Las enseñanzas de Nano

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Discípulo de Paulo Freire, Orlando “Nano” Balbo fue secuestrado el 24 de marzo de 1976. Quedó sordo a causa de las torturas. Logró exiliarse en Roma, gracias a monseñor Jaime de Nevares. De regreso al país, se dedicó a la educación de adultos en una comunidad mapuche. Fue el primer testigo en declarar en Neuquén en el juicio contra represores por la causa denominada “La Escuelita”. Para que se haga justicia y para evitar que el olvido se instale en la sociedad. 

Por María Soledad Iparraguirre

 “Si bien comprender resulta imposible, conocer es impostergable,
porque las conciencias pueden volver a oscurecerse.
Incluso la nuestra”
Primo Levi, sobreviviente de Auschwitz

Su primer vínculo con la política fue de niño. Aún recuerda con nitidez la tristeza con que comentaban en voz baja en su casa el golpe del ´55. Años más tarde, con el peronismo proscripto, acompañó a su padre campesino a sublevar a las peonadas en las estancias: “¿Van a votar como el patrón?”, los arengaba. Su madre lo llevaba en sulky a la escuela del pueblo en Pellegrini, donde fue discriminado por sus compañeros, hijos de abogados y doctores. Se recibió de bachiller y de maestro.

En los70’se acercó al peronismo de base y abrazó los postulados del educador Paulo Freire, a quien recuerda como “un hombre sabio, portador de una humildad increíble; decía lo que nosotros queríamos decir y no sabíamos cómo hacerlo”. Durante el gobierno de Cámpora fue coordinador de la campaña de educación para adultos (Ver Modelo para CREAR). En 1976 Balbo era docente primario en Cipolletti y se desempeñaba como secretario parlamentario de la diputada justicialista René Chávez.

Aquella mañana siniestra, la del 24 de marzo, Nano fue secuestrado por una patota comandada por Raúl Guglielminetti. En una dependencia de la Policía Federal comenzó su calvario. Golpes, torturas, picana eléctrica, submarino seco… Guglielminetti notó que entraba aire en la bolsa que usaban para asfixiarlo y pidió otra. “¿Dónde está René?”, le preguntaban en las sesiones de torturas. Tras seis meses encarcelado en la Unidad 9 de Neuquén fue trasladado al penal de Rawson donde nuevamente fue salvajemente golpeado. “Todavía no terminamos con vos”, le decían. Pasó días sin comer ni beber. Soportó un mes inacabable en uno de los “chanchos”, calabozos de castigo con el suelo inundado. Creyó enloquecer.

En 1978 Nano Balbo logró exiliarse en Italia, gracias a la incansable ayuda del obispo Jaime de Nevares. En Roma trabajó en una imprenta del Pontificio. Vivió en la península hasta el fin de la dictadura.

Su vida es reflejada en Un maestro. Una historia de lucha, una lección de vida de Guillermo Saccomanno que obtuvo el Premio Rodolfo Walsh que entrega la Semana Negra de Gijón a la Mejor Novela Testimonial publicada en 2011.

Balbo y Saccomanno se conocieron en la colimba. En 1969 ambos fueron destinados a un cuartel en el sur patagónico. No volvieron a verse. En 2008 el docente Rafael Urretabiskcaya encontró al escritor y le envió saludos del “Nano” Balbo. “Está vivo”, balbuceó Saccomanno que creía que su compañero era uno de los desaparecidos de la dictadura.

Orlando “Nano” Balbo recuerda para La Pulseada aquellas épocas del servicio militar, la dictadura, el exilio y luego, ya de regreso, el reencuentro con su vocación docente y con su amigo.

-Con Guillermo nos había tocado el servicio militar obligatorio en Junín de los Andes. Nos asignaron una misma oficina en la administración del cuartel: Mesa de Entradas. Cuando por fin nos dieron de baja, no nos vimos más y en el 76 aél le llega el rumor de que yo estoy desaparecido. Casi cuarenta años después, un poeta y docente amigo lo encuentra a Guillermo en la Feria del Libro en San Martín de los Andes y le da saludos míos, saludos que fueron iniciativa de este maestro. Tomamos contacto por mail y comenzamos a contemplar la posibilidad de encontrarnos, no para nostalgiar cómo nos habían humillado en la colimba sino para ver qué habíamos hecho con lo que soñábamos ser a los 20 años. Para colaborar con este reencuentro, la CTA de Neuquén nos invitó a participar en “La semana de la Memoria” que se realiza en Chos Malal. Durante el viaje nos fuimos poniendo al tanto de lo que había sido de nuestras vidas luego de que nos fuéramos del cuartel. Cuando Guillermo escucha lo que yo había vivido me dice que esa historia tenía que escribirla. Mi respuesta fue que yo no escribo, que cuando tengo que hacerlo mi cabeza va más rápido que mi mano y entonces me pierdo. Sin embargo me responde: sos un buen narrador y eso es un requisito para escribir. Me estaba dando la solución: “bueno, yo narro y vos escribís”. Acuerdo que entonces pone en marcha el libro Un maestro esa noche en Chos Malal.

-Un informe psicológico reveló la importancia del papel del relato en su experiencia como sobreviviente. ¿Cómo se resignifica este relato a partir de la publicación de Un maestro? Este diálogo con su propia historia, ¿ayuda a que cicatricen las heridas aún abiertas?

-Sí, por supuesto. Aunque en mi caso, ya el exilio me había posibilitado poner en palabras lo que había vivido y al escucharme, incorporar los hechos resignificados. Un maestro creo que amplía esta situación, ya que Guillermo (Saccomanno), sin pretender hacer una biografía, trama literariamente aspectos de mi vida que luego operan en mí como un espejo. Y creo que lo importante es que no sólo me sirve de espejo a mí, sino que por habilidad del autor, el relato termina siendo el espejo de toda una generación.

El des-exilio

La tortura no pudo con él. Tampoco pudieron la adversidad y la desolación que le impondrían un hostil paraje perdido en la precordillera. Cuando regresó del exilio, de la mano del obispo Jaime de Nevares y Noemí Labrune, fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Neuquén, Nano recaló en Paraje Huncal, cercano a Loncopué. Allí se dedicó a la alfabetización de la comunidad mapuche Millain Currical, poniendo en práctica los fundamentos de la educación popular de Paulo Freire. El proyecto inicial de tres meses se prolongó casi un año, transformándose en una experiencia que lo daría vuelta “como un guante”. Dictó clases en la precaria cooperativa fundada por los pobladores, donde pasaba las noches en una bolsa de dormir. Comprendió que debía “ponerse en los zapatos de cada uno de los alumnos” y adaptar la escuela a la vida de la comunidad, conceptos fundantes de la pedagogía de Freire. Por eso en veranada, época de pastoreo cuando los mapuches se trasladan hasta Cajón del Hualcapén, al pie del volcán Copahue, el maestro iba con ellos y les daba clase en el cerro.

-¿Qué fue lo que más lo marcó en su experiencia docente en Paraje Huncal?

-Huncal fue una manera de des-exiliarme. El exilio, en mi caso, aunque fue una parte de la condena que me impusieron, también significó la libertad. Pero al volver a mi país, tal vez con una idea un tanto romántica, comencé a no sentirme cómodo. Yo necesitaba hablar de lo que había pasado durante la dictadura y no pocas veces encontraba en mis amigos la respuesta que obturaba el diálogo: “Bueno eso ya pasó, ya está. Ahora hay que pensar para adelante”. Y yo chocaba con ellos, porque pensaba que así se propiciaba la instalación del olvido. Al aislarme en Huncal pude comprender mejor lo que nos pasaba, me permitía entender cuan profundos eran los rastros que había dejado la dictadura y además demostrarme a mí mismo si estaba en condiciones de seguir trabajando en la docencia después de tanto tiempo. La práctica educativa fue no sólo liberadora para los alumnos, sino también para mí.

-En 2010 viajó a los lugares donde se forjó como educador, entre ellos Paraje Huncal. ¿Cómo fue el reencuentro con sus antiguos alumnos?

-Yo había regresado a Huncal en varias oportunidades. En 2010 regresamos con Guillermo (Saccomanno) porque él necesitaba conocer el escenario y las personas presentes en mi relato. En cada uno de los regresos o “visitas” a Huncal el reencuentro con la gente de la comunidad siempre fue muy gratificante, sobre todo porque ellos me marcaban que los jóvenes que habían finalizado la primaria, ahora ocupaban lugares importantes en la comunidad. Dos de ellos fueron Lonkos (jefes tradicionales de un grupo de familias) en repetidas oportunidades, otros agentes sanitarios, algunos trabajan en la administración de la Cooperativa…

-¿Cuál es el lugar de la lucha política en la docencia hoy?

-Paulo Freire decía que la educación es un hecho eminentemente político, ya que mediante la educación se puede descubrir o encubrir cómo funciona una sociedad. La docencia como sujeto importante del hecho educativo no escapa a este planteo. Pero esto no debe servir como excusa para encubrir prácticas partidarias o de apoyo al gobierno. Ya que entonces no estaríamos formando sujetos críticos sino que les estaríamos indicando qué es lo que tienen que pensar, con todo el desprecio de la propia capacidad del alumno que esto conlleva.

 

¿Final? de espera

En los años previos al golpe genocida, Raúl Guglielminetti integró la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A). Participó de múltiples acciones criminales, ya sea en Neuquén como en el Grupo de Tareas cuya base de operaciones era el centro clandestino Automotores Orletti. En la transición democrática, se lo vio cuidando las espaldas del presidente Raúl Alfonsín. Orlando Balbo armó su valija: se volvía a Europa. Jaime de Nevares logró convencerlo de que se quedara.

En abril pasado, después de muchas postergaciones y de una interminable espera definida por Saccomanno como “ese castigo refinado, peor que el castigo mismo”, Nano Balbo declaró en la causa conocida como “La Escuelita”. Entre otros, se juzga al ex jefe de Inteligencia Raúl Guglielminetti en un proceso que abarca delitos cometidos contra treinta y nueve víctimas. El centro clandestino ubicado en las afueras de Neuquén había sido anteriormente, un matadero de animales. Familiares y amigos viajaron para estar junto a él, entre ellos Guillermo Saccomanno. Un aplauso cerrado, sostenido, lo abrazó cuando entró a la sala. Una vez más, el relato del infierno padecido. Señaló claramente al ex agente de Inteligencia –ausente en la audiencia- como el responsable de su secuestro y quien daba las órdenes en los operativos y sesiones de tortura. “Daba órdenes con la mirada”, recordó Balbo. A la salida, su hija Candela sostuvo a Nano en un abrazo fraterno.

-¿Puede decir que esa interminable espera finalmente concluyó?

-No lo sé. En estos momentos estoy a la espera de los alegatos (que se realizaron cuando cerrábamos esta número de La Pulseada) y de las condenas. Pero me interesan más los alegatos porque pueden significar un aporte de esta institución jerarquizada del Estado como es la Justicia, al patrimonio cultural que le pasemos a las futuras generaciones. Aporte que podría colaborar para que el “Nunca más” no sea una expresión de deseos. Las condenas, en cambio, ya son algo que entra dentro de la lógica del aparato judicial, al que pienso como un intento de hacer justicia, no siempre logrado y no pocas veces, ni siquiera intentado. Sí creo que el haber podido declarar ante el Tribunal Oral Federal en abril pasado ha sido una posibilidad de dar vuelta una página muy pesada de la historia de mi vida.

“Que me hayan dejado sordo no quiere decir que me calle”, advierte Nano desde el libro de Guillermo Saccomanno.

 

Modelo para CREAR

En 1973, durante el gobierno constitucional del presidente Héctor J. Cámpora, Orlando Balbo fue coordinador provincial de la Campaña de Alfabetización Nacional. Casi 40 años después, Nano le dijo a La Pulseada que “por inercia”, esa experiencia “duró algo más que el mandato de Cámpora, pero de a poco la fueron vaciando de contenido. Para nosotros, los docentes –agregó-, lo más importante fue toda la etapa preparatoria. La campaña de alfabetización era sólo el primer paso de la Campaña de Reactivación Educativa del Adulto para la Reconstrucción (CREAR). Luego venía una etapa denominada Operación Rescate por la que se reconocían los conocimientos que el adulto había construido en su vida social o laboral y con el agregado de otros saberes escolarizados, podían acceder al certificado de finalización de la escuela primaria. Una tercera etapa que era simultánea a las anteriores, era la producción de materiales educativos sobre la base de la experiencia de vida de los adultos y por fin la cuarta etapa, la concreción de los Centros de Cultura Popular, en los que las organizaciones de la comunidad se hacían cargo de la educación para adultos en el lugar, con la apoyatura del Estado. Sólo llegaron a concretarse algunos niveles de alfabetización y la elaboración de materiales, que luego fueron destruidos por la derechización del gobierno.

Orlando no duda en afirmar que “no ha existido en nuestro país un programa como el de la CREAR. Pienso que no ha existido un modelo de sociedad como la que se pensaba en el 73´. Y decir Educación es decir modelo de sociedad al cual aspiro”.

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