Ofrece La Pulseada hace cinco años. Hace unos meses lo hace con su bebé, nuestro vendedor más joven. Presentamos a Adriana Santana, vendedora tenaz, violinista y estudiante de canto.
Por Josefina López Mac Kenzie
Es sábado en Los Hornos, paró de llover y casi todos andan por la 137, haciéndola explotar antes del almuerzo. A algunas cuadras nos esperan Adriana y Juan Esteban, un astro de seis meses que vigila desde el par de océanos que calcó de su mamá y de su abuela. Inquieto. Alerta. Aún no habla, pero seguro tiene mucho para aportar a la entrevista, ya que hace un tiempo sale a ofrecer la revista con Adriana. Es que, como resume ella, él demanda atención “25 horas al día” y “lo que más lo calma es estar en la calle”, por eso decidió consagrarlo copiloto de su circuito de venta.
Adriana se incorporó a La Pulseada a fines de 2005, al mes de la muerte de Carlitos Cajade, después de realizar algunos otros trabajos comerciales dentro del rubro periodístico. Ser vendedora de la revista, evaluó entonces, le permitiría sumarse a un emprendimiento solidario a la vez que obtener un ingreso manejando sus horarios de trabajo para poder seguir estudiando música. Porque “estudiar las partituras lleva tiempo”, explica.
Empezó a vincularse con la música “de grande”, a los 27 años, y eligió el violín. Integró la orquesta del Conservatorio hasta antes del embarazo. Tiempo después, como los ensayos terminaban demasiado tarde y Juan Esteban no paraba de agigantarse panza adentro, Adriana decidió volcarse más de lleno al canto. Hoy se entrena para presentarse en alguna prueba del coro del teatro Argentino de La Plata. “Igual el violín no lo dejo −aclara, con una sonrisa, y mira a su hijo−: cuando él me permite, lo agarro”.
“Cuando empecé, me pateaba toda la ciudad ofreciendo revistas”, dice Adriana. Entre enero y febrero de 2006 llegó a vender más 200 ejemplares y se sorprendió al ir dando con muchas personas que conocían La Pulseada. De sus primeros tiempos, no olvida tapas emblemáticas, las que más se vendieron, como “la de octubre de 2005, que titulaba “Caballito de batalla”, o “la del CD sobre la muerte de Carlitos”, o “la tapa de un mural que hizo Cristina Terzaghi, que es una tapa preciosa y se vendió mucho en la facultad de Bellas Artes”, o “la tapa de los aborígenes y el Museo”.
Desde que dio a luz, bajó un poco el ritmo y divide su tiempo entre Juanes, la práctica de canto y su labor como vendedora. “Ya me acostumbré a hacer todo con media mano”, se jacta, mientras convida mates dulces sin dejar de hamacar en brazos a su copiloto. “Se me ocurrió llevarlo conmigo porque adentro rezonga y en cambio afuera, en la calle, es feliz −cuenta−. Primero lo llevaba en la mochila y después, como está muy grande, va en el cochecito”.
El recorrido actual de Adriana es céntrico: ofrecen La Pulseada por la zona de Tribunales y algunos ministerios; por la avenida 7 desde 43 hasta 60; y reparten algunos ejemplares en Los Hornos. “A veces te compra el que menos dispuesto a colaborar parece”, analiza. El copiloto asiente.
“La verdad es que la gente es una maravilla y siempre me ha tratado muy bien”, valora Adriana, que lleva cinco años cultivando el arte de vender nuestra revista, difundir los temas que trata y conocer las preferencias de los colaboradores que nos siguen. A algunos los conoce tanto que “ya sé cuándo la precisan, cuándo están… ¡puedo ir a ojos cerrados a llevarla!”. Y concluye: “Podés vender miles de cosas que no te dejan nada, en cambio vender La Pulseada te deja algo, es una linda Obra”.
Pregunta para Juan Esteban, que sigue a su mamá como al flautista de Hamelin: ¿está bueno vender la revista en cochecito mientras conocés la ciudad?
1 commentsOn La música de Adriana
hola me parece que adriana es mi prima si su papa se llama hector y su mama nelly y cuando era chica vivia en los hornos y su papa tenia una motoneta y que nos sacaban fotos en la motoneta entonces es mi prima jajajaja!!!
desde diamante entre rios
CRISTIAN LEONEL CARBONI.