“Oye, Pana”. Así suele comenzar una conversación en las calles de Caracas. Así comienza esta charla, arropada de nota periodística. La Pulseada estuvo un mes en Venezuela cubriendo las elecciones presidenciales. En la República Bolivariana y chavista, los enemigos de siempre volvieron a intentar robarnos la construcción de un mundo parecido al que soñamos y que nos trajimos en la mochila hasta estas páginas. Olores, colores, ruidos y sabores de una revolución socialista que sigue siendo mayoría y que tiene a su primer presidente sin Chávez.
Por Javier Sahade / Enviado especial a Caracas
Llegamos entre “Puntos Rojos”, esas carpas coloradas instaladas en toda Caracas donde se escuchaba al recordado trovador revolucionario Alí Primera, la voz de Hugo Chávez, el himno nacional, las canciones alegres y pegadizas de la campaña presidencial y donde se podían comprar franelas (remeras) con los ojos del “comandante eterno” o los bigotes de su sucesor. Nos fuimos entre buitres y muertes, pocos días después del 14 de abril, el día que venezolanas y venezolanos decidieron que siga siendo socialista el país petrolero sudamericano.
Por esas horas, se había logrado frenar un golpe de Estado contra Nicolás Maduro, el primer presidente chavista después de Chávez. Con la movilización pacífica, la organización y coordinación de los agrupaciones oficialistas, los trabajos de inteligencia de las fuerzas de seguridad, la lealtad de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, el apoyo internacional y la experiencia del intento de derrocar a Chávez del 2002, se pudo desarticular un golpe de Estado planificado por la embajada de Estados Unidos y la derecha latinoamericana. Los hechos de violencia y los crímenes provocados por el candidato perdedor, el desabastecimiento planificado de productos alimenticios, el sabotaje al sistema eléctrico, la infiltración de sicarios colombianos y salvadoreños y los ataques al Consejo Nacional Electoral para deslegitimar el triunfo socialista, volvieron a ser inútiles como hace 11 años.
¿Cuál es la clave de este proceso político que sigue siendo mayoría y se niega a ser convertida en una nueva Libia? ¿Qué obstáculos enfrenta? ¿Qué desafíos se plantea? ¿Qué objetivos se propone para gobernar sin la presencia física de su líder y con una mayoría electoral que se redujo? ¿Qué contiene esa Revolución niña, estudiante, mujer, homosexual, obrera, pobre, campesina, indígena? Abrimos la mochila.
¡Que vivan los niños y las niñas!
El cachete de Ashlie habla. Dice ese cachetito: “Patria Chávez”. Ashlie, de 5 años, cuenta que su mamá le pintó esa inscripción. José Leonardo tiene 10 y mientras hace cola para acercarse al Comandante, asegura que lo que le gusta de Chávez son “las misiones que hizo para toda la gente” y también que “sacó a los niños de la calle”. Al lado suyo, su mamá recuerda que él fue el que más sufrió la muerte porque lloraba y no lo podía creer. Génesis tiene 3 y en la misma cola canta, como puede por su edad, una de las canciones de campaña: “escucha bien lo que te estoy diciendo… Chávez corazón del pueblo”. Regina, de 9, dice que es “chavista”. Ella también está por entrar al Cuartel de Montaña 4F donde descansan los restos de Chávez. “El presidente hizo tantas cosas, demasiadas cosas. Yo fui beneficiada con la Misión Vivienda, tengo un departamento en la Avenida Sucre. Ese señor era una buena persona. Cuando murió fuimos a la Plaza Bolivar, lloramos como toda persona que quiere a esta revolución, que quiere al presidente”.
Gilbert, también de 9, cuenta que Chávez “ayudó a los niños, les dio las Canaimitas (computadoras portátiles para los alumnos). Ayudó a todo el mundo: Uruguay, Perú, Argentina. Chávez era el mejor presidente del mundo, siempre nos ha cuidado. Siempre va a estar en nuestros corazones… Chávez vive, la lucha sigue”.
-¿Ustedes saben que son el futuro de la revolución?
-Yo quisiera ser jugador de fútbol para llegar lejos.
“Todo lo que hacemos, todo, todo, todo es por ellos, por ellas – dice el presidente Maduro en un acto en Caracas-. Toda la lucha nuestra es para que ellos tengan educación, tengan sus libros, su canaima y crezcan felices, como nosotros queremos ver a nuestra patria: feliz. ¡Que vivan los niños y las niñas!”.
La revolución es niña y niño en Venezuela. Hay de ellos yendo a la escuela gratuita, con su computadora y sus ganas de leer que los hace hablar con adulta conciencia política, como les enseñó el presidente. Hay de ellos jugando en sus casas de la Gran Misión Vivienda, el plan de Gobierno que le dio un techo a miles de personas. También hay de ellos remontando barriletes en los cerros, alrededor de Caracas. Por un país con infancia se hace realidad en la Venezuela que existe desde hace 14 años. Hay muchos videos que muestran a Chávez jugando con niños, hablando con niños, aprendiendo de los niños. En uno de ellos, el entonces presidente recibe a un nene de 3 añitos.
-¿Qué haces aquí, qué me traes? – pregunta Chávez en cuclillas.
-Galleta – le contesta Brian, con la boca llena.
-Bueno, dame galleta… dame galleta, pue.
Brian saca de su boca lo que estaba masticando y le convida a su Presidente. “¿Ven lo que es un niño? La generosidaaaad –remarca Chávez después de las risas –. Luego viene la sociedad capitalista y nos enferma de egoísmo, pero él comparte lo que tiene en la boca. Benditos sean los niños y las niñas”.
La formación revolucionaria
La Universidad Bolivariana Venezolana (UBV), creada por Chávez, cumplirá en junio su primera década. Estuvimos en su sede una tarde de mucho calor. Buscamos a una autoridad, para conocer cómo funciona esa casa de estudios. Empezamos hablando con una representante del claustro de trabajadores, pero lo que iba a ser una entrevista se transformó en una asamblea, con cerca de 15 personas entre estudiantes, profesores, administrativos y autoridades. Entre “compañeros” y “camaradas” y manos levantadas para pedir la palabra, aprendimos sobre otro modelo de educación. “En estos 14 años, este pueblo se ha ido formando políticamente. La solidaridad, la participación, el encuentro entre los seres humanos. La inclusión porque todos y cada uno de los seres sociales tienen derecho a la educación”, dice un joven abogado y docente. Forma parte de la primera camada de profesionales formados por la UBV. Llegó desde Barinas, la región donde nació el Comandante Chávez y cuenta que no hubiese podido estudiar si no surgía esta Universidad gratuita en donde no hay que pagar ni siquiera los apuntes.
-Compañero –interrumpe, pidiendo la palabra, un hombre de unos 60 años, personal administrativo–. Yo quisiera recordar lo que una vez le preguntó una periodista de derecha a nuestro presidente Chávez. Ella le preguntó: “¿Qué sentido tiene que una persona de 55 años estudie Medicina?”. Y Chávez le respondió: “Usted me hizo mal la pregunta. Debería haberme preguntado por qué esa persona no estudió Medicina cuando tenía 20 años”.
“Esta Universidad fue creada para abrirles las puertas a los que históricamente estuvieron excluidos”, explica otro docente: “Es una transformación del proceso formativo en busca de la liberación y de la emancipación con una vinculación real con las comunidades, relación sujeto-sujeto. Se tienen en cuenta los saberes del pueblo porque el conocimiento formal, académico, no es el único válido. Buscamos formar profesionales críticos y reflexivos y no vemos a la comunidad como un objeto de estudio, ni vemos a la universidad como asistencialista. Nuestro objetivo es trabajar con la comunidad para diseñar políticas públicas que garanticen los derechos humanos de la gente”.
¡Tierra para los indios!
“Que nadie tenga duda, entre los hacendados y los indios, este gobierno está con los indios (…) Los señores finqueros tienen que entender que aquí hay una revolución. Esas tierras estuvieron ocupadas por los indios Yukpa durante mucho tiempo (…) ¡Justicia para los Indios! ¡Tierra para los indios!”. Así se pronunciaba Hugo Chávez en agosto de 2008 en medio de un conflicto por tierras ancestrales en el Estado de Zulia. El discurso ayuda a entender por qué la ex ministra del Poder Popular para los Pueblos Indígenas, Nicia Maldonado, calificó a Chávez como el “cacique general”.
El gobierno bolivariano es defendido por los pueblos originarios. Su cultura, su lengua, sus tierras, su preexistencia, sus justicias comunales fueron reconocidos por la Constitución impulsada por la Revolución y vigente desde 1999.
“Chávez es un hermano, un compañero –cuenta en una nota compartida con Indymedia Pueblos Originarios, Dalia Herminia Yánez del Pueblo Warao y diputada del Parlamento Latinoamericano-. Nosotros tenemos a Guaicaipuro (líder histórico indígena) que es nuestro padre. A Chávez siempre nosotros lo llamamos un hermano fraterno. Nos dio la participación a los pueblos indígenas, apoyó al movimiento indígena en pleno y por lo tanto es un compañero a quien los pueblos indígenas le estaremos agradecidos. Él nos respetó, no nos trató como un sirviente como hacían los españoles y nos dio derecho a voz y voto, que eso es lo importante”.
“Son 500 años de genocidio y ahora llevamos 14 de reivindicaciones. Si nos toca salir a los indios con la cerbatana y la flecha, echaremos flechazos pero no vamos a dejar que esta revolución que Chávez nos dejó se acabe de hoy para mañana”, completa con fuerza desde la Plaza El Venezolano de Caracas, Yeni Vasquez, dirigente del pueblo Wayuu.
Matria querida
Hugo Chávez decía que la República Bolviariana tenía nombre de mujer y que la Revolución debía ser feminista. También solía decir “matria”, en lugar de “patria”. Durante la campaña para las elecciones del 14 de abril, organizaciones de género expresaron su apoyo a Nicolás Maduro. La Alianza Sexo-Género Diversa, por ejemplo, destacó que el Plan de la Patria, el testamento político dejado por Chávez para los próximos 6 años, pone especial acento en las relaciones de género y busca impulsar la creación de grupos de trabajo conformados por mujeres que tengan como fin la reflexión sobre la vida familiar y laboral para “producir estrategias de resistencia y liberación ya que sufren el embate de las culturas dominantes donde la mujer es relegada a un papel secundario, sufriendo formas explicitas de violencia”.
En el texto escrito de puño y letra por el líder de la Revolución, se explica que “lo mismo aplicaría a los grupos sexodiversos (homosexuales, lesbianas, bisexuales y personas transgéneros), obligados a vivir una condición de represión y humillación, donde la única vía de salida es la frivolidad ofrecida por el mundo capitalista”.
Durante sus apariciones públicas para la campaña, las agrupaciones recordaron que “cada uno de nosotros es mucho mas que un cuerpo sexuado”, ya que se entienden como parte de la sociedad: “no nos activamos por intereses egoístas, antes de ser maricas somos gente pobre, explotada y expoliada por nuestra clase social” y agregaron que “durante los 14 años dirigidos por Chávez se aprobaron más leyes y se dieron más avances en el reconocimiento de la sexo-genero diversidad que en toda la historia política de Venezuela”.
Poder Popular
El chavismo creó un ministerio que tiene como principal objetivo su desaparición. Es el Ministerio del Poder Popular para las Comunas, que no será necesario cuando las comunas se consoliden y logren su objetivo de autogobierno. En Venezuela, las comunas son la base del “empoderamiento” del pueblo, del Poder Popular, el pueblo gobernando. Según la ley que las creó, las comunas son “un espacio de integración de las comunidades vecinas con una memoria histórica compartida, que se reconocen en el territorio que ocupan y en las actividades productivas que les sirven de sustento y sobre el cual ejercen los principios de soberanía y participación protagónica”.
Las comunas funcionan como autogobiernos y hay 600 en todo el país. La Pulseada visitó la comuna de Ciudad Caribia, un impactante complejo de edificios que está a media hora del centro de Caracas. Casi todas las 1600 familias que viven en el lugar son damnificadas por las inundaciones que afectaron la capital venezolana en 2010. Sin embargo, Ciudad Caribia está en pleno crecimiento y se espera contener a 100 mil personas en 20 mil viviendas. “Para Vivir Viviendo”, dice el lema del Plan Misión Vivienda que ya entregó 377.000 hogares. La “urbanización socialista” incluye lindos edificios con departamentos bien equipados, parques de recreación, canchas de básquet, escuelas, centros de salud y centros de compras. La construcción de Ciudad Caribia también contempló el transporte comunal que conecta a la comuna con el centro de Caracas a 4 bolívares, lo que cuesta una botella chica de agua mineral.
El sistema de comunas, junto con las Misiones (planes sociales llevados adelante junto a la comunidad, como por ejemplo, las misiones de alfabetización y de salud con la participación imprescindible de médicos cubanos) son los pilares fundamentales del “Socialismo del siglo XXI” que impulsó el chavismo.
Golpe de timón y más socialismo
Decíamos en una de las crónicas que publicamos en la web de La Pulseada desde Venezuela: “bolivarianas y bolivarianos desde el 5 de marzo están sembrando revolución en gotas gordas, saladas, ´irrevocables´ y ´plenas como la luna llena´”. Ese día, a las 4.25 de la tarde, se fue físicamente Hugo Chávez. A partir de esa hora histórica, el dolor de su pueblo se transformó en miles de “Chávez vive, la lucha sigue”. Quedó fijada esa idea en paredes, banderas, pancartas, remeras, canciones, poesías. “Mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que ustedes elijan a Nicolás Maduro como Presidente”, dijo Chávez antes de ser operado por última vez y anticipándose a un futuro gobierno sin él. Los chavistas juraron a su “Comandante eterno” votar por Maduro y seguir su legado. ¿Pero cuál es su legado y cómo se continúa sin ese liderazgo único, imprescindible?
El intelectual de izquierda y actual vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera sugirió una respuesta durante su paso por Venezuela los días previos a las elecciones: “Una revolución no se detiene. Si no avanza, no es revolución”. Ese es uno de los desafíos del presidente Nicolás Maduro: seguir profundizando la Revolución hacia el socialismo. El otro desafío es trabajar para solucionar problemas que le preocupan a la sociedad venezolana y que seguramente influyeron en el escaso margen del triunfo electoral que apenas alcanzó 2 puntos porcentuales: la inseguridad y la inflación, como en gran parte de los países latinoamericanos.
Chávez dejó dos documentos que fueron tomados por su sucesor como “testamento político”. Uno de ellos es el denominado “Golpe de Timón”, distribuido gratuitamente en forma de libro en diferentes puntos del país. Se trata del discurso que pronunció Chávez el 20 de octubre de 2012 durante el Consejo de Ministros del nuevo ciclo de la Revolución Bolivariana. En ese primer encuentro de gabinete luego de la reelección del 7 de octubre, Chávez llamó a sus funcionarios a avanzar en el socialismo. Se lo recuerda como uno de los discursos más autocríticos de la Revolución: interpela a sus funcionarios, pide multiplicar la eficiencia, fortalecer el poder comunal y desarrollar el Sistema Nacional de Medios Públicos, entre otros temas.
El segundo documento es el Plan de la Patria, la plataforma política usada en la campaña que le dio el triunfo a Chávez hace 8 meses. A ese texto, también distribuido gratuitamente y con un sello que dice “su venta es un acto contrarrevolucionario”, el nuevo presidente lo lleva a cada acto que encabeza. Maduro lo levanta, lo muestra, lo ofrece. Sabe que ese programa de gobierno para el periodo 2013-2019 escrito de puño y letra por el líder revolucionario, es su guía de acción: contiene cinco puntos estratégicos o “grandes objetivos históricos”: 1- Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos reconquistado después de 200 años: la independencia nacional. 2- Continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI en Venezuela como alternativa al modelo salvaje del capitalismo y con ello asegurar la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política para nuestro pueblo. 3- Convertir a Venezuela en un país potencia en lo social, lo económico y lo político dentro de la gran potencia naciente de América Latina y el Caribe, que garanticen la conformación de una zona de paz de nuestra América. 4- Contribuir al desarrollo de una nueva geopolítica internacional en la cual tome cuerpo el mundo multicéntrico y pluripolar que permita lograr el equilibrio del universo y garantizar la paz planetaria. 5- Contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana.
El jueves 11 de abril, en Caracas, se hizo el cierre de campaña del candidato oficialista. En el acto más masivo y emotivo que este cronista haya presenciado, Maduro propuso seis “temas focales” para su gobierno. Entre ellos estaba la inseguridad (prometió convertirse en el “Presidente de la Seguridad en la Patria Socialista”), la lucha contra la corrupción y la inflación.
Su último punto se refería al Poder Popular. Hubo un momento en ese acto que quizás sintetiza el significado de la revolución. Cuando se esperaba la llegada de Maduro al escenario, mientras el entonces candidato iba en caravana a pocos kilómetros de la tarima, en las pantallas gigantes apareció un hombre mayor, de unos 80 años. Millones de personas que seguían las imágenes de Maduro abriéndose paso ente la gente, arriba de un camión, aplaudieron y gritaron al ver a ese hombre asomado desde una ventana de un décimo piso, en un edificio de la Gran Misión Vivienda. El hombre estaba con una camiseta blanca, gastada. Saludó el paso del “hijo de Chávez” y los camarógrafos lo “poncharon”. El grito de millones de revolucionarios, compañeros y compañeras, camaradas, panas, chamos, gebas, venezolanas, venezolanos, bolivarianas, bolivarianos… Millones de chavistas ovacionaron a ese señor anónimo que apareció desde la ventana de la casa que el gobierno le otorgó. Fue un aplauso hacia sí mismos, del pueblo hacia el pueblo. “Yo soy Chávez”, dicen los revolucionarios venezolanos desde el 5 de marzo a las 4.25. Esa ovación espontánea fue una ovación a Chávez, una ovación al pueblo empoderado. Chávez es ese anciano en camiseta y cada uno de los casi 3 millones de personas que lo aplaudieron sin conocerlo. Ellos saben que su rol para cumplir con su legado es ser Chávez, para que ese gigante no sea solo ojos en una remera. Para que ese gigante no se vaya, siga viviendo. Para que siga viviendo Chávez y la Revolución en América Latina.