, sacaba del baúl de los conceptos el que está a la izquierda de cualquier izquierda: ponerse en el lugar del otro. Celebrar la diferencia. Decía que había que entender a los que son distintos.
Y su credo favorito fue, quizás, el que no lo hizo parar nunca, el que lo convirtió en un todoterreno de la “supertransmi”, lejos de la burocracia de los lenguajes y del nomadismo de escritorio: “La gente que pone el cuerpo es la gente valiosa. El resto es chamuyo. A ellos hay que seguirlo y darles bola”. Le gustaba citar al Flaco. Cierta vez, dijo que si se habían muerto 89 personas porque llovió y no nos pasó demasiado, no era un problema ideológico. Parafraseando a Spinetta, enfatizó que era un problema de sensibilidad: “Si como sociedad somos insensibles, aceptamos o hacemos jodeduras. Es así de sencillo”.
A los hijos de puta, decía, que les vaya muy mal.
“Con los hijos de puta, no”, repiten, como lema de la 221 radio, sus compañeros.
Nombrar las cosas como son. Saber de los límites éticos del periodismo. Y tomar posición. Jugársela por algo, aunque moleste. Sentirse en una comunidad –la radio como una comunidad recíproca entre hacedores y oyentes- sin que importe la cantidad de los miembros ni las poses ni las habladurías teñidas de poder, ego y cinismo.
Cuántas palabras, cuántas lecciones, cuánto estilo, querido Yiyo.
2 commentsOn Las palabras y las cosas
Juan, cuánta razón llevan tus palabras, te felicito por sintetizar en este fragmento lo que fue Yiyo (que choto es hablar en pasado) para uds y para nosotros los oyentes, de una cosa podés estar seguro, vamos a seguir juntos sin claudicar en lo que emprendan como meta, y com o decía Yiyo «que a los buenos le pase lo mejor y que a los hijos de puta les vaya como el culo…», un abrazo Dr. Caravana
Sencillamente genial