La puerta del Fondo

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La crisis y un panorama temido: al escenario económico de inflación, tarifas altas y paritarias postergadas se agregó una toma conocida por los argentinos: la llegada del Fondo Monetario Internacional. La Pulseada buscó la opinión de una economista, la fundadora de un hogar de niños y una de nuestras vendedoras.

Por Francisco Martínez y Javier Sahade
Fotos: Luis Ferraris y Gabriela Hernández / Archivo La Pulseada
Collage digital: Eduardo Eleno

 

“Estamos en la cuerda floja, vamos a depender de ustedes. Si ustedes compran, vamos a poder mantener la carnicería, pero si no vamos a tener que cerrar”. La frase pertenece a un  comerciante de un barrio de La Plata, pero puede aplicarse a cualquiera. “En los últimos dos meses vendimos un solo auto”, dicen en una agencia de usados de Los Hornos. Mientras, un pintor de casas se pregunta cuándo va a terminar de pagar los zapatos de $2.000 que se compró para el casamiento de un compañero. Al mismo tiempo, la clase media acomodada satura el homebanking para comprar dólares una vez depositado el sueldo, y todos intentamos guardar algo para pagar las tarifas de luz y gas.

La Policía, desde su lugar, admite que la gente roba “para comer”. Y crecen los operativos por faena clandestina de caballos, cuya carne, se dice, se agrega a las bolsas de picada común en las góndolas. Los vendedores de tuppers se multiplican en los semáforos, exhibiendo envases vacíos que nunca se llenan en los comedores de los barrios, donde el hambre barre los platos de comida y no deja sobras.

Es el escenario de este invierno de 2018, que empezó cálido, y aún más con el Gobierno abriendo la puerta del infierno: la negociación con el Fondo Monetario Internacional que despertó en el imaginario social algunos de los peores miedos que habían quedado guardados por más de 10 años. ¿Otra vez se avecina una gran crisis? Algunos fantasmas se agitan ¿estamos en la puerta de un escenario igual al de 2001?

Para responder a esos interrogantes, La Pulseada consultó a un economista de la CTA, a la fundadora de un hogar de niños y a Lucy, una de las vendedoras de esta revista, quien trajo la anécdota de la carnicería.

–¿Qué tan lejos o qué tan cerca estamos de una crisis como la de 2001? –quiso saber esta revista.

–La crisis del 2001 la sobrepasamos y ahora esto ya pasó más del límite. Se ve en la calle, las casas, los vecinos… en todos lados –dice Lucy–. Hay violencia, maltrato, ya los comedores no funcionan… no hay nada. Antes nos podíamos manejar por los comedores, pero ahora ya ni eso funciona. Esa es la crisis que se está viendo. Trabajo no se ve, hay muchos desocupados, la gente está como alterada, tiene muchos problemas, se le junta todo en la casa, los hijos. Son todas cosas que a medida que va pasando el tiempo se va agravando.

Lucy es Lucinda Sarmiento. Tiene 40 años y vive en el barrio El Retiro de La Plata. Desde el primer número, en abril de 2002, es vendedora de La Pulseada, en tiempos en los que desempleada, ayudaba a El Charquito, el comedor que alimentaba a 200 pibes del barrio, una de las zonas más golpeadas de la periferia platense.

Por su lado, Paula Belloni, coordinadora de Economía Política del Instituto para el Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires, perteneciente a la CTA y docente de la Universidad Nacional de La Plata analiza: “Creo que hay grandes elementos muy claros del gobierno de Cambiemos que nos dejan prever que si seguimos en la senda que inauguraron vamos a una crisis que, más temprano que tarde, recaerá muy fuertemente en los sectores populares y también en la clase media. La batería de medidas económicas llevadas adelante desde que asumieron dan cuenta de una fenomenal transferencia de ingresos hacia grupos del poder económico concentrado, en especial hacia el agro, las finanzas y las proveedoras de servicios públicos. Se trata sin lugar a dudas de una ofensiva en contra del pueblo trabajador”.

Elena Vita fundó el hogar “Angel Azul” en 39 y 116, en el corazón del Barrio Hipódromo, en el año 2000. En el lugar viven niños, desde bebés hasta los 18 años y Elena conoce los ritmos de las crisis. “La pobreza aumentó –dice a La Pulseada–, de eso no hay ninguna duda. Nosotros lo vemos en el barrio. La gente pasa por el hogar pidiendo, los vecinos se acercan a buscar ropa y alimentos para amigos y conocidos. Los comedores a los que ayudamos cada vez nos piden asistencia con más frecuencia. Es muy, muy triste”.

Lucy coincide: “Se está notando mucho la crisis y cada vez va a ser peor. Vos ves a los chicos en el barrio. No tenés que entrar a un hogar para ver la cosa. Los ves pasar y pensás ‘tan abajo se vino esa gente, pensar que antes por lo menos tenían un trabajo o una forma de vivir distinta’. Se nota porque la gente no puede ayudar tanto como antes. La clase media que podía ayudar a la gente pobre llevando algo al comedor, un par de fideos, una leche, una azúcar, una yerba, eso ahora no se ve. Enfrente de mi casa tengo una copa de leche que publica en el Facebook para que se acerquen y le traigan alguna donación; pero no hay, no hay. La gente no puede, la verdad no puede. Antes hacías tarjetitas y llovían las donaciones porque la crisis nos llegaba a nosotros, los de abajo, los últimos, pero a la clase media no le llegaba. La copa de leche acá se llena, es impresionante cómo están los chicos que vienen”.

“El otro día fui a la carnicería y todos los clientes veíamos mal al carnicero. Le preguntamos y nos dice «estamos en la cuerda floja, vamos a depender de ustedes». Dijo que estaban buscando precios en la carne para ver quién se la dejaba más barata. Charlaron con varios proveedores. Ellos dependían de nosotros para que la carnicería siga abierta”, completa Lucy.

Consultada sobre la cercanía a una crisis de 2001, Elena se esperanza en que todavía la hecatombe no esté a la vuelta de la esquina. “No creo que lleguemos a eso (por lo menos es lo que espero) los recuerdos que tengo son muy tristes. Estábamos empezando con el hogar y ni becas teníamos, así que fueron tiempos muy complejos. Las comidas eran a base de imaginación: éramos 13 personas viviendo con la jubilación de mi marido, una jubilación de gráfico que alcanzaba para lo justo y necesario. Sinceramente tiempos muy duros. Muchos dicen que se vienen tiempos más duros que los de 2001, pero tengo la esperanza de que no sea así”.

La responsabilidad del gobierno y el papel de los medios

– ¿El Gobierno de Macri o de Vidal tiene herramientas para revertir la situación?

Lucy: –No sé si el Gobierno irá a cambiar. No sé si tienen herramientas, pero lo que están haciendo nos perjudican a los más pobres, a ellos no porque si un kilo de carne les sale 300 pesos ellos van y lo compran. Nosotros no, tenemos que comprar 1/4. No sé si vamos a poder nosotros seguir adelante con todo esto.

Paula Belloni: –El escenario es muy complejo realmente, tanto por las contradicciones y limitantes de las medidas económicas aplicadas que recién mencionábamos como por el contexto mundial, pero no creo sea, digamos lo determinante. Es decir, si siguen esperando una lluvia de inversiones por el sólo hecho de desregular la economía vamos a ir cada vez peor. Los desafíos están, por un lado, en revertir las medidas económicas que nos condujeron a esta situación, y eso quiere decir que el problema es más bien político, porque ello implica menos poder a los grandes grupos económicos que se han favorecido enormemente en estos dos años, y también que la crisis no recaiga en las mayorías populares

–¿El Gobierno y los medios de comunicación dicen y muestran la verdad sobre la realidad económica?

Lucy: –Los medios dicen la verdad, son muchas cosas que te muestran la realidad. Por ahí ellos no la ven, pero uno que lo vive sí.

Paula: –Los grandes medios de comunicación y el gobierno no dan cuenta de la situación y los problemas que venimos hablando.  Creo que la creciente distancia entre lo que se ve en la televisión, radio y medios en general y la situación de vida de los argentinos dará como resultado un descontento, una desilusión muy grande y también un creciente descreimiento hacia los medios de comunicación. Lo cual nos pone ante un desafío muy importante para encontrar otras formas de comunicación, gestadas desde abajo, capaces de visibilizar esas condiciones de vida.   /// LP

El futuro llegó

Es común escuchar: “La deuda la pagarán nuestros hijos y nietos”. Sin embargo, ¿no sería mejor decir que “la crisis ya la estamos pagando?”.

“La deuda se está pagando ya, ahora. No es que la van a pagar nuestros hijos cuando sean viejos y uno les deje deuda. No, nosotros ya estamos pagando la deuda que nos trae tantos problemas. No va a haber un futuro para que nuestros hijos paguen la deuda”, remarca Lucy. Para Elena Vita, de El Ángel Azul, “la crisis ya la estamos pagando, pero las próximas generaciones ya están endeudadas también. Nos va a costar muchísimo salir”.

Por su lado, Paula Belloni opina que “el costo del ajuste que llevó adelante el Gobierno de Cambiemos lo venimos pagando todos. Podríamos pensar por ejemplo en los despidos, las recontrataciones bajo formas más precarias, el cierre de fábricas, el deterioro del poder adquisitivo de nuestros salarios en los dos últimos años, la retirada del Estado como garante de derechos sociales básicos”.

“Hay un costo que también van a pagar nuestros hijos y nietos – agrega la economista-, y es el del enorme endeudamiento que se ha dado tanto a nivel nacional como provincial, y que también va a condicionar las posibilidades de afrontar los desafíos pendientes que históricamente derivan en la restricción externa en nuestro país. Cuanto más dejemos correr el tiempo más grandes serán los costos y más difícil salir de una crisis, que de concretarse, va tomando la forma de autogestada”.


La deuda y la corrida cambiaria en la Provincia

Los gráficos que acompañan a esta nota corresponden al crecimiento de la deuda pública en la Provincia de Buenos Aires. Entre diciembre de 2015 y el tercer trimestre de 2017, la deuda se incrementó en un 121% (Gráfico 1). Pero eso no es todo: como la mayoría de los bonos están emitidos en dólares, con la última corrida cambiaria de mayo la deuda provincial se incrementó en $63.072 millones, comparable al presupuesto entero de un año en Salud y Promoción y Asistencia Social (Gráfico 2), según destacan desde Economía Bonaerense, un grupo de profesionales interdisciplinario que abordan temas de la economía, la política y la sociedad de la Provincia. Respecto de los vencimientos a mediano plazo, el efecto de la devaluación de mayo implica un incremento de $39.004 millones, un 86 % de lo presupuestado en Salud.Para Paula Belloni, del IDESBA-CTA, “el desafío que tenemos como país es enfrentar las limitaciones que presenta un modo de acumulación, de producción, dependiente como el de Argentina, que recurrentemente caemos en el problema de la restricción externa (la falta de dólares recurrente). Este es el debate que se volvió a olvidar con la llegada de Cambiemos al Gobierno y es el que nos queda pendiente como pueblo”.

 


El fondo y los zapatos

Por Tomás Bover, coordinador de Casa Joven (Obra de Cajade)
(publicado originalmente en www.lapulseada.com.ar)

Zapatos. Oscar pinta el cuartito que construimos en Casa Joven con mucho esfuerzo y colaboraciones, nuestro taller de textil. Mientras hace esa changa cuenta que lo trabajado esa semana será para pagar un crédito personal. Crédito destinado a unos zapatos que compró para ir al casamiento de un compañero de trabajo. El calzado costaba $2000, pero ya pagó dos veces ese valor. Claro, ese precio cuesta para quien tiene dinero disponible, pero financiar transforma un valor en una deuda, y las deudas crecen, pesan y reclaman esfuerzos, horas de vida trabajadas.

El fondo. El día en que Oscar contaba cómo se había convertido en víctima de la usura en una compra de zapatos, el presidente anunciaba que iniciaría negociaciones con el Fondo Monetario Internacional. Que él también saldría a tomar deuda, una deuda que pagará con horas de trabajo, con sangre y con vidas, pero ajenas. Deuda destinada a pagar la “desconfianza” de los mercados, a frenar la suba del dólar, a resguardarse del vencimiento de LEBACS o a las distintas formas en que nos explican los vaivenes de la economía. Vaivenes tan lejanos a mí como a Oscar, para quien ya es suficiente su propia deuda. Ir al Fondo es, palabras más palabras menos, pagar la timba financiera en la que nos metieron o como dicen unos compañeros: bancar la fiesta a la que no nos van a invitar -ni siquiera a Oscar con sus zapatos nuevos-.

 

Perversos. Estamos frente a otra cara de un Estado perverso. Que descuida y criminaliza a los pibes, sub-ejecuta las partidas destinadas a las políticas de infancia, desprestigia a los docentes, delega en las organizaciones sociales el trabajo de promoción y protección de derechos, abandona escuelas incendiadas, esconde deudas con obras como la nuestra, dispara con munición gruesa, reclama esfuerzos, se nutre de insensibles, ignora trabajadores socio-comunitarios de niñez. Pero dice que “hace lo que hay que hacer”.

Tragedia. Estamos leyendo con mucha pasividad páginas trágicas de la historia de nuestros pibes y pibas pero nuestro deber es seguir apostando a organizarnos para escribir páginas de lucha y alegría.

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