Esta semana tuvo lugar el estreno de la película de un realizador local, Gustavo Provitina, egresado de la Carrera de Cine de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, quien con éste concreta la presentación de su segundo largometraje.
La sombra en la ventana podrá verse el domingo 30 de junio y el lunes 1°, martes 2 y miércoles 3 de julio, siempre a las 17 horas. Las funciones se desarrollarán en el Cine Municipal Eco Select (Espacio INCAA 2), ubicado en el Centro Cultural Islas Malvinas (19 y 51), con una entrada de sólo $ 50.
Dice la sinopsis de la película: “María ha sido vendida por su padre a una red de trata de personas. La explotación y el maltrato dañaron su equilibrio psicológico. Una muerte marcará la noche más violenta de su vida hundiéndola en la miseria de su propia historia. Mientras María intenta sostener el frágil hilo de su cordura, el sistema de abuso y perversión que la somete empieza a desmoronarse estrepitosamente. La locura y el espanto se mezclarán con otros sucesos trágicos en un laberinto de bajezas y traiciones que culminarán en un desenlace inesperado”. De modo que podría decirse que el filme narra, aunque no en clave realista, las tragedias de tantas “Maritas Verón” que han existido y desgraciadamente siguen existiendo entre nosotros.
Cuando, previo al estreno de octubre de 2017, La Pulseada” tuvo acceso exclusivo a una primera copia de la película, escribimos en sus páginas, entre otras cosas, lo siguiente: “La sombra en la ventana es un drama que, si hubiera que ubicarlo en las estanterías de un videoclub, iría a parar a ‘cine arte’ o ‘cine de autor’, dado que está muy lejos de los formatos comerciales habituales. Estamos en medio de la atmósfera opresiva que semejante historia requiere. Más que una narración lineal hay breves secuencias que se van encadenando, generalmente mediante fundidos a negro, que incluyen monólogos o diálogos, divididas en tres grandes capítulos, titulados sucesivamente ‘Cautiva’, ‘Sombras’ y ‘Espectros’. El espectador es llevado, a veces por el recurso de la cámara subjetiva, a sentir lo mismo que María: desesperación y claustrofobia. Ha sido vendida por su padre -un policía que la golpeaba, abusaba de ella y la mantenía encerrada, ante la pasividad de su madre, que no reaccionaba frente al ultraje de su única hija- a una organización de trata de personas. Aunque la película no es ni pretende ser realista, hay dos datos del guión que parecen extraídos de la crónica periodística diaria: la participación de la policía (representada por la figura del padre, violador y entregador) y la complicidad de la justicia (hay un magistrado que es cliente habitual del prostíbulo). Es reiterado el uso del ‘fuera de foco’. En parte, porque la imagen pretende sugerir más que mostrar. Pero también porque la trama está poblada de diferentes clases de fantasmas. Hay quienes aún respiran pero se sienten muertos en vida, como la propia protagonista. Y hay espectros que resurgen constantemente, como el de ese padre bestial que se le aparece todo el tiempo a María, quien no puede desprenderse de su imagen lasciva y sudorosa abalanzándose contra su cuerpo mientras la somete; o como el de Rita, otra de las chicas secuestradas que ha perdido la vida. Quizás ésa, la del padre incestuoso y cruel, sea la más recurrente de las ‘sombras’ que acechan a María desde la ventana. En gran parte la acción transcurre en el cuarto de empapelado descascarado, donde las cautivas deben recibir a los hombres, apenas alumbrado por una luz mortecina (porque ‘ustedes no deben ver las caras de los clientes ni ellos las de ustedes’, como les dice la ‘madama’). La pantalla se mantiene la mayor parte del tiempo casi a oscuras, en correspondencia con las tinieblas que envuelven a las miserables criaturas que pueblan esta ficción”.
En el rol protagónico se luce la conocida actriz de cine, teatro y televisión Manuela Pal, mientras que los restantes papeles son muy bien cubiertos por intérpretes provenientes del movimiento platense de teatro independiente.
por Carlos Gassmann