La universidad como referencia

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Nota principal: La Plata en movimiento

No hay muchos libros sobre La Plata que la cuenten a partir de sus lugares de producción cultural, de sus protagonistas y sus obras. Algún platense con memoria o que haya circulado con curiosidad por las bibliotecas viejas o librerías de usados, podrá recordar otro libro grueso y colectivo titulado Universidad ´Nueva´ y Ámbitos Culturales Platenses, una publicación de 1963 realizada por la Municipalidad y la Facultad de Humanidades, con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes y la imprenta oficial bonaerense. Editado con la excusa del centenario de Joaquín V. González, el libro ponía a la universidad platense en el centro de la escena.

Inicialmente evocaba “prohombres” como Joaquín González, Agustín Álvarez –ambos fundadores de la Universidad nacional-, Florentino Ameghino y Alejandro Korn, y a las instituciones del Museo, el Observatorio y la Biblioteca; en tanto una segunda parte aludía a “inquietudes estudiantiles” y repasaba las experiencias de la Asociación de Ex Alumnos del Nacional y el teatro del grupo “Renovación”, entre otras referencias ancladas en la Universidad. Recién la tercera parte refería a otros medios “intelectuales y artísticos”, importantes en la época: la Universidad Popular Alejandro Korn, la trastienda de las librerías, las ediciones locales, la bohemia literaria. Y las últimas dos partes procuraban una historia artística de la ciudad, a partir de las figuras de Faustino Brughetti, Emilio Pettoruti, Atilio Boveri, Almafuerte, Benito Lynch y una imaginada “escuela platense de poesía”. En el medio aparecían evocaciones del formato más aristocrático que tuvo la universidad, y la recurrente idea de La Plata como la analogía local de Oxford. Leído hoy, el libro es lo que sus páginas amarillentas sugieren: una foto vieja de una ciudad que ya no es –y quizá nunca fue.

La Plata, ciudad inventada resulta más actual: una foto con mucho más color y que, con honestidad, se asume incompleta. Esta vez la academia no aparece como centro irradiante sino como telón de fondo. Es “un lugar al que todos, tarde o temprano, debemos traicionar para realizar nuestras apuestas, para averiguar de qué se trata lo que somos”, afirma Esteban Rodríguez en el ensayo que inaugura el libro, donde evoca una serie de espacios culturales, desde La Fabriquera y La Rosa de Cobre hasta La Bicicletería y La Casa de los Hermanos Zaragoza. “No se trata de satélites de la universidad, espacios orbitando alrededor de un centro. Cada una de estas experiencias tiene vuelo propio. Si bien es cierto que en algunos casos surgieron para hacerse cargo de aquello a lo que la universidad –despotricando o alardeando– le corría el cuerpo; también es cierto que surgieron para subirle la apuesta y con ello poner a la ciudad en otro lugar, más cerca de nuestros sueños, nuestras aspiraciones”.

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