El dramaturgo cordobés Arístides Vargas escribió más de veinte obras de teatro que fueron representadas en todo el mundo. Exiliado en Ecuador desde 1975, próximamente estrenará en La Plata “Instrucciones para abrazar el aire”, una pieza sobre la Casa Mariani-Teruggi de la calle 30, que escribió luego de conocer a “Chicha” Mariani, a quien dedica su nuevo trabajo.
Por Guillermo Ale
Quito está en el centro de la Tierra. Es una ciudad colonial construida en medio de sierras tapizadas de un verde intenso. Las calles en su mayoría empedradas y desiguales, producen la extraña sensación de estar en un sitio arcaico intervenido con shoppings de piraterías ambulantes, películas, discos, y plástico taiwanés. Allí, entre ese verde de las sierras y el fluor del comercio de segunda mano vive desde hace 34 años el argentino Arístides Vargas, uno de los dramaturgos teatrales con más prestigio internacional. Y es allí donde recibió a La Pulseada. A pesar de tener publicadas una decena de obras que son montadas en todo el mundo, la Argentina permanece indiferente al autor cordobés. “Es que Argentina en sus últimos 30 años estuvo muy influenciada por un discurso más europeo y anglosajón en el arte”, sugiere quien hace poco recibió el premio El Gallo de La Habana 2012, en el marco de las jornadas de la Temporada de Teatro Latinoamericano y Caribeño Mayo Teatral.
“Recién en el 2000 cuando presenté Nuestra Señora de las Nubes en el Cervantes tuve contacto con el público de mi país”, dice Arístides. “Lo que me pasó en Argentina me hace tener esa sensación tan contradictoria, porque uno no se siente cómodo en los espacios donde fue castigado por alguna razón”.
Es que Arístides, como la mayoría de los nacidos en la década del cincuenta, fue testigo prescindible y participe activo de los primeros años setenta. Jóvenes apasionados, utópicos, generosos y apresurados, dieron todo sin pedir nada. “Militaba en la juventud universitaria y en ese entonces nos preguntábamos sobre la eficacia del arte con la política. El arte debía ser lo suficientemente referencial para que de inmediato sea leído, para cambiar la realidad. Esas inquietudes todavía tienen vigencia en mí. Fui parte, soy parte de eso. Me siento parte activa. Escribo por lo que soy y por lo que viví en ese momento”.
Su obra es una prolongación sanguínea del terror que sobrevino esos años. A los padres de Arístides les allanaron la casa, les patearon las puertas y les revolvieron todos los cajones. Su padre murió cuando iba a visitar a uno de sus hijos a la cárcel de Rawson. De esa experiencia nació La Razón Blindada, su obra más premiada que le permitió llegar a Europa, y le proporcionó cierta admiración, respeto y reconocimiento de sus pares.
“Es una versión libre del Quijote –explica Arístides- con la experiencia que me contó mi hermano de cómo hacían teatro los presos políticos en la cárcel de Rawson para poder soportar el dolor del encierro. Todos necesitamos tener la suficiente locura para inventar un héroe que nos salve de la cotidianeidad más elemental o del terror más cruel”.
Quizás por este motivo su dramaturgia adquiere un valor agregado cuando pone en evidencia su vida: “Sufrí todos los males del exilio, el desgarramiento personal de amar a un país que te expulsa cruentamente”. A Arístides se le quiebra la voz. En cada palabra hay claras contraseñas de un pasado doloroso. “Me fui tres días antes del golpe de Estado, tenía pedido de captura. Tuve que abandonar todo un pasado, una vida. Y luego de andar por varios países de Latinoamérica, me quedé aquí en Ecuador”.
Cuando se fue de Argentina era apenas un joven de 21 años, “un pibe que lo único que sabía hacer era teatro”. “En mi adolescencia yo era un obrero que vivía en una situación de alienación, no tenía una situación cómoda. El teatro me sacaba de esos lugares, para situarme en algunos lugares ficcionales que me absorbían de la realidad”.
Arístides ordena sus recuerdos, su memoria fluye mansa. “Una vez fuera del país me contacté con grandes maestros del teatro latinoamericano, Atahualpa del Cioppo (Uruguay), Santiago García (Colombia), Enrique Buenaventura (Colombia), María Escudero (cordobesa). Ellos me acercaron a una profundidad artística y a una ética de la que yo carecía. Gente que me fue mostrando un tipo de teatro con profundidad, más idealista, no tan centralista”.
Allí fundó Malayerba, uno de los grupos más prestigioso de teatro de Latinoamérica, junto a su compañera de toda la vida, Charo Francés, y Susana Pautasso. “Al principio éramos un grupo de creación colectiva, con todo lo bueno y lo caótico que significa eso”. Luego de probar con adaptaciones de Bertolt Brecht, Federico García Lorca y Samuel Beckett, escribió su primera obra “Jardín de Pulpos” que tenía personajes imaginarios pero dotados de una realidad histórica y cruel. Se mueven entre lo falso y lo verdadero con un lenguaje atemporal, construido desde la ruptura del tiempo y el espacio. Y de esos textos surge una música propia que suscita un desgarramiento personal que sólo puede ser llevado con nostalgia y humor. Para él la vida está hecha de esas paradojas, “en la brevedad de un chiste o en la complejidad de la poesía”. Y su vida es una paradoja: “Mis primeras obras se publicaron en los Estados Unidos”, dice y ríe.
También tuvo un paso fugaz por el cine representando papeles en las películas Pareceres, y La Tigra. Luego participó del guión y actúa en la película Entre Marx y una mujer desnuda (1996), premiada en los festivales de La Habana y Trieste. Posteriormente vendría una etapa prolífica en su dramaturgia con más de una decena de obras, entre ellas Pluma y la tempestad, El deseo más canalla, Donde el viento hace buñuelos, La muchacha de los libros usados, Bicicleta Lerux. Y su obra empezó a editarse en países como Portugal, Alemania y Francia.
–¿Por qué cree que sus obras se representan tanto en Latinoamérica y el mundo?
-Porque es una escritura exiliada que intenta nombrar una realidad que no es la que estás viviendo. Escribo en un contexto que puede tener varias lecturas. Es una escritura descentrada. Son varias escrituras y varios mundos. Entonces todos se ven referenciados con esas situaciones. Y cada uno hace una lectura personal y el teatro les permite crear un discurso propio. Es que mis personajes son deambulatorios que no tienen un espacio definido o definitivo. Hace poco visité Buenos Aires, y estuve con una mujer que había hecho un análisis de mi obra Bicicleta Lerux y su interpretación no tenía nada que ver con mi idea de la obra.
-¿Qué motivos lo llevan hoy a escribir?
-Cuando escribo lo hago por intuición. Es una especie de malestar. Es la escritura la que me va condicionando, no hay un plan previo. Pero el olvido, la memoria, son temas recurrentes y obsesiones que me aparecen todo el tiempo. Soy un amante de las paradojas y pienso que la única forma del olvido es la memoria. No podes olvidar lo que no recordás.
-¿Sigue creyendo que el teatro es fundamental para cambiar la realidad?
-Sí, pero ahora es diferente. No necesitás crear una referencia concreta sobre lo que estás haciendo. Sólo necesitás una perturbación en el campo de lo real. La política es un régimen ficcional. Y el teatro también. Es una contraposición de ficciones diferentes. La política tiene pretensiones de verdad, y el teatro hoy no la tiene. En aquellos años, nosotros sí teníamos pretensiones de verdad.
Arístides y La Plata
-¿Cuando comenzó su relación con la ciudad de La Plata?
-En 1995, cuando conocí a unos chicos que eran de La Plata, el grupo “La Cuarta Pared”. Desde ése momento tenemos una amistad entrañable. Estamos en un contacto fluido, intercambiando trabajos, opiniones.
-¿Hace mucho que no viene por La Plata?
-Estuve en 2009 cuando presenté la Razón Blindada en el festival internacional que organiza La Cuarta Pared. Es admirable lo que hace este grupo platense, el compromiso con que abordan el tipo de teatro que hace. Son como un grupo hermano, junto con Yuyachkani (Perú).
Luego regresó en el verano de 2011 para conocer la historia de militancia de los Mariani-Teruggi y la casa de la calle 30 donde vivían y que fuera bombardeada por las fuerzas de la represión el 24 de noviembre de 1976. Del primer encuentro con Chicha Mariani salió decidido a escribir una obra, y lo hizo: “Instrucciones para abrazar el aire”. Próximamente volverá a nuestra ciudad para leerle personalmente la obra a Chicha y estrenarla. El propio Arístides actúa, junto a su compañera Charo Francés.
-¿Cómo surge la idea de escribir una obra sobre la casa Mariani-Teruggi?
–Cuando estuve en La Plata en 2009, Horacio Rafart me cuenta la historia de la casa y me lleva al lugar. Fuimos con mi hermano Chicho. Y la impresión por lo que no se había dicho me pareció súper teatral. Ver que unos tipos levantan un muro para ocultar la realidad (la realidad era que en el fondo de la casa se hacía la revista Evita Montonera). Pero la realidad real, o irreal, estaba afuera de ese muro. Porque en el frente de la casa funcionaba una fábrica de conejos al escabeche. Entonces funciona como una pregunta recurrente de qué es lo real: ¿lo que está tras el muro o lo que pasó delante del muro? Y el teatro tiene ese juego de mezclar realidad y ficción en proporciones iguales.
Un maestro
Por Horacio Rafart *
En medio de una gira teatral de 9 meses, año 1995, por tierra atravesamos 13 países de Latinoamérica, con la obra La Lección, de Ionesco. A medida que avanzábamos, todos los grupos teatrales nos hablaban de la importancia de Arístides Vargas y el grupo Malayerba. Un mediodía con mucha hambre y poca ducha, los tres que conformábamos La Cuarta Pared entonces, fuimos hasta su casa y tocamos timbre. Un morocho corpulento con indescifrable acento cordobés, nos abrió su casa, su corazón, sus conocimientos y nuestras cabezas. Era el comienzo de la Cuarta Pared. Si bien habíamos nacido tres años antes, ese día, “el Negro” -como le decimos- nos enseñó a caminar. Le contamos cuál era nuestro recorrido, nuestro incierto destino y por sobre todo, nuestros sueños como teatreros platenses.
Él y su eterna compañera Charo Francés, nos escucharon con todo el amor de familia que extrañábamos luego de tantos meses fuera de nuestro país. Asombrados y sonrientes dijeron que hacía 15 años que ningún grupo de Latinoamérica hacia tremenda gira. Ahí nomás comenzó a organizarnos funciones y nos dio de comer. Gracias a él, conocimos a grandes personas del teatro y descubrimos lo poco que sabíamos de la escena latinoamericana. Nos apuntaló, nos quiso y gracias a la amistad que nos une, hoy somos lo que somos como grupo.
La Cuarta Pared montó varios de sus obras. Nos vemos todos los años. Su casa es nuestra y viceversa. Nos visitamos acá o en cualquier lado del mundo. Esta amistad hizo posible que haya participado en el festival internacional que organizamos todos los años. También traemos a otros montajes dirigidos por él a nuestra ciudad.
* Fundador del grupo La Cuarta Pared-La Plata